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martes, 4 de octubre de 2016

Humilde, goleador y comunista

Así es Cristiano Lucarelli, el ídolo del Livorno


Por Carles Viñas 
Panenka

‘Killer’ del área y todo un mito en su Livorno natal, Cristiano Lucarelli abandonó la práctica del fútbol profesional hace unas temporadas. Este trotamundos del balón colgó las botas en el Napoli tras militar en clubes como el Valencia –donde jugó a finales de los años noventa–, el Shakhtar Donetsk, el Torino, el Lecce, el Parma o su amado Livorno. Más allá de los 102 goles que marcó en las dos etapas en las que vistió la camiseta del conjunto amaranto, Lucarelli se convirtió en el santo y seña del club toscano, con permiso de insignes futbolistas como Igor Protti, por su actitud dentro y fuera del terreno de juego.

Su entrega sobre el césped era intrínseca a su amor por los colores, de pequeño ya era un asiduo de las gradas del vetusto estadio Armando Picchi. Sin embargo Lucarelli trascendió por su militancia comunista, algo común en Livorno, ciudad fundacional del Partido Comunista Italiano en 1921. Como buena parte de sus paisanos nunca ocultó sus preferencias políticas. Algo que en el mundo del fútbol profesional suele pasar factura. En su caso fue a raíz de marcar un gol con la selección italiana sub-21 ante Moldavia en 1997. Preso de la pasión se encaramó a la valla publicitaria para ofrecer el tanto a los aficionados mientras se levantaba la elástica azzurra para mostrar una camiseta con la efigie del Che Guevara y la leyenda ‘Il Livorno e’ una fede’. Un gesto que le valió ser ninguneado por la Federación Italiana, aunque eso a él no le importó. Su deseo no era triunfar con la selección sino con el club de sus amores. Persiguiendo este propósito, el año 2003 rechazó diversas ofertas millonarias de clubes de la Serie A para fichar por el Livorno, recién ascendido a segunda división. “Que se queden con los mil millones”, le espetó a su representante Carlo Pallavicino. Así fue como abandonó el Torino, renunciando a emolumentos considerables para poder cumplir su sueño. Y a fe que lo consiguió. Luciendo el 99 a la espalda –número que rememoraba el año de fundación de las BAL (Brigate Autonome Livornesi), el extinto grupo ultra amaranto– logró el ascenso del Livorno después de 55 años. Cristiano era más pobre pero su felicidad no se compraba con dinero.

Tras abandonar el club, después de clasificarse por primera vez en su historia para una competición europea, Lucarelli puso rumbo a Ucrania. Debutó en la Champions League con el Shakhtar para retornar el año siguiente a Italia. Parma fue su nuevo destino. Allí trabó amistad con su presidente, Tommaso Ghirardi, uno de los principales valedores de su fichaje, al que prometió que cuando colgara las botas ejercería como entrenador en el Parma.

Cristiano fue honesto hasta en su retirada, cuando reconoció que tras sufrir una grave lesión en el ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda no estaba para el trote que supone ejercer como delantero en el fútbol actual. Según declaró, “no tenía físico para ser el primer defensor del equipo”. Pero cumplió con su palabra. Esa misma temporada fichó por la entidad de Emilia-Romaña para entrenar al equipo alevín. En la rueda de prensa de presentación manifestó que contaba con las energías necesarias para afrontar con ánimo el reto. Lucarelli entendía su nuevo cargo como el mejor trampolín para acceder a banquillos de mayor entidad. Y por lo que parece, la apuesta no le va mal. Cristiano conserva intacta su sonrisa desde la banda, aleccionando a sus jóvenes discípulos cerca del césped. Unos chicos que escuchan atentos las lecciones de un míster atípico, aquel que en su brazo izquierdo luce tatuados los escudos de su ciudad natal y del Livorno. Por ello siempre será “Uno di noi!”

viernes, 26 de diciembre de 2014

"Quédense con sus millones"

Cuando el cariño por un club vence al poder del dinero


“Para algunos, un sueño es ser millonario. Comprarse un Ferrari, un yate. Para mí, lo mejor de mi vida sería jugar en Livorno”, dijo Cristiano Lucerelli, un futbolista muy distinto a sus colegas de la actualidad.

