domingo, 13 de diciembre de 2020

El año de la pandemia fue también el de los deportistas organizados

El signo de 2020 fue el de los torneos en “burbujas”. Pero estrellas del fútbol, la NBA, el tenis y la Fórmula Uno salieron de la burbuja que a veces los aísla y humanizaron el deporte con reclamos colectivos.


Por Roberto Parrottino
Tiempo Argentino

Pierre Webó le preguntó seis veces al cuarto árbitro Sebastian Coltescu: “¿Por qué dijiste 'este negro'?”. París Saint-Germain-Estambul Başakşehir empataban sin goles el martes por la última fecha del Grupo H de la Champions. El árbitro, por indicación del rumano Coltescu, había expulsado al camerunés Webó, asistente técnico del equipo turco. Estallaron en el banco de suplentes. Neymar y Kylian Mbappé, estrellas de PSG, se sumaron a las recriminaciones. “No podemos jugar con este tipo”, instó Mbappé, de padre camerunés. Y los futbolistas, unidos contra el racismo, abandonaron el campo de juego del Parque de los Príncipes. Nunca había sucedido en la historia de los torneos de la UEFA. En las calles de Francia, semana tras semana, hay marchas que piden derogar la “ley de seguridad global”, que prohíbe filmar abusos policiales, resistida por antiinmigrante y antimusulmana. En 2020, los deportistas de élite, desde el fútbol y la NBA hasta el tenis y la Fórmula Uno, se organizaron: lucharon por sus derechos y se involucraron en asuntos sociales. En el año de las competiciones en “burbujas” por la pandemia, muchos salieron de la burbuja real que a veces los aísla en sus vidas. Humanizaron el deporte.

“Cállate y juega”, le había dicho Laura Ingraham, una de las periodistas más reconocidas de Fox News, a LeBron James. Era febrero de 2018. Crítico de Donald Trump, LeBron le respondió: “No nos vamos a callar y vamos a jugar”. Replicó las protestas de Colin Kaepernick, el jugador de fútbol americano que se arrodillaba ante el himno por la vergüenza que le producía un país que perseguía a su pueblo. El Black Lives Matter (“Las vidas de los negros importan”). En junio, después del asesinato de un policía blanco a George Floyd, LeBron se convirtió en el principal exponente en el reclamo de justicia. Y en un líder anti Trump. Lo apoyaron otras figuras de la NBA. Pero en septiembre, después de que un policía le disparara siete tiros al ciudadano negro Jacob Blake, organizó una asamblea en el epicentro de la “burbuja” de Disney, donde se cerraba la temporada de la NBA, y votaron un paro histórico que se replicó en otros deportes. Como en el Masters 1000 de Cincinnati, que se frenó a pedido de la tenista Naomi Osaka, de padre haitiano. “Antes que deportista, soy una mujer negra -dijo Osaka, japonesa, 23 años, quien ya ocupó el Nº 1 del ránking de la WTA-. Ver el genocidio de personas negras a manos de la policía me enferma”. Osaka, ganadora del US Open, mostró barbijos con nombres de víctimas de la brutalidad policial. “Odio cuando dicen que no deberíamos involucrarnos en política y solamente entretener”.

“Los atletas se despertaron en 2020 -dice Dave Zirin, editor de deportes en la revista The Nation- porque vieron las manifestaciones más grandes en la historia de Estados Unidos, después de que el asesinato policial de George Floyd fuera grabado y viralizado por todo el mundo. La burbuja que rodea a los atletas profesionales estalló”. En la Premier League inglesa, la liga más millonaria del fútbol, los jugadores salieron con camisetas del Black Lives Matter y se arrodillaron en las canchas. Marcus Rashford, delantero de Manchester United, uno de los diez futbolistas mejor pagos de Inglaterra, volvió a marcarle la cancha al gobierno conservador de Boris Johnson: le pidió al Parlamento que cubra “todas las comidas infantiles durante los días festivos y las vacaciones hasta el verano de 2021”. A mitad de año, después de publicar una carta, el gobierno había dado marcha atrás con el recorte de comidas en las escuelas en plena pandemia. En asociación con una editorial, lanzó ahora una campaña de lectura infantil. Hijo de Melanie, madre soltera que trabajaba 14 horas por día, Rashford es centro de ataques de partidos y medios de derecha, que le cuentan la compra de propiedades. “Tengo 23 años -les respondió-. Vengo de tener muy poco. Necesito proteger mi futuro y el de mi familia. Por favor, no escriban estos artículos haciendo referencia a mi 'campaña'”.

