lunes, 30 de septiembre de 2013

¿Y la violencia de los dirigentes?

Por Alejandro Pino Calad

Eduardo Pimentel, a la vez que amenazó periodistas, declaró su apoyo a Álvaro Uribe.

Estamos en un momento histórico: por primera vez toda la sociedad colombiana, incluyendo a los propios hinchas, está pensando en una lucha de frente contra la violencia de las barras bravas del fútbol. Lamentablemente, hay dirigentes con gestos que parecen no entender que esto es de todos, no sólo del barrista y la Policía.

El problema de los barras es social, nace en los hogares sin oportunidades, en una cultura pulida en la moral de la violencia partidista en la que el otro es mi enemigo, y en la herencia del narcotráfico en la que todo vale y se necesita ganarse el respeto al costo que sea, incluso al de la vida ajena o propia; pero creer que no tiene que ver con el fútbol es tan naíf como creer que el fútbol no es un negocio o una herramienta política.

El barrista, sea delincuente o no, es alguien que encuentra su razón de vida en el equipo y su comportamiento tribal (violento) se explica en la reafirmación de su identidad a partir de la negación de los que son diferentes. Así se han comportado desde las pandillas adolescentes hasta las masas nazis: mi yo depende de la supremacía sobre el otro y eso es sólo el reflejo de un grupo social profundamente carcomida, sin educación y sin un proyecto común como sociedad. Y si el punto de encuentro de estos jóvenes es el fútbol, pues el fútbol podría ser el primer paso para la solución.

Pero ojo, la solución no es cancelar torneos ni que Millos se vista de verde y Nacional de azul… ¡Menos culiprontismo y más trabajo social! Si se respaldaran programas con barras, si se trabajara en los barrios, si existieran oportunidades… pero sólo show: claro, vienen elecciones y como el fútbol da pantalla y la pantalla da votos, todos los que están en el poder se interesan por el tema. Bueno, todos, menos algunos dirigentes del fútbol a los que poco les interesan las elecciones y parece que menos el discurso de paz.

Las amenazas de Pimentel

Eduardo Pimentel, polémico como jugador y polémico ahora como dirigente, no da precisamente el mejor de los ejemplos cuando amenaza desde su cuenta de Twitter a periodistas. Todo comenzó muy directo, como casi siempre con Pimentel (porque es directísimo cuando el tema lo afecta), y hace doce días escribió que iba a demandar a un periodista de El Espectador: “Ahora comienzo demanda penal contra Espectador y periodista Valverde, por ejercer el sicariato periodístico malintencionado, de a uno atiendo” (sic), dijo haciendo referencia a Juan David Laverde (como quien dice, la demanda comenzó mal), quien había publicado esta investigación en el diario bogotano sobre un proceso que adelanta la Fiscalía General de la Nación sobre un posible lavado de activos en Boyacá Chicó.

Según el reporte de Laverde, Pimentel habría incurrido en irregularidades en la transferencia de Marco Pérez y en los manejos financieros del club entre 2005 y 2007, pero, además, recuerda que en este momento el dirigente y su club son protagonistas del ‘Caso Yhonny Ramírez’, una novela en la que la dirigencia del fútbol colombiano no puede permitir que el futbolista de Millonarios gane por ningún motivo.

Por supuesto, Pimentel está en todo su derecho de demandar a Laverde (para él, Valverde) si siente que se está afectando su honra y su buen nombre, está en la Constitución (esa que le encanta saltarse con sus leoninas formas de contratación a sus futbolistas), pero ahí es cuando el exfutbolista se empieza a convertir en un promotor de violencia: después de anunciar las acciones legales amenaza: “Periodistas Hoyos, Valverde, Samper, y otros quedan notificados “que si los veo les doy en la cara Maricas, para que aprendan a respetar” (sic). Ya sabemos quién es “Valverde”, “Samper” se refiere a Daniel Samper Ospina, columnista de Semana y crítico del dirigente, y “Hoyos” es José Fernando Hoyos, editor de informes especiales de la misma revista que ha publicado varios artículos sobre el ‘Caso Yhonny Ramírez’

Lo peor es que esta invitación a la violencia absurda y descarada (porque insisto, una cosa es que demande, está en todo su derecho, y otra que amenace con agresiones) llegó justo después del asesinato de Edison Alberto Molina, periodista de Puerto Berrío, Antioquia, quien había denunciado la corrupción del gobierno local lo que condujo a amenazas en su contra y terminó con él tiroteado a la salida de Puerto Berrío Stereo.

¿No es una invitación a la violencia el que uno de los dirigentes del fútbol colombiano salga a amenazar públicamente a periodistas que lo han criticado o investigado? Lo más absurdo es que la Dimayor, la misma que lo multó con $23 millones por decir que los árbitros en Colombia tenían padrino, con lo que se afectaba “la imagen del fútbol colombiano” según la sanción, no ha dicho ni pio. ¿No es peor para la imagen del negocio de Bedoya, Jesurún y compañía que uno de los que se sienta con ellos en las asambleas de clubes diga que le va a dar en la jeta a los periodistas?

No hay mayor muestra de inmadurez que no saber recibir críticas y no existe mejor prueba de falta de cultura que tener que recurrir al matoneo para defenderse. ¿Argumentación? Difícil cuando el personaje en cuestión cree que subiendo el volumen es que se ganan las discusiones.

Esto no es nuevo, por supuesto, y no es exclusivo del fútbol, pero en últimas estos señores, todos tan ricos, todos con hijos estudiando en universidades carísimas, todos con el título de ‘Presidente’ o ‘Don’ según el interlocutor, son una muestra más, una importantísima por cierto, de las debilidades de nuestra sociedad y de que el tema de la violencia sí tiene que ver con el fútbol.

Otro botón: José Fernando Salazar

Para la muestra está otro botón: José Fernando Salazar, presidente de Itagüí, el mismo que trató a los futbolistas de “prostitutas” en la famosa asamblea en la que todos los dirigentes se fueron en contra del presidente de Millonarios por haber contratado a Yhonny Ramírez y lo señalaron de “traidor”, explotó en su cuenta de Twitter tras un mal arbitraje de Juan Pontón en el Itagüí-Millonarios del domingo.

El arbitraje fue malo, es cierto, pero lo fue para los dos y Salazar sólo vio las fallas en su contra señalando que el árbitro “favorece al mismo como sucediera en clásico capitalino”. Esto es declarar que el juez pitó a favor de Millos y, por supuesto, miles de personas (la gran mayoría hinchas del azul) le empezaron a reclamar que fuera ecuánime. El problema empezó porque muchos seguidores embajadores señalaron que Salazar les había gritado “asesinos” a los aficionados visitantes presentes en Ditaires.

Acá voy a hacer una pausa: Salazar, quien jugara en Millonarios, es explosivo y a la vez su cuenta de Twitter está cargada de mensajes de la Biblia y citas de Paulo Coelho y Walter Risso. Esa curiosa dicotomía me ha llevado a parodiar su cuenta en Blu Radio con un espacio que llamo “El Hermano José Fernando” que sé que el tipo se goza… es un presidente eficiente que ha hecho una labor titánica con Itagüí y la comunidad de esta población del Valle del Aburrá, y si uno mira su equipo siempre ha estado peleando y por eso hoy está en Copa Sudamericana. De veras quiero creer que Salazar no le gritó “ahí están los asesinos de Bogotá” a una tribuna visitante, no es digno de un presidente de club y, hasta el momento, las pruebas son las declaraciones de hinchas rivales, lo que las compromete.

Pero al “Hermano José Fernando” se le saltó el “Fercho” y, tras ser cuestionado por la periodista Giselle Aparicio sobre el hecho, le envió un mensaje claro de amenaza: “Habrá que mostrarle a Gabriel Reyes como esta honorable periodista propicia paz desde su cuenta”. Por si no lo ubican, Reyes es el presidente de RCN, la empresa en la que trabaja Aparicio, y lo que hizo Salazar fue intimidarla con sus patrones por interrogarlo. Mejor dicho, la amenazó.

