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martes, 1 de julio de 2025

Fútbol samario y lucha obrera: el primer campeonato nacional y la reivindicación de los huelguistas bananeros de 1928

La victoria de los Samarios en los primeros Juegos Nacionales permitió el pedido de liberación de los trabajadores detenidos durante la represión de la huelga bananera en el Magdalena.
 
 
 
Por Camilo Rueda Navarro
Revista Memoria 

En 1928, en el marco de los primeros Juegos Olímpicos Nacionales de Colombia, Santa Marta conformó un equipo de fútbol conocido como los Samarios, integrado por jugadores de clubes locales. Su participación en el certamen no solo marcó un hito en la historia deportiva del país, sino que también se vio entrelazada con un suceso trascendental en la historia social y política de Colombia: la huelga de los trabajadores de la United Fruit Company, en la que ocurrió la Masacre de las Bananeras, el 6 de diciembre de 1928.

A pesar de enfrentar dificultades logísticas, los samarios lograron coronarse campeones invictos, un logro que les otorgó reconocimiento nacional. Su desempeño en el torneo no solo evidenció la consolidación del fútbol en Santa Marta, sino también su potencial como herramienta de cohesión social. El regreso de los campeones estuvo marcado por el fervor popular y un gesto que trascendió lo deportivo: en Ciénaga, los jugadores solicitaron la liberación de los trabajadores detenidos durante la represión de la huelga bananera.

El presente artículo aborda cómo este acto simbolizó la intersección entre el deporte y la lucha social, demostrando cómo los logros en el campo de juego pueden convertirse en plataformas de reivindicación y justicia.

El caso de los Samarios también ilustra el proceso de expansión del fútbol en Colombia. Desde los albores del siglo XX, este deporte se había popularizado en el país, especialmente en las ciudades costeras, donde marineros y obreros extranjeros introdujeron su práctica. En Santa Marta, los trabajadores de la United Fruit Company fueron pioneros en la difusión del balompié, organizando equipos locales.

La victoria de los Samarios en los Juegos Nacionales de 1928 no solo fue un logro deportivo, sino un testimonio del papel del fútbol en la construcción de identidad y resistencia social.

En un país donde el deporte comenzaba a consolidarse como un fenómeno de masas, este episodio reflejó la capacidad del fútbol para unir comunidades y servir como un espacio de expresión política y social.

Origen del fútbol y su llegada a Colombia

El fútbol es uno de los deportes más populares del mundo y su historia se remonta a la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XIX. Su reglamentación en 1863, marcó un hito en su consolidación como disciplina deportiva organizada, lo que facilitó su difusión a nivel global. Desde entonces, este deporte fue adoptado por diferentes países y clases sociales, y evolucionó hasta convertirse en una manifestación cultural de gran relevancia. El fútbol moderno surgió de la diferencia con el rugby. Ambas disciplinas provienen de un juego común que se practicaba al aire libre y en el que dos equipos debían llevar una pelota de cuero hasta la meta contraria. No obstante, mientras que el fútbol emplea una pelota redonda y prohíbe el uso de las manos, el rugby utiliza una pelota elíptica que debe ser llevada en las manos (Elias, 1992, p. 157).

A finales del siglo XIX, el fútbol comenzó a expandirse por Europa y América, donde surgieron las primeras escuadras y competiciones oficiales, algunas de las cuales subsisten en la actualidad. Su incorporación a los Juegos Olímpicos en 1908 ratificó su creciente importancia y popularidad en el ámbito deportivo internacional. Por su parte, los primeros registros de su práctica en Colombia datan de 1892, según Ruiz (2008). No obstante, no existe un consenso absoluto sobre su origen en el país. Una de las teorías más aceptadas señala que Henry Rown Lemly, un estadounidense que dirigía la Escuela Militar, promovió el fútbol entre sus estudiantes al divulgar su reglamento y organizar partidos informales. Sin embargo, no fue hasta 1902 cuando se documentaron los primeros equipos y crónicas de partidos en Bogotá.

A pesar de los indicios de la presencia del fútbol en la capital, Barranquilla reclama ser la “cuna” del fútbol colombiano, al argumentar que fueron ingenieros y obreros ingleses, trabajadores de la empresa The Colombia Railways Company, que estaban construyendo el ferrocarril hacia Puerto Colombia, quienes introdujeron este deporte en la región. Lo que sí es un hecho es que el primer partido registrado en Barranquilla fue el 6 de agosto de 1904, en el que participaron trabajadores ingleses y jóvenes de la ciudad. Ese fue el inicio de la popularidad del futbol en la Costa Atlántica (Ruiz, 2008, p. 9).

Su buena acogida llevó a la creación de los primeros clubes y campeonatos, que inicialmente tuvieron alcance departamental. En 1924, en el Atlántico, se fundó la primera Liga de Fútbol en el país, un precedente en la institucionalización del deporte. Este hecho es considerado un hito en la historia del fútbol colombiano, ya que permitió la consolidación de equipos, la celebración de competiciones formales y el reconocimiento oficial.

Sin embargo, durante muchos años el fútbol se limitó a dinámicas regionales y tuvo un carácter aficionado. Habría que esperar hasta 1948 para encontrar el paso al profesionalismo, con la creación del primer torneo de clubes de fútbol de alcance nacional.

El fútbol en Santa Marta

Según Ruiz (2008), en Santa Marta fueron los trabajadores del cultivo y recolección de banano de la United Fruit Company los primeros que se pusieron de cortos para jugar fútbol en las playas de la ciudad.

La práctica del fútbol en el puerto samario se remonta, al menos, a 1909, cuando se registró la constitución de los primeros clubes, como el Deportivo Santa Marta, surgido en la Sociedad Samacois, integrada por marineros ingleses a quienes se les atribuye la introducción del balompié en el Magdalena. La primera cancha del Deportivo Santa Marta estaba ubicada en El Playón, pero fue reemplazada debido a su superficie rocosa. El equipo se trasladó entonces a la Plaza Castellana, donde se adecuó un campo de juego en el que competían cada viernes.

Posteriormente, surgieron equipos en la Escuela Normal para varones y en el Liceo Celedón, instituciones donde se popularizó el deporte. Además, se formaron otros cuatro clubes: el Nariño Fútbol Club, la Sociedad Unión, el Boyacá y el Santander Fútbol Club (Galvis, 2023).

Los Primeros Juegos Nacionales

La expedición de la ley 80 de 1925 legisló por primera vez la práctica del deporte en Colombia. Con ella se comenzó a promover el fútbol como una práctica que aportaba al desarrollo de la sociedad. En aquellos años surgieron, además, las primeras agremiaciones deportivas y se habilitaron los primeros escenarios para la práctica de diversas disciplinas, hasta entonces reservadas para las élites.

Durante el gobierno de Miguel Abadía Méndez (1926-1930) se convocaron los Primeros Juegos Olímpicos Nacionales —hoy Juegos Deportivos Nacionales—, que fueron programados para diciembre de 1928 en Cali. Entre las distintas disciplinas del certamen — como competencias atléticas, ajedrez, béisbol y ciclismo, entre otras— se incluyó el fútbol, que para entonces irrumpía con fuerza e interés en diferentes ciudades del país.

Las delegaciones asistentes no solo fueron departamentales, sino también municipales y colegiales. En el caso del fútbol, compitieron doce escuadras: Barranquilla, Bucaramanga, Buenaventura, Cali —A y B—, Cúcuta, Medellín, Neiva, Santa Marta, el Técnico y la Facultad de Medicina de Bogotá. Los equipos que participaron en los juegos eran principalmente combinados que representaban a sus municipalidades, a excepción de las dos escuadras bogotanas.

La selección que representó a Santa Marta se conformó en agosto de 1928. La escuadra fue integrada por miembros del Deportivo Santa Marta, el Nariño Fútbol Club y el Liceo Celedón, y sería conocida popularmente como los Samarios.

El 6 de diciembre, a las seis de la tarde, en el muelle de Santa Marta, una multitud de la ciudad salió a despedir a su selección, que iniciaba un largo viaje rumbo a los juegos, a bordo de la nave Metappan. Su itinerario incluyó navegar el mar Caribe hasta Colón (Panamá), para conectar vía terrestre con Ciudad de Panamá, y desde allí tomar otro barco hasta Buenaventura. Desde este puerto finalmente arribarían por vía terrestre a Cali.

Por otro lado, los juegos sirvieron como plataforma para la exhibición del talento local y contribuyeron a la creciente afición por el fútbol. Además, la regulación del deporte a través de la ley 80 de 1925 permitió que se establecieran las bases para su organización y expansión. Desde entonces el fútbol continuó creciendo y se consolidó en 1948 con la creación de la División Mayor del Fútbol Colombiano —Dimayor— organizadora del campeonato profesional de clubes, que se disputa hasta la actualidad.

La huelga

Mientras la delegación de fútbol de Santa Marta partía rumbo a Cali para participar en los juegos, se gestaba uno de los episodios más trágicos de la historia colombiana: la Masacre de las Bananeras. Este suceso, que marcó a la región Caribe y tuvo repercusiones a nivel nacional, fue inmortalizada en la obra cumbre de Gabriel García Márquez Cien años de soledad.

En la década de 1920 la United Fruit Company controlaba la explotación del banano en el Magdalena. Los trabajadores, sometidos a condiciones laborales precarias, comenzaron a organizarse para exigir mejoras en sus derechos. Entre sus principales demandas figuraban la contratación directa —pues eran subcontratados a través de terceros para evadir obligaciones laborales—, la eliminación del pago con vales —que los obligaba a comprar los productos en los comisariatos de la empresa a precios elevados— y mejores condiciones higiénicas en sus lugares de trabajo (Centro de Estudios Sociales, 1974, p. 107).

A lo largo de la década, las peticiones de los trabajadores fueron ignoradas por la empresa, lo que llevó a la creación de la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena. En 1928, esta organización convocó una huelga con un pliego de peticiones más amplio, que incluía el reconocimiento de los obreros como empleados directos, el cumplimiento de la legislación laboral y un aumento salarial. Se estima que alrededor de 18 000 trabajadores participaron en la huelga, aunque algunos reportes de prensa elevaron la cifra hasta 30 000 (Urrutia, 1969).

Ante la negativa de la United Fruit Company a negociar, el Gobierno intervino militarizando la región e ilegalizando la huelga. Un inspector de trabajo que la había declarado legal fue destituido y alrededor de 400 huelguistas fueron arrestados (CES, 1974, p. 108).

El 5 de diciembre de 1928 decenas de trabajadores se congregaron en la plaza de Ciénaga, donde esperaban la llegada del gobernador y de representantes de la empresa para negociar un pacto que permitiera levantar la huelga. Sin embargo, en su lugar arribaron tropas bajo el mando del general Carlos Cortés Vargas, quien había sido designado jefe civil y militar de la zona bajo el estado de sitio, decretado por el presidente Miguel Abadía Méndez ese mismo día.

El 6 de diciembre las tropas abrieron fuego contra los huelguistas, provocando lo que se conocería como la Masacre de las Bananeras. Incluso al día de hoy, el número exacto de víctimas es incierto. De acuerdo con el propio Cortés Vargas hubo trece muertos y diecinueve heridos, mientras que el diario El Espectador estimó en cien los muertos y 238 los heridos. Además, se iniciaron consejos verbales de guerra en los que cincuenta y cuatro obreros fueron juzgados, y de ellos treinta y uno fueron condenados a venticinco años de prisión (CES, 1974, p. 112).

El entonces parlamentario Jorge Eliércer Gaitán recorrió la zona de los hechos, donde recabó testimonios y documentos que luego utilizaría en sus debates en el Congreso de la República. En sus intervenciones, Gaitán denunció las precarias condiciones laborales de los trabajadores de la United Fruit Company, la muerte de decenas de ellos a manos de los militares, y los abusos de las tropas contra la población a raíz del estado de sitio.

Gaitán no refirió una cifra concreta de muertos, aunque aludió a “cientos de vidas caídas bajo la metralla” (s. f., p. 117) y que los muertos “fueron transportados en camiones para arrojarlos al mar”, mientras otros fueron “enterrados en fosas” (s. f., p. 118). El suceso causó el repudio nacional y generó la movilización social en solidaridad con los trabajadores bananeros.

