Por Roberto Parrottino
Tiempo Argentino
Hay asamblea en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Deliberan. Discuten. Hay, de pronto, una moción. “Representará al conjunto de los estudiantes chilenos”, dice él. Es charlada. Es votada. Es aceptada. Es futbolera. Las palabras elegidas, acuerdan, resumirán la esencia de la protesta. La bandera, de 30 metros de ancho y 50 de largo, habla, exige: “Educación libre, digna, gratuita.” Chile debuta ante México en la Copa América de Argentina. En los alrededores del Bicentenario de San Juan, los argentinos apoyan el movimiento. Empieza el partido y, entonces, se despliega por primera vez. Viaja a Mendoza frente a Uruguay y retorna al último encuentro ante Perú. El fútbol, tantas veces signado como la perfecta distracción para los pueblos, da una lección, no se olvida de lo que sucede en las calles del país. La bandera no estará frente a Venezuela: se mudó esta semana a Santiago y fue levantada en las multitudinarias manifestaciones de los colegios, las universidades y los profesores.
Cuando bajó en la popular sanjuanina, la transmisión chilena aplicó un tipo de censura: la omisión. La Televisión Nacional Chilena (TVN), controlada por el Estado, no la mostró. Canal 13, apenas dos segundos. La fotografía de la bandera, sin embargo, circuló en las redes sociales. Hubo mayoría de adhesiones. También aquellos que tildaban a los mentores de “vagos” y “comunistas”. El presidente Sebastián Piñera, que privatizó a los clubes gracias al proyecto de Sociedades Anónimas cuando era senador, aumentó el presupuesto y las becas y creó una Superintendencia de Educación. Las medidas fueron rechazadas, porque el reclamo es medular, muy diferente: cambiar la estructura neoliberal implantada en la Constitución por el dictador Augusto Pinochet. A las marchas se plegaron políticos opositores, trabajadores independientes, sindicatos y, además, un actor del palo, algo particular: Los de abajo, la escisión de la barra brava de la Universidad de Chile cuyas bases resguardan un “sentimiento antifascista” y claman por una barra “sin jefes”.
“Todo lugar que congregue masas y que tenga alta difusión mediática siempre va a ser un escenario propicio para manifestar una idea, en especial las políticas. El fútbol y la política siempre han estado vinculados”, aporta Juan Ignacio Sabatini, uno de los directores de Ojos rojos, el documental de la Roja, el más visto en la historia de ese país. “A veces funciona como una forma de manipulación para mantener al pueblo contento. En Chile, por ejemplo, dicen que el Colo Colo campeón de 1973 frenó por unos meses el golpe de Pinochet.” Andrés Vargas Cabrera es un estudiante de la Universidad Técnica Federico Santa María y estuvo en los tres encuentros de la fase de grupos. Él subió algunas imágenes a Internet. “Hoy, más que nunca, el fútbol es el tema –explica–. Casi todos los jugadores están pasando por grandes momentos en sus Ligas. Sánchez, Suazo, Valdivia, Isla, Fernández. Nunca se había tenido tanta fe en una Selección. Esto ha provocado que gente que no le interesa el fútbol se haya hecho hincha y, por ende, los medios han entregado una cobertura impresionante a esta Copa América. Aprovechando esto es que se hizo patria con respecto al tema educacional en San Juan y Mendoza”. Ningún futbolista del equipo de Claudio Borghi opinó sobre el tema. ¿Algún periodista habrá hurgado en ese punto?
En las provincias cuyanas no sólo se vio esa bandera gigante. Otra pidió por “la nacionalización de los recursos naturales”, por el cobre y el agua. Los estudiantes-hinchas organizaron encuentros en las plazas y cantaron sus consignas. Uno de ellos se vistió como un futbolista chileno de la década del ochenta. Era un doble exacto de Carlos Caszely, uno de los más notables delanteros de todos los tiempos, que arengaba a los jóvenes y que reforzaba el mensaje: “Por una Educación gratuita y de calidad para todos.” Caszely, el homenajeado, fue un abierto opositor a Pinochet –uno de los pocos deportistas– y un admirador de Salvador Allende. Su madre fue detenida y torturada. Alguna vez reconoció el poder del deporte y la necesidad de transformarlo en una herramienta de conciencia social: “Me hizo ver realidades.” Esos estudiantes lo comprendieron.
sábado, 16 de julio de 2011
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