lunes, 20 de agosto de 2007

La precaria situación laboral de los futbolistas en Colombia

¿Trata de personas en el fútbol? La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito teme que en el fútbol colombiano se estén presentando casos de trata de personas. UN Periódico recogió testimonios de ex jugadores y periodistas, que denuncian amenazas y pérdida de autonomía de los futbolistas. ¿Qué responden los directivos?


Por Gabriel Romero Campos

Unimedios

Era 1983. Carlos González, a quien apodaban el ‘Puche’, estaba en la oficina uno de los directivos de Millonarios. El tema de conversación era la continuidad de González en el equipo. Le dijeron que no seguiría. Argumentaban que era un jugador conflictivo. Millonarios no le permitió jugar, pero tampoco lo vendió. El Hércules de Alicante hizo una oferta de 50 mil dólares por el jugador, pero no hubo negociación alguna.

En ese tiempo, el jugador era de propiedad del club y solo el club podía decidir acerca de su destino. No importaba que terminara un contrato de trabajo. De todos modos, el equipo era su dueño. Un año más tarde, González cambió de dueño. Pasó al América de Cali, donde las decisiones las tomaba Miguel Rodríguez Orejuela, que años después sería procesado por narcotráfico.

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Carlos González, ex futbolista, es uno de los hombres que hoy más lucha porque se respeten los derechos de los jugadores. Con firmeza denuncia irregularidades de directivos. Foto: Ricardo González/Unimedios

En el 84 se había constituido un sindicato de jugadores. González, que cursaba el último año de derecho, hacía parte de él. Un día, Rodríguez Orejuela lo llamó a su oficina y le dijo que, si no se retiraba del sindicato, no jugaría más fútbol. González se mantuvo firme en su decisión y así terminó su carrera deportiva. ¿Podía González ir a otro club? Imposible, pues su dueño le había cerrado todas las puertas.

Derechos del jugador

Desde 1886, el fútbol se hizo deporte y también industria. Nació el fútbol y también el dinero. Y con el dinero se creó el pase del jugador y la transferencia. Los empleadores descubrieron que la gente pagaba por ver el espectáculo. Se fueron creando condiciones de esclavitud. Los dirigentes impidieron la movilidad de sus obreros. “Para jugar al fútbol, usted debe tener mi autorización”, era la consigna del directivo.

Tuvieron que pasar muchos años para que el jugador pudiera ser dueño de sí mismo. Corrían los años 90. Marc Bosman era un discreto jugador del Standard de Lieja, en Bélgica. Surgió una oferta para jugar en el fútbol de Francia. Otro club belga hizo una oferta, pero Bosman quería ir a jugar a Francia. Su club de origen impidió su movilización y no le permitió jugar.

Bosman acudió a la Comunidad Europea para que estudiara su caso. La Comunidad, basada en el principio de libre movilidad, determinó que no podía haber restricción para impedir el trabajo. Que como belga podía moverse libremente y contratar con libertad. La decisión se produjo después de cinco años de litigio. Bosman había ganado en el escritorio, pero su carrera deportiva se había truncado.

Gracias a él se había dado un paso revolucionario. En adelante, cada jugador podría ser dueño de sus derechos deportivos, de su pase. En 1997, la Fifa acató definitivamente la decisión e impartió instrucciones a todos sus afiliados, entre ellos Colombia.

Pero en Colombia todo siguió igual. Tommy Mosquera Lozano era un desconocido jugador de Millonarios, que en marzo de 1997 celebró un contrato verbal en el que se pactó un salario mensual de 350 mil pesos. El acuerdo se cumplió hasta enero del 98.

El primero de febrero del 98 fue desvinculado del equipo y no se le siguió pagando salario, pese a que el jugador había sido inscrito ante la División Aficionada del Fútbol colombiano (Difútbol) para jugar en la categoría primera C.

El 5 de marzo de ese año, Millonarios le comunicó a Mosquera que había la posibilidad de vincularlo al Club Real Floridablanca y que, de concretarse la negociación, le pagaría la suma de 260 mil pesos mensuales. La transacción no se llevó a cabo y el jugador siguió sin recibir salario alguno.

A finales de mayo, Mosquera pidió al club una explicación de su comportamiento y exigió la entrega de la carta de libertad y propiedad de sus derechos deportivos, es decir, su pase. El club no respondió. El caso llegó a la Corte Constitucional y con sentencia del magistrado Carlos Gaviria se le ordenó a Millonarios entregar a Mosquera, en un plazo de 48 horas, sus derechos deportivos.