El equipo

Mientras ocurrían estos trágicos hechos, el seleccionado de fútbol de Santa Marta viajaba rumbo a Cali para representar a la ciudad en los Olímpicos. El equipo estaba conformado por veintidós jugadores, acompañados por un masajista y un entrenador.

Integraron la escuadra: Efraín Arregocés; Eduardo Barliza; Jorge Díaz; Oswaldo Díaz; Ricardo Granados; Heriberto Guerrero; Aníbal Llanes; Adriano López; Guillermo López; Andrés Martínez; Carlos Martínez; Tomás Mier; Carlos Nery; Aníbal Ortiz; José María Pacheco; Nicolás Pimienta; Jacobo Pineda; Enrique Ponce; Ildefonso Rada; Juan Salas, Jorge Valencia y Jacobo Welman. La dirección técnica estuvo a cargo de Moisés Ponce, mientras que Lorenzo Medina se desempeñó como masajista y utilero (Galvis, 1998, pp. 72-73).

El equipo arribó a Cali sin uniformes, por lo que entre sus integrantes se colectó el dinero para hacerlos. El entrenador Moisés Ponce fue el encargado de comprarlos, pero solo consiguió doce unidades, hechas en tela y de manga larga, poco aptas para el clima de la sede del torneo, no obstante, debieron competir con ellas.

El torneo no estuvo ajeno a incidentes, pues en el partido entre Técnico de Bogotá y Cali, la afición local invadió el terreno de juego para agredir al árbitro y a los jugadores rivales, en momentos en que los capitalinos vencían 1-0. A pesar de la intervención policial, el encuentro fue suspendido a raíz de los desórdenes, y causó que el Técnico de Bogotá, otro de los cuadros favoritos, se retirara de la competición y finalmente fuera eliminado por los organizadores (Galvis, 2023).

Los samarios disputaron cinco partidos y se mantuvieron invictos: un empate 0-0 ante Cali, que obligó a una revancha —ganada 3-1—; victorias 1-0 sobre Medellín y Cúcuta, y un triunfo 2-0 ante Barranquilla, que les dio el título, pese al favoritismo del cuadro rival, con mayor tradición en la disciplina.
 
El gobernador del Valle, Carlos Holguín Lloreda, invitó al equipo campeón a las instalaciones del Club Unión, donde se les rindió un homenaje que se prolongó hasta la medianoche. Al día siguiente los jugadores visitaron la Hacienda El Paraíso, escenario de la novela María de Jorge Isaacs, donde recibieron el trofeo en una ceremonia que concluyó en un almuerzo.

Libertad para los obreros: el pedido del campeón

El regreso de los Samarios tuvo el mismo itinerario que la ida: recorrido terrestre hasta Buenaventura, para luego navegar por el Pacífico hasta Ciudad de Panamá, de allí conectar con Colón, para abordar de nuevo la vía marítima hasta el Caribe colombiano.

En el último trayecto, al pasar por Ciénaga, el equipo recibió un homenaje con un banquete en el hotel de la localidad y condecoraciones con medallas de oro. El 4 de febrero, aún en esta localidad, el equipo recibió una nueva distinción, en la que participó el general Cortés.

Según Galvis (1998), “los futbolistas samarios solicitaron como un homenaje a su brillante gesta en Cali, que se concediera la libertad a un grupo de huelguistas que se encontraban detenidos en la cárcel de Ciénaga” (p. 76). El hecho fue referenciado por el entonces congresista Jorge Eliécer Gaitán, quien, en sus debates ante el Congreso, relató:

En Bogotá se encuentra el equipo de futbolistas samarios y ellos no me dejarán mentir. Cuando estos bravos muchachos llegaron, después de haber vencido en Cali, el señor Cortés hizo festonar la ciudad (…) Este señor le dijo entonces a los futbolistas ‘‘pedid una gracia’’. Los generosos muchachos comprendieron que podían salvar algunas de las víctimas y demandaron la libertad de los prisioneros, la cual les fue concedida (Gaitán, s. f., p. 52).

Finalmente, el 5 de febrero, los jugadores completaron su periplo hasta Santa Marta. Desde la estación ferroviaria, el pueblo samario los recibió con un desfile multitudinario. En el Palacio Municipal, las autoridades les dieron la bienvenida, y en el Centro Social — hoy Casa Museo— se les rindió un último homenaje, que incluyó la lectura de poemas a cargo de José Gnecco (Galvis, 1998).

La fama deportiva lograda por el equipo samario hizo que autoridades de diversos puntos del país cursaran invitaciones para poder conocer a los campeones olímpicos colombianos, así como para promover el fútbol en sus regiones. Así se jugaron amistosos en Bogotá, Cali y Medellín, y en la propia Santa Marta, incluyendo dos juegos internacionales ante el Santiago Wanderers de Chile.

Los Samarios contribuyeron de esta forma al auge del fútbol que se vivió en la década de 1920, y que cristalizaría con el profesionalismo a partir de 1948. Su proeza, calificada de heroica, se enriqueció con el gesto de solidaridad que brindaron hacia los huelguistas encarcelados en las jornadas de Ciénaga en diciembre de 1928.
 
Conclusiones

La victoria de los Samarios en los Primeros Juegos Olímpicos Nacionales trascendió lo deportivo y se convirtió en un símbolo de identidad regional y reivindicación popular en un contexto de conflicto social, dada la huelga bananera de 1928.

La participación del equipo samario en el certamen de Cali coincidió con la Masacre de las Bananeras, un evento crucial en la historia de Colombia. La solicitud de libertad para los huelguistas apresados evidencia cómo el deporte no es necesariamente ajeno a la realidad social.

La introducción y consolidación del fútbol en el país, especialmente en el Caribe, se empalmó con las clases trabajadoras, y coincidió con el surgimiento y ascenso del movimiento obrero.

Bibliografía

Centro de Estudios Sociales, CES. (1974). La lucha obrera ante la legislación laboral.
Editorial Muisca.

Congreso de la República de Colombia. (1925). Ley 80 del 18 de noviembre de 1925, sobre educación física, plazas de deportes y precio de las becas nacionales.

Elías, N. y During, E. (1992). Deporte y ocio en el proceso de la civilización. Fondo de Cultura Económica.

Gaitán, J. (s. f.). La masacre en las bananeras. Ediciones Pepe. Galvis, A. (1998). Crónicas de goles y autogoles. Libros & Letras.

Galvis, A. (2023) Génesis II. El fútbol atrapó la atención de los I Juegos. Comité Olímpico Colombiano. https://olimpicocol.co/web/genesis-ii-el-futbol-atrapo-la-atencion-de- los-i-juegos/

Urrutia, M. (1969). Historia del sindicalismo en Colombia. Universidad de los Andes.

*Publicado originalmente en la revista Memoria, No. 25, julio 2025.

lunes, 19 de mayo de 2025

Lev Yashin, elegido el mejor portero de la historia del fútbol

La Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol confirma a la Araña Negra como el mejor arquero de todos los tiempos.

 
El futbolista soviético Lev Yashin (1929-1990) fue confirmado como el mejor portero de la historia del fútbol por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (Iffhs).

La entidad hizo un análisis individual y colectivo de varios guardametas postulados, reconociendo a la Araña Negra como el primero del ranking. El italiano Gianluigi Buffon quedó en segundo lugar y el alemán Manuel Neuer, tercero.

El legendario guardameta de la Unión Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) conserva hasta la fecha la condición de ser el único portero en recibir el Balón de Oro.

Con el Dinamo de Moscú, Yashin ganó cinco campeonatos nacionales de la Unión Soviética y tres veces la copa nacional. Con dicho club jugó toda su carrera, entre 1949 y 1971.

Como integrante de la Selección Soviética, la Araña Negra fue campeón olímpico en 1956, y campeón europeo en 1960. En la URSS fue condecorado con la Orden de Lenin.

A criterio de los especialistas deportivos, Yashin es la figura más relevante de las porterías, no sólo por sus títulos colectivos e individuales, sino por su impacto en el juego. Es considerado un pionero del rol activo del arquero, al ser uno de los primeros en salir del área para anticiparse y en ordenar la defensa con voz firme.

domingo, 13 de octubre de 2024

El falso centenario de la Federación Colombiana de Fútbol

La mayor autoridad del balompié colombiano nació realmente en 1971. Sus actuales dirigentes se adjudican una historia que no es suya.


Por Camilo Rueda Navarro 

No fue hasta el 15 de junio de 1971 que nació la Federación Colombiana de Fútbol (FCF). Sin embargo, sus actuales dirigentes se adjudican una historia que no es propia, pues decidieron celebrar su “centenario” este 12 de octubre. Esta fecha es, en realidad, el aniversario de la Liga de Fútbol del Atlántico, surgida en 1924 como la primera liga departamental constituida formalmente.

Presidida por Eduardo Silva Illera, la Liga de Fútbol del Atlántico adoptó estatutos y reglamentos propios, y logró el reconocimiento legal en 1927. Por esta razón, los clubes que existían en ese momento en el país la reconocieron como la autoridad del fútbol nacional, explica Alberto Galvis en su libro “Crónicas de goles y autogoles”.

En 1936, la Liga de Fútbol del Atlántico se reconvirtió en Asociación Colombiana de Fútbol (Adefútbol), entidad hoy inexistente. Con ese cambio, la Adefútbol obtuvo el reconocimiento de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) como afiliado en representación de Colombia.

En 1945, la Adefútbol, que seguía funcionando en Barranquilla, organizó la participación colombiana en el Campeonato Sudamericano de Fútbol (hoy Copa América), para lo cual convocó únicamente a jugadores de la capital del Atlántico (que militaban en el Junior), lo que originó un conflicto con las ligas del resto del país, que esperaban verse representadas en aquella "Selección Colombia".

Las diferencias se escalaron en 1948, cuando los principales clubes del país fundaron la División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor) y organizaron un campeonato profesional que sigue hoy vigente. A partir de ese año, el balompié colombiano quedó dividido en dos ramas con dos organismos diferentes y en conflicto entre sí.

La ruptura se prolongó hasta los años 60, cuando la FIFA intervino y suspendió a Colombia. “La Asociación Colombiana de Fútbol continuó trabajando como máximo organismo colombiano hasta su desafiliación, decretada en 1966 por la FIFA”, agrega Galvis.

Con la desafiliación, culminó una etapa del fútbol colombiano dirigida desde Barranquilla y en la que primó el amateurismo. Si bien tuvo el reconocimiento de la FIFA, no fue el reflejo del fútbol nacional en su conjunto.

Finalmente, la Dimayor, como representante de la rama profesional, se unificó a la rama aficionada el 15 de junio de 1971, cuando se constituyó la Federación Colombiana de Fútbol, según registra Galvis. Sólo desde entonces la FCF es el máximo organismo del fútbol nacional.

lunes, 11 de septiembre de 2023

Estadio Nacional: de templo del fútbol a campo de tortura

Militares chilenos ejecutaron al menos a 38 prisioneros en 1973.


Juan Manuel Vázquez
La Jornada

Cuando las tropas golpistas de Augusto Pinochet consumaron la ignominia el 11 de septiembre de 1973, todo perdió sentido. El Estadio Nacional, un recinto dedicado a la consagración de los valores fraternos del deporte, fue durante más de dos meses un campo concentración y tortura donde los militares ejecutaron al menos a 38 prisioneros. Por sus gradas y galerías pasaron unos 12 mil detenidos, hombres y mujeres.

Fueron aprehendidos sin orden judicial, sólo por ser sospechosos o pertenecer a organizaciones proscritas, o como consecuencia de delaciones, allanamientos y arrestos arbitrarios, en los días posteriores al asalto del Palacio de La Moneda, donde murió el presidente Salvador Allende.

Desde las primeras horas llegaron camiones cargados de presos políticos. El estadio que albergó una Copa del Mundo en 1962 y que más partidos de Copa América ha recibido, fue habilitado como cárcel clandestina y centro de tortura.