Lewis Hamilton, el campeón negro de la Fórmula Uno, horadó en el automovilismo, un deporte más cerrado que otros. Se arrodilló en las pistas y subió a podios con buzos que reclamaban el arresto de “los policías que mataron a Breonna Taylor”, ciudadana estadounidense. “Algunos de ustedes figuran entre las más grandes estrellas y sin embargo permanecen silenciosos frente a la injusticia”, les dijo el inglés a los demás pilotos. “Nadie mueve un dedo en mi industria, un deporte dominado por blancos. No se levantaron y se pusieron a nuestro lado”. Siete veces campeón de la Fórmula Uno (igualó a Michael Schumacher), piloto que más dinero ganó en la historia, Hamilton sufrió bullying y racismo en la escuela del barrio de Stevenage y, también, en los años iniciales de karting. Aprendió karate para defenderse, mientras dormía con un póster de Ayrton Senna en la pared de su habitación.

“Ya hemos estado aquí antes, con los proyectos de Derechos Humanos en los Juegos Olímpicos y la Democracia Corinthiana de Sócrates, por ejemplo. Pero sí, este año se ha experimentado un fuerte aumento. Es Black Lives Matter, pero también un número creciente de activistas climáticos entre los deportistas (Héctor Bellerín, Patrick Bamford) y contra la pobreza y el hambre (Rashford) -explica el sociólogo inglés David Goldblatt, autor de libros de fútbol-. Muchos deportistas se están volviendo más seguros a medida que toman más control sobre sus carreras ante los clubes y las federaciones. La antipolítica en el deporte está disminuyendo. Hay atletas más reflexivos y más educados también porque los gobiernos y los oligarcas han hecho del deporte lo que los atletas finalmente se dan cuenta”.

Son deportistas “incómodos”, como la estadounidense Megan Rapinoe, mejor futbolista del mundo, defensora de los derechos de la comunidad LGBT. El cambio propiciará otros a corto plazo. La revista Sports Illustrated eligió a LeBron como el “atleta activista” de 2020. Lo siguió Osaka. Pertenecen a una generación que levanta la voz ante las injusticias y comunican desde las propias redes sociales, un sentido diferente de ser. Sus voces son escuchadas. No sólo permanecen y transcurren. Son los continuadores modernos de Muhammad Ali, el boxeador que le dijo “no” a la Guerra de Vietnam. De los atletas del Black Power, que levantaron el puño con un guante negro en los Juegos de México 68. De Diego Maradona, que se le plantó a la FIFA en el Mundial 86 por los horarios de los partidos en el mediodía mexicano y que creó un sindicato de futbolistas. Fueron símbolos. Excepciones. Ahora parece ser colectivo.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Maradona por Eduardo Galeano


Jugó, venció, meó, perdió. El análisis delató efedrina y Maradona acabó de mala manera su Mundial del 94. La efedrina, que no se considera droga estimulante en el deporte profesional de los Estados Unidos y de muchos otros países, está prohibida en las competencias internacionales.

Hubo estupor y escándalo. Los truenos de la condenación moral dejaron sordo al mundo entero, pero mal que bien se hicieron oír algunas voces de apoyo al ídolo caído. Y no sólo en su dolorida y atónita Argentina, sino en lugares tan lejanos como Bangladesh, donde una manifestación numerosa rugió en las calles repudiando a la FIFA y exigiendo el retorno del expulsado. Al fin y al cabo, juzgarlo era fácil, y era fácil condenarlo, pero no resultaba tan fácil olvidar que Maradona venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor, el delito de denunciar a viva voz las cosas que el poder manda callar y el crimen de jugar con la zurda, lo cual, según el Pequeño Larousse Ilustrado, significa «con la izquierda» y también significa «al contrario de como se debe hacer».