Una de las argumentaciones de la Corte fue la siguiente: “No es constitucionalmente admisible que se pueda limitar la libertad de trabajo al deportista, que se encuentra constitucionalmente protegida, debido a conflictos entre los clubes derivados de la transferencia de los derechos deportivos. No es compatible con la protección de la libertad de trabajo que un club pueda poseer los derechos deportivos de un jugador, cuando no existe ninguna relación laboral entre los mismos”.

Oídos sordos

Pese a la decisión de la Corte, en Colombia se siguen presentando abusos. Inclusive la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito va más allá y teme que se estén dando casos de trata de personas. Hay trata, según la Oficina de las Naciones Unidas, cuando hay explotación. Hay trata cuando la persona pierde autonomía, bien sea por el uso de la fuerza, mediante amenazas o acudiendo al constreñimiento.

El ‘Puche’ González, que hoy es presidente de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales, Acolfutpro, denunció que Jairo Quintero, que era presidente del Caldas en el 2004, hacía contratos por duración de labor. Es decir, si el equipo no clasificaba a las finales del torneo, los contratos perdían vigencia y no había pago a los jugadores. La decisión de Quintero, dice González, va en contra del reglamento de la Fifa, que establece que los contratos deben ser mínimo de un año de duración. Una vez finalizado el contrato, el jugador es dueño de sus derechos.

Pero esto no pareció ocurrir con el arquero Juan Carlos Henao, que en el 2004 salió campeón de la Copa Libertadores con el Caldas. El Santos de Brasil se interesó por él. Según los términos de su contrato, Henao ya no pertenecía al Caldas. Era libre de negociar su pase. Henao firmó contrato con el Santos, lo que significaba ganarse 35 mil dólares mensuales, una cifra que en Colombia no puede ser pagada. Caldas no estuvo de acuerdo en que el arquero negociara su pase y a los cuatro vientos anunció un veto al jugador: que ningún equipo colombiano lo contratara si él insistía en seguir siendo dueño de sus derechos.

Luego de su paso por Brasil, Henao regresó a Colombia, pero encontró las puertas cerradas. Después de casi un año sin trabajo, Millonarios rompió el pacto de los directivos del fútbol colombiano y Henao pudo volver a jugar. En términos de lo que la Oficina de las Naciones Unidas define como trata de personas, hubo abuso de poder para tratar de captar a Henao, que se quedara en el Caldas, y mediante la presión se le impedía su libre movilización. Pero el capítulo de Henao aún no quedaría cerrado.

La huelga

El 30 de agosto del 2005, algunos jugadores asociados a Acolfutpro, decidieron irse a la huelga. Los presidentes de la Dimayor y Colfútbol, que representan a los directivos de los equipos colombianos, argumentaron que cada presidente de club debía negociar con sus jugadores. Así se desconocía a Acolfutpro. Pero, ¿por qué se iban a la huelga?

Uno de los reclamos de Acolfutpro tenía que ver con el Estatuto del Jugador Colombiano. Como se dijo arriba, la Fifa no admite contratos a término indefinido. En el estatuto colombiano, los contratos son indefinidos y se pueden romper unilateralmente por parte del club antes de un año. El Estatuto Fifa dice que los clubes no pueden ser dueños de jugadores aficionados, debido a que no hay una relación laboral. Sin embargo, en la reglamentación colombiana, los clubes son dueños de los derechos de profesionales y aficionados.

En estos puntos no hubo acuerdo y se votó la huelga. Acolfutpro no es un sindicato, sino un organismo creado para defender los derechos de los jugadores. Cuando todo apuntaba a que los futbolistas suspenderían sus actividades, la huelga se vino abajo. González sostiene que él y varios futbolistas fueron amenazados de muerte. “Hubo futbolistas que sufrieron acosos y presiones para que no participaran en la huelga. Los amenazaron con ser despedidos”, agrega González.

Según González, en el 2004 si un jugador demandaba a un club por supuesta violación de sus derechos, el futbolista quedaba inhabilitado para jugar. Además, si un club no le pagaba a otro por la transacción de un jugador, se daba la orden de que no jugara más.

En Suramérica, los dueños de los equipos no han asimilado que el futbolista es el dueño de su pase, una vez termina su obligación laboral con el equipo. A mediados del año pasado, la Conmebol, que agrupa a los dirigentes de esta región del continente, envió una circular advirtiendo que jugador que se quede con el pase no puede hacer parte de ninguna selección nacional.