La historia de Salazar, si se mira bien, es muy similar a la de Pimentel: exfutbolistas que se han dado la pela de crear equipos y tratar de cautivar hinchadas y que lo han hecho con mucho éxito. Son unos titanes en su tarea y hay que aplaudirlos por las cosas buenas que han hecho, pero eso no les da derecho de amenazar a quienes les critican las malas decisiones o los cuestionan sobre ellas. Tanto Pimentel como Salazar pueden pasar al plano legal si sienten que algún periodista los difama, ese es el deber ser, pero tomar la pose del matoneo no sólo los hace quedar mal a ellos, sino a toda la dirigencia del fútbol colombiano.

Eso, señores, es generar violencia desde arriba. Lo lamentable es que no es la primera vez (ya una cabeza que criticaba rodó por presión dirigencial en un programa radial de la mañana), que seguramente no será la última y que ya se está volviendo un hábito de los dirigentes de nuestro fútbol que, cuando tienen una piedra en el zapato y no tienen cómo quitársela, hacen sentir el poder comercial y político que ha adquirido la Federación en los últimos años.

Le pasó al legendario Klim en El Tiempo cuando Alfonso López pidió su cabeza, no le va a pasar a uno que no es nadie…  en fin, yo sólo digo: #NoNosCallarán, el fútbol y sus dirigentes, por más poder que tengan con la primera clasificación al Mundial desde 1998, no pueden estar por encima de las leyes.

Tomado de Golcaracol.com

sábado, 28 de septiembre de 2013

Madureira 'se veste' de Che Guevara e faz homenagem

Tricolor lança duas camisas lembrando excursão para Cuba, há 50 anos. Os dois uniformes têm estampam fotos de Che Guevara e as cores cubanas.


Por Globoesporte.com

O ano de 2013 é de nostalgia para o Madureira. Há 50 anos, o clube voltava de uma excursão vitoriosa à Cuba, disputando cinco jogos e vencendo todos. Durante a visita ao país de Fidel Castro, que havia tomado o poder há quatro anos, quando derrubou o ditador Fulgencio Batista, o Tricolor Suburbano recebeu a visita do guerrilheiro argentino e líder revolucionário Che Guevara. O médico foi ao encontro do grupo brasileiro, fez fotos e bateu papo com os jogadores.

Para comemorar a data, o time de Futebol Sete do Madureira fez uma homenagem para Che. Disputando o Campeonato Carioca de Futebol Sete, a equipe lançou dois uniformes em alusão à visita do time ao país. Os dois uniformes, um grená, e outro nas cores azul, branca e vermelha (da bandeira cubana), levam a famosa foto de Che Guevara, e será usada em jogos do Tricolor no Carioca.

- Homenageando os 50 anos da visita do Madureira E.C. a ilha de Fidel, o Madureira Arena Akxe lança sua nova camisa. Tradição e história para um time vencedor!! - diz o recado do time.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Arsenal: bien en fútbol y en finanzas

Los “Gunners” tienen buen balance dentro y fuera de la cancha.


Revirtiendo los flojos comienzos de temporadas pasadas, Arsenal está al tope de la Liga Premier inglesa, luego de ganar cuatro de sus cinco primeros partidos.

Pero también los números son florecientes en la contabilidad del club, según un informe publicado este lunes, pese a que el propietario del club, Stan Kroenke, al final les dio el gusto a los hinchas y gastó 50 millones de euros (66 millones de dólares) al contratar a Mesut Ozil, proveniente del Real Madrid.

Arsenal dijo que al 31 de mayo —antes de la contratación de Ozil— tenía reservas en efectivo de 119,7 millones de libras (192 millones de dólares), la mayor entre los 20 clubes de la liga.

"Esta contratación fue resultado directo del trabajo duro que hemos hecho en años recientes para afianzar la capacidad comercial del club a fin de producir los ingresos consistentes y la firmeza financiera requerida para competir por los mejores jugadores del mundo", dijo el director ejecutivo Ivan Gazidis.

"Hemos emitido una declaración significativa (contratando a Ozil) y cuando Arsene (el entrenador)  decida que ha llegado el momento de invertir nuevamente, estaremos encantados de apoyarlo", afirmó el presidente Chips Kewsick.

Con información de AP

viernes, 20 de septiembre de 2013

Evo jugará fútbol para promover el fin de la violencia contra las mujeres

El presidente boliviano ayudará a impulsar la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.


El presidente de Bolivia, Evo Morales, participará a finales de este mes en un partido de fútbol para promover el fin de la violencia contra las mujeres, informó la ONU.

Según el organismo, el encuentro está pactado para el 26 de septiembre en Roosevelt Island, Nueva York, en el marco del 68 período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, foro que comenzó el pasado martes.

Además de Morales, en el desafío estarán funcionarios y diplomáticos de otros países, entre ellos el ministro de Relaciones Exteriores de Macedonia, Nicola Poposki, y la política noruega Lene Vagslid.

Los participantes se unirán a la iniciativa para buscar el fin de la violencia contra las féminas en el planeta y en particular en América Latina y el Caribe, región que es una de las más afectadas por el problema, precisó ONU-Mujeres en un comunicado.

El presidente de Bolivia -un permanente seguidor y practicante del fútbol- se ha sumado a varios choques deportivos para defender causas sociales, como el celebrado hace un año en Naciones Unidas, también para buscar el fin de la violencia de género.

Entre los objetivos del milenio acordados por la comunidad internacional para 2015 está la promoción de la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.

ONU-Mujeres tiene como prioridad que esas metas constituyan un objetivo independiente de la llamada agenda para el desarrollo sostenible posterior a 2015, cuando se cumple el límite fijado hace 13 años por 189 países.

Con información de Prensa Latina

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El gol más triste de Chile

Hace 40 años, la selección trasandina tuvo que enfrentar a la Unión Soviética en un reprechaje para Alemania '74. El golpe de Pinochet, las denuncias del Kremlin y un partido que nunca se jugó.



Por Pablo Aro Geraldes



El camino al primer Mundial de Alemania, el de 1974, estuvo lleno de imprevistos para la selección chilena: el grupo eliminatorio que integraba con Perú y Venezuela quedó reducido a un simple partido y revancha tras la deserción de los venezolanos. Un 2-0 abajo en Lima y el resultado inverso en Santiago obligaron a un tercer partido de desempate, en Montevideo. En el estadio Centenario el triunfo fue para Chile, pero los pasajes para la Copa del Mundo no estaban listos aún, faltaba una escala poco conocida. El fixture preveía una instancia más para el ganador del grupo 3 sudamericano: debía enfrentar en un último repechaje al vencedor de la zona 9 europea.

Con los papeles en la mano, la amenaza tenía los colores de Francia, pero un empate inesperado de los galos ante la República de Irlanda en París dejó al equipo dirigido por Georges Boulogne en la obligación de vencer a la Unión Soviética en Moscú, pero el conjunto de la sigla CCCP en el pecho pegó fuerte y con el 2-0 hizo sonar el despertador en medio del sueño mundialista trasandino. La cita de los chilenos se programaba entonces para el 26 de septiembre de 1973, pero no en París, como imaginaban, sino en el Estadio Lenin de Moscú. Un país amigo. Con la mente puesta en el repechaje con los soviéticos, planearon una gira de preparación por Guatemala, El Salvador y México, que luego de varias escalas los llevaría a tierras rusas. La mano venía bien. Antes de partir golearon 5-0 a un combinado de Porto Alegre. La despedida se fijó para el 11 de septiembre, pero…

Chile vivía uno de los momentos más oscuros de su historia. El 11 de septiembre de aquel año la furia asesina de un general llamado Augusto Pinochet pisoteaba el mandato democrático del presidente Salvador Allende e imponía una de las dictaduras más crueles y sangrientas de la historia. Esa mañana, mientras el Palacio de la Moneda (sede del gobierno de Chile) ardía bajo los bombardeos y Allende moría intentando defender el mandato popular, la selección chilena debía presentarse en el campo de entrenamiento de Juan Pinto Durán para ultimar detalles con vistas a la visita a Moscú. Esa práctica jamás llegó a realizarse. El lateral izquierdo Eduardo Herrera jugaba en Wanderers de Valparaíso y durante sus días en Santiago se hospedaba en el Hotel Carrera, a 100 metros del escenario del golpe de Estado. Él tiene fresca la memoria de esa mañana con olor a pólvora: “Al llegar al campo de entrenamiento el técnico Luis Álamos nos ordenó que volviéramos a casa. Pero yo tenía que llegar hasta el hotel y en el trayecto me detuvieron los militares una decena de veces: Me salvé de ser detenido porque tenía el bolso con la inscripción ‘Selección Chilena de Fútbol’”.