Nada tenía sentido entonces. Uno de los detenidos, el periodista Fernando Villagrán, recuerda lo absurdo que resultaba estar preso en un campo donde el pueblo chileno seguía a clubes como Colo-Colo o a la selección de aquel país. En ese coloso, que admite casi 100 mil espectadores y que está ubicado en avenida Grecia, en el barrio de Ñuñoa, en Santiago, se alcanzaron niveles inconcebibles de degradación humana.

“Veía esa cancha verde tan luminosa que pensaba que de pronto saldrían unos futbolistas y jugarían. Pero recordaba: ¡estás preso, güevón!”, narra Villagrán en el documental Estadio Nacional, de Carmen Luz Parot.

Cada mañana se pasaba lista, mientras los presos políticos aguardaban en esas gradas en las que más de uno acudió a apoyar a su equipo de futbol. Eran citados para los interrogatorios, como llamaban a esas sesiones de tortura que arrancaban alaridos a los atormentados. La mezcla de la música que salía de los altavoces, la Marcha Radetzky, de Johann Strauss, por ejemplo, y los gritos de los martirios hacían de aquellos días algo parecido a una pesadilla.

“Muchos testigos de esas horas de desesperación relatan todavía la intensidad de los gritos, en algunos casos convertidos en alaridos, de quienes eran ‘interrogados’ por los especialistas del servicio de inteligencia militar”, escribió el periodista mexicano Manuel Mejido en su libro Esto pasó en Chile, apenas unos meses después de aquel episodio.

No sólo era el sinsentido de los acontecimientos, el terror y la incertidumbre de quienes fueron apresados. También había demasiada precariedad en los primeros días de reclusión clandestina. Relata Mejido: “La sorpresa de los arrestos, lo inesperado de los allanamientos, llevaron a cientos de personas hasta el Estadio Nacional, sin más pertenencias que lo puesto. No había comida, ni siquiera se había pensado en eso, para distribuir entre los encarcelados. El hambre no tardó en presentarse con sus inseparables características: reblandecimiento de la voluntad, tensión nerviosa, irritabilidad y el brote de los instintos animales en el hombre: pleitos a puñetazos por un pedazo de pan, insultos por una galleta. Hasta los hombres más enteros flaquearon carcomidos por el estómago vacío”.

No sólo fueron torturados de maneras directas sobre la carne, con golpes brutales y descargas eléctricas: también hubo simulacros de fusilamientos, puestas en escena que quebraban de terror a los detenidos que suponían iban a ser asesinados.

En esa eternidad de un par de meses, los prisioneros esperaban en las gradas durante horas interminables e inventaban cualquier argucia para engañar al tiempo y al miedo, eran momentos de zozobra, pero que dejaban espacio para ciertas formas del humor más macabro. En el documental de Luz Parot, uno de los sobrevivientes recuerda cómo miraban aburridos el paso de las podadoras de motor que se afanaban sobre el césped de la cancha. Todos estaban atentos de los recorridos del pequeño vehículo como si se tratara de un habilidoso jugador. Cuando la máquina entró a la portería para continuar con su labor, todos los que miraban gritaron emocionados: “¡Goool!”

El Estadio Nacional como campo de concentración funcionó hasta principios de noviembre. La razón por la que fue desalojado resultó siniestra: la selección chilena debía jugar el partido de vuelta del repechaje rumbo al Mundial de Alemania 1974 ante la Unión Soviética en ese mes. La FIFA tenía que inspeccionar antes y, si lo aprobaba, dar su visto bueno para realizar el juego.

El gobierno golpista intentaba ocultar a cualquier costo lo que ocurría dentro del estadio. Afuera, una multitud de mujeres se amotinaba para exigir información de sus desaparecidos, mientras la dictadura hacía esfuerzos ridículos por difundir propaganda en la que negaban la violación sistemática de los derechos humanos y que se recuperaba una normalidad. Con esa intención, buscaron la aprobación de la FIFA para enviar un mensaje al mundo de que en Chile todo estaba bajo control.

El 24 de octubre, una comisión internacional de la FIFA recorrió la cancha del Estadio Nacional. Los prisioneros no salieron ese día a las gradas, los dejaron encerrados en las galerías para ocultar lo que ahí ocurría.

Después de esa visita, algunos diarios cómplices del golpe publicaron: “La FIFA informa al mundo que la vida en Chile es normal”.

Como consecuencia de la aprobación del organismo rector del futbol, la primera semana de noviembre fueron liberados unos 5 mil presos políticos. Casi un millar fue trasladado a otros centros de detención, la mayoría fue enviada a la salitrera de Chacabuco en el desierto de Atacama.

El 21 de noviembre de 1973 se disputó ese partido para acudir a la Copa del Mundo. Fue uno de los partidos más vergonzosos de la historia. En el Estadio Nacional, la selección chilena anotó un gol ante un rival inexistente, a una portería vacía. La Unión Soviética nunca se presentó.

El gol más triste de Chile

En 1973, la selección trasandina tuvo que enfrentar a la Unión Soviética en un reprechaje para Alemania '74. El golpe de Pinochet, las denuncias del Kremlin y un partido que nunca se jugó.



Por Pablo Aro Geraldes



El camino al primer Mundial de Alemania, el de 1974, estuvo lleno de imprevistos para la selección chilena: el grupo eliminatorio que integraba con Perú y Venezuela quedó reducido a un simple partido y revancha tras la deserción de los venezolanos. Un 2-0 abajo en Lima y el resultado inverso en Santiago obligaron a un tercer partido de desempate, en Montevideo. En el estadio Centenario el triunfo fue para Chile, pero los pasajes para la Copa del Mundo no estaban listos aún, faltaba una escala poco conocida. El fixture preveía una instancia más para el ganador del grupo 3 sudamericano: debía enfrentar en un último repechaje al vencedor de la zona 9 europea.

Con los papeles en la mano, la amenaza tenía los colores de Francia, pero un empate inesperado de los galos ante la República de Irlanda en París dejó al equipo dirigido por Georges Boulogne en la obligación de vencer a la Unión Soviética en Moscú, pero el conjunto de la sigla CCCP en el pecho pegó fuerte y con el 2-0 hizo sonar el despertador en medio del sueño mundialista trasandino. La cita de los chilenos se programaba entonces para el 26 de septiembre de 1973, pero no en París, como imaginaban, sino en el Estadio Lenin de Moscú. Un país amigo. Con la mente puesta en el repechaje con los soviéticos, planearon una gira de preparación por Guatemala, El Salvador y México, que luego de varias escalas los llevaría a tierras rusas. La mano venía bien. Antes de partir golearon 5-0 a un combinado de Porto Alegre. La despedida se fijó para el 11 de septiembre, pero…

Chile vivía uno de los momentos más oscuros de su historia. El 11 de septiembre de aquel año la furia asesina de un general llamado Augusto Pinochet pisoteaba el mandato democrático del presidente Salvador Allende e imponía una de las dictaduras más crueles y sangrientas de la historia. Esa mañana, mientras el Palacio de la Moneda (sede del gobierno de Chile) ardía bajo los bombardeos y Allende moría intentando defender el mandato popular, la selección chilena debía presentarse en el campo de entrenamiento de Juan Pinto Durán para ultimar detalles con vistas a la visita a Moscú. Esa práctica jamás llegó a realizarse. El lateral izquierdo Eduardo Herrera jugaba en Wanderers de Valparaíso y durante sus días en Santiago se hospedaba en el Hotel Carrera, a 100 metros del escenario del golpe de Estado. Él tiene fresca la memoria de esa mañana con olor a pólvora: “Al llegar al campo de entrenamiento el técnico Luis Álamos nos ordenó que volviéramos a casa. Pero yo tenía que llegar hasta el hotel y en el trayecto me detuvieron los militares una decena de veces: Me salvé de ser detenido porque tenía el bolso con la inscripción ‘Selección Chilena de Fútbol’”.

El fútbol del mundo siguió rodando normalmente en medio de dictadores y tiranos, de reyes despóticos y megalómanos con aires mesiánicos, incluso llegó a presenciar un Mundial en plena dictadura argentina, pero en aquel 1973 la Guerra Fría disparó un misil que dio de lleno en la pelota.

Durante el gobierno socialista de Allende, Chile mantuvo estrechas relaciones con el Kremlin y todo el bloque soviético. Con la irrupción de Pinochet y su dictadura apoyada desde los Estados Unidos hubo cambios: once días después del golpe, la Unión Soviética rompió relaciones diplomáticas con Chile, le ordenó a su personal diplomático que regresara al país y decretó el cierre de la embajada chilena en Moscú.

Al márgen de la cordillera todo era dolor y desconcierto. Tres días después del golpe era asesinado el cantautor Víctor Jara, una de las voces representativas de los trabajadores chilenos. Más lágrimas siguieron cayendo cuando el 23 de septiembre el poeta Pablo Neruda se murió rodeado de otras muertes y desapariciones, víctima de un cáncer que no le dio tregua. Y lo enterraron en soledad, sin sus amigos ni sus camaradas del Partido Comunista, todos perseguidos, en una tumba del cementerio General de Santiago, lejos de su amada playa de Isla Negra y su Premio Nobel de literatura.
El fútbol era lo de menos por entonces, pero la Selección Chilena conducida por Luis Álamos debía viajar hacia Moscú para cumplir su compromiso eliminatorio en medio de un clima sumamente hostil. Jugadores como Carlos Caszely y Leonardo Véliz, puntales del equipo y muy identificados con el gobierno socialista, temían por la suerte de sus familiares mientras ellos estuvieran de viaje.

El encuentro corría riesgo de no jugarse porque la dictadura decretó que no se podía abandonar el país. La Federación de Fútbol de Chile debía acatar la medida, pero el médico de la Selección, Dr. Jacobo Helo, resultó ser una influencia decisiva para que los chilenos pudiesen jugar en terreno moscovita: era medico personal del general Gustavo Leigh, Jefe de la Fuerza Aérea, y convenció al alto mando militar de que la participación del equipo favorecería la imagen internacional del gobierno militar. Finalmente, la Junta permitió el viaje, vía Buenos Aires. El largo sufrimiento comenzaba para muchos de los jugadores, amenazados. Les advirtieron sin eufemismos: “Si hablan, sus familias sufrirán las consecuencias”. El vuelo hizo escalas en Sao Paulo, Río de Janeiro y Panamá hasta que finalmente llegó a México. Una victoria 2-1 ante los aztecas sirvió como un relax para afrontar el siguiente tramo hacia Suiza (triunfo sobre el Xamax Neuchatel) y finalmente poner rumbo a Moscú.

El clima era terriblemente hostil. Antes de subir al último avión, los jugadores chilenos sintieron el miedo en carne propia cuando les advirtieron que si ingresaban a la URSS serían tomados como rehenes para cambiarlos por presos políticos de Chile.

Ya en Rusia, todo se agravó en la víspera del match, cuando el gobierno de los Estados Unidos reconoció oficialmente a la Junta Militar chilena. Para los rusos, el enemigo estaba de visita y buscaron hacerlo notar. Apenas llegados al aeropuerto Sheremetyevo, Caszely y Figueroa fueron retenidos algunas horas “por diferencias en las fotos de sus pasaportes”. Eran sólo jugadores de fútbol, pero para los soviéticos eran los representantes del país que derrocó al gobierno socialista.

Y así fue que el 26 de septiembre, a sólo dos semanas del golpe en Chile, el Estadio Lenin presenció un pálido cero a cero en medio de un frío inusual para el otoño que recién comenzaba: 5 grados bajo cero. Las actuaciónes notables de los centrales Elías Figueroa y Alberto Quintano hicieron posible el empate 0-0, pero hubo algo más que la gran tarea defensiva: Hugo Gasc, el único periodista chileno que estuvo en Rusia, contó alguna vez: “Por suerte el árbitro era un anticomunista rabioso. Junto a Francisco Fluxá, el presidente de la delegación, lo habíamos convencido de que no nos podía dejar perder en Moscú, y la verdad es que su arbitraje nos ayudó bastante”.

Igualmente, las actuaciones defensivas hicieron posible el empate y le pintaron a los chilenos un alentador panorama para la revancha en Santiago, pactada para el 21 de noviembre, en el Estadio Nacional de Santiago. Pero...