Lucarelli, delantero italiano, exjugador de varios clubes de la Serie A y otras ligas europeas, siempre había querido jugar para el club de sus amores, el AS Livorno.

Al finalizar la temporada 2002-2003, en pleno auge de su carrera, Lucarelli estaba buscando un nuevo equipo. Llegaron ofertas de varios clubes de Primera. Algunas jugosas: mil millones de liras, casi un millón de euros anuales.

Pero en ese momento el Livorno, que militaba en la tercera división, logró el ascenso. Y Lucarelli le encargó a su agente, Carlo Pallavicino, que le consiguiera un lugar en su equipo del alma, donde no había jugado nunca.

El cronista Enric González cuenta lo que ocurrió entonces: “El Livorno no podía pagar más que unos cientos de miles. Lucarelli aceptó, renunciando a sueldos que ascendían a más del doble, a la fama televisiva de otros clubes y a la comodidad de un puesto secundario. El propio Carlo Pallavicino ha publicado un libro sobre esa decisión y sobre lo que ocurrió después. ‘Quedaos con los mil millones’, se titula”.

Lucarelli finalmente cumplió su sueño: vestir la camiseta del “amaranto”, y con ella, conseguir el ascenso y jugar en primera. A veces el amor es más fuerte que el dinero.

sábado, 30 de agosto de 2014

Livorno, Lucarelli y su historia de amor



Livorno es un puerto industrial italiano, ciudad obrera y cuna del Partido Comunista. En Italia, ser de Livorno y ser de izquierda es sinónimo. Los hinchas del club local, el AS Livorno, están abiertamente adscritos a la ideología comunista y enmarcan las tribunas del estadio con el color rojo y banderas con la hoz y el martillo. Los cánticos de apoyo al equipo se alternan con himnos como “Bella Ciao” o el “Bandiera rossa”.


(JPG)
Las Brigadas Autónomas Livornesas, barra del AS Livorno.

El reavivamiento de la militancia política del club italiano está intrínsecamente relacionada con la historia de Cristiano Lucarelli, el hijo de un cargador portuario de la ciudad, afiliado al sindicato y militante del partido, que a los 22 años llegó a la primera división jugando con el Perugia. Luego pasó por Cosenza, Padua y Atalanta. Su fructífera carrera como delantero hizo que fuese fichado por el Valencia de España. Volvió a Italia donde pasó por el Lecce y el Torino.

En 1997 había sido convocado a la selección italiana Sub 21, con la cual anotó diez tantos en la misma cantidad de partidos. El gol que anotó frente a Moldavia lo celebró mostrando la camiseta con la efigie del Che Guevara que portaba por debajo de la oficial, imagen que se vio televisada en directo, y lo que le valió la censura de los dirigentes del calcio, quienes presionaron para evitar nuevas convocatorias de Lucarelli a los seleccionados nacionales. Solo hasta 2005 volvería a lucir la azzurra.

Al finalizar la temporada 2002-2003, un hecho marginal para el calcio marcaría el futuro tanto de Cristiano como del Livorno. El equipo rojo, que jugaba en tercera división, había logrado el ascenso a segunda. Lucarelli quería volver a su hogar y ponerse la camiseta del equipo de sus afectos, y vio la oportunidad de hacerlo. Poco importó que el Livorno no pudiera pagarle más que un modesto salario, y rechazó ofertas millonarias y la fama y comodidad de otros clubes. Esta decisión es relatada por el protagonista en el libro “Quédense con sus millones”.


En la temporada 2003-2004 Lucarelli fue el goleador del campeonato y logró conducir a su escuadra a ganar la liga y materializar el milagro de ascender a primera categoría. Allí se proclamó nuevamente goleador de la liga, luciendo en su camiseta el número 99, año de fundación de las Brigadas Autónomas Livornesas (BAI), la famosa barra del club.

En octubre de 2005, el alcalde de Livorno organizó la visita de la hija del Che, Aleida Guevara, quien visitaba Italia para recoger fondos para el hospital pediátrico cubano donde trabaja. Aleida se reunió con Lucarelli y con líderes de las BAI. En su visita, aseguró que “ese rostro es un símbolo de lucha. Espero que no se quede sólo en un mito, sino que sea un emblema para crear un mundo mejor”, en referencia a la imagen del héroe cubano-argentino omnipresente en Livorno.