El fútbol del mundo siguió rodando normalmente en medio de dictadores y tiranos, de reyes despóticos y megalómanos con aires mesiánicos, incluso llegó a presenciar un Mundial en plena dictadura argentina, pero en aquel 1973 la Guerra Fría disparó un misil que dio de lleno en la pelota.

Durante el gobierno socialista de Allende, Chile mantuvo estrechas relaciones con el Kremlin y todo el bloque soviético. Con la irrupción de Pinochet y su dictadura apoyada desde los Estados Unidos hubo cambios: once días después del golpe, la Unión Soviética rompió relaciones diplomáticas con Chile, le ordenó a su personal diplomático que regresara al país y decretó el cierre de la embajada chilena en Moscú.

Al márgen de la cordillera todo era dolor y desconcierto. Tres días después del golpe era asesinado el cantautor Víctor Jara, una de las voces representativas de los trabajadores chilenos. Más lágrimas siguieron cayendo cuando el 23 de septiembre el poeta Pablo Neruda se murió rodeado de otras muertes y desapariciones, víctima de un cáncer que no le dio tregua. Y lo enterraron en soledad, sin sus amigos ni sus camaradas del Partido Comunista, todos perseguidos, en una tumba del cementerio General de Santiago, lejos de su amada playa de Isla Negra y su Premio Nobel de literatura.
El fútbol era lo de menos por entonces, pero la Selección Chilena conducida por Luis Álamos debía viajar hacia Moscú para cumplir su compromiso eliminatorio en medio de un clima sumamente hostil. Jugadores como Carlos Caszely y Leonardo Véliz, puntales del equipo y muy identificados con el gobierno socialista, temían por la suerte de sus familiares mientras ellos estuvieran de viaje.

El encuentro corría riesgo de no jugarse porque la dictadura decretó que no se podía abandonar el país. La Federación de Fútbol de Chile debía acatar la medida, pero el médico de la Selección, Dr. Jacobo Helo, resultó ser una influencia decisiva para que los chilenos pudiesen jugar en terreno moscovita: era medico personal del general Gustavo Leigh, Jefe de la Fuerza Aérea, y convenció al alto mando militar de que la participación del equipo favorecería la imagen internacional del gobierno militar. Finalmente, la Junta permitió el viaje, vía Buenos Aires. El largo sufrimiento comenzaba para muchos de los jugadores, amenazados. Les advirtieron sin eufemismos: “Si hablan, sus familias sufrirán las consecuencias”. El vuelo hizo escalas en Sao Paulo, Río de Janeiro y Panamá hasta que finalmente llegó a México. Una victoria 2-1 ante los aztecas sirvió como un relax para afrontar el siguiente tramo hacia Suiza (triunfo sobre el Xamax Neuchatel) y finalmente poner rumbo a Moscú.

El clima era terriblemente hostil. Antes de subir al último avión, los jugadores chilenos sintieron el miedo en carne propia cuando les advirtieron que si ingresaban a la URSS serían tomados como rehenes para cambiarlos por presos políticos de Chile.

Ya en Rusia, todo se agravó en la víspera del match, cuando el gobierno de los Estados Unidos reconoció oficialmente a la Junta Militar chilena. Para los rusos, el enemigo estaba de visita y buscaron hacerlo notar. Apenas llegados al aeropuerto Sheremetyevo, Caszely y Figueroa fueron retenidos algunas horas “por diferencias en las fotos de sus pasaportes”. Eran sólo jugadores de fútbol, pero para los soviéticos eran los representantes del país que derrocó al gobierno socialista.

Y así fue que el 26 de septiembre, a sólo dos semanas del golpe en Chile, el Estadio Lenin presenció un pálido cero a cero en medio de un frío inusual para el otoño que recién comenzaba: 5 grados bajo cero. Las actuaciónes notables de los centrales Elías Figueroa y Alberto Quintano hicieron posible el empate 0-0, pero hubo algo más que la gran tarea defensiva: Hugo Gasc, el único periodista chileno que estuvo en Rusia, contó alguna vez: “Por suerte el árbitro era un anticomunista rabioso. Junto a Francisco Fluxá, el presidente de la delegación, lo habíamos convencido de que no nos podía dejar perder en Moscú, y la verdad es que su arbitraje nos ayudó bastante”.

Igualmente, las actuaciones defensivas hicieron posible el empate y le pintaron a los chilenos un alentador panorama para la revancha en Santiago, pactada para el 21 de noviembre, en el Estadio Nacional de Santiago. Pero...

Otra vez “pero”. En el barrio de Ñuñoa, el Estadio Nacional se había convertido en algo más que el escenario de encuentros deportivos. Aunque la mayoría de los chilenos lo ignoraba (por censura de algunos medios y complicidad de otros) en las tribunas blancas, los militares habían montado un insospechado campo de concentración. Gregorio Mena Barrales era Gobernador de la localidad de Puente Alto –vecina a Santiago– por el partido socialista cuando fue detenido y trasladado al Estadio. Años después él relató: “Todos los días dejaban libres a veinte, cincuenta personas... Los llamaban por los altavoces. Los encuestaban. Les obligaban a firmar un documento declarando ‘no haber recibido malos tratos en el Estadio’ (aunque algunos aún lucieran muestras de las torturas y los golpes). Todos firmaban, era el precio que había que pagar. Muchos volvieron a caer (nadie es libre en una dictadura y menos en una como la chilena). La mayoría de ellos se incorporaba a la lucha clandestina. Todos esperábamos oír nuestro nombre alguna vez en las ‘Listas de Libertad’, era lógico y legítimo. No éramos culpables de otra cosa que la de ser defensores de legitimidad constitucional. Sin embargo cerca de mil quinientos nunca fuimos llamados.

Con el correr de los días las graderías se fueron despoblando: muchos libres, otros asesinados en las noches y un par de suicidas...".


Y el partido no empezaba... En medio del tormento, los militares cuidaban con tanta dedicación a sus prisioneros como al campo de juego. “El match de fútbol con la Unión Soviética debía realizarse allí, por ello cuidaban el césped con más cariño que el que le daban a una ametralladora”, destacó Mena Barrales, mientras recordaba que esa comisión de la FIFA y de la Federación de Fútbol de Chile “visitó el campo, se paseó por la cancha, miró con ojos lejanos a los presos y se fue dejando un dictamen: ‘En el estadio se podía jugar’”.
Conscientes del uso que le daban los militares al Estadio Nacional, en un momento las autoridades del fútbol chileno le propusieron al gobierno de Pinochet jugar la revancha en el Sausalito, de Viña del Mar, pero la Junta insistió con que debía jugarse en el Nacional, para mostrarle al mundo una cara pacífica de Chile. Francisco Fluxá era presidente de la Asociación Central de Fútbol (ACF) desde febrero de 1973 y le contó hace unos años al diario La Tercera que “entonces, los militares nos dijeron que no teníamos que decir que el Estadio Nacional era un ‘centro de tránsito, donde se identificaba a la gente que no tenía documentos’. Y para evitar problemas, propusimos el Sausalito como alternativa. Me comuniqué con el general Leigh y me explicó que ‘por órdenes de arriba no se puede en Sausalito: se juega en el Nacional o no se juega’”.

Sí, esta comitiva (integrada por el vicepresidente Abilio D’Almeida, brasileño, y el secretario general Helmuth Kaeser, suizo) visitó Chile el 24 de octubre y se quedó 48 horas en Santiago. Los militares limpiaron con esmero todo rastro de sangre, todo vestigio de tortura,aunque es muy probable que, amparados por su impunidad, los hayan dejado algunos detenidos a la vista, sabiendo que la FIFA no sospecharía de esas personas.