Diego Armando Maradona nunca había usado estimulantes, en vísperas de los partidos, para multiplicarse el cuerpo. Es verdad que había estado metido en la cocaína, pero se dopaba en las fiestas tristes, para olvidar o ser olvidado, cuando ya estaba acorralado por la gloria y no podía vivir sin la fama que no lo dejaba vivir. Jugaba mejor que nadie a pesar de la cocaína, y no por ella. Él estaba agobiado por el peso de su propio personaje. Tenía problemas en la columna vertebral, desde el lejano día en que la multitud había gritado su nombre por primera vez. Maradona llevaba una carga llamada Maradona, que le hacía crujir la espalda. El cuerpo como metáfora: le dolían las piernas, no podía dormir sin pastillas. No había demorado en darse cuenta de que era insoportable la responsabilidad de trabajar de dios en los estadios, pero desde el principio supo que era imposible dejar de hacerlo. «Necesito que me necesiten», confesó, cuando ya llevaba muchos años con el halo sobre la cabeza, sometido a la tiranía del rendimiento sobrehumano, empachado de cortisona y analgésicos y ovaciones, acosado por las exigencias de sus devotos y por el odio de sus ofendidos.

El placer de derribar ídolos es directamente proporcional a la necesidad de tenerlos. En España, cuando Goicoechea le pegó de atrás y sin la pelota y lo dejó fuera de las canchas por varios meses, no faltaron fanáticos que llevaron en andas al culpable de este homicidio premeditado, y en todo el mundo sobraron gentes dispuestas a celebrar la caída del arrogante sudaca intruso en las cumbres, el nuevo rico ése que se había fugado del hambre y se daba el lujo de la insolencia y la fanfarronería.

Después, en Nápoles, Maradona fue santa Maradonna y san Gennaro se convirtió en san Gennarmando. En las calles se vendían imágenes de la divinidad de pantalón corto, iluminada por la corona de la Virgen o envuelta en el manto sagrado del santo que sangra cada seis meses, y también se vendían ataúdes de los clubes del norte de Italia y botellitas con lágrimas de Silvio Berlusconi. Los niños y los perros lucían pelucas de Maradona. Había una pelota bajo el pie de la estatua del Dante y el tritón de la fuente vestía la camiseta azul del club Nápoles. Hacía más de medio siglo que el equipo de la ciudad no ganaba un campeonato, ciudad condenada a las furias del Vesubio y a la derrota eterna en los campos de fútbol, y gracias a Maradona el sur oscuro había logrado, por fin, humillar al norte blanco que lo despreciaba. Copa tras copa, en los estadios italianos y europeos, el club Nápoles vencía, y cada gol era una profanación del orden establecido y una revancha contra la historia. En Milán odiaban al culpable de esta afrenta de los pobres salidos de su lugar, lo llamaban jamón con rulos. Y no sólo en Milán: en el Mundial del 90, la mayoría del público castigaba a Maradona con furiosas silbatinas cada vez que tocaba la pelota, y la derrota argentina ante Alemania fue celebrada como una victoria italiana.

Cuando Maradona dijo que quería irse de Nápoles, hubo quienes le echaron por la ventana muñecos de cera atravesados de alfileres. Prisionero de la ciudad que lo adoraba y de la camorra, la mafia dueña de la ciudad, él ya estaba jugando a contracorazón, a contrapié; y entonces, estalló el escándalo de la cocaína. Maradona se convirtió súbitamente en Maracoca, un delincuente que se había hecho pasar por héroe.

Más tarde, en Buenos Aires, la televisión trasmitió el segundo ajuste de cuentas: detención en vivo y en directo, como si fuera un partido, para deleite de quienes disfrutaron el espectáculo del rey desnudo que la policía se llevaba preso.

«Es un enfermo», dijeron. Dijeron: «Está acabado». El mesías convocado para redimir la maldición histórica de los italianos del sur había sido, también, el vengador de la derrota argentina en la guerra de las Malvinas, mediante un gol tramposo y otro gol fabuloso, que dejó a los ingleses girando como trompos durante algunos años; pero a la hora de la caída, el Pibe de Oro no fue más que un farsante pichicatero y putañero. Maradona había traicionado a los niños y había deshonrado al deporte. Lo dieron por muerto.

Pero el cadáver se levantó de un brinco. Cumplida la penitencia de la cocaína, Maradona fue el bombero de la selección argentina, que estaba quemando sus últimas posibilidades de llegar al Mundial 94. Gracias a Maradona, llegó. Y en el Mundial, Maradona estaba siendo otra vez, como en los viejos tiempos, el mejor de todos, cuando estalló el escándalo de la efedrina.

