Uno de los participantes de la Décima Conferencia Nacional Guerrillera habla sobre la pasión por el fútbol que se vivió en los Llanos del Yarí
Por Lucas Carvajal
Esto que escribo no es más que una suma de notas mentales, ideas sueltas, recuerdos preciosos. Se originan todos ellos de mi participación como invitado fraternal al debate de la X Conferencia de las FARC-EP celebrada en los Llanos del Yarí, del 17 al 23 de septiembre pasado. Podría hablar de la trascendencia histórica del momento, del debate fraterno, de la Colombia nueva que se engendró en esas llanuras ardientes. Pero voy a hablar de algo que me gusta, voy a hablar de fútbol.
Que el balompié es el deporte predilecto de nuestro pueblo es cosa conocida. Que, para pesar de algunos seudointelectuales de la izquierda militante -armada o no-, el fanatismo futbolero es mayoritario es también remarcable. Y que en las FARC-EP el fútbol gusta y se practica en cantidades industriales es algo inocultable.
Llegué al Yarí desde La Habana, reencontrándome con buenos amigos y amigas en una geografía desconocida y peculiar. En un escenario apabullante, construido en solo 13 días por el trabajo ejemplar de los combatientes del Bloque Comandante Jorge Briceño, se dio el debate más trascendental que ha enfrentado la guerrillerada fariana en los últimos años: la refrendación o no del Acuerdo Final suscrito en La Habana con el gobierno nacional.
Fueron días de trabajo intenso, de discusión y debate. Mujeres y hombres delegados por sus asambleas de base venían al Yarí con las inquietudes y propuestas de los frentes guerrilleros de todo el país. El resultado lo conoce el mundo: la aprobación unánime del Acuerdo. Y allí, en medio de todo, estuvo el fútbol.
Hinchas de Nacional como Ricardo Téllez y Walter Mendoza. Del América como Marco Calarcá, Fabián Ramírez, Matías Aldecoa y Milena Reyes. De Millonarios como Andrés París. Del DIM como Pastor Alape y Jaime Nevado. De Santa Fe como Carlos Antonio Lozada, Sergio Marín e Isabella Sanroque. Y los casos curiosos, que nunca faltan: Olga Marín y el Deportes Quindío, Mireya Andrade y el Deportivo Pasto, y Kerly, caqueteña, combatiente del Bloque Occidental y... ¡del Once Caldas!
Haciendo un balance “a ojo”, se destacaba una mayoría aplastante de guerrilleros hinchas de Nacional, matizada por el revival santafereño del Bloque Comandante Jorge Briceño. Y yo, solitario con la camiseta del Rojo de aquí para allá, recordando siempre que al América lo fundó el liberalismo de izquierdas de Cali, que Gaitán nos hizo saque de honor cuando enfrentamos al Sucre de Lima y que la selección soviética nos visitó en el Pascual cuando prefirió perderse el Mundial del 74 a tener que jugar en el infame Estadio Nacional de Pinochet.
Y la sonrisa me la saca un camarada delegado del Frente 36. Antioqueño hasta los tuétanos, se me acerca y se declara americano desde que tiene uso de razón. Charlamos de viejos triunfos, de glorias pasadas y retos presentes. El balón hermana, construye, crea afinidad.
Y en la sala de prensa, de nuevo, el fútbol. Amigos, amigas, contendores políticos y enemigos del proceso, periodistas todos, futboleros la mayoría. Total, en mi breve paso por la sala de prensa, la Conferencia me premia con nuevas adquisiciones para esa iniciada colección que el conflicto interrumpió: una camiseta retro del América de 1983 y la casaca alterna de Chacarita Juniors, ese misterioso club donde anarquismo, guapería y hasta antisemitismo conviven en raro crisol. Regalos fruto del hecho de la confraternidad y compinchería derivada del saberse del mismo club, de querer los mismos colores.
René Higuita demuestra todo este desorden que trato de argumentar. Cuando llega al aeropuerto de La Macarena, la estación de policía se desocupa: todos los agentes quieren una foto con El Loco. Y en la Conferencia ocurre lo mismo: centenares de guerrilleros se agolpan a su alrededor, le piden una foto, un autógrafo, una sonrisa. René, viejo amigo de la paz, está para todos. Parece ser el más consciente de la importancia del momento, del precio de la reconciliación. (Ver artículo: "René Higuita asiste a conferencia guerrillera")
Partidos improvisados bajo el implacable sol del Yarí, discusiones sobre el estado actual de nuestros clubes favoritos, los desalentadores resultados de Colombia en el mundial de futsal, etc. Y hay que decir que allí, también, el fútbol negocio, el deporte bursátil: guerrilleros del Guaviare que discuten sobre los salarios de la Liga española, chicas del Putumayo que deliran por Cristiano Ronaldo, la ansiedad por los resultados de la Champions.
Los días pasan, la Conferencia termina, se esfuman los conciertos, terminan los discursos del camarada Timo y la emoción colectiva de una paz cercana, real. Arranco para Cartagena, a un evento completamente distinto, protocolario, aburrido. Un balance personal indica que siempre preferiré el sol rojo del Yarí, los reencuentros de viejas amistades y las canchas polvorientas.
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