Los inspectores visitaron el estadio en el que permanecían aún unos 7 mil detenidos. Finalmente, estos emisarios ofrecieron una conferencia de prensa con el ministro de defensa, almirante Patricio Carvajal, a quien le obsequiaron un traba-corbata y un prendedor de oro con el logo de FIFA: “El informe que elevaremos a nuestras autoridades será el reflejo de lo que vimos: tranquilidad total”. El emisario brasileño se permitió aconsejar a los usurpadores del poder: “No se inquieten por la campaña periodística internacional contra Chile. A Brasil le sucedió lo mismo, pronto va a pasar”.

La FIFA había dado el OK. Pero claro, les habían ocultado el horror. “Después supimos que mientras estaba la gente de la FIFA en el estadio, varias decenas de detenidos fueron encerrados en pequeños camarines, con el fin de ocultarlos. Pero lo importante para nosotros era que el Nacional pasara la revisión”,
decía casi treinta años después el ex dirigente Fluxá, quien como única autocrítica aceptó que en el afán de ir al mundial se cometieron actos “éticamente cuestionables”. “Ahora pienso que no fue ético negar que en el Estadio Nacional había detenidos, pero en ese momento lo único que pensábamos era en llegar al Mundial de Alemania”, concluyó.

Sí, a pesar de todo el dolor, y de los reclamos soviéticos ante la FIFA (inclusive Bulgaria, Polonia y la Alemania Oriental amenazaron con boicotear el Mundial, cosa que finalmente no hicieron), Ñuñoa esperaba el repechaje para la Copa del Mundo Alemania 74. Pero...

Los soviéticos se negaron a viajar a Santiago, en un manifiesto repudio al régimen de Pinochet. Uno de los integrantes de aquel equipo soviético era el ucraniano Oleg Blokhin, quien no tiene buenos recuerdos de aquella eliminatoria: “Estuve presente en el 0-0 jugado en Moscú. Pero hablamos con el plantel y decidimos no jugar la revancha. No quisimos hacerlo porque estaba Pinochet en el gobierno. Para nosotros era peligroso viajar a Chile y le llevamos nuestra preocupación a la federación de fútbol. Al final se decidió abandonar la eliminatoria”. El Kremlin apoyó la decisión. Blokhin fue hasta 2006 diputado por el partido socialdemócrata de Ucrania a la vez que dirigió a la Selección nacional en Alemania 2006. Hoy es el técnico del FC Moscú.

La Federación de Fútbol de la Unión Soviética divulgó un comunicado para explicarle al mundo que no disputarían un match allí donde miles de supuestos opositores al régimen de Pinochet habían sido torturados y asesinados: “por consideraciones morales los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos (...) La Unión Soviética hace una resuelta protesta y declara que en las actuales condiciones, cuando la FIFA, obrando contra los dictados del sentido común, permite que los reaccionarios chilenos le lleven de la mano, tiene que negarse a participar en el partido de eliminación en suelo chileno y responsabiliza por el hecho a la administración de la FIFA”, explicaba la nota difundida a través de la agencia UPI.

Ante esta negativa, un integrante del Comité Ejecutivo de la FIFA se animó a vociferar: “Si Granatkin (presidente de la federación soviética) dice que el Estadio Nacional está ocupado con detenidos, yo saco una carta en la cual el Gobierno de Chile asegura que varios días antes del 21 de noviembre ese escenario estará a disposición del fútbol”. No les importaba nada, ni la sangre, ni la tortura, ni la muerte. La farsa debía continuar.

La noticia de la suspensión del partido llegó a la selección chilena en la medianoche previa al encuentro. El delantero Carlos Caszely hoy lo recuerda: “Esperábamos en la concentración de Juan Pinto Durán cuando nos comunicaron que los soviéticos no vendrían. Todo aquello, para quienes estábamos comprometidos con la libertad era de una tristeza terrible. Los familiares de los desaparecidos se me acercaban y me pedían: ‘Chino, tu que estarás en el estadio, por favor, averíguate si está mi hijo, o mi compañero de la universidad”.


El delantero Leonardo Véliz tiene recuerdos horribles de aquella tarde del 21 de noviembre. “Fue escalofriante. Creo que aún había rastros de lo que había acontecido en los vestuarios y fue algo muy difícil de asumir”, recordó 30 años más tarde.

Desde fines de octubre ya no quedaban detenidos bajo los graderíos del estadio. A la hora señalada, Chile y el árbitro local Rafael Hormazábal salieron al campo de juego. Era puro formalismo, para obtener el paso al mundial por descalificación de los soviéticos. La parodia se completó con una banda de Carabineros tocando el himno chileno mientras se izaba la bandera nacional.

Los jugadores de rojo –qué paradoja– sacaron del medio y trotaron torpemente pasándose la pelota ante un arco vacío. Hasta que Francisco Valdés, el Chamaco, llegó a la línea y esperó a que los fotógrafos enfocasen bien para empujarla de derecha. Tremenda payasada tenía un objetivo: Chile estaría en el Mundial Alemania ’74. Para otros, se trataba de una victoria del régimen pinochetista sobre el comunismo soviético.

Después, para entretener a las 18.000 personas que habían comprado su ticket, se improvisó un amistoso ante Santos de Brasil, que estaba en Chile. En vez de festejar la clasificación a la Copa del Mundo, se volvieron a casa con la amargura de un 0-5 humillante.

Entre el público que había ido a ver Chile-Unión Soviética estaba Mena Barrales, que volvía al estadio, ahora sin cadenas ni mordazas. “Fuimos los espectadores más ‘fanáticos’. Esperamos sentados, a la fuerza, un partido que nunca se efectuó”.
Igual, Chile tuvo que esperar hasta el 5 de enero de 1974. Ese día la FIFA aprobó su participación en la Copa.

La Selección Chilena participó en el Mundial de Alemania y se despidió sin ganar ningún partido. Tampoco consiguió victorias en sus dos participaciones siguientes, España ’82 y Francia ’98. En enero de 1998, en su hogar adoptivo de Austria, Mena Barrales esperaba la Copa del Mundo de Francia. Imaginaba viajar a Saint-Etienne para ver Chile-Austria, sus tierras queridas. Pero la muerte, la misma que esquivó bajo las tribunas del Estadio Nacional, esta vez se acordó de él. Ya no existían la Unión Soviética ni la Guerra Fría. La dictadura de Augusto Pinochet se prolongó hasta el 11 de marzo de 1990.


Artículo publicado en la revista Fox Sports, en octubre de 2008. Tomado de http://arogeraldes.blogspot.com.ar/

domingo, 8 de septiembre de 2013

Colombia sin fútbol para todos

Mientras en Argentina se ve el torneo local por televisión abierta, en Colombia resulta sumamente costoso acceder a las transmisiones del fútbol profesional.

Por Camilo Angarita

Hasta hace sólo dos años los colombianos podían disfrutar casi de todos los partidos del campeonato profesional que era transmitido por Telmex y Une, cableoperadores que eran muy comunes entre las personas de cualquier clase social en Colombia. Si bien no se transmitía libremente por televisión abierta, si una gran cantidad de hinchas podía disfrutar los partidos de su equipo gracias a la parabólica que era de fácil acceso para la gente.

Luego de 2012 la Dimayor vendió los derechos del fútbol profesional colombiano a la multinacional Directv, argumentando que Telmex y Une no lograban pagar lo que necesitaba el fútbol colombiano por los derechos de televisión. La decisión dejó a la mayoría de los fanáticos sin fútbol y haciendo cuentas para ver si podían tener el cable que ahora era el dueño de la transmisiones, que por un poco menos de 100.000 pesos colombianos (unos 50 dólares) ofrecía los partidos de la primera división y uno de la B los lunes. ¡Qué caro se volvió ver fútbol!

El caso contrario lo podemos observar en nuestro mismo continente, en el país de la pasión futbolera: Argentina. Por mucho tiempo los argentinos no tenían acceso al fútbol ya que los derechos le pertenecían al grupo Clarín, que con su filosofía de "pagar para ver" hizo que la mayoría del pueblo no supiera lo que era un Boca-River en vivo y en directo.