El equipo toscano no sólo logró mantenerse en primera, sino que se clasificó a la Copa UEFA, campeonato en el cual, con un equipo luchador y compacto, llegó a rondas finales. Mientras tanto, el Lazio se convirtió en la principal rivalidad del club, dadas las tendencias fascistas del equipo romano, con el que Livorno disputa el enfrentamiento más político del torneo.

En julio del 2007, Lucarelli partió al fútbol ucraniano. Luego jugó para el Parma y se retiró en Nápoles. Siguió su carrera como entrenador de juveniles.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Lucarelli comienza un nuevo ciclo como entrenador de juveniles del Parma

El livornés Cristiano Lucarelli terminó su carrera como jugador profesional y pasó a ser entrenador de divisiones inferiores del club parmesano.


A continuación reproducimos el comunicado íntegro del club (en italiano):

Cristiano Lucarelli: Parma ideale per iniziare ad allenare

Si è svolta nella sala stampa dello stadio Tardini la conferenza stampa di presentazione dell’attività del settore giovanile del Parma Calcio per la stagione 2012-2013. E’ stata anche l’occasione per introdurre l’unico volto nuovo tra i tecnici delle formazioni crociate, ovvero Cristiano Lucarelli, che inizia proprio dagli Allievi Nazionali del Parma la sua nuova carriera da allenatore.

E’ stato l’amministratore delegato Pietro Leonardi ad aprire la conferenza e spiegare la scelta della società di puntare su Lucarelli come nuovo tecnico degli Allievi: “Abbiamo dato seguito a quanto già annunciato l’anno scorso quando Lucarelli si trasferì a Napoli, ovvero che nel momento in cui avrebbe deciso di interrompere la carriera da calciatore ed iniziare quella da allenatore allora sarebbe tornato da noi. Questo è successo, lui ha superato i vari corsi da tecnico scegliendo questa strada e il Parma gli ha dato l’opportunità – e lui ci ha dato l’onore – di iniziare questa nuova avventura insieme. Siamo contenti perché oltre a stimare il professionista, lo stimiamo per l’impegno che ci sta già mettendo da tecnico ma anche da istruttore. Prima di tutto questo sia io che il presidente Ghirardi prima di tutto stimiamo l’uomo Cristiano Lucarelli e proprio per questo motivo non ci abbiamo pensato un attimo ad inserirlo nella nostra famiglia. Ci auguriamo che questo saia l’inizio di una straordinaria carriera, ancora migliore di quella che ha avuto da calciatore”.