Otra vez “pero”. En el barrio de Ñuñoa, el Estadio Nacional se había convertido en algo más que el escenario de encuentros deportivos. Aunque la mayoría de los chilenos lo ignoraba (por censura de algunos medios y complicidad de otros) en las tribunas blancas, los militares habían montado un insospechado campo de concentración. Gregorio Mena Barrales era Gobernador de la localidad de Puente Alto –vecina a Santiago– por el partido socialista cuando fue detenido y trasladado al Estadio. Años después él relató: “Todos los días dejaban libres a veinte, cincuenta personas... Los llamaban por los altavoces. Los encuestaban. Les obligaban a firmar un documento declarando ‘no haber recibido malos tratos en el Estadio’ (aunque algunos aún lucieran muestras de las torturas y los golpes). Todos firmaban, era el precio que había que pagar. Muchos volvieron a caer (nadie es libre en una dictadura y menos en una como la chilena). La mayoría de ellos se incorporaba a la lucha clandestina. Todos esperábamos oír nuestro nombre alguna vez en las ‘Listas de Libertad’, era lógico y legítimo. No éramos culpables de otra cosa que la de ser defensores de legitimidad constitucional. Sin embargo cerca de mil quinientos nunca fuimos llamados.

Con el correr de los días las graderías se fueron despoblando: muchos libres, otros asesinados en las noches y un par de suicidas...".


Y el partido no empezaba... En medio del tormento, los militares cuidaban con tanta dedicación a sus prisioneros como al campo de juego. “El match de fútbol con la Unión Soviética debía realizarse allí, por ello cuidaban el césped con más cariño que el que le daban a una ametralladora”, destacó Mena Barrales, mientras recordaba que esa comisión de la FIFA y de la Federación de Fútbol de Chile “visitó el campo, se paseó por la cancha, miró con ojos lejanos a los presos y se fue dejando un dictamen: ‘En el estadio se podía jugar’”.
Conscientes del uso que le daban los militares al Estadio Nacional, en un momento las autoridades del fútbol chileno le propusieron al gobierno de Pinochet jugar la revancha en el Sausalito, de Viña del Mar, pero la Junta insistió con que debía jugarse en el Nacional, para mostrarle al mundo una cara pacífica de Chile. Francisco Fluxá era presidente de la Asociación Central de Fútbol (ACF) desde febrero de 1973 y le contó hace unos años al diario La Tercera que “entonces, los militares nos dijeron que no teníamos que decir que el Estadio Nacional era un ‘centro de tránsito, donde se identificaba a la gente que no tenía documentos’. Y para evitar problemas, propusimos el Sausalito como alternativa. Me comuniqué con el general Leigh y me explicó que ‘por órdenes de arriba no se puede en Sausalito: se juega en el Nacional o no se juega’”.

Sí, esta comitiva (integrada por el vicepresidente Abilio D’Almeida, brasileño, y el secretario general Helmuth Kaeser, suizo) visitó Chile el 24 de octubre y se quedó 48 horas en Santiago. Los militares limpiaron con esmero todo rastro de sangre, todo vestigio de tortura,aunque es muy probable que, amparados por su impunidad, los hayan dejado algunos detenidos a la vista, sabiendo que la FIFA no sospecharía de esas personas.


Los inspectores visitaron el estadio en el que permanecían aún unos 7 mil detenidos. Finalmente, estos emisarios ofrecieron una conferencia de prensa con el ministro de defensa, almirante Patricio Carvajal, a quien le obsequiaron un traba-corbata y un prendedor de oro con el logo de FIFA: “El informe que elevaremos a nuestras autoridades será el reflejo de lo que vimos: tranquilidad total”. El emisario brasileño se permitió aconsejar a los usurpadores del poder: “No se inquieten por la campaña periodística internacional contra Chile. A Brasil le sucedió lo mismo, pronto va a pasar”.

La FIFA había dado el OK. Pero claro, les habían ocultado el horror. “Después supimos que mientras estaba la gente de la FIFA en el estadio, varias decenas de detenidos fueron encerrados en pequeños camarines, con el fin de ocultarlos. Pero lo importante para nosotros era que el Nacional pasara la revisión”,
decía casi treinta años después el ex dirigente Fluxá, quien como única autocrítica aceptó que en el afán de ir al mundial se cometieron actos “éticamente cuestionables”. “Ahora pienso que no fue ético negar que en el Estadio Nacional había detenidos, pero en ese momento lo único que pensábamos era en llegar al Mundial de Alemania”, concluyó.

Sí, a pesar de todo el dolor, y de los reclamos soviéticos ante la FIFA (inclusive Bulgaria, Polonia y la Alemania Oriental amenazaron con boicotear el Mundial, cosa que finalmente no hicieron), Ñuñoa esperaba el repechaje para la Copa del Mundo Alemania 74. Pero...

Los soviéticos se negaron a viajar a Santiago, en un manifiesto repudio al régimen de Pinochet. Uno de los integrantes de aquel equipo soviético era el ucraniano Oleg Blokhin, quien no tiene buenos recuerdos de aquella eliminatoria: “Estuve presente en el 0-0 jugado en Moscú. Pero hablamos con el plantel y decidimos no jugar la revancha. No quisimos hacerlo porque estaba Pinochet en el gobierno. Para nosotros era peligroso viajar a Chile y le llevamos nuestra preocupación a la federación de fútbol. Al final se decidió abandonar la eliminatoria”. El Kremlin apoyó la decisión. Blokhin fue hasta 2006 diputado por el partido socialdemócrata de Ucrania a la vez que dirigió a la Selección nacional en Alemania 2006. Hoy es el técnico del FC Moscú.

La Federación de Fútbol de la Unión Soviética divulgó un comunicado para explicarle al mundo que no disputarían un match allí donde miles de supuestos opositores al régimen de Pinochet habían sido torturados y asesinados: “por consideraciones morales los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos (...) La Unión Soviética hace una resuelta protesta y declara que en las actuales condiciones, cuando la FIFA, obrando contra los dictados del sentido común, permite que los reaccionarios chilenos le lleven de la mano, tiene que negarse a participar en el partido de eliminación en suelo chileno y responsabiliza por el hecho a la administración de la FIFA”, explicaba la nota difundida a través de la agencia UPI.

Ante esta negativa, un integrante del Comité Ejecutivo de la FIFA se animó a vociferar: “Si Granatkin (presidente de la federación soviética) dice que el Estadio Nacional está ocupado con detenidos, yo saco una carta en la cual el Gobierno de Chile asegura que varios días antes del 21 de noviembre ese escenario estará a disposición del fútbol”. No les importaba nada, ni la sangre, ni la tortura, ni la muerte. La farsa debía continuar.

La noticia de la suspensión del partido llegó a la selección chilena en la medianoche previa al encuentro. El delantero Carlos Caszely hoy lo recuerda: “Esperábamos en la concentración de Juan Pinto Durán cuando nos comunicaron que los soviéticos no vendrían. Todo aquello, para quienes estábamos comprometidos con la libertad era de una tristeza terrible. Los familiares de los desaparecidos se me acercaban y me pedían: ‘Chino, tu que estarás en el estadio, por favor, averíguate si está mi hijo, o mi compañero de la universidad”.


El delantero Leonardo Véliz tiene recuerdos horribles de aquella tarde del 21 de noviembre. “Fue escalofriante. Creo que aún había rastros de lo que había acontecido en los vestuarios y fue algo muy difícil de asumir”, recordó 30 años más tarde.

Desde fines de octubre ya no quedaban detenidos bajo los graderíos del estadio. A la hora señalada, Chile y el árbitro local Rafael Hormazábal salieron al campo de juego. Era puro formalismo, para obtener el paso al mundial por descalificación de los soviéticos. La parodia se completó con una banda de Carabineros tocando el himno chileno mientras se izaba la bandera nacional.

Los jugadores de rojo –qué paradoja– sacaron del medio y trotaron torpemente pasándose la pelota ante un arco vacío. Hasta que Francisco Valdés, el Chamaco, llegó a la línea y esperó a que los fotógrafos enfocasen bien para empujarla de derecha. Tremenda payasada tenía un objetivo: Chile estaría en el Mundial Alemania ’74. Para otros, se trataba de una victoria del régimen pinochetista sobre el comunismo soviético.

Después, para entretener a las 18.000 personas que habían comprado su ticket, se improvisó un amistoso ante Santos de Brasil, que estaba en Chile. En vez de festejar la clasificación a la Copa del Mundo, se volvieron a casa con la amargura de un 0-5 humillante.

Entre el público que había ido a ver Chile-Unión Soviética estaba Mena Barrales, que volvía al estadio, ahora sin cadenas ni mordazas. “Fuimos los espectadores más ‘fanáticos’. Esperamos sentados, a la fuerza, un partido que nunca se efectuó”.
Igual, Chile tuvo que esperar hasta el 5 de enero de 1974. Ese día la FIFA aprobó su participación en la Copa.

La Selección Chilena participó en el Mundial de Alemania y se despidió sin ganar ningún partido. Tampoco consiguió victorias en sus dos participaciones siguientes, España ’82 y Francia ’98. En enero de 1998, en su hogar adoptivo de Austria, Mena Barrales esperaba la Copa del Mundo de Francia. Imaginaba viajar a Saint-Etienne para ver Chile-Austria, sus tierras queridas. Pero la muerte, la misma que esquivó bajo las tribunas del Estadio Nacional, esta vez se acordó de él. Ya no existían la Unión Soviética ni la Guerra Fría. La dictadura de Augusto Pinochet se prolongó hasta el 11 de marzo de 1990.


Artículo publicado en la revista Fox Sports, en octubre de 2008. Tomado de http://arogeraldes.blogspot.com.ar/

viernes, 1 de septiembre de 2023

“Jaime Bateman”, el nombre del nuevo estadio de Turbaco

El escenario deportivo, construido por la alcaldía del exguerrillero Julián Conrado, es bautizado con el nombre del fundador del Movimiento 19 de Abril (M-19).


El alcalde Guillermo Torres, mandatario del municipio de Turbaco (Bolívar), anunció que el nuevo estadio de fútbol de esa localidad llevará el nombre de Jaime Bateman Cayón.

Torres, más conocido por su seudónimo de Julián Conrado, es el primer excombatiente de las antiguas FARC-EP en llegar a un cargo ejecutivo de elección popular. Tras el acuerdo de La Habana, fue electo alcalde de su pueblo natal con el aval de la coalición Colombia Humana – Unión Patriótica para el periodo 2020-2023.

Durante su administración, el municipio construyó varias obras de infraestructura, entre ellas, un estadio de fútbol. En su cuenta @alzadoencanto, Conrado anunció que el escenario será inaugurado este 2 de septiembre y que llevará el nombre de Jaime Bateman Cayón.

“Otra obra del amor que vamos a inaugurar en Turbaco este 2 de septiembre: estadio de fútbol Jaime Bateman Cayón”, publicó.

Bateman fue uno de los fundadores del Movimiento 19 de Abril (M-19), grupo insurgente que operó en Colombia entre 1974 y 1990, y al que perteneció el hoy presidente, Gustavo Petro. Bateman fue el máximo comandante de esa organización, hasta 1983, cuando falleció en un accidente aéreo en la frontera con Panamá.

Conrado, por su parte, militó en las FARC entre 1983 y su dejación en armas en el 2016, tras el acuerdo de La Habana. También se le reconoce por ser cantante y compositor de música vallenata.

En el 2019 compitió por la Alcaldía de Turbaco, una localidad de unos 75.000 habitantes cercana a Cartagena de Indias. Ganó la elección con el apoyo de Colombia Humana, el partido del hoy presidente Petro, y de otras fuerzas de izquierda. Su gestión se ha caracterizado por la oportuna y eficaz construcción de obras sociales.