Luego de esto, de la mano de la presidenta argentina, Cristina Fernandez de Kirchner, se creó el Fútbol Para Todos que le devolvió a la gente el campeonato local, para que se pueda ver por televisión abierta. Algo así como si acá viéramos Liga ''Postobón'' por Señal Colombia, Canal Capital, Teleantioquia, Telepacifico, Telecaribe, etc, etc, etc.  (Ver video de cómo se manejan los derechos de tv en el fútbol argentino)



Ya van cuatro campeonatos seguidos en los que la mayoría de los colombianos tuvimos que volver a los tiempos del radio para enterarnos cómo va el partido de nuestro equipo, algunos intentan aprovecharse del Internet para poder observar la liga, pero como es obvio las dificultades de la red hacen difícil vivir la pasión del fútbol. Estamos entre sólo dos opciones: o va al estadio o paga Directv, si usted no está en la ciudad dónde juega su equipo se jodió. A pagar para ver.

Van a seguir pasando los campeonatos, los semestres y los años teniendo a Colombia sin fútbol para todos. Si nosotros los fanáticos de la pelota no nos hacemos escuchar, para pedir un fútbol más popular, más de la gente y menos capitalista nada va cambiar. Porque a nuestros dirigentes se les olvidó que el principal patrocinador del fútbol en su esencia, es la gente.

Habrá que buscar la manera de hacernos escuchar, y lamentablemente, parece ser que la única manera es tocarle el bolsillo a los dueños del fútbol. Puede que hayan mil maneras más de lograr que el país y la Dimayor se enteren que los hinchas estamos inconformes y que queremos un cambio en el manejo de los derechos del campeonato. Pensar cuáles son las formas de recuperar el carácter popular y social en las transmisiones es una tarea de todos los futboleros, de cualquier manera todos debemos tener claro que la solución no va ser suscribirnos al cable que ultra-privatizo el FPC.

jueves, 5 de septiembre de 2013

A 20 años del 5-0

Capítulo del libro sobre el 5-0 de Colombia a Argentina que cuenta el desenlace del histórico partido.

Por Mauricio Silva


A la salida del camerino, el público recibió a su Selección con otro corito histórico: “Pongan huevos, huevos Argentina. Pongan huevos, huevos de verdad. Que esta noche, cueste lo que cueste, que esta noche, tenemos que ganar”.

Colombia se tomó dos minutos de más en el descanso, “simplemente para ponerlos un poco más nerviosos –aclara “El Bolillo” Gómez–. La verdad es que en el intermedio insistimos: ‘seguimos con el mismo partido’. Y fue lindo ver como todos estaban concentraditos. Y lo hicieron”.

Cuando las camisetas amarillas saltaron a la cancha, y los jugadores apenas se estaban acomodando, las cámaras dejaron ver a Alexis Mendoza –el entonces zaguero central del Junior de Barranquilla, aquel equipo histórico que ese año saldría campeón de la liga colombiana–, entregándole indicaciones a Wilson Pérez, a Luis Carlos Perea y a “Barrabás” Gómez. “¡Ojo con el juego largo! Ahí va estar la clave. Si los controlamos arriba, la bajamos bien y se la damos al ‘Mono’, los de arriba hacen el resto”, recuerda haber dibujado el barranquillero.

“El Pibe” Valderrama, en otra demostración más de eso que fue la esencia de su arte –proteger la pelota en cámara lenta y en los momentos más críticos–, comenzó a pedirla y a entregarla cada vez más y cada vez mejor. Y como era de esperarse, “El Cabezón” Ruggeri, sin piedad, empezó a rasparle los tobillos.

Mientras tanto, la hinchada, como si se tratara de Di Stéfano (por no decir Maradona), arrancó a pedir a “El Turco” García: “Oe oe, oe oe, ‘Turco’, ‘Turco’”. Pero ni García ni el mismísimo Di Stéfano, ni la mejor versión de Maradona, podían salvar a esa Selección. No esa noche.

Así, cuando el minutero y el segundero asomaron al 49:50, Colombia empezó a vencer la cruzada con una maniobra de elevada inspiración. El disparo al corazón de la albiceleste.

Óscar Córdoba sacó largo a campo argentino y Ruggeri rechazó de cabeza. Ese rebote cayó en el círculo central y, “Barrabás” Gómez, sin dejarla caer, la cedió de cabeza a Freddy Rincón quien, tras controlarla, lanzó un pelotazo magistral de 40 metros directo a la figura esbelta de Asprilla.

“El Tino”, aquel muchacho desgarbado de quien Colombia podía –y todavía puede– esperar cualquier cosa, bajó la pelota como si acariciara una pompa de jabón. El control, el imprescindible control, que es el 50% del crack, una vez más fue natural en el tulueño. Entonces enfrentó a Jorge Borelli y, aun cuando amagó ir hacia adelante, en realidad enganchó largo hacia adentro. Obligado a ir al suelo, un instante antes de que retornara su marca, Asprilla le pegó de pierna derecha, abajo. Y el balón, apretado, pasó por entre las piernas de Sergio Goycochea. Otro Golazo. 0-2.

“La Gacela” corrió a celebrar cerca del banco colombiano. Hizo su media luna característica –la que tantas veces volvería a hacer muchos años después con la Tricolor– y levantó los brazos para que Leonel, que venía a la misma velocidad, llegara a romperlo en un abrazo.

Cuando la Argentina se fue a sacar de mitad de cancha, los hinchas empezaron a corear el canto recurrente de aquella época: “Maradoooó…, Maradoooó…” Y de nuevo con la plegaria a “El Diego de la gente”.

En el minuto 51:03, “El Chonto” metió la mano al balón y recibió la amarilla. En el 52:10, “El Coco” Basile llamó al “Turco” a la cancha y, antes de entrar, le dijo: “Tapás la salida por los costados… después toca hacer quilombo de aquí para el medio… pedila y buscá faltas”. ¿Qué significaba eso? Cualquier cosa. A esas alturas del partido, todo se movió en el terreno del desespero gaucho y del aguante colombiano.

Por orden de Maturana, Colombia se lanzó a marcar en la zona de arriba. Y la Argentina, obvio, arreció. Entonces, como si fuese la escena del duelo determinante en una película del viejo oeste –el enfrentamiento con el que el protagonista comienza a conquistarlo absolutamente todo–, empezó a jugarse ese otro partido sin ley, feroz, corto y definitivo: “El Bati” vs Córdoba.

En el 58:00, Redondo envió un pelotazo a la espalda de Wilson Pérez que Batistuta controló y que lo hizo entrar al área colombiana. En milésimas de segundos, el hijo de Reconquista (provincia de Santa Fe), sacó un ‘riflazo’ de pierna derecha con denominación de origen ‘Batigol’. Pero Córdoba, un atrevido de 23 años que apenas estaba regresando al arco, se logró ubicar y atajó a media altura de manera notable. El rebote lo arrojó Wilson Pérez a la tribuna, y dio para tiro de esquina. Entonces Batistuta, lamentándose, le dio la mano a su antagonista (iba uno).

Ese “corner”, en el 58:27, muy a pesar de que “El Turco” García lo cobró con penoso desgano, llegó una vez más al guayo de “El Bati”. Así, el más espectacular delantero que tuvo la Fiorentina en toda su historia –y el máximo goleador de la selección Argentina con 56 goles–, controló fuera del área, aguantó con su lomo, abrió el espacio y pateó violentamente con la izquierda, allá arriba. Era gol. Pero otra vez, en esa mezcla de reflejo y seguridad que fue su vocación, Córdoba evacuó con los dedos de la mano derecha (iban dos).

Segundos después, “Cordobita” (como le decían en la ‘Sele’) tuvo otras dos intervenciones claves: un tiro de esquina peligrosísimo que cobró “El Mencho” y que resolvió hábilmente por los aires (iban tres); y un control debajo de sus palos, tras un remate tibio del mismo Medina Bello (iban cuatro).

En solo un minuto y medio, Argentina tuvo la mejor producción de todo el partido. Sin embargo, ahí, en las manos del gran Óscar Eduardo –el portero de América de Cali que luego se convirtiera en el ídolo de Boca Juniors, tras ganarlo absolutamente todo con el equipo xeneise–, acabó la ilusión.