Cristiano Lucarelli ha poi tenuto la sua prima conferenza stampa da allenatore: “Alla fine bazzico a Parma dall’inizio del 2008 e il rapporto di stima e affetto con il presidente e il direttore è iniziato da tempo, così come quello con il responsabile del settore giovanile Francesco Palmieri. Con queste premesse, per me è stato facile prendere una decisione importante, perché comunque significa chiudere con una carriera ed iniziarne un’altra. Anch’io non ho pensato nemmeno un secondo prima di scegliere il Parma, perché sapevo che persone avrei avuto al mio fianco e in che società sarei arrivato. Una società che, sia nel settore giovanile che nella prima squadra, è sempre stata un trampolino di lancio importante per tanti allenatori. Non mi sono nemmeno reso conto di finire la carriera da calciatore perché avevo già l’entusiasmo e l’adrenalina per cominciare questa nuova avventura. Chiaramente devo ringraziare il Parma perché non era così scontato che la cosa potesse accadere. Per me è stata l’ennesima dimostrazione di fiducia e spero di ripagarla facendo crescere dei giovani che un domani possano far parte della prima squadra del Parma. Ritenevo quello da calciatore un percorso che andava esaurendosi perché il fisico non mi permetteva più di essere l’attaccante che il calcio moderno richiede, quindi essere anche il primo difensore come ad esempio si vede fare a Cavani nel Napoli. E poi comunque sentivo forte questo entusiasmo di poter fare l’allenatore. Il passaggio è stata indolore. Quello che è cambiato è l’approccio quotidiano: da calciatore ti devi occupare solo di te stesso, da tecnico di devi prendere cura di tutto il gruppo di 24-25 aspiranti calciatori e devi fare in modo che si preparino in un certo modo per diventare professionisti. Come tutti, anch’io ho le mie idee tattiche. Ma anche consultandomi con almieri, credo che in questo momento sia meglio adeguarsi a moduli più semplici e più adatti ad essere interpretati dai ragazzi. La difficoltà più grossa di questi primi giorni? Il fatto che i ragazzi all’inizio mi chiamassero Mister e io tiravo dritto senza capire che si stessero rivolgendo a me. Non ero abituato a sentirmi dare del lei. La seconda difficoltà è quella di preparare le esercitazioni: da giocatore esci dallo spogliatoio e trovi tutto già apparecchiato, oggi invece devi uscire e preparare tu tutto. Sono due cose che viaggiano su binari diversi, sia dal punto di vista mentale che dal punto di vista pratico. Tutti gli allenatori che ho avuto mi serviranno come bagaglio d’esperienza, ma poi ognuno deve costruirsi un suo sistema. Anche da allenatori, comunque, l’obiettivo è quello di arrivare ai massimi livelli. Mi auguro che Parma possa essere anche per me un trampolino di lancio come lo è stato in passato per molti altri tecnici. La difficoltà di allenare un gruppo così giovane non riguarda l’aspetto tattico. L’ostacolo più grosso è proprio parlare con ragazzi di 16 anni. Parlare con loro è diverso che parlare tra uomini, bisogna stare attenti a quello che si dice altrimenti si rischia di fare dei danni. Molti ragazzi vedono nell’allenatore, nell’istruttore, quasi un secondo padre con cui confidarsi, con cui parlare dei problemi della scuola, dei primi fidanzamenti, delle difficoltà con i genitori. Bisogna cercare di conoscere ogni ragazzo e capire di cosa ha bisogno”.

Il responsabile del settore giovanile Francesco Palmieri ha illustrato invece l’attività delle formazioni crociate: “Siamo molto contenti dell’arrivo di Cristiano sotto tutti gli aspetti. Ma come gli continuo a dire, deve avere tempo per crescere, per maturare e per poter trasmettere tutta la sua esperienza ai ragazzi. Ha un gruppo di giovani aspiranti calciatori buono, che tra le sue mani può crescere ancora di più. Ma non vorrei ci fossero aspettative esagerate, che si senta il fiato sul collo per i risultati. Si tratta sempre di settore giovanile e l’obiettivo è far crescere i ragazzi. Nel nostro settore giovanile abbiamo grande continuità con i tecnici, tant’è che l’unico nuovo quest’anno è proprio Lucarelli, e lui ha già iniziato a lavorare assieme agli altri dal primo giorno di raduno della Primavera. Ci auguriamo che possa lavorare in tranquillità, ma non dev’essere un’ansia continua. Detto questo, colgo l’occasione per ricordare l’organigramma del settore giovanile. Con la Primavera è rimasto Fausto Pizzi: quest’anno è stata abbassata l’età e mentre molti altri continuano a giocare con quattro ’93, noi siamo riusciti a darli tutti tra serie B e C e quindi possiamo far crescere i più giovani, e questo ci fa piacere. Con gli Allievi Nazionali ci sarà appunto Lucarelli. Gli Allievi B, che quest’anno non faranno i Regionali ma faranno il girone Nazionale di Lega Pro, li segue Maurizio Neri. I Giovanissimi Nazionali li fa Roberto Bucchioni, i Giovanissimi Regionali Giuseppe Manarin, gli Esordienti Marcello Melli, gli Esordienti B Cornelio Donati e i Pulcini Federico Novari”.

Prima di concludere, sia l’ad Pietro Leonardi che Francesco Palmieri hanno voluto ringraziare di cuore tutti coloro che – rimanendo sempre nell’ombra – aiutano e collaborano con il settore giovanile come dirigenti, come accompagnatori o in qualunque altro modo per il solo piacere di dare una mano alla crescita dei ragazzi.

viernes, 10 de agosto de 2012

El sueño de un niño de Livorno

Por Enric González

Dinero, celebridad y comodidad son las tres llamadas irresistibles de los tiempos que corren. Existe, sin embargo, un tipo que no cedió al reclamo y prefirió, en cambio, un sueño. Se llama Cristiano Lucarelli, tiene 29 años, juega como delantero centro y en su ciudad será recordado por muchas generaciones. Pagó mil millones de liras, digamos cien millones de las antiguas pesetas, por una oportunidad: la oportunidad de realizar sus sueños y pasar a la historia. Y no falló.