Con Bateman y Petro, Conrado comparte también el ser oriundos del Caribe colombiano: Bateman era de Santa Marta (Magdalena), mientras que Petro nació en Ciénaga de Oro (Córdoba).

lunes, 7 de agosto de 2023

Les tribunes de l’Olympiakos Vólos se souviennent de Petros Malavetas, avant-centre et résistant communiste

Le 5 août est une date importante du côté de Vólos, ville portuaire de Thessalie au centre de la Grèce. On s’y souvient de Petros Malavetas, qui a porté le maillot de l’Olympiakos Vólos avant que les événements ne l’amènent à prendre les armes contre le fascisme.


 Yann Dey-Helle

A la fin de la 2nde Guerre mondiale, à peine l’occupant nazi chassé de Grèce, les résistants communistes vont trouver face à eux les forces britanniques bien décidées à garantir le retour du pouvoir monarchiste. La Grèce est alors un pion sur l’échiquier de la Guerre Froide naissante. A Athènes, en décembre 1944, des affrontements armés vont opposer les communistes aux troupes anglaises, épaulées par la police et l’extrême-droite grecque.

Avec le traité de Várkiza, les résistants sont sommés de rendre leurs armes. S’en suit une période de vives persécutions anti-communistes, à base d’emprisonnements, de torture et d’assassinats. En réaction, de nombreux résistants antifascistes vont poursuivre  le chemin de la guérilla au sein de l’Armée Démocratique qui sera officiellement vaincue en octobre 1949. Quelques mois plus tôt, le 5 août 1949, Petros Malavetas, avant-centre de l’Olympiakos Vólos, était exécuté. Il avait 31 ans.

Famille de footballeurs et de résistants

Poissonnier de profession, Petros Malavetas était un attaquant robuste et difficile à contenir pour les défenses adverse. Pendant l’occupation, il a été un résistant, puis est devenu un combattant de l’Armée Démocratique. Son frère Nikos, également joueur de l’équipe première avant-guerre et résistant, avait été capturé par l’occupant nazi et pendu sur la place publique en 1943. Dans le giron de l’Union des Athlètes Grecs, de nombreux sportifs se sont engagés du côté de la résistance communiste contre l’occupation nazie-fasciste.

Plusieurs ont payé cet engagement au prix de leur vie, à l’image de Spyros Kontoulis, défenseur de l’AEK exécuté par les nazis en juin 1944 ou de Nikos Godas, attaquant d’Olympiakos Le Pirée exécuté en novembre 1948 à la prison de Corfou, avec le maillot de son équipe sur le dos. Petros Malavetas a lui été capturé par les paramilitaires monarchistes, le 3 juillet 1949. Condamné à mort par une cour martiale, il a été emmené à la prison d’Alexandras où il a été exécuté un mois plus tard avec trente autres militants communistes, laissant une femme, Calypso, et un enfant de deux ans et demi.

Côté tribunes, les “Malavetas Ultras” ont pris ce nom en hommage. Certains 5 août, sur la tombe des exécutés, dans le vieux cimetière de Nea Ionia, l’écharpe des ultras est posée, le temps d’une photo. Une manière de veiller sur la mémoire de ces combattants, et de se dresser contre “l’oubli historique”.

https://dialectik-football.info/

domingo, 23 de mayo de 2021

Eddy Hamel: la estrella del Ajax que murió en Auschwitz

Su forma de jugar emocionaba a los hinchas y con él surgió una relación duradera entre el equipo de Amsterdam y los judíos. Un absceso lo condenó a la cámara de gas.


Por Santiago Morales 

Eddy Hamel será recordado por su fútbol, pero especialmente por su historia.

Por el balón: Los hinchas del Ajax se amontonaban en la esquina derecha de la cancha para verlo jugar, por ahí siempre corría.

Por su vida: los nazis lo mandaron a la cámara de gas por ser judío, y tener la cara hinchada por un absceso.

En 1922, con 21 años, jugó el primer partido oficial con la camiseta del Ajax. Sería el primer estadounidense en competir en una liga europea de primer nivel, y el primer judío en jugar con el histórico equipo holandés.

Las crónicas de la época hablan de que era un muy buen puntero derecho.

El periodista David Winner, en su libro Brilliant Orange: The Neurotic Genius of Dutch Footbal, lo describe: “Ocupaba la banda derecha y sus admiradores decidieron reunirse en el mejor punto del estadio para apreciar su juego, justo entre la línea media y el banderín de esquina. Cada medio tiempo, cambiaban al otro lado del campo para verle mejor”.

En 1930, el fervor terminó cuando decidió abandonar el fútbol. Y 10 años después vendría la peor de las condenas cuando los nazis invaden a los Países Bajos, y Hamel es denunciado por fascistas simpatizantes de las ideas del Tercer Reich.

A finales de 1942 fue atrapado, y durante cuatro meses fue obligado a trabajos forzados en Birkenau. El 30 de abril de 1943, tras un riguroso examen médico en este campo de concentración, descubren que tiene la cara hinchada por un absceso, y lo envían a la cámara de gas.

Leon Greenman, quien fue su compañero de pena, lo recuerda en el documental Auschwitz: la evidencia olvidada: “Si eras apto te mandaban a la derecha, de lo contrario, ibas a la fila de la izquierda. Con un gesto feroz a mí me mandaron a la derecha. A Eddy, a la izquierda».

El origen

Edward Hamel nació el 21 de octubre de 1902, en Nueva York (Estados Unidos). Sus padres eran Moses (un pulidor de diamantes) y Eva (ama de casa), ambos emigrantes neerlandeses que viajaron a norteamérica tras una crisis financiera que se desató en Ámsterdam.

Pero años después decidieron volver a su país.Y aunque Eddy mostró gran talento con el balón en Nueva York, fue en los Países Bajos donde comenzó su carrera como futbolista, en Ajax, en 1920.

Tenía velocidad y facilidad para eludir a los rivales; en 1921 debutó con el equipo profesional, en el que jugó 125 partidos e hizo 8 goles.

Pese a todos sus títulos y desempeño con el equipo de Ámsterdam, nunca fue remunerado. Eran épocas en las que los equipos no existían como clubes organizados, algo que apenas se consolidó hacia los años 50.

Su sustento diario lo obtenía como mayorista de granos. Luego de retirarse fue entrenador del Alcmaria Victrix (hoy AZ Alkmaar). Allí estuvo un año.

La Segunda Guerra Mundial

Simon Kuper, periodista del Financial Times y autor del libro Ajax, The Dutch, the War: Football in Europe during the Second World War, explica que, antes de la Segunda Guerra Mundial, el Ajax tenía muchos fanáticos judíos, que viajaban en tranvía desde Jodenbuurt (distrito judío) cerca del centro de Ámsterdam para ver partidos en el estadio, cerca del límite de la ciudad.

Hamel, entre otros, era uno de los grandes lazos que unía al equipo con esta comunidad judía, especialmente sefardí, asentada en ese país luego de ser expulsados de España y Portugal por los Reyes Católicos.

En 1939, la ola antisemita empezó a expandirse por toda Europa Occidental, y luego de crecer en Polonia, llegó a los Países Bajos.

Esta situación puso en grandes aprietos a la población judía que vivía allí, y mucho más cuando, en 1940, los alemanes entraron al país sin recibir mucha resistencia.

Eddy, Johana, su esposa, y sus hijos, intentaron continuar con su vida normal, incluso Hamel siguió jugando para el equipo de exalumnos de su antiguo club (Lucky Ajax).

Sin embargo, el 27 de octubre de 1942, Hamel fue atrapado por colaboradores de los nazis, y aunque argumentó que era norteamericano, la razón no los convenció.

A Edouard y su familia los condujeron al teatro Hollandsche Schouwburg, de Amsterdam. Un gélido domingo de enero en 1943, 659 holandeses con descendencia judía (240 hombres y niños, 419 mujeres y niñas) fueron trasladados a Auschwitz.

Varios testimonios cuentan que la mayoría de cautivos llegaron a pensar que irían a un trabajo multitudinario que se les brindaba a distintas poblaciones.

Llegó la hora

Algunos de los prisioneros que detectaron la verdad trataron de avisarles a los demás, pero no pudieron. Estaban en Birkenau, uno de los campos del gran complejo de Auschwitz, destinado solo para el exterminio.

Leon Greenman, compañero de Hamel, recuerda en el documental Auschwitz: la evidencia olvidada, que llevaban tres meses cuando supieron que habría una Gran Selección. Fue un día entero dedicado a revisar los cuerpos.

«Nos teníamos que desnudar –explica Greenman– y hacer filas por el orden alfabético de los apellidos. Eddy estaba justo detrás de mí, porque el suyo era con H y el mío con G. «Tengo un absceso. ¿Qué me va a pasar?», me preguntó”. A Eddy lo apartaron de las filas, un defecto físico era condenable. Nunca más se supo de Hamel. Meses después, los alemanes registraron su muerte el 30 de abril de 1943.

Su nombre quedó grabado en la pared conmemorativa del Hollandsche Schouwburg (hoy un monumento) con todos sus familiares que fueron asesinados; entre ellos, padres, esposa, hijos y hermanas.

El cálculo, en el caso de Amsterdam, es que había 80 mil hebreos antes de la guerra, pero después de ella solo sobrevivieron 5 mil.

Simon Kuper, en entrevista con La Rueda Suelta, dice que esta serie de acontecimientos fortalecieron más el vínculo de los judíos con el Ajax.

“Hoy en día –cuenta el periodista– los aficionados cantan himnos en homenaje a todos los caídos por la guerra, y frecuentemente flamean banderas con la estrella de David”.

Estos gestos no les agradan a algunos fanáticos rivales, que desean y les gritan que deberían ir también a una cámara de gas. Reacciones que han generado más de una polémica en Europa.

Porque después de la guerra, el Ajax siguió asociado con los judíos, que volvieron al antiguo estadio (el De Meer), ubicado muy cerca de los barrios de esta comunidad.

Después vendrían otros jugadores judíos al Ajax, como Johnny Roeg, Benni Muller, Daniël de Ridder y el legendario Sjaak Swart, ‘señor Ajax’. Y el presidente más importante de la historia: Jaap van Praag, el hombre que hizo del equipo una potencia europea en los años 60.

Sin ir muy lejos, su gran estandarte, Johan Cruyff, se casó con una mujer judía y tuvieron un hijo, Jordi Cruyff, dirigente y director técnico del Maccabi Tel Aviv, el equipo más importante de Israel.

Tomado de https://laruedasuelta.com/hamel-la-estrella-del-ajax-muerto-en-auschwitz/

lunes, 16 de septiembre de 2019

Gimnasia y Esgrima homenajea a los desaparecidos de "La noche de los lápices"

El Club de Gimnasia y Esgrima La Plata homenajeará a los desaparecidos en septiembre de 1976, en el marco de La Noche de Los Lápices. Además, ha nombrado socias honorarias a las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora: Mirta Baravalle, Elia Espen y Nora Cortiñas, a quienes les entregará los respectivos carnets.


Por Gimnasia y Esgrima La Plata

A través de un pedido del grupo de socios Frente Popular Gimnasista, y con aprobación de la Comisión Directiva, el Club ha nombrado socias honorarias a las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora: Mirta Baravalle, Elia Espen y Nora Cortiñas; por su inquebrantable lucha en busca de la verdad. La entrega de los carnets se realizará este lunes 16, en los jardines del Estadio Juan Carmelo Zerillo.

A su vez, el martes 17 se realizará un homenaje y una charla abierta con los familiares de las víctimas de La Noche de los Lápices, a 43 años de este hecho aberrante y trágico, sucedido el 16 de septiembre de 1976, cuando un grupo de tareas de la dictadura militar apresó, secuestró y desapareció a seis estudiantes que habían participado de reclamos en la lucha por el Boleto Estudiantil Secundario, en la ciudad de La Plata.

Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Daniel Alberto Racero, fueron detenidos y desaparecidos, mientras que Emilce Moler y Gustavo Calotti, estuvieron detenidos y fueron liberados posteriormente. Los cinco, además de su fuerte sentido de lucha, tienen un vínculo afectivo que los une a Gimnasia.

sábado, 31 de agosto de 2019

Cantona bautiza estadio de Argelès-sur-Mer en honor a sus abuelos republicanos

La localidad francesa inaugura un estadio de fútbol con el nombre del jugador en honor a sus abuelos, dos republicanos catalanes que cruzaron la frontera y se refugiaron allí tras la Guerra Civil Española. 