Y como siempre sucedió y sucederá en la Argentina (así algún día Dios abandone este plano físico), la masa volvió al neurológico cántico del: “Maradoooó..., Maradoooó...”. Una exigencia de corte divino que creció cuando en el Monumental se supo que Paraguay había marcado en Lima (1-1).

“El Bati” siguió peleándolas todas, más allá de la improductividad de su equipo. Simeone puso los huevos de siempre, incluso al borde de la sanción. Ruggeri se atrevió a llegar al área colombiana y tuvo una, con la punta de su zapato izquierdo, que, de nuevo, dominó Córdoba (iban cinco).

Ya no había manera de que el balón cruzara la meta del caleño. A esas alturas, la puerta de la casa de Colombia ya tenía una quíntuple cerradura.

Luego, el mismo Ruggeri, con una patada abajo, acudió al último recurso posible para salvar lo insalvable: dejar a Colombia con diez. El ex Boca, ex River y por entonces zaguero del América de México, provocó como pudo a “El Pibe” para buscar su segunda amarilla y, por ende, la expulsión. Pero “El Mono” no mordió el anzuelo. Luego lo insultó y lo empujó; y el samario ahí, quieto, sin pestañar, orgulloso, con porte de guerrero. Lo entendió todo.

A los 70:08, tras una supuesta mano de “Barrabás” Gómez en el área, varios brazos argentinos se levantaron para pedir un penal que no fue. Mientras Simeone protestó airadamente, el árbitro uruguayo dejó seguir. Aquel momento estéril terminó también con el partido de Redondo quien se fue con los antipáticos chiflidos de su pueblo.

Entonces ingresó Alberto “El Beto” Acosta, en lo que significó la resolución de ‘la crónica de una goleada anunciada’: volante por delantero, con un 0-2 adentro. “Estábamos en esos minutos dolorosos, cuando se produjo el cambio de Acosta por Redondo, lo que nos causó una enorme sorpresa, tanto que el ‘Bolillo’ me dijo: ‘¡Pacho, no lo puedo creer, se nos abrieron!’”, relató años después Francisco Maturana.

Pero quedaba una a favor de los locales. En el minuto 71:35, “El Turco” lanzó un ‘bochazo’ directo a los pies del “Beto” Acosta, a la espalda de Alexis Mendoza, que no controló. La entonces gran figura del partido, Óscar Córdoba, salió a achicar y, tras el remate de zurda del delantero de Boca, encajonó el balón entre sus piernas y su barriga. Sexta intervención concluyente. Ya no entró.

Así, cuando el reloj marcó el minuto 72:55, por cuenta del regalo estratégico –eso que llaman la ‘cojiba corta’, que tapa la cabeza, pero destapa los pies–, comenzó la avanzada del tercer gol. El cliché infalible: ‘el que no los hace los ve hacer’.

Valderrama recibió de Rincón y, a tan solo un par de metros antes de la mitad de la cancha, se la escurrió a “El Tino”. Entonces empezó una galopada digna de las sabanas del Serengueti. Con tranco largo, “La Gacela” del Parma dejó regado a Ruggeri quien amenazó con derribarlo. Borelli y Saldaña, los dos defensas que más sufrieron el partido, reaccionaron tarde ante la zancada del diamante colombiano.

A Borelli se lo llevó desde la mitad de la cancha por la banda izquierda. Saldaña, por su parte, no hizo el doblaje y “El Tino” –vivo y atrevido–, dibujó una nueva perspectiva y aprovechó para empujarla de nuevo, con lo cual logró entrar al área tirando los brazos y las piernas en un ritmo frenético. Desde que recibió la pelota, Asprilla tocó el balón doce veces en 46 pasos. Entonces metió un centro de pierna izquierda, al primer palo, que Goycochea destempladamente despejó.

Pero también estaba escrito que el rebote debía ser colombiano. La pelota le cayó a Leonel Álvarez quien enganchó con la derecha, ganó la posición y entró a las 16 con 50. Entonces, de zurda, lanzó un centro al segundo palo que tuvo en Rincón al último y certero receptor.

Desde Goycochea, pasando por Saldaña, Ruggeri, Altamirano, Simeone y Zapata, todos, absolutamente todos, miraron como Freddy Rincón –el morocho que dos años después luciría la número 10 del Real Madrid–, remató de pierna derecha, sin dejar caer el balón, un poco mordido, un tanto desacomodado. La pelota picó una vez en el piso y rozó levemente la espalda de Simeone. Y así, como en cámara lenta, el balón se metió al segundo palo de Goycochea, quien quedó como si hubiese mirado a los ojos a La Medusa. Por toda la concepción de la jugada, otro golazo. 0-3.

Tan despistados estaban todos los argentinos que, en la repetición local, la cámara enfocó a “El Tino” y puso de crédito el nombre de Rincón. Era evidente que todavía no los conocían del todo. Al primero le faltaba toda una carrera en Parma, Newcastle y otras siete camisetas más; y al segundo, otro tanto: Palmeiras, Nápoles, Real Madrid...

Enrique Macaya, leyenda del comentario en la Argentina, leyó la situación con fría austeridad: “Ya hay que pensar en hacer los cálculos respecto de Paraguay, porque lo que no le sale en un área a la selección Argentina, le sale en la otra al conjunto colombiano”. Se refirió, por supuesto, a la posibilidad de una Argentina fuera de la Copa del Mundo. En ese momento, todos los argentinos apretaron sus traseros.

Mientras tanto, para los 11 colombianos en la cancha, todo era irreal. Incluso la reacción del único protagonista que, supuestamente, debía ser imparcial. “Ahí, después del tercero, yo vi una cierta sonrisa en la cara del árbitro Filippi. Lo juro. El hombre, que hay que decir que pitó muy bien, estaba disfrutando del baile”, confiesa “El Chonto” Herrera, el eterno lateral derecho de Atlético Nacional (1986-1996).

Luis Carlos Perea, a sus 49 años, reconstruye una escena aún más reveladora: “después del tercer gol, ‘El Coco’ Basile salió del banco y le dijo a ‘El Beto’ Acosta que debía bajar a defender, seguramente preocupado por el marcador en Lima. El caso es que yo no recuerdo a un jugador haber ‘putiado’ y desobedecido a un técnico así. Ahí yo le dije a Alexis Mendoza, les vamos a hacer otro par”.

Y en medio de semejante drama, cuando todo era desespero, impotencia y preocupación para los actores de la casa, cuando el público ni siquiera había terminado de abuchear el tercero, cuando el cronómetro marcó 74:59, se vino de súbito el cuarto.

Pérez sacó de lateral para “El Tino” quien, con cierto desparpajo, la dejó pasar. Entonces la pelota llegó a los pies de Saldaña y éste tocó atrás, a Borelli, a esas alturas, ya ido del juego. Éste la paró larga y se la intentó devolver a Saldaña de nuevo. Pero “La Gacela” adivinó, interceptó con su elástica pierna izquierda e inició otra galopada fantástica. Jamás el pueblo colombiano olvidó esa fascinante manera de correr. Ahí iba el superdotado en el día de su graduación como ‘crack’.

Cuando se sintió ‘raponeado’, Borelli supo que nunca lo alcanzaría (ni siquiera a bordo de una Fórmula Uno); y se entregó, y se lamentó, y se notó, y después todo un país se lo cobró, al punto que nunca más volvió a ser el mismo aguerrido y respetado central de Racing Club.

Como suele suceder, la narración para Colombia todavía estaba en el gol anterior. Y mientras Adolfo Pérez entonó: “Empiecen a celebrar en Colombia, treinta minutos del segundo tiempo, pueden sacar el aguardiente…”, el niño terrible de Tulúa cabalgó, imponente y seguro –incluso insolente–, hacia el arco argentino.

Sergio Goycochea venía retrocediendo y estaba un poco desubicado, y todo eso lo leyó con mucho tino el negro Asprilla. Así que, apenas ingresó al área, con el borde interno de su pie derecho, sobre la carrera, con apenas la fuerza necesaria para que la pelota hiciera lo que hizo, la tiró por encima y ‘bañó’ al portero de River Plate. Segunda estatua de la noche de ese gran atajador, ex portero del Club Deportivo Los Millonarios, figura de Argentina en el Mundial del 90.