Entre quienes guardarán en la memoria las gestas de Lucarelli no figuran, seguramente, los aficionados del Valencia, que le soportaron durante una temporada mediocre en 1998-1999. Tampoco tendrá monumentos a la entrada de los estadios del Perugia, el Cosenza, el Padua, el Lecce y el Torino, todos los equipos por los que pasó en diez años de carrera profesional. Ni quedará en los anales de la selección italiana. Su carrera internacional terminó en 1997, cuando, con la Sub-21, marcó un gol a Moldavia y se quitó la camiseta azurra para mostrar a las cámaras de televisión, en riguroso directo, la que llevaba debajo: una con la efigie del Che Guevara. Por alguna razón, aquello molestó a la Federcalcio. No volvió a ser convocado, ni con los jóvenes ni con los mayores.

Video del gol de Lucarelli donde muestra debajo de su camiseta la imagen del Che Guevara.

Lucarelli es de Livorno y comunista, lo que equivale, casi, a decir de alguien que es de Osaka y tiene los ojos rasgados. El Partido Comunista Italiano nació en Livorno, el puerto industrial de Toscana, en 1921. Y la ciudad siempre ha sido de izquierdas. Como Lucarelli, que se ha puesto en el móvil la melodía de Bandiera Rossa. Nació en un barrio marítimo de mala fama conocido como Shanghai, hijo de un estibador portuario militante del partido y del sindicato. El niño Cristiano estuvo rodeado desde el principio de banderas rojas, por el PCI, y granas, por el Livorno. De mayor quería ser el delantero del Livorno que marcara el gol del ascenso a Primera. Hoy recuerda que, pese a su pasión total por el Livorno, tenía una esquina del alma con los colores del Inter, “porque ellos tampoco ganaban nunca”. Lo cual da una idea del personaje y del Livorno, una de las sociedades con menos historial del calcio. Ganó una Copa en 1987, y ya está. Por resumir: desde 1949 merodeaba entre Segunda, en las temporadas triunfales, y Regional, en las normales.

En primavera de 2003, Lucarelli estaba en el Torino y su representante, el abogado Carlo Pallavicino, le estaba buscando nuevo equipo. Las ofertas, todas de clubes de Primera, eran razonables: casi un millón de euros por año. Pero resultó que el Livorno subió a Segunda. Y Lucarelli le encargó a Pallavicino que le encontrara un puesto en su equipo del corazón, donde no había jugado nunca. El Livorno no podía pagar más que unos cientos de miles. Lucarelli aceptó, renunciando a sueldos que ascendían a más del doble, a la fama televisiva de otros clubes y a la comodidad de un puesto secundario. El propio Carlo Pallavicino ha publicado un libro sobre esa decisión y sobre lo que ocurrió después. “Quedaos con los mil millones”, se titula.

Lo que ocurrió después fue que Cristiano Lucarelli volvió a su ciudad y vistió el grana de su equipo convertido en el jugador mejor pagado del Livorno y en símbolo del sueño secreto de decenas de miles de livorneses: poner el pie en Primera, 55 años después. Lucarelli, un hombre con más pasión que capacidad reflexiva, se echó la responsabilidad a la espalda como si nada y jugó como nunca en busca del sueño de su infancia.

El día en que marcó el gol número 25 de la temporada, el milagro estaba hecho. El Livorno ascendió.

Lucarelli anotó ayer otros dos tantos que valieron tres puntos. El presidente de la República, el impecable Carlo Azeglio Ciampi, livornés y livornista, debió celebrarlo por todo lo alto. El Livorno se acercó un poco más a la mitad de la tabla y al objetivo de la permanencia.

Cristiano Lucarelli es un tipo que ha cumplido sus sueños, que vive entre los suyos y que será recordado por muchísimo tiempo en su ciudad. Y sólo ha pagado mil millones de liras por todo eso.