La máquina del poder se la tenía jurada. Él le cantaba las cuarenta, eso tiene su precio, el precio se cobra al contado y sin descuentos. Y el propio Maradona regaló la justificación, por su tendencia suicida a servirse en bandeja en boca de sus muchos enemigos y esa irresponsabilidad infantil que lo empuja a precipitarse en cuanta trampa se abre en su camino.

Los mismos periodistas que lo acosan con los micrófonos, le reprochan su arrogancia y sus rabietas, y lo acusan de hablar demasiado. No les falta razón; pero no es eso lo que no pueden perdonarle: en realidad, no les gusta lo que a veces dice. Este petiso respondón y calentón tiene la costumbre de lanzar golpes hacia arriba. En el 86 y en el 94, en México y en Estados Unidos, denunció a la omnipotente dictadura de la televisión, que estaba obligando a los jugadores a desplomarse al mediodía, achicharrándose al sol, y en mil y una ocasiones más, todo a lo largo de su accidentada carrera, Maradona ha dicho cosas que han sacudido el avispero. Él no ha sido el único jugador desobediente, pero ha sido su voz la que ha dado resonancia universal a las preguntas más insoportables: ¿Por qué no rigen en el fútbol las normas universales del derecho laboral? Si es normal que cualquier artista conozca las utilidades del show que ofrece, ¿por qué los jugadores no pueden conocer las cuentas secretas de la opulenta multinacional del fútbol? Havelange calla, ocupado en otros menesteres, y Joseph Blatter, burócrata de la FIFA que jamás ha pateado una pelota pero anda en limusinas de ocho metros y con chófer negro, se limita a comentar:

—El último astro argentino fue Di Stéfano.

Cuando Maradona fue, por fin, expulsado del Mundial del 94, las canchas de fútbol perdieron a su rebelde más clamoroso. Y también perdieron a un jugador fantástico. Maradona es incontrolable cuando habla, pero mucho más cuando juega: no hay quien pueda prever las diabluras de este inventor de sorpresas, que jamás se repite y que disfruta desconcertando a las computadoras. No es un jugador veloz, torito corto de piernas, pero lleva la pelota cosida al pie y tiene ojos en todo el cuerpo. Sus artes malabares encienden la cancha. El puede resolver un partido disparando un tiro fulminante de espaldas al arco o sirviendo un pase imposible, a lo lejos, cuando está cercado por miles de piernas enemigas; y no hay quien lo pare cuando se lanza a gambetear rivales.

En el frígido fútbol de fin de siglo, que exige ganar y prohíbe gozar, este hombre es uno de los pocos que demuestra que la fantasía puede también ser eficaz.

*Tomado de "El fútbol a sol y sombra".

jueves, 27 de agosto de 2020

Las protestas contra el racismo paralizan el deporte en Estados Unidos

La MLB (la liga de béisbol), la MLS (la de fútbol), la WNBA (la de baloncesto femenino) y el tenis se unen al histórico boicot en la NBA por el caso de brutalidad policial en Wisconsin. 


Por Diego Fonseca
El País

Primero fue la NBA, que suspendió los tres partidos de playoffs programados para la jornada del miércoles en la burbuja de Disney World después de que los Milwaukee Bucks boicotearan, en una decisión sin precedentes, el encuentro ante Orlando Magic y no comparecieran en protesta por el caso de brutalidad policial en el que un agente tiroteó por la espalda al afroamericano Jacob Blake en la ciudad de Kenosha (Wisconsin). Y después fueron la MLB (la liga de béisbol), la MLS (la de fútbol), la WNBA (la de baloncesto femenino) y el tenis, con la jornada suspendida en el Masters 1000 de Cincinnati, los que se sumaron al histórico boicot y paralizaron el deporte en Estados Unidos en protesta por la violencia racista y policial en el país.