Y si los otros goles habían sido obras de alta elaboración, este fue el fragmento que simbolizó todo ese movimiento artístico que fue la Colombia de aquellos tiempos. ¡Golazo! 0-4.

Henry Agudelo, el reportero gráfico que había enviado el diario El Tiempo a Buenos Aires, rememora, dos décadas después, una escena que quedó plasmada para la eternidad: “No sé porqué decidí no ir por la celebración de Asprilla, a quien ya había fotografiado en el segundo gol, sino que me fui al banco a buscar un ‘no se qué’. Y ahí fue cuando hice la famosa foto, y tal vez única, de ‘Pacho’ Maturana carcajeándose como nunca se le vio jamás. Es que en la foto, en la que aparecen otros personajes del banco igual de felices, se les ve hasta el paladar”.

Un minuto y 47 segundos pasaron desde el instante en que entró el tercer gol y el  momento en que la pelota cruzó por cuarta vez la meta Argentina. De hecho, el guarismo fue aún más escalofriante. Desde que la selección Argentina sacó de mitad del campo –luego del remate de Freddy Rincón–, hasta el inmenso gol de Faustino Asprilla –que fue el cuarto–, tan solo pasaron 45 segundos.

Y vuelve y juega. “El Tino” celebró con otra cabriola espectacular que culminó en el piso cuando se dejó caer de rodillas. Entonces llegó Rincón y se arrodilló. Y “El Pibe” entró en el cuadro, de rodillas, también. Y luego llegaron Leonel y “Barrabás”, ambos de rodillas. La estampa de la redención.

William Vinasco Che, pintoresco como siempre ha sido, dijo en la transmisión: “Déjenme, déjenme antes de que venga la música, pedirle, pedirle a todos los alcaldes de Colombia, a las autoridades, si lo estiman conveniente, declarar el día de mañana cívico. Esto hay que celebrarlo sanamente, Colombia. Regresamos al Mundial... Colombia lleva cuatro, en Argentina, aquí en River, y Argentina 0… Nos falta voz, pero no nos falta corazón para entregarles a nuestros compatriotas lo que estamos viviendo en el estadio de River... Un día histórico, inolvidable. ¿Quién se hubiera imaginado que a los campeones, Colombia les iba a cobrar cuatro? Y esto no termina, para que conozcan los canguros. Seguro, canguro. Nosotros a los Estados Unidos, Argentina a Australia... El estadio vuelve a enmudecerse, ¿quién lo iba a creer? ¡Qué partido!”.

Sin embargo, el estadio no enmudeció. Por el contrario, el pueblo cantó de nuevo, y por mucho más tiempo que antes, sus santas alabanzas: “Maradoooó..., Maradoooó…”.

De hecho, todo tomó otro tinte. Ya no solo Argentina estaba frente a una vergonzosa goleada, sino de cara a la posibilidad de no ir a Australia y, por ende, de no asistir al Mundial.

Así que, en la cara B de ese disco bailable, sonó otra tonada angustiosa. Marcelo Araujo, el relator para la Argentina, la soltó: “En este momento lo que hay que evitar es que Colombia haga otro gol y que Paraguay lo haga en Lima”.

Por su parte, Enrique Macaya, marcó con nitidez esa otra realidad, la trascendental: “Esto debe ser histórico. No creo que haya antecedentes de una victoria de este tipo, por este marcador en favor de un conjunto en eliminatorias frente a la Selección”; a lo que el periodista de campo respondió: “No, ningún partido, Enrique. Ningún rival ha hecho cuatro goles aquí”.

Y de nuevo Macaya recordó: “Tendrá que buscar un gol Argentina, se le comienza a complicar inclusive hasta la clasificación. Y ya pensar directamente en que es lo que está sucediendo entre Perú y Paraguay, ¿no?”.

Araujo, con un leve hilo de voz, respondió: “Si Paraguay hace un gol en este momento, la Argentina se queda fuera de la Copa del Mundo de los Estados Unidos”. Y ya lo había dicho Bilardo un día antes: “¿De qué vamos a hablar durante todo el año del Mundial? Es terrible”.

Pero Dios es argentino y según su pueblo se llama Diego Armando Maradona (que no Bergoglio). Así que el milagro se les dio. Desde la tribuna empezó a bajar un tímido rumor que fue creciendo. Cuando el tiempo marcó 77:27, la gente gritó un gol lejano desde Lima (Perú 2- Paraguay 1). Con ello, si no pasaba algo más, Argentina aseguraba, por lo menos, su visita a Australia.

Entretanto, abajo en la cancha, el partido también era otro, uno extraordinario, uno fuera de todo contexto. Luego de 78 minutos de esperar para contragolpear, de ir a apretar cada balón, de morder, de ‘putiar’ y aguantar ‘coñazos’, Colombia, ahora si, comenzó a parecerse mucho más al equipo que había sido a lo largo de las eliminatorias y a esa Selección que, seis años atrás, había comenzado a escribir  su historia en la misma cancha y frente al mismo rival.

Entonces la Tricolor volvió a su fórmula más segura, la que le funcionó por más de una década: dársela, y volver a dársela, al “Mono” Valderrama. Así, a través de su eje dorado, de su ícono, decidió tocarla como si fuera Brasil 70, incluso a esa velocidad, triangulando, lateralizando, desesperando. Y de paso, Colombia lanzó un mensaje para siempre: ¡he aquí la consagración de la obra de Francisco Maturana!

De pronto sucedió lo impensado: la tribuna espontáneamente comenzó a cantarle el ‘ole’ a su propia Selección. Incluso podría leerse de otra manera: el pueblo argentino resolvió entonar un ‘ole’ a favor de Colombia.

El narrador Vinasco Che, claramente afectado, le dijo a la tele-audiencia nacional: “Vamos a extender nuestra transmisión, por favor a los ingenieros de Telecom y a Inravisión, lo mismo a las directivas de Caracol, hasta las siete de la noche, confirmado... Queremos que ustedes los colombianos vivan la emoción de esta fiesta que extenderemos con sus protagonistas hasta las siete”. Lo aseguró porque sabía que su colega, Adolfo Pérez, se había colado en el camerino, muy a pesar de las prohibiciones.

Y como si en la cancha lo hubiesen escuchado, los jugadores empezaron a mostrar lo más fino de su repertorio. En el minuto 79:11, “El Pibe” recibió de espaldas y, presionado por Simeone y Zapata, decidió lanzar un taco que se coló por el medio de los dos argentinos. Fantasía en tiempos de guerra.

Entonces la tragicomedia dio otro giro. En el 80:50, Marcelo Araujo avisó: “Hay gol de Paraguay, el partido está ahora dos a dos, en Lima. Las mismas necesidades entonces para el equipo argentino”. Un gol más de Paraguay y Argentina se quedaba por fuera del Mundial. Y si eso hubiese sucedido, entonces Maradona no hubiese retornado a la Copa del Mundo. Y si no hubiese vuelto a un Mundial, entonces el tema de la efedrina no hubiese trascendido. Pero Argentina si fue y llegó más lejos que Colombia, muy a pesar del famoso escándalo que cerró con otra frase célebre: “Me cortaron las piernas”, dijo Diego.

Así que, a partir del 81:39, Colombia optó por exhibir lo mejor de su criticado ‘toque-toque’. Valderrama ofreció su más elocuente versión y el equipo hizo 25 toques, todo sin pasar de la mitad de la cancha. Zapata, iracundo, acabó el concierto a punta de apellido. “El Tren” cayó al suelo y, mientras lo chequearon sus compañeros, le soltó la siguiente a “El Mono”. “¡Hey, ‘Pibe’!, ¿y el mío qué? Dame una que yo también quiero mojar”. Luego se paró y caminó hacia Freddy Rincón a quien también se la cantó: “Dame unita, familia, que yo la meto. ¿Me voy a devolver a Alemania sin un gol?”.

Paralelamente, arriba en la cabina de transmisión, Araujo insistió: “Un gol de Paraguay en Lima dejaría fuera de la Copa del Mundo al seleccionado argentino. Qué se hace Macaya, ¿cerveza? ¿Qué recomendás?”.