Publicado originalmente el 13 de diciembre del 2004 en Historias del calcio

domingo, 12 de febrero de 2012

Shangai amaranto

Por Dani González
Fútbol Oblicuo


El Shangai más rojo hace mucho tiempo que dejó de relacionarse con China. Ese Shangai, menos maoísta, cada vez más socialdemócrata, aunque con verdaderas raíces comunistas, se encuentra en Livorno, Toscana, la Italia rossa y amaranta. El gran puerto del oeste italiano, situado, como no podría ser de otra manera, a la izquierda del mapa. Ese Shangai también se asoma a un mar: el Tirreno. Más tranquilo, menos visitado por esas navieras con sede en Ginebra, especialmente desde que Nápoles y sus camorristas absorbieron todo el tráfico de la falsificación, de la tecnología más barata y de los dudosos juguetes chinos. Ahora Nápoles manda. Antes lo hizo Livorno. Así en el fútbol como en la vida.

En Livorno, Toscana, se fundó el Partido Comunista Italiano. Era 1921, la Gran Guerra había terminado e Italia se asomaba, ya unificada, a Europa. Shangai era y es un barrio dentro de un barrio. Una ínsula portuaria que se encuentra en la periferia de uno de los grandes centros económicos y comerciales de la Italia de la primera parte del siglo XX. Y allí, en 1975, nació Cristiano Lucarelli. Entre banderas rojas de hoces y martillos y estribillos que le decían ciao a la bella. Lo hizo un año antes de que Bertolucci filmara Novecento, tres antes de que las Brigate Rosse secuestraran y asesinaran a Aldo Moro y doce meses antes de que Andreotti, Il Divo, regresara a la presidencia del Consejo de Ministros transalpino, un gobierno democristiano sostenido entonces por el propio Partido Comunista, que poco antes había firmado el llamado Compromesso Storico.

Así llegó a la vida la némesis de Paolo di Canio. Hijo de estibador sindicalista y de ama casa. Comunista antes que todas las cosas. Diestro de pie, zurdo de corazón. Rojo de cabeza, amaranta su pasión, los colores de un equipo al que sin embargo llegó tarde. Su sueño hubiera sido entrar en la selecta lista de los One Club Men que encabeza Matt LeTissier. No pudo. No le dejaron, aunque su compromiso con su Shangai, con Livorno, con su hinchada, con su puerto, con las ideas que defendieron sus vecinos (muchas veces hasta alcanzar la propia muerte) no dejó de plasmarse en periódicos, televisiones, columnas y artículos de medio continente. También hubo críticas para Lucarelli. Llegaban desde el sur, pero también desde el norte. La eterna dicotomía transalpina. Dos países dentro de una misma frontera, eterna herencia de las ciudades estados pre Garibaldi. En el sur le llamaban pijo del norte. Eran ellos los que sufrían el olvido de la presidencia del Gobierno, no los orgullosos y prósperos toscanos, acostumbrados desde el Medioevo a disfrutar de grandes privilegios económicos y comerciales. Desde el norte en cambio le llamaban trasnochado. Qué fácil es ser comunista con una cuenta bancaria de varios ceros, escribían desde la Padania (Bossi, Lega Norte, rancia ultraderecha), donde incluso se llegó a decir que desayunaba niños para rendir más sobre el césped. Nunca necesitó más que su pasión por el juego y por las ideas que defendían sus héroes del puerto de Livorno para convertirse en un buen futbolista. Pero no llegó a la camiseta amaranta cuando quiso. Más bien cuando pudo. Comenzó la escalada en el campo base de la Serie D. No fue un juvenil mimado por un gran club. Trabajo, trabajo y trabajo, que diría Claudio Ranieri, el técnico que lo llevó a la élite europea, al Valencia. Pero antes hubo otros muchos equipos. Perugia, Cosenza, Padova, Atalanta, Valencia (inoportuna lesión incluida), Lecce y Torino. Siempre cerca del Mediterráneo. Siempre cerca del sur.