La tenista Naomi Osaka, ganadora de dos Grand Slam y una de las jóvenes con más talento del circuito, anunció en sus redes sociales que no iba a jugar este jueves la semifinal del Masters 1000 de Cincinnati contra la belga Elise Mertens. ”Antes que una atleta soy una mujer negra. Y siento que hay asuntos mucho más importantes que necesitan atención inmediata en vez de verme jugar al tenis”, argumentó en el comunicado la japonesa, de 22 años. La tenista afirmó que estaba cansada del “continuo genocidio de gente negra a manos de la policía”. “¿Cuándo será suficiente?”, se preguntó en el mensaje, en el que incluyó el nombre de víctimas de violencia policial como Jacob Blake, Breonna Taylor, Elijah McClain y George Floyd, cuyo asesinato a manos de la policía en mayo desencadenó una ola de protestas en todo el mundo bajo el paraguas del movimiento Black Lives Matter. Tras la decisión de Osaka, la ATP y la WTA decretaron la suspensión de la jornada en Cincinnati. “Como deporte, el tenis está adoptando colectivamente una postura contra la desigualdad racial y la injusticia social que, una vez más, ha pasado a primer plano en los Estados Unidos. La USTA, el ATP Tour y la WTA han decidido reconocer este momento en el tiempo pausando el juego en el Western & Southern Open el jueves 27 de agosto. El torneo se reanudará el viernes 28”, anunciaron los organizadores en un comunicado.

Los equipos de la MLS tampoco disputaron la séptima jornada de la liga por el caso de brutalidad policial contra Blake, de 29 años, que el fin de semana recibió siete disparos en la espalda por parte de la policía. Los primeros en tomar la decisión fueron los jugadores del Inter Miami y el Atlanta United, que se enfrentaban en el Inter Miami Stadium (Fort Lauderdale, Florida) y decidieron no jugar el partido. Los deportistas de ambas formaciones posaron abrazados junto a los árbitros en el centro del campo antes de que se suspendiera el encuentro. La mecha prendió y ocurrió lo mismo en el choque entre los Dallas FC y los Rapids de Colorado en Frisco, en el Real Salt Lake-Los Ángeles FC, en el San Jose Earthquakes-Portland Timbers y en el enfrentamiento entre Los Angeles Galaxy y Seattle Sounders, que anunciaron que tampoco saldrían al terreno de juego.

La protesta se hizo extensiva en la MLB y en la WNBA. Los Milwaukee Brewers y los Cincinnati Reds no jugaron su partido de liga en el Miller Park, en Milwaukee. Tampoco se disputó el encuentro entre San Francisco Giants y Los Angeles Dodgers ni el que enfrentaba a San Diego Padres con los Mariners de Seattle, el club con la mayor cantidad de jugadores negros de la competición. En la liga femenina de baloncesto se cancelaron tres encuentros. El sindicato de las jugadoras emitió un comunicado en el que piden enfocar el problema: “Lo que hemos visto en los últimos meses, y más recientemente con el brutal tiroteo policial de Jacob Blake, es abrumador”.

El boicot emprendido por los jugadors de la NBA provocó la cancelación este miércoles de los tres partidos de los playoffs de la competición agendados para la jornada: Milwaukee-Orlando, Oklahoma-Houston y Lakers-Portland. Este jueves, después de que algunas plantillas –sobre todo los Lakers de Lebron James y los Clippers de Kawhi Leonard– pusiesen sobre la mesa la posibilidad de forzar la cancelación de lo que queda de temporada, los jugadores han decidido terminar las eliminatorias.

Muchos deportistas de la NBA habían revelado hacía tiempo su malestar por el racismo policial. Por ejemplo, algunos participaron en las manifestaciones y marchas celebradas en varias ciudades de EE UU en protesta por el asesinato de George Floyd, fallecido por asfixia el 25 de mayo en Minneapolis después de que el agente de policía blanco Dereck Chauvin le clavara la rodilla en el cuello durante 8 minutos y 46 segundos mientras protestaba porque no podía respirar.

El caso de Blake, como el de Floyd, fue grabado en vídeo. En un fragmento de 20 segundos se ve cómo el afroamericano, de 29 años, recibe siete disparos de un agente en la espalda mientras intenta entrar por la puerta del lado del conductor de su vehículo, en el que se encontraban tres de sus hijos. Antes, el propio policía, con un compañero, intentan detenerlo, pero él no les hace caso. El hombre permanece grave en un hospital y los médicos temen que se quede parapléjico. Su muerte desencadenó en Wisconsin protestas antiracistas y contra la violencia policial que en la noche del martes –la tercera consecutiva con disturbios– dejaron dos muertos y un herido.


domingo, 5 de julio de 2020

"Que la industria del fútbol no descubra que puede prescindir de los espectadores": Bielsa

El entrenador Marcelo Bielsa considera "injusto" dejar de valorar lo que el aficionado representa.