Por Público

Con los zapatos rotos, los estómagos vacíos, los pantalones sucios hasta las rodillas de una mezcla de estiércol y grasa de coche, más 100.000 republicanos españoles cruzaban los Pirineos a pie. Huyendo de las tropas franquistas. Era el año 1939 y la Guerra Civil estaba prácticamente perdida para las fuerzas republicanas. Era el momento de huir. Sálvese quien pueda.

Entre esos miles de españoles que cruzaban los Pirineos a pie estaban, entre otros, el poeta Antonio Machado, que fallecería poco después, y también los desconocidos Pere Raurich y Francesca Farnós, que llegaban desde la localidad catalana de Martorell (Barcelona). Pues bien, estos dos últimos son los abuelos de Eric Cantona, uno de los mejores y más controvertidos futbolistas franceses de toda la historia.


Ahora, 80 años después, el estadio de fútbol de la localidad de Argelès-sur-Mer (Argelers de la Marenda, en catalán) lleva el nombre del futbolista. Se trata de un homenaje que la ciudad quiere brindar a los miles de republicanos que llegaron a la localidad huyendo del dictador y que fueron hacinados en barracones instalados en la playa. Este viernes, de hecho, Cantona acudió a la inauguración del estadio, participó en un partido amistoso y, antes de todo, visitó el monolito que recuerda el exilio de miles de republicanos españoles. Sobre el partido de fútbol una curiosidad: todos los jugadores vestían el número 7 que Cantona popularizó en el Manchester United.

La historia de los abuelos de Cantona

El futbolista francés contó sus orígenes recientemente en una larga carta publicada en The Players Tribune. En ella, el jugador, declarado antifascista, explicó que abuelos maternos abandonaron España en 1939 al término de la Guerra Civil.

"Mi abuelo materno era de Barcelona y luchó contra Franco hasta el amargo final. Al final de la guerra, era buscado y tenía apenas unos minutos para escapar antes de que los Nacionales [franquistas] capturasen la ciudad. Antes, pasó a buscar a su novia y le pregunto si le seguiría. Ella aceptó. Era mi abuela. Llegaron a un campo de refugiados en Argelès-sur-Mer. ¿Te imaginas que los franceses les hubieran echado? Pero no, tuvieron compasión. Mis abuelos llegaron sin nada y tuvieron que empezar otra vez".

El de Marsella también cuenta en esa misiva que encontró una imagen de su abuelo Pere en una exposición del famoso fotógrafo Robert Capa: "Cuando la exposición llegó a Francia llevé a mi madre y ahí estaba. Le pregunté si era él y me dijo que sí".

miércoles, 3 de julio de 2019

La toma del edificio Miraflores: el golazo guerrillero en plena Copa América

Mientras el gobierno de Andrés Pastrana sacaba pecho por organizar la Copa América en Colombia, un comando de las FARC asaltaba un lujoso edificio en el centro de Neiva, en el momento en que se celebraba el paso de la Selección a la final del torneo. Una toma “de película”.



Por Camilo Rueda Navarro

El 26 de julio del 2001, en Manizales, la Selección Colombia de fútbol derrotó 2-0 a Honduras y clasificó a la final de la Copa América, que por primera vez en la historia se celebraba en territorio colombiano. Pero esa noche, el otro “gol” que se registró fue el que le metió la entonces guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) al Estado colombiano.

A la misma hora en que se disputaba el partido, un comando de las FARC incursionaba en el centro de Neiva, una de las principales capitales del sur del país, y asaltaba el edificio Miraflores, de donde se llevó secuestrado a un grupo de 15 personas.

En ese momento, el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) se enorgullecía por la realización de la Copa América, que en algún momento estuvo en vilo por otro caso de secuestro. El cambio de sede llegó a ser contemplado ante la situación de conflicto que vivía el país y, con ese mismo pretexto, dos selecciones desistieron de participar a última hora.

Pero la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) confirmó a Colombia como anfitriona del certamen, que fue bautizado como la “Copa de la Paz”. En ese momento se adelantaban negociaciones con la insurgencia en un área desmilitarizada, la “zona de despeje”, y la celebración del torneo de selecciones más antiguo del mundo podría alentar la búsqueda de la paz. Al menos esa fue la idea que se sugirió.

En todo caso, mientras se adelantaban los diálogos con las FARC en “El Caguán”, como se le conoció al área despejada, en el resto del territorio nacional continuaba la confrontación, según los términos en los que las partes pactaron la negociación. El Estado daba inicio al Plan Colombia, un multimillonario programa de cooperación militar con Estados Unidos; previsto inicialmente para la lucha antidrogas, luego fue ampliado a la guerra contrainsurgente. Por su parte, las FARC proyectaban su fortalecimiento político y militar en el marco de la negociación, y mantenían vigente su plan estratégico para disputar el poder central.

Esa situación generó un incremento de la confrontación armada en todo el territorio nacional, exceptuando los cinco municipios que servían de sede para los diálogos. Arrecieron los golpes militares de bando y bando. Las cárceles se llenaron de combatientes farianos, a la vez que los campamentos guerrilleros se atiborraban de soldados y policías capturados en combate.

En ese marco, desde la insurgencia se planteó en la mesa de negociaciones un “canje de prisioneros” en el que se permitiera que la guerrillerada en las cárceles pudiera volver a sus filas, a cambio de que los militares hicieran lo propio. Esta propuesta tuvo el rechazo de múltiples sectores de poder, y el gobierno solo accedió a gestionar un “intercambio humanitario”, en el que se excarcelaría a los guerrilleros enfermos si las FARC hacían lo mismo con sus prisioneros en esa condición.

Al final, solo una docena de los cientos de combatientes encarcelados salieron de prisión. Las FARC entregaron a policías y militares enfermos, y también liberó a un significativo grupo de uniformados rasos que tenía en su custodia. Sin embargo, adoptó una fórmula para seguir insistiendo en el canje: si los poderes del Estado eran indolentes por la suerte de los miembros de su Fuerza Pública, había que incluir a integrantes de esos poderes en la negociación de un intercambio.

Como el Congreso y el gobierno no accedieron a tramitar una normativa sobre las personas consideradas “prisioneros de guerra”, había que proceder sobre congresistas y dirigentes políticos. Según ese razonamiento, la retención de civiles con responsabilidades en el Estado iba a presionar la concreción de un canje. En la práctica, esta lógica se expresó en el incremento del secuestro con fines políticos, diferente al que con fines extorsivos ya practicaba la insurgencia.

El camino a la semifinal

Sin Argentina y Canadá, la Copa América Colombia 2001 se completó con la invitación de Honduras y Costa Rica, que aceptaron a última hora acudir a la competición. Los dos conjuntos centroamericanos recibieron elogios de la prensa deportiva y la afición local, que exaltó su gesto a la vez que se reprochaba la negativa de los combinados ausentes.

Las dos selecciones substitutas quedaron ubicadas en el grupo C, asentado en Medellín. Ambas, a pesar de su improvisada participación, sorprendieron al quedar en los dos primeros lugares del grupo. Honduras, en particular, sorprendió en la última fecha al vencer 1-0 a Uruguay, dos veces campeón mundial y múltiple campeón americano. Los “catrachos” se ganaron así las simpatías del público colombiano y accedieron a los cuartos de final.

Aunque ya era más que sobresaliente el rendimiento hondureño, ese conjunto dio una nueva sorpresa al superar 2-0 a Brasil en la siguiente fase. Todo un hito en la historia de ambas selecciones. Los auriverdes, candidatos sólidos al título ante la ausencia del otro grande de la región (Argentina), quedaban fuera ante una Honduras invitada de relleno y confeccionada en pocas horas.

Por la misma llave avanzaba la anfitriona Colombia, que marchaba invicta, clasificada líder de su grupo, sin recibir goles en contra y que ya había superado 3-0 a Perú. El torneo ahora le evitaba un duelo ante Brasil, en el que las victorias colombianas se pueden contar con los dedos de una mano.

Así las cosas, arribaron a Manizales el 26 de julio una apabullante Colombia y la sorpresa del torneo, la Honduras vencedora de Uruguay y Brasil, y que jugaba por su propia gloria.

El asalto al Miraflores

Eran aproximadamente las 9:30 de la noche y Colombia estaba en la final de la Copa América, título que nunca había ganado y cuya instancia final solo había disputado una vez: en 1975 cuando cayó ante Perú. Gracias a un contundente 2-0 contra Honduras, sacaba tiquete para enfrentar a México, con el que rivalizaría en Bogotá con un público a su favor.

Esta nueva victoria tricolor (la quinta de la copa) se celebraba bullosamente en todas las ciudades del país, incluida Neiva, la capital huilense, a donde había arribado un comando guerrillero que iba a meter el otro gol de la noche.

“–Somos del Gaula”, le dijo un hombre con prendas militares al portero del nuevo edificio Torres de Miraflores, recientemente inaugurado en el centro de Neiva y donde vivían algunas de las familias más adineradas de la ciudad, incluida la del senador Jaime Lozada y su esposa, Gloria Polanco.

El vigilante del edificio cayó en el engaño y permitió el acceso de los supuestos integrantes del Gaula, una unidad antisecuestro de la Policía, que en realidad se trataba de un comando guerrillero perteneciente a la Columna Móvil Teófilo Forero de las FARC, en un operativo planeado minuciosamente.

Los guerrilleros, vestidos de agentes de la fuerza pública, incursionaron al Miraflores piso por piso. Todo les había salido según lo planeado hasta que llegaron hasta el apartamento 801, la vivienda de la familia Lozada. El senador –el principal objetivo del operativo, y que regresaba de Bogotá a su apartamento todos los jueves– aplazó su viaje y no se encontraba allí. Entonces se llevaron a su esposa y a dos de sus tres hijos. En total, 15 personas fueron secuestradas en el asalto.

Fueron llevadas en camionetas dispuestas para el operativo, que partieron en caravana, tal como a esa hora algunas personas celebraban el triunfo colombiano, con pitos y gritería. La victoria de la Selección fue el complemento perfecto para concretar el asalto al Edificio Miraflores, uno de los operativos urbanos más significativos de una guerrilla que hasta entonces se había circunscrito a los escenarios rurales.

Si bien el senador Lozada se libró del secuestro por encontrarse en otro lugar, su esposa y dos hijos fueron raptados por la Teófilo Forero. Gloria Polanco se convirtió en “canjeable” al ser inscrita a las elecciones parlamentarias del 2002 y al resultar electa representante a la Cámara. Gracias a las gestiones humanitarias de Piedad Córdoba y el presidente venezolano Hugo Chávez, en febrero del 2008 las FARC liberaron como gesto de buena voluntad a Polanco y otros tres parlamentarios que tenía en su poder.

El gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) mantuvo contactos para establecer los términos de una negociación para el intercambio humanitario con las FARC. Para ello requirió la colaboración de Piedad y del presidente Chávez, contradictores políticos que sin embargo apoyaron las gestiones con las que algunos canjeables recuperaron su libertad.

Finalmente no se concretó ningún canje o intercambio de prisioneros, aunque las FARC liberaron la totalidad de las personas que tenía retenidas como preámbulo a las negociaciones con el gobierno de Juan Manuel Santos, sucesor de Uribe, que culminaron con el acuerdo de paz de La Habana.

“Yo prefiero ver al Paisa echando discursos y no bala”, dijo entonces Jaime Lozada Polanco, una de las víctimas de este episodio, sobre Hernán Darío Velásquez, el líder de la toma del Edificio Miraflores, a propósito de aquel acuerdo que puso fin a un doloroso conflicto de 52 años y que convirtió a las FARC en partido político legal.

Publicado originalmente en "2001 Odisea Colombia Copa América". Tomado de In-Correcto.com.

lunes, 24 de diciembre de 2018

La tregua de Navidad

En medio de la Primera Guerra Mundial, en las trincheras de Flandes se improvisó un partido de fútbol entre soldados enemigos que constituyó una tregua no declarada.



Por Pablo Aro Geraldes

Hace un siglo, el fútbol le regalaba a la humanidad una de sus historias más conmovedoras.