Fue a los pies de las colinas de Superga cuando consiguió la tan ansiada notoriedad deportiva internacional, aunque ya era famoso a su pesar. Habitual en la delantera de las categorías inferiores de la selección italiana, Lucarelli, comprometido e indómito, decidió celebrar uno de sus tantos en la sub 21 mostrando una camiseta con el retrato de Ernesto Che Guevara. El rival era Moldavia, país especialmente castigado por los últimos coletazos de la URSS, y las consecuencias, siempre paralelas al fútbol, llegaron antes de que se señalara el final de aquel partido. Prácticamente al mismo tiempo que bajaba el puño derecho que había levantado (como casi siempre, por otra parte) para celebrar aquel gol, Lucarelli fue sancionado por su federación, llenó editoriales de los periódicos más conservadores e incluso protagonizó una sesión en el Parlamento de Italia, con muchos menos comunistas que en aquellos gloriosos años setenta que tanto añoraban el delantero y su familia de sindicalistas portuarios. Le habían echado de la selección aprovechando hasta las últimas consecuencias una norma de la FIFA de la que bien puede hablar Frederic Kanouté.

Su imparable carrera hacia la delantera azzurra se frenó de repente, pero no sus ganas de mezclar fútbol y política. “El fútbol es política en Italia; es un reflejo de nuestra sociedad. Es así. Los que no lo quieren ver siempre son los que mandan, los poderosos, los de arriba”. Eran palabras del toscano, que rápidamente se convirtió en un icono para los hinchas de izquierda del polarizado calcio, donde las curvas se llenas de hoces, esvásticas, martillos y cruces célticas. Allí nació el movimiento ultra, muy presente en la vida del ateo Cristiano, que a su salida del Toro rechazó millones de euros para viajar de nuevo al sur, a los orígenes, a Shangai, Livorno, Toscana. Vestiría la elástica amaranta, cumplido sueño de infancia, en la Serie B. Ahí comienza su verdadera leyenda, aunque quizá puede marcarse esa fecha en el día que se decidió por su dorsal. El número elegido: el 99. Motivo: era el año en el que se fundaron las BAL (Brigate Autonome Livornesi) el grupo ultra de izquierda más radical del país, capaz de asumir más del 50% de las localidades del coqueto Armando Picchi, el estadio que institucionalizó el “Berlusconi pezzo di merda” que retumbó durante años en buena parte de los campos de fútbol italianos.

Luego llegó su encuentro con Aleida Guevara, hija del Che, provocado por el presidente del club, livornés y comunista, como prácticamente todos en esa parte de la Toscana. También el ascenso, el título de Capo Canonieri, la clasificación del equipo para la Copa de la UEFA, el éxito, la aportación de jugadores a la selección nacional campeona del Mundo en 2006 y las ofertas. Millonarias y excesivas ofertas. Y también el existencialismo. Ideas o futuro económico para su familia. Compromiso local o ambición global. Livorno o Shakhtar. Cinco ceros o seis ceros. Y volvieron a hablar de él en las rancias tertulias televisivas dirigidas por don Silvio, el verdadero Padrino del país. Y le criticaron desde las tierras de la Lega Norte, donde le caricaturizaban en sus medios afines en cuanto había ocasión. Lucarelli decidió la opción capitalista, aunque con matices. Al mismo tiempo que rastrearía los vestigios del extinto comunismo de estado, la mitad de su ficha en el poderoso equipo ucraniano, hijo de la oligarquía del carbón creada tras la desaparición de la URSS, la destinaría el futbolista a fundar
Il Corriere de Livorno, con el que, siempre escorado a la sinistra, intentaría contrarrestar el empuje de los medios berlusconianos. Se iba en busca de los oscuros rublos convertidos en euros, jugaría la Liga de Campeones, volvería a ser uno de los importantes en su oficio, pero su compromiso seguía con su ciudad, con las BAL, con su puerto, con Shangai.

Igual que con el Torino, cuando en un Derby della Mole anotó un tanto a la Juventus, el imperio Agnelli sobre el césped, con el Shakhtar cumplió otro de sus sueños. Marcar contra el Milan en la Liga de Campeones. Delante de Galliani. Delante de los dirigentes que tanto intentaban controlar sus impulsos. Luego firmó otro gran contrato con el Parma y regresó cedido a Livorno para llegar a Napoli, su nuevo hogar. De nuevo cerca del Tirreno. De nuevo cerca de un gran puerto en el que, paradojas de la vida y de la propia Italia, el sindicalismo fue sustituido hace ya demasiado tiempo por el camorrismo.

sábado, 6 de febrero de 2010

La dimensión política de los clubes de fútbol en Italia

A propósito de una frase inoportuna de Lucarelli.