Marcelo Bielsa dijo en una rueda de prensa que desea "que la industria del fútbol no descubra que puede prescindir de los espectadores".

El técnico argentino, actual entrenador del Leeds United en la segunda división del fútbol inglés, se refirió a la reanudación de las ligas europeas sin público en las gradas debido a la pandemia del coronavirus.

"Sinceramente no recuerdo haber pasado por una situación de este tipo de jugar sin público. Sería injusto no valorar lo que el aficionado representa para cada equipo", explicó.

Con la declaratoria de la pandemia, la mayoría de ligas de fútbol profesional suspendieron las competiciones. Algunas de ellas se han reanudado sin la presencia de hinchas en los estadios, como el caso de Inglaterra.

Esta situación excepcional ha sido criticada por agrupaciones de aficionados, que consideran que jugar a puerta cerrada protege los intereses económicos de las transmisiones televisivas, mientras deja de lado a los hinchas y los reduce a telespectadores.

martes, 16 de junio de 2020

Napoli-Juventus: historia de un choque cultural que se transformó en clásico

“Ganarle a la Juve no era sólo un partido -dijo alguna vez Maradona-. Era ganarle al Norte rico y próspero”. La antipatía es anterior al enfrentamiento en la cancha entre Diego y el francés Platini: se remonta nada menos que a 1861, con la unificación del país.


Por Roberto Parrottino
Tiempo Argentino

“¿Tenés dos chicas?”, le pregunta por teléfono Maradona a una mujer. Son las tres y media de la mañana del 7 de enero de 1991. La mujer, integrante de la Camorra, la mafia napolitana al mando del clan Giuliano, le dice que sí, y que espere, que no corte: su hijo lo quiere saludar. “¿Qué pasó en Turín, Diego?”, le pregunta. El día anterior, Napoli había perdido 1-0 ante Juventus. “Una desgracia -le responde-. Son unos hijos de puta”. La comunicación es intervenida por las autoridades locales. “Operación China”. La relación Italia-Maradona se había roto en el Mundial 90. En septiembre es condenado a 14 meses de prisión por tenencia de cocaína. Y luego de un doping positivo abandona la ciudad por la puerta de atrás.

Una rivalidad que antecede a Maradona

El Reino de Piamonte, cuya capital llegó a ser Turín, unificó en 1861 a Italia, hundió tras una guerra de diez años al Reino de las Dos Sicilias, cuya capital era Napoli. Robo de riquezas, desindustrialización, abandono y migración de trabajadores. De ahí que, como escribió el antropólogo francés Christian Bromberger, un triunfo de Napoli ante Juventus se considera “una especie de revancha de un Sur víctima de un Norte desdeñoso”. Juventus, el club de la automotriz FIAT (Fabbrica Italiana Automobili Torino), propiedad de los Agnelli, es presidido hoy por Andrea Agnelli, hijo, sobrino y nieto de presidentes. En 2017, Agnelli fue suspendido un año por entregarles entradas para la reventa a los ultras, vinculados a la 'Ndrangheta, la mafia calabresa. Porque los negocios sucios no son patrimonio del Sur de Italia.

“Ganarle a la Juve no era sólo un partido -dijo alguna vez Maradona-. Era ganarle al abogado Agnelli y al Norte rico y próspero”. El Sur de Italia -el mezzogiorno- había ganado un sólo scudetto antes de la llegada de Maradona: el Cagliari, en 1970. El Napoli con Diego gana dos Serie A (1987 y 1990), la Copa Italia 1987, la Copa UEFA 1989 y la Supercopa de Italia 1990. “Chi non salta juventino è”, cantan los napolitanos, y “velan” a Juventus en cajones bianconeros. Es la respuesta a los cantos racistas en los estadios del Norte. “Sentí qué olor, se escapan hasta los perros/ están llegando los napolitanos/ los colerosos, terremotati/ que con el jabón nunca se lavaron/ Napoli mierda”. En 1981, antes de que pasara de Argentinos a Boca, Juventus buscó a Maradona. El presidente Giampiero Boniperti viajó a Argentina. Ofreció 1.300.000 dólares a cambio de un préstamo por un año. Pero el pase se cayó: la FIAT atravesaba uno de los mayores conflictos sindicales de su historia. La familia Agnelli era también dueña de los diarios Corriere della Sera y La Gazzetta dello Sport. En 1984, ya con Diego en Napoli, le preguntaron a Gianni Agnelli, tío de Andrea, por qué no lo había contratado. “No somos tan ricos para tenerlo -dijo-, ni tan pobres para necesitarlo”. Era la Juventus del francés Michel Platini.