La instrucción fue bien acogida por el directivo Jairo Quintero, que en declaraciones a una emisora de radio dijo: “Jugadores, como Elkin Soto y Milton Rodríguez, que se quedaron con el pase no pueden ir a la Selección Colombia”.

Rompimiento de contratos

Romper contratos es otra práctica de algunos clubes colombianos, según González, que cuenta la historia de un jugador que por sufrir pubalgia por más de 15 días fue despedido. Quien lo despidió, según González, fue Alexis García, entrenador del equipo La Equidad. García sostenía que la enfermedad se debía a la altísima actividad sexual del futbolista.

González relató que al futbolista Manuel de Jesús Valencia, del Chicó Fútbol Club, le dijeron que no regresara más a los entrenamientos. La razón: había jugado muy por debajo de su nivel en un partido frente al Deportivo Cali. Inclusive, según González, se puso en tela de juicio su honra, pues a los directivos su actuación les pareció sospechosa.

Lo cierto, según la Fifa, es que el contrato se puede romper unilateralmente por parte del jugador cuando no es alineado en el 10% de los partidos. La Fifa advierte que el bajo rendimiento no puede ser causa de despido de un futbolista. Sólo se puede despedir a un jugador por bajo rendimiento después de la decisión de la Cámara de Resolución de Disputas, un organismo implementado por la FIFA. En Colombia no existe.

Se supone que los dueños de los derechos deportivos de los jugadores deben ser los clubes y no una persona particular. Orlando Ascencio, periodista deportivo de El Tiempo, sostiene que esa regla no se cumple del todo. Recuerda que Millonarios estaba interesado en el mediocampista Jorge López Caballero, que pertenecía al Cali. El Cali pidió 400 millones de pesos por su pase y Jairo Hernández, un accionista de Millonarios, que tenía el dinero, compró los derechos: el jugador era suyo.

“El problema –afirma González– es que ellos creen que son dueños tuyos. Y todavía lo siguen creyendo”.

A la OIT

Las diferencias de jugadores y dirigentes fueron llevadas al Comité de Libertad Sindical de la Organización Internacional del Trabajo, OIT. El Comité hizo las siguientes recomendaciones: pidió que se le garantice a Acolfutpro el derecho de negociación colectiva, que la Dimayor, Colfútbol y Acolfutpro reanuden las negociaciones sobre el Estatuto del Jugador Colombiano y le pidió al Gobierno una investigación para determinar la existencia de presiones y amenazas de despido y otros actos de discriminación ejercidos contra los trabajadores.

Pero, ¿qué ha ocurrido en los últimos días? El editor de Deportes del diario El Tiempo, Gabriel Meluk, relató que, hace solo unas semanas, los directivos de los 18 equipos profesionales colombianos acordaron no contratar a todo jugador que recupere sus derechos deportivos. Aquí volvemos al caso del arquero Henao, que era de Millonarios y hoy se quedó sin jugar en Colombia debido al veto impuesto por los clubes. Henao tuvo que trasladarse a Venezuela para buscar un equipo donde jugar.

Agrega Meluk que el pacto de los directivos va más allá. Si, por ejemplo, un equipo colombiano decide contratar a Henao, en clara violación del acuerdo, debe pagar una multa equivalente al valor de los derechos deportivos del jugador. Si el club no lo hace, el jugador es quien debe pagar. Así es muy difícil la posibilidad de que Henao vuelva al fútbol colombiano. Además, pierde el derecho de ser llamado a jugar en la Selección. Así puede ocurrir, dice Meluk, con todo jugador que sea propietario de sus derechos deportivos.

“Los jugadores que son capaces de reclamar sus derechos deportivos quedan señalados por la dirigencia del fútbol. Entre ellos existe un acuerdo tácito para no contratarlos”, afirma Germán Arango, periodista deportivo de Noticias Uno.

¿Hay trata de personas en el fútbol? UN Periódico intentó varias veces obtener una respuesta del Presidente de la Dimayor, Ramón Jesurún, para aclarar las denuncias de González y de los periodistas deportivos mencionados, pero el directivo se abstuvo de conceder una entrevista. La Oficina de Naciones Unidas tomará nota de estos casos y averiguará si el fútbol colombiano está en claro fuera de lugar.

Publicado en UN Periódico, No. 103.