En el minuto 82:03, el “Bolillo” Gómez no soportó más la presión. Su traviesa neurosis –que con el tiempo lo llevó a sufrir ataques de pánico– lo hizo parar del banco. Cuando salía, se volteó hacía Maturana y le dijo al oído: “Nos jodimos, Pacho, nos jodimos, nos van a pedir la Copa del Mundo”. Y se metió al camerino donde se cruzó con un colado: Adolfo Pérez, quien ya estaba listo para tener las primicias del vestuario. “Hasta escondimos la cámara adentro para lograrlo”, recuerda Pérez. Y allá, en la absurda soledad de un estadio repleto, “El Bolillo” intentó llorar, pero no pudo. La mezcla de dicha y preocupación lo ató a un delirante abandono.

Pero faltaba el último acto de esa ópera tercermundista que fue Argentina vs. Colombia. Cuando el reloj marcó el 84:04, comenzó el aria inmortal que, al mejor estilo de Giacomo Puccini, coronó la tragedia con sensible dulzura: una especie de E lucevan le stelle, de Tosca. (Y las estrellas estaban brillando…)

Leonel robó un pase que “El Mencho” Medina le intentó dar a “El Turco” García y que “El Pibe”, atento, recogió. Y como siempre fue su práctica costumbre, Valderrama  distribuyó a un toque –esta vez largo y a tres dedos– e hizo correr a “El Tino” por el costado izquierdo, quien a esas alturas era el enemigo número uno del pueblo argentino.

Faustino Hernán Asprilla le hizo una vez más el mismo amague a Borelli (la misma treta del segundo gol: voy adelante pero engancho hacia adentro), y de forma displicente le escurrió la pelota a un “Tren” que venía a la velocidad del TGV.

Ni siquiera desde el ángulo que ofreció el encuadre de la cámara se vio que “El Tren Bala” venía zumbando. Tras su aparición, solo le bastó un toque leve para cambiar el rumbo del balón, para cerrar la historia, para dejar a medio camino a Goycochea (en su tercera estatua de la noche), para celebrar con milésimas de anticipación, y para que la redonda entrara lenta, limpia y sin problema. Fue la cereza en el pastel. Quinto golazo. 0-5.

Adolfo José Valencia Mosquera salió a bailar salsa en la raya lateral. A él llegaron  Rincón, “El Pibe”, “Barrabás”, Valenciano y Leonel. Por último llegó “El  Tino”, el compositor del track número cinco, y “El Tren”, reventado de la risa, le agradeció el detalle. El centro delantero del Bayern ahora si podía volver a Munich con total tranquilidad.

Pero faltaba algo más: el suicidio (a lo Tosca).

En el minuto 86:16, Simeone fue a disputar en el aire un balón dividido con “El Tren” y, malintencionado, descargó un codazo de roja directa. “Te mató negro hijo de puta”, le dijo al morocho. El delantero colombiano cayó con la boca ensangrentada. Le había roto el labio inferior y, aun cuando Luis Carlos Perea y Wilson Pérez se fueron a apretar al árbitro, “Barrabás” Gómez, viejo zorro, se fue a hablarle al oído al juez y le soltó una histórica: “No lo vaya a echar, señor juez. No lo vaya a sacar del partido porque después dicen que les ganamos porque tenían solo diez. No nos vaya a hacer eso”. A lo que el uruguayo, tal vez con la celeste puesta, tal vez en nombre de todos los suramericanos que han padecido la arrogancia argentina, tal vez porque las grandes instituciones eventualmente resultan insoportables, tal vez porque el fútbol es simplemente un asunto manejado por seres humanos, respondió como si fuera un juego de barrio: “No lo echo, está bien, pero háganle otro gol a esos hijos de puta”.

Cuatro minutos después de una literal ‘tocata y fuga’, el árbitro decidió acabar el espectáculo en el minuto 90:10. Así bajó el telón de esa pieza histórica que se tituló: Argentina 0 - Colombia 5, que cambió el rumbo de la pelota en América del Sur y que dejó un mensaje emancipador para este lado del orbe: nunca más habrá rival chiquito. Basta recordar ese Bolivia 6 - Argentina 1, en las eliminatorias del Mundial de Sudáfrica 2010. (Y con ‘El Messi-as’ a bordo).

Luego, tres veces más, también en eliminatorias, Colombia repetiría ese rotundo marcador de ‘El 5-0’: a Uruguay en 2004, a Perú en 2005 y a Bolivia en 2013. Por eso la trascendencia de aquel 5 de septiembre de 1993.

Los gauchos, entonces, fueron al repechaje gracias a que Paraguay no pudo remontar. Y Colombia, con cinco meritos y mucho más, clasificó directo al Mundial USA 94.

Pero como siempre ha sido y será tradición en esa suerte de esquizofrenia que es la vida nacional, de ahí en adelante todo el viaje se hizo a fuerza de pequeñas cuestas y extensos descensos.

Colombia creyó que el fútbol había cambiado su historia, pero su propia naturaleza, meses después, le recordó la más catastrófica de sus condenas: el crimen.

martes, 3 de septiembre de 2013

Juicio contra saharauis por una bandera durante partido de fútbol

Cinco jóvenes recibieron condenas de prisión de entre 4 y 10 meses por enseñar una bandera saharaui


La organización internacionalista Itaca ha informado que el sábado pasado se inició en Guelmim, en los territorios ocupados del Sahara Occidental, el juicio contra un grupo de jóvenes independentistas acusados de enseñar una bandera saharaui en un partido de fútbol, lo que en el Reino de Marruecos constituye una "provocación".

Dos internacionalistas catalanas se desplazaron desde Laayoune y acompañaron una delegación de diferentes organizaciones saharauis, con el objetivo de asistir como observadores al juicio y mostrar apoyo a los procesados ​y familiares. Durante el trayecto de ida y vuelta las activistas fueron detenidas en 10 controles policiales, donde fueron identificadas, retenidas largo rato e incluso insultadas.

A todo esto hay que sumar los seguimientos y grabación de imágenes, práctica habitual de la policía marroquí hacia las militantes saharauis y las internacionalistas presentes en los territorios ocupados por Marruecos con la complicidad histórica española.

Finalmente, un dispositivo de setenta agentes -uniformados y de civil- impidió el acceso de las personas solidarias al juicio, que concluyó con condenas de prisión de entre 4 y 10 meses para los cinco imputados.

Solidaridad internacionalista desde los Países Catalanes

La Organización Internacionalista de los Países Catalanes Itaca ha emitido un comunicado en el que denuncian "la vulneración de los derechos y libertades fundamentales que sufre el pueblo saharaui de los territorios colonizados por Marruecos desde 1975, las detenciones constantes, la represión contra las numerosas manifestaciones espontáneas y la situación de los más de 60 presos y presas políticas saharauis", así como "La política de empleo del Reino de Marruecos y la absoluta pasividad de la misión de la ONU (MINURSO), que bloquean el libre ejercicio del derecho a la autodeterminación del Sahara Occidental".

Itaca también denuncia las complicidades de los intereses económicos que perpetúan la ocupación en el Sahara: "El expolio de recursos por parte de empresas marroquíes, francesas, españolas-y catalanas-, entre otros, que se enriquecen con la actual situación de empleo "y exige la libertad inmediata de sus presos y presas políticas".

Tomado de llibertat.cat
Publicado originalmente en catalán

lunes, 2 de septiembre de 2013

Colombia: hinchadas con el paro agrario y popular

Así las autoridades censuren y repriman, y los medios de comunicación desinformen, son múltiples las manifestaciones de solidaridad de las hinchadas del fútbol con el paro nacional agrario y popular:


Hinchas de la Selección Colombia en partido de eliminatorias.


La Guardia (Santa Fe, Bogotá)


La Guardia (Santa Fe, Bogotá)


Revolución Vinotinto (Tolima, Ibagué)


Holocausto (Once Caldas, Manizales)


Comandos Azules (Millonarios, Bogotá)


Fortaleza Leoparda Sur (Bucaramanga)


Los del Sur (Nacional, Medellín)

*Envía tus fotos a futbolrebelde@gmail.com