El coronavirus invirtió los papeles históricos entre Norte y Sur. Con epicentro en la región de Lombardía, muchas personas escaparon hacia el Sur. Se cerraron fronteras internas. Tres regiones del Norte (Emilia-Romaña, Piamonte y Lombardía) concentran el 70% de los casos de Covid-19, mientras que las seis regiones del Sur suman menos del 8%.

El duelo hoy

La actual Juventus, con Cristiano Ronaldo como estrella, hegemoniza la Serie A: ganó los últimos ocho scudettos. En el medio inauguró su moderno “Juventus Stadium”. El Napoli conserva el viejo y raído San Paolo. Pero lejos está de otros tiempos en los que llegó a jugar en la tercera división después de una quiebra económica. Rescatado por el productor de cine Aurelio De Laurentiis, Napoli fue cuatro veces subcampeón de Juventus. En 2012 hasta le ganó la final de la Copa Italia. Y en el actual equipo juega el delantero belga Dries Mertens, que en la reanudación del calcio post pandemia se convirtió en el máximo goleador histórico del club (122 goles), superando a Marek Hamšík (121) y a Maradona (115). Juventus tiene como entrenador a Maurizio Sarri, de paso exitoso por Napoli. Y a Gonzalo Higuaín, que “traicionó” a Napoli en 2016, y es hoy imagen de papeles higiénicos que se venden como souvenirs en la ciudad. “El abogado Agnelli -recordó por aquellos días Maradona- me cortejaba como un enamorado, me puso un cheque en blanco sobre la mesa. Pero no podía traicionar el amor de los napolitanos. La relación con Higuaín ha terminado, pero nunca lo hará conmigo”.

De aquellos duelos históricos entre Napoli y Juventus queda “el gol imposible” de Maradona en el San Paolo en 1985, anterior a los títulos. El 3 de noviembre se cumplirán 35 años. Tiro libre indirecto dentro del área. Stefano Tacconi en el arco de Juventus. La barrera adelantada, a casi cinco metros en lugar de los 9,15 reglamentarios. Sin ángulo. “No importa, tocala que yo me arreglo”, le dice Maradona a su compañero Eraldo Pecci. La última victoria de Napoli ante Juventus había sido 12 años atrás. Una caricia de zurda. Gol y triunfo 1-0.



“Juventus-Napoli es un choque cultural entre dos Italias muy lejanas y que entienden la vida y el fútbol completamente diferente -dice Antonio Moschella, periodista napolitano y tifosi de Napoli-. Y aquel momento fue la sublimación del acto de rebeldía del pueblo napolitano, siempre frustrado por su impotencia contra los tiranos del Norte. Si el Napoli mira hoy sin miedo y a los ojos a Juventus, es gracias a aquel gol de Diego”.

Tomado de: https://www.tiempoar.com.ar/nota/napoli-y-juventus-se-disputan-la-copa-italia-los-antecedentes-de-una-rivalidad-historica

sábado, 6 de junio de 2020

Cuentos de fútbol: Atiguibas (Julio Ramón Ribeyro)


En el viejo estadio nacional José Díaz -ahora ampliado y modernizado- viví de niño y luego de muchacho horas inolvidables. Con mi hermano vimos desfilar por la grama pelada de la cancha a los más renombrados clubes del fútbol de Argentina, Brasil y Uruguay. Y también del Perú, hay que decirlo, pues entonces teníamos grandes jugadores y equipos que realizaron hazañas memorables. En las Olimpiadas de Berlín del 36, para poner un ejemplo, estuvimos a punto de campeonar luego de vencer a Austria por 4 a 2. Pero a Hitler no le gustó la cosa: que negros y zambos de un país como el Perú derrotaran a rubios teutones era para él no sólo un traspié deportivo sino un revés ideológico. La FIFA, presionada por el Führer, ordenó que se anulara el partido alegando que la cancha tenía no sé cuántos metros más o menos de largo. Nos retiramos de las Olimpiadas, con lo que salvamos nuestra dignidad, pero perdimos el campeonato.