El otro día, Cristiano Lucarelli, delantero del Livorno, se quejó de un mal arbitraje de una forma peculiar: “Nos quieren enviar a Segunda por cuestiones políticas”, dijo, “quieren que acabemos como el Empoli, el Módena, el Ancona y el Perugia porque nuestra afición es de izquierdas y enarbola retratos del Che Guevara”. Lo de Lucarelli fue un poco animal y el futbolista se disculpó de inmediato. Pero abrió un debate muy interesante, esquivado por la prensa (hablar de política y deporte es de mal gusto) e intensísimo en las radios deportivas y, sobre todo, en Internet.

Por Enric González
Periodista catalán

Los clubes italianos solían atribuirse, en otro tiempo, una identidad política. En Turín, el Juventus era de derechas y el Torino, de izquierdas. En Milán, el Milan se consideraba progresista y el Inter, conservador. En Roma, el Lazio atraía a la ultraderecha (Mussolini era tifoso) y el Roma, a los comunistas. El Bolonia y casi todos los toscanos, como el Livorno, tendían a la izquierda. Ascoli, Verona, Padua y Triestina eran percibidos como neofascistas.

Las cosas, por supuesto, son mucho más complejas y en cada casa hay de todo. El propietario del Milan, Silvio Berlusconi, no tiene nada de izquierdista. El dueño del Inter, Massimo Moratti, es, en cambio, un magnate petrolero que simpatiza con el antiberlusconismo y el pacifismo, se empeña en numerosas causas sociales y proporciona equipamento deportivo a los indígenas de Chiapas. En cuanto a Lazio y Roma, sus aficionados más ruidosos compiten actualmente en ultraderechismo, quizá con una cabeza de ventaja de los laziales por su irreductible racismo, pero en el Estadio Olímpico caben todas las ideologías.

La policía sigue creyendo en las identidades después de investigar a los grupos más violentos. Un informe del grupo policial que trabaja en los estadios establece que entre los 128 clubes de Primera, Segunda y Tercera hay 27 “orientados” a la derecha, 15 más o menos de izquierda y siete mixtos. Los demás son, según ese informe, “apolíticos”. La policía opina que Milan y Roma han virado a la derecha, que Lazio y Verona son “feudos de la ultraderecha” y que Ancona, Bolonia, Brescia, Génova y Livorno son “zona roja”.

Todo eso debe ser más o menos cierto. Pero el fútbol es deporte sobre el césped, negocio en los despachos y fantasía en la grada. Y en los foros de Internet en los que se ha discutido la frase de Lucarelli ha quedado muy clara una cosa: los clubes están cargados de ideología, y ésta corresponde, siempre, a la de cada aficionado. Un tal Antonio aseguraba que su club, el Lazio, era “desde siempre la casa de los socialistas romanos”. ¿Y por qué no? Lo que sí puede darse por finiquitado es el antiguo filocomunismo del Milan. Silvio Berlusconi, que nunca se equivoca, rezó antes de la final Milan-Steaua de Bucarest, en 1989. Y explicó luego el sentido de la oración: “He rezado para que pierdan los comunistas”, dijo.

Publicado originalmente en Historias del calcio, el 18 de octubre de 2004.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Lucarelli finanzia un nuovo quotidiano

Lucarelli presenta il nuovo giornale (FOTO BIZZI)


Che Cristiano Lucarelli fosse un tipo “controcorrente” ormai lo si era capito da un pezzo. Ecco l’ultima del bomber: mentre il primo ministro italiano, Silvio Berlusconi, invita tutti a non leggere piu’ i giornali, il buon Cristiano Lucarelli che fa? Ovvio, pubblica un nuovo giornale!

La nuova testata, che coprira’ la provincia di Livorno, si chiamera’ il Corriere di Cecina e Rosignano, e sara’ in edicola da lunedi 14 settembre. Il nuovo giornale si aggiunge quindi al Corriere di Livorno che proprio in questi giorni ha compiuto due anni di vita.

Durante la presentazione ufficiale svoltasi ieri sera, il presidente della provincia di Livorno, Giorgio Kutufa’, ha ribadito che piu’ giornali ci sono, piu’ voci ci sono, piu’ forte e’ la democrazia.

Che cos’altro possiamo aggiungere?

cristianolucarelli.com