Se dio en el marco de un breve alto el fuego no oficial entre el Imperio Alemán y las tropas británicas apostadas en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial durante la Navidad de 1914. La tregua comenzó el 24 de diciembre cuando los alemanes empezaron a decorar sus trincheras y luego entonaron el villancico "Stille Nacht" (Noche de paz). Los británicos respondieron con otros villancicos en inglés. Ambos lados continuaron el intercambio gritando saludos de Navidad los unos a los otros. Pronto se encontraron en la tierra de nadie, donde intercambiaron pequeños regalos: whisky, cigarrillos, etc.

La artillería en esa región permaneció en silencio toda esa noche. La tregua también permitió que los caídos recientes fueran recuperados desde detrás de las líneas y enterrados. Se condujeron ceremonias de entierro con soldados de ambos lados llorando las pérdidas juntas y ofreciéndose su respeto.

En medio de esa tregua no pactada en las trincheras de Flandes, se improvisó un partido de fútbol entre las fuerzas enemigas. Hay cartas que reseñan que los alemanes ganaron 3-2. Claro, el resultado fue lo de menos.



Un siglo después el presidente de la UEFA, Michel Platini, inauguró el monumento en Ploegsteert cerca del antiguo frente de batalla en Bélgica. "Quiero homenajear a los soldados que hace cien años expresaron su humanidad jugando juntos al fútbol. Ellos escribieron un capítulo en la construcción de la unidad europea y que son un ejemplo a seguir por las jóvenes generaciones de hoy", señaló.

El historiador galés Mike Dash explicó en 2011 que "hay muchas evidencias de que en aquella Navidad se jugaron varios partidos -en su mayoría entre soldados de la misma nacionalidad- pero en al menos en tres o cuatro lugares se dio entre las tropas de los ejércitos enemigos". Una carta escrita por un médico adjunto a la Rifle Brigade, publicada en The Times el 1 de enero de 1915, informó: "un partido de fútbol ... jugado entre ellos y nosotros frente a la trinchera". Entre esos partidos, se incluye uno entre el 133rd Royal Saxon Regiment frente a "tropas escocesas", como los protagonistas de esta historia. Luego se sumaron muchos elementos de ficción, cuando el poeta y escritor británico Robert Graves reconstruyó los hechos y los publicó en 1962. En su versión se da como válido el resultado 3-2 a favor de los germanos.

Otro partido se jugó en el sector de Argyll y las Sutherland Highlanders. "Ese juego se dio entre las líneas y las trincheras", según una carta publicada por el Glasgow News, y los escoceses ganaron 4-1.

Albert Wynn, lugarteniente del Royal Field Artillery escribió sobre un partido entre un equipo alemán (descripto como "Prussians and Hanovers") jugado cerca de Ypres, localidad próxima a la frontera entre Bélgica y Francia. The Lancashire Fusiliers, apostados cerca de Le Touquet, en la costa norte francesa, enfrentaron a los teutones usando una lata de ración de picadillo de carne como pelota. Para conmemorar estos partidos, la Premier League planea terminar una cancha de fútbol en Ypres.

Tomado de: Periodismo de Fútbol Internacional

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Jugadores de "La U" de Chile rinden homenaje a víctimas de la dictadura

Isaac Díaz y David Pizarro llevaron una ofrenda floral al memorial del Estadio Nacional de Santiago, a 45 años del golpe militar contra Salvador Allende


David Pizarro e Isaac Díaz, jugadores del Club Universidad de Chile, dejaron una ofrenda floral en el memorial del sector norte del Estadio Nacional de Santiago, en tributo a las víctimas de la dictadura militar de Augusto Pinochet.

El gesto se da en el marco de la conmemoración de los 45 años del golpe militar que terminó con el gobierno de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.

Previo al encuentro, la hinchada de "La U" organizó además una actividad cultural en sectores aledaños al estadio, escenario que después del golpe de 1973 fue usado por los militares como centro de presidio y tortura.

lunes, 19 de marzo de 2018

Un médico comunista, empleado de Colo-Colo, es "el tipo más querido del Monumental"

Colo-Colo homenajea a Álvaro Reyes, un médico comunista, víctima de la dictadura de Pinochet y actual funcionario del club. Atendió a Salvador Allende cuando este era presidente de Chile y fue parte de la resistencia después del golpe militar que lo derrocó



Por Disidentes.net

Una historia llena de convicción, política y grandeza es la que rodea al gran Álvaro Reyes, el doctor de 90 años que trabaja en Colo Colo y es considerado “el más querido del Monumental”.  Es por eso que desde la entidad del cacique, lo homenajearon en el Estadio Monumental, dándole un galardón por su larga trayectoria en los albos.

A la ceremonia acudió el presidente Aníbal Mosa, el goleador Esteban Paredes, y los históricos Raúl Ormeño, Pablo Contreras y Luis Mena.  El jugador que está cerca de los 200 goles, en primera división declaró  “me enorgullece que le hagan un homenaje al doctor. Me siento privilegiado de estar con usted hoy y se merece todo esto”.

Y desde afuera también le llegaron los mensajes de cariño y agradecimiento como el crack mundial Arturo Vidal, y el crack noventero Marcelo Barticciotto quien dijo conocer toda su historia y lo consideraba un tipo tremendamente admirable.

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En una reciente entrevista, Reyes había hablado de política y del periodo de la Unidad Popular. Acá el texto íntegro:

Fútbol, vida y política con el tipo más querido del Monumental

Por Leonardo Salazar
Colocolo.cl

Tal vez él no lo sabe, pero Álvaro Reyes es el tipo más querido del Monumental. Respetado, admirado y activo, el médico jefe del Fútbol Joven goza con un pasado lleno de historias y emociones, un presente donde enseña y un futuro esplendor que lo espera para seguir cosechando un buen rato más… ¿Sus pasiones? El fútbol, el espíritu crítico, la vida misma.

“Nunca fui jugador”, dice de entrada Álvaro Reyes Bazán a sus 85 años, sentado en su escritorio-consulta en las dependencias del Fútbol Joven. Lo suyo era el rugby. “Jugué por la Universidad Católica y por el Stade Francés”, apunta.

Como hincha sí, ha vibrado desde siempre con el fútbol. Su padre, el también médico Alejandro Reyes Pérez, lo llevaba a ver a Colo-Colo desde pequeño, aunque el jugador que más recuerda con la casaca alba lo comenzó a conocer ya de adulto: Francisco “Chamaco” Valdés.

“Colo-Colo era el equipo que más me entusiasmaba, el que me gustaba de niño. Pero recuerdo también a las dos universidades. El Clásico Universitario era una fiesta popular”, dice.

¿Cómo entra a trabajar en el fútbol?

Mi primera experiencia fue con la famosa Universidad de Chile del Ballet Azul. Yo era cabro, no tenía un año de profesión. Dejé eso porque necesitaba continuar mis estudios de traumatología.

¿Trabajando en la Posta –donde ya era un reconocido anestesista- había llegado a la U?

Yo trabajaba con el doctor Arturo Lavín en la posta y él era director de la U. de Chile. Él me pidió que fuera a trabajar a la U, ad honorem, invitado por él. Ahí conocí el Ballet, dirigidos por el Zorro Álamos. Era una U especial.

Llego y me encuentro que había un médico de planta, dos dentistas, una asistente social, un psicólogo. Y eso llevó a la U a ser campeón y crear al Ballet Azul. Ningún club tenía eso.

¿Cómo sigue? 

Después entré a Ferrobádminton porque un amigo y colega mío, el doctor Carlos Salinas Apablaza me empezó a pedir que me fuera a ayudarle a Ferrodádbminton, porque él trabajaba para Ferrocarriles del Estado.

Llegué cuando Ferro estaba en Segunda División. Lo dirigía Francisco Hormazábal que fue un muy buen técnico (N de R: campeón con Colo-Colo en 1970). Y ocurre que salimos campeón y pasamos a Primera.

De ahí se alejó un buen tiempo

Pasó el tiempo. Estando de vacaciones en Papudo, junto con Nicanor Molinare –con quien teníamos una relación de parentesco (los dos éramos casados con las hermanas Zuanic)- me dijo: ‘Anda aquí en Papudo Paco Molina, que es técnico de la Unión Española y necesita un médico ¿Qué te parece que conversemos con él?’.

Cuando me encuentro con Paco Molina le dije: ‘Salí de Ferro porque me cansé’. Yo estaba cansado de la escasez de recursos, de la poca capacidad y creatividad de los dirigentes.

¿Estaba decepcionado?

Quedé con ese sabor un poco amargo, frustrante del fútbol… Me tocó ir a ver a un jugador de Primera División, profesional, un central de Ferrobádminton de apellido Valenzuela, a una población en invierno y tuve que entrar a la casa pisando ladrillos que habían puesto para no meterse al barro. Me meto a la pieza de este jugador y no tenía pavimento, nada, pisando la tierra. Eso es una imagen que le doy para ver las carencias del futbolista de ese tiempo.

Luego, en Papudo, Paco Molina me dice: ‘Hombre, Unión es otra cosa’. Me convencieron entre Paco Molina y Nicanor Molinare. Y me fui a encontrar con Abel Alonso que era el presidente de la rama de fútbol. Conversó conmigo, me dijo que iba a contar con todo lo que quisiera.

Es parte de la Unión tres veces campeón en los 70 y finalista de la Copa Libertadores

Sí, era un gran equipo ese.

También trabaja en la selección

Sí, con el Zorro Álamos. Estábamos jugando con Unión en Asunción, por Copa Libertadores 73, y me piden que desde allí me sume a la selección que jugó unos amistosos en México y Haití. De regreso pasamos a Lima y jugamos con Perú por las Eliminatorias.

Después de eso llega a verme a la Posta un funcionario de la Asociación Central a pedirme el uniforme de la selección. Nada más.

¿Así salió de la selección?

Así me sacaron. Inmediatamente nombran médico a un oficial de la Fuerza Aérea. Evidentemente estaban preparando todo para el Golpe.

¿Cómo vivió el Mundial del 62?

Me aboné. Fui a todos los partidos del Nacional. En esos años no era lujo. Fue grandioso. Nunca he visto una organización mejor que esa. Los partidos eran a las 2 de la tarde y yo entraba a mi turno a la Asistencia Pública a las 16 horas. Salía del fútbol, tomaba mi auto y llegaba a las 16 horas. El tránsito todo de bajada por avenida Grecia. En minutos estaba en Diagonal Paraguay con Portugal.

Y la organización era perfecta, uno tenía su asiento, no se lo quitaba nadie, estaba cómodo. La capacidad estaba muy bien calculada, los horarios eran perfectos…

¿Cuándo llega a Colo-Colo por primera vez?

En 1979, cuando llegó Pedro Morales (como DT). Él me trajo porque habíamos salido campeones en Everton (en 1976).

Después tuve un problema con el presidente Patricio Vildósola (1984) y me sacaron. Ya me habían sacado de la selección para el Mundial del 82.

Pero al poco tiempo volví a Colo-Colo cuando llega Arturo Salah (1986) y desde ahí, hasta ahora. Es toda una vida en Colo-Colo.

VIDA

Álvaro Reyes nació en Concepción, el primer día de 1928. A los 6 años partió junto a su familia a Santiago. Su padre Alejandro y su madre Ana Luisa se trasladaron por razones familiares. “Fue un periodo muy duro. Mi padre tenía muy buena situación en Concepción, era profesor de la Universidad de Concepción. Llegó a Santiago sin tener trabajo. Fue difícil la vida”, narra.

Cuénteme de su llegada a Santiago

Entré al Instituto Alonso de Arcilla y luego al tercer año de secundaria al Instituto Nacional. En el curso inmediatamente anterior al mío estaba el hijo del Presidente de la República de la época, Juan Antonio Ríos. No había ninguna cosa diferente. Era un espacio sumamente democrático. Estaba el hijo del Presidente pero yo tenía otros compañeros hijos de un almacenero, de un carnicero, así.

¿Cómo fue su niñez?