En esa época, cuando venía un equipo extranjero, había que ir al estadio a las diez de la mañana, si uno quería encontrar sitio en las tribunas populares. El partido de fondo era a las cuatro de la tarde, de modo que para que el público no se aburriera se jugaban antes unos diez o doce partidos preliminares: calichines, infantiles, juveniles, equipos de barrio o clubes de segunda y tercera división. Todo ello bajo un sol de plomo, pues las temporadas internacionales eran en pleno verano. Los espectadores tenían que ponerse viseras o fabricarse gorros con papel periódico. Y la mayoría de ellos llevar su almuerzo en bolsas o paquetes, si no querían desfallecer de hambre a mitad de la tarde. Las tribunas se convertían así no sólo en una galería atestada de hinchas síno en un gran comedor público o picnic distribuido en las graderías. Y en un tráfico de vendedores ambulantes, pues siempre faltaba algo que comer o que beber o que fumar y entonces entraban a tallar los mercachifles que se deslizaban por las gradas ofreciendo empanadas, butifarras, anticuchos, cigarrillos al menudeo y botellas de cerveza y gaseosas. Cuando el partido estaba que ardía, se deslizaban agachados, casi reptando, pues de lo contrario eran blanco de insultos y proyectiles, si no eran simplemente echados a empujones por encima de las cabezas de los espectadores hasta aterrizar al borde de la cancha.

Un detalle para completar el ambiente de las tribunas populares de entonces: la de "segunda", a la que íbamos mi hermano y yo, era de cemento hasta las diez primeras gradas y de madera hasta la parte más alta. No había en ellas baños ni retretes. Después de horas de ver fútbol y de beber, el público quería orinar. No quedaba más remedio que subir hasta la última grada y mear por encima de la baranda sobre el espacio de tierra situado entre las tribunas y las altas paredes que cercaban el estadio. Quien en esos momentos se arriesgara a caminar por ese lugar tenía asegurado su duchazo de orines. Pero lo más frecuente era que los meones no pudieran subir hasta la última grada porque había mucho público o porque ya no se aguantaban y entonces buscaban un orificio en las graderías de madera y adoptando posiciones grotescas metían su pito por allí y se aliviaban entre las risas y bromas de los hinchas. En esa época no iban mujeres al estadio. El fútbol era sólo cosa de machos.

El grito surgió en medio del tenso silencio que reinaba durante el partido entre el popular club nacional Alianza Lima y el visitante argentino de turno, el San Lorenzo de Almagro. Los negros del Alianza acababan de empatar a un gol con sus rivales cuando la voz resonó en lo alto de la tribuna de segunda:

-¡Atiguibas!

Era la primera vez que escuchábamos ese grito. El público lo recibió con risotadas y el partido continuó, cada vez más angustioso pues los argentinos amenazaban sin descanso el arco aliancista. Pero cada cinco o diez minutos volvía a escucharse el grito:

-¡Atiguibas!

Y el ambiente se relajaba.

Pronto los argentinos concretaron su dominio: el corpulento Lángara, centro delantero vasco del San Lorenzo, marcó tres goles seguidos, el último de ellos con un cañonazo desde treinta metros. Ya no había nada que hacer, habíamos perdido. Dejamos las tribunas con el rabo entre las piernas justo cuando un último "¡Atiguibas!" resonaba en el estadio y lograba apenas hacernos sonreír.

A partir de entonces, no hubo match internacional o de campeonato, en el que este grito no se escuchara en el estadio, estuviese el partido aburrido o apasionante, fuésemos ganando o perdiendo, despertando siempre hilaridad en el público. ¿Quién lo lanzaba? Su autor era al parecer inubicuo, alguien que estaba un día en una tribuna y luego en una diferente. Mi hermano y yo, a fuerza de ir al estadio, logramos localizar el origen del grito en la parte alta de la tribuna de segunda y a veces en la tribuna de popular norte, pero no distinguