A propósito de una frase inoportuna de Lucarelli.
El otro día, Cristiano Lucarelli, delantero del Livorno, se quejó de un mal arbitraje de una forma peculiar: “Nos quieren enviar a Segunda por cuestiones políticas”, dijo, “quieren que acabemos como el Empoli, el Módena, el Ancona y el Perugia porque nuestra afición es de izquierdas y enarbola retratos del Che Guevara”. Lo de Lucarelli fue un poco animal y el futbolista se disculpó de inmediato. Pero abrió un debate muy interesante, esquivado por la prensa (hablar de política y deporte es de mal gusto) e intensísimo en las radios deportivas y, sobre todo, en Internet.
Por Enric González
Periodista catalán
Los clubes italianos solían atribuirse, en otro tiempo, una identidad política. En Turín, el Juventus era de derechas y el Torino, de izquierdas. En Milán, el Milan se consideraba progresista y el Inter, conservador. En Roma, el Lazio atraía a la ultraderecha (Mussolini era tifoso) y el Roma, a los comunistas. El Bolonia y casi todos los toscanos, como el Livorno, tendían a la izquierda. Ascoli, Verona, Padua y Triestina eran percibidos como neofascistas.
Las cosas, por supuesto, son mucho más complejas y en cada casa hay de todo. El propietario del Milan, Silvio Berlusconi, no tiene nada de izquierdista. El dueño del Inter, Massimo Moratti, es, en cambio, un magnate petrolero que simpatiza con el antiberlusconismo y el pacifismo, se empeña en numerosas causas sociales y proporciona equipamento deportivo a los indígenas de Chiapas. En cuanto a Lazio y Roma, sus aficionados más ruidosos compiten actualmente en ultraderechismo, quizá con una cabeza de ventaja de los laziales por su irreductible racismo, pero en el Estadio Olímpico caben todas las ideologías.
La policía sigue creyendo en las identidades después de investigar a los grupos más violentos. Un informe del grupo policial que trabaja en los estadios establece que entre los 128 clubes de Primera, Segunda y Tercera hay 27 “orientados” a la derecha, 15 más o menos de izquierda y siete mixtos. Los demás son, según ese informe, “apolíticos”. La policía opina que Milan y Roma han virado a la derecha, que Lazio y Verona son “feudos de la ultraderecha” y que Ancona, Bolonia, Brescia, Génova y Livorno son “zona roja”.
Todo eso debe ser más o menos cierto. Pero el fútbol es deporte sobre el césped, negocio en los despachos y fantasía en la grada. Y en los foros de Internet en los que se ha discutido la frase de Lucarelli ha quedado muy clara una cosa: los clubes están cargados de ideología, y ésta corresponde, siempre, a la de cada aficionado. Un tal Antonio aseguraba que su club, el Lazio, era “desde siempre la casa de los socialistas romanos”. ¿Y por qué no? Lo que sí puede darse por finiquitado es el antiguo filocomunismo del Milan. Silvio Berlusconi, que nunca se equivoca, rezó antes de la final Milan-Steaua de Bucarest, en 1989. Y explicó luego el sentido de la oración: “He rezado para que pierdan los comunistas”, dijo.
Publicado originalmente en Historias del calcio, el 18 de octubre de 2004.
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