En Concepción, interesante. Mi padre era un hombre extraordinariamente interesante. De gran capacidad intelectual. Artista, escritor, poeta, aparte de ser médico. Tenía una virtud, era un conversador. A él lo invitaban a tertulias para escucharlo.

¿Heredó cosas de él?

Muchas. La parte de las letras. Él me enseñó mucho. Salíamos al cerro Caracol y me enseñaba las plantas. Le gustaba mucho la botánica, escribió un libro sobre el litre. Fue el primer hombre en Chile que se preocupó de la alergia.

¿Su padre también participaba en política?

Sí. Era un hombre de izquierda pero no era militante. Fue parte de la Federación de Estudiantes del año 20, famosa porque tenían un espíritu revolucionario.

Ese ambiente me formó a mí. Mi padre tenía muchos amigos artistas, escritores. Mariano Latorre, Luis Durand visitaban mi casa. Pintores como Pacheco de Altamirano. Había muchos cuadros de ellos en la casa de mis padres en Concepción. Siempre la casa era visitada por gente de mucha cultura. Yo de niño recuerdo que mis padres me llevaron a un concierto de Claudio Arrau. Esas vivencias tengo yo de niño. Leía mucho. Tenía un diccionario enciclopédico, un tomo grande. Lo ojeaba, leía. Aprendí las cosas más insólitas. Solo. Mis padres me decían: ‘Ya, son las 10 de la noche, anda a acostarte’. Y yo entretenido leyendo la enciclopedia. Eso a uno le crea un espíritu inquieto.

Seguramente ese espíritu hace que usted se haga militante del Partido Comunista

No tan pronto. Llegué al Instituto Nacional y me encontré con un ambiente muy diferente a donde yo estaba. Yo nunca fui creyente. Mis padres eran librepensadores, pero concurrían a misa. Me bautizaron de niño-grande, por cuestiones sociales. En el Instituto Alonso de Ercilla entré a los 8 años, salí a los 12. Tenía una voz muy especial. Me escogieron para cantar en el coro del Colegio, una Schola Cantorum.

¿¡Fue cantante!?

La Schola Cantorum era muy conocida en los medios religiosos de Santiago porque cantábamos misa, Te Deum. Los fines de semana, si no estábamos en la Iglesia de Los Sacramentinos, cantábamos en otra iglesia importante en Santiago.

A veces cantaba solo en la misa. Tenía buena voz… Yo nunca tuve fe. Hice mi primera comunión en el colegio, cerca de los 11 años y con todo lo que me habían hablado pensé que iba a sentir algo extraordinario cuando recibiera la hostia… y no pasó na’ (risas). Da risa pero esa fue una cosa especial.

Nos habían dicho que la fe era una gracia de dios y yo no tenía esa gracia. Llegué al Instituto y el ambiente era totalmente librepensador. Cuando estaba en el último año fui presidente del Instituto de Letras y tuve oportunidad de invitar a grandes escritores. Compañero de la Academia de Letras era José Miguel Varas. Ahí conocí a numerosa gente derechamente de izquierda.

POLÍTICA

¿Cuándo entra al Partido Comunista?

Ya después de ser médico. A los 26 años.

En 1972 usted va a La Moneda y atiende a Salvador Allende

Él visitaba con frecuencia la Asistencia Pública. Cuando fui a verlo, a La Moneda, fue porque él llamó a la Posta para decir que le mandaran un médico porque se había torcido una rodilla y estaba con mucho dolor. Y el médico jefe de la posta, el doctor Raúl Zapata, que era un DC parece o algo así, me llamó a mí y me dice: ‘Anda tú a ver’. Sabían cómo yo pensaba.

Ahí conocí a la Payita, la secretaria que tenía él. Ella me recibió. Atendí al presidente, le coloqué una rodillera de yeso, porque tenía un esguince de ligamento medial y después la Paya me invitó a almorzar. Yo iba con un paramédico. Almorcé en La Moneda.

¿Qué tal Salvador Allende?

Un hombre de una tremenda personalidad, muy sencillo, muy corriente, pero se notaba su peso intelectual y su personalidad, fuerte. Cuando llegamos a La Moneda, me llamaron cerca de la 1 de la tarde. Él había almorzado y sagradamente dormía una siesta de 20 a 30 minutos todos los días. Y no se podía hablar nada porque estaba durmiendo la siesta el compañero. Así que tuve que esperar a que se recuperara de la siesta para atenderlo. Y lo vi durmiendo… ¡si dormía en un sillón, en cualquier parte! No se retiraba para eso. El resto se retiraba para que él durmiera (risas).

¿Lo sorprendió el golpe militar?

No. Se veía venir. Había conflictos dentro del sector de la UP porque había gente que decía que había que avanzar sin transar y otros que pensaban que tenía que ser una cosa gradual.

¿Usted que pensaba?

Cuando salió Allende pensé que podía ser una cosa gradual. Y de hecho defendí ese planteamiento siempre. En la Asistencia Pública donde yo trabajaba había socialistas, había gente del MIR, el FTR tenía bastante gente. Conversaba con Abel Sepúlveda (hoy también en Colo-Colo), que era del FTR, le decía cuando conversábamos en la Posta: ‘Mira Abel: Lo más importante es que tú debes saber hacia qué lado disparas’. Empleé esa terminología porque él era de los partidarios de las armas. ‘Debes saber para qué lado disparas’. Y ellos estaban disparando contra el gobierno popular en ese momento.

El MIR estaba contra Allende y estaba traicionando al gobierno popular. Y el mismo Altamirano se restó del trabajo de apoyo a Allende. Si Allende era apoyado por el Partido Comunista al final solamente. Y con el Partido Comunista se conversó la posibilidad de pedir la alianza de la Democracia Cristiana para defender la democracia.

Usted estaba a cargo del Comité Empresa de la Posta. Era probable el golpe ¿Se había tocado el tema en la mesa, había algún instructivo?

Había un instructivo que había que prepararse para un enfrentamiento posible pero nosotros no teníamos armas. Teníamos instrucción de proveernos de elementos artesanales de defensa.

Tampoco era que usted y su gente iban a ir a La Moneda el día que ocurriera el golpe… No había nada preparado en ese sentido. Eso surgió espontáneamente para El Tanquetazo. Pero fue una reacción popular. No hubo nada preparado.

¿Cómo recuerda el 11?

Cuando iba para la posta, en el auto, escuché el discurso de Salvador Allende. Esa mañana partí poco antes de las 8 desde la casa. Deben haber sido las 8:10 cuando llegué a la posta. En el auto escuché la radio Magallanes. Escuché la declaración de los cuatro generales.

De inmediato captó que no era como el Tanquetazo

Nooooooo. Llegué a la posta y estaban los compañeros en la puerta, esperándome. ‘¡Compañero qué hacemos!’, me dicen. Y yo les dije: ‘Compañeros, esto es demasiado grande, así que hagamos cuenta de que viene un vendaval y nosotros nos agarramos de una rama, de un árbol, de lo que sea y esperemos que pase, a ver qué hacemos después. Por el momento cada uno en sus puestos, trabajando, ayudando en lo que se pueda’.

En la Posta, ese día, usted recibe y ayuda a la Payita

Entre las instrucciones que le di a la gente nuestra de la Posta, gente de la UP, era que salieran las ambulancias hacia el centro con gente de confianza. Salían las ambulancias sin que las llamaran. Va pasando una ambulancia por Morandé y, según ella contó, un Oficial le dice: ‘Y tú aquí Payita’. Justo pasa la ambulancia y dice: ‘Ella está herida’. Y se la llevan.

Llegó a la Posta en shock, con crisis de pánico, abrumada… Le puse una rodillera de yeso y justifiqué que quedara arriba en el 4° piso y no en Urgencias, en primer piso. Eso nos permitió sacarla en ambulancia.

La persona que la atendió, una auxiliar de enfermería, le ofreció llevarla a un departamento. Al personal de la ambulancia se le dio la dirección, ella les dio las llaves y ahí se fue la Payita.

Sospechaba que en algún momento llegarían a buscarlo los militares

Sí, sabía que era posible. Tuve un alivio cuando vi en la prensa que la Payita se asiló… Cuando me detuvieron, en el interrogatorio lo orientaron a saber de la Payita. Me torturaron sabiendo que la Payita estaba asilada.

¿Dónde lo toman detenido?

En la misma Posta. A mí me echaron de la Posta a los 6 días del Golpe. Mi exoneración aparece en marzo. Estuve sin ingresos todos esos meses…

Me llama un médico que había trabajado en la Asistencia Pública y que lo nombran director del Hospital Barros Luco. Me dice: ‘Vente para acá’. Me fui a la Posta a buscar los papeles. Entro y una enfermera conocida me ve y le noto una cara de pánico… No alcanzó a decirme nada porque un Oficial de Carabineros me toma por la espalda. Me dicen: ‘Sígame’. Me sacan al patio y me suben a un furgón de Carabineros. Un tipo alto, que yo había visto antes, me sube con un par de patadas al furgón.

Me llevaron a una comisaría, estuve una hora u hora y media y me trasladaron a la Escuela de Especialidades de la FACh. Esto fue el 17 de diciembre del 73. Ahí pasé la Pascua. Y me sometieron a interrogatorios y torturas. Me vendaron la vista, custodiado por dos conscriptos me llevaron al lugar de interrogatorio. Me preguntaron detalles de la Payita y gente de la UP de la Asistencia Pública. Fueron por lo menos unas dos, tres horas sometido a interrogatorio.

Lo primero que me hicieron para debilitarme fue hacer flexiones de rodillas. No era un chiquillo, tenía 44 años, pero buen estado físico. Me hicieron hacer unas 100 flexiones. Al día siguiente no podía caminar. Me trataba de parar y se me doblaban las rodillas.

Ese fue el inicio de la tortura. Después me zambulleron de cabeza en un tonel con agua, el submarino que le llaman, varias veces.

Luego me aplicaron corriente. Primero me hicieron tomar unos cables y luego me enrollaron en los genitales un cable eléctrico. Pensé: ‘Voy a gritar’.

Me tenían amarrado en una silla metálica, vendado. .. Gritaba. Por debajo de la venda veo un pie que se levanta y me dan una patada en el pecho.

De repente un tipo me pone una pistola en la cabeza, me pide que no haga ruido, ni una palabra... Entra una persona y era la jefa de personal de la Asistencia Pública. Yo estaba desnudo, vendado. Ella –se notaba- también entró vendada.

No sabía que estaba yo… Por eso el gallo me dijo que me callara. Le preguntaron sobre mí. Ella respondió. Debe haber estado más asustada que yo.

¿Logró verle las caras a los que lo torturaron?

Nooooo. Todo el tiempo yo estaba vendado. Ninguna noción de quién fue.

Luego, mientras estaba detenido, lo van a visitar los jugadores de la Selección Chilena

Yo pasé por el Estadio Chile como dos semanas y luego me trasladaron a la Penitenciaría. Inmediatamente me comenzaron a visitar amigos. Pedro García se portó estupendo conmigo. Debe haber sido en abril del 74 cuando fueron a verme los dirigentes de Unión Española, me regalaron un televisor Antú para ver el Mundial. Fue Abel Alonso. Incluso Fluxá (Presidente de la Asociación Central de Fútbol) y los capos grandes trataron de interceder ante el Gobierno Militar.

Luego, los seleccionados –me contaron después- iban hacia el aeropuerto y le pidieron al chofer del bus que pasaran al Penitenciaría y se bajó un grupo grande a saludarme. Y me regalaron un banderín firmado. Dentro de lo triste, esas cosas eran súper alentadoras.

¿Después no pensó salir del país?

Me lo ofrecieron pero decidí quedarme. Por mis principios y mis ideas decidí ayudar a luchar contra la dictadura. En la clandestinidad. Una vez me detuvieron los Carabineros por un control rutinario y yo llevaba una pila de propaganda dentro del auto. Me podrían haber eliminado.

Siempre pensé que, cuando estuve preso, no me eliminaron porque yo era una persona conocida. En una clínica donde trabajé a fines de los 70 e inicios de los 80 atendí a gente clandestina del Partido Comunista. Incluso gente del Frente Patriótico. En la clínica nunca se dieron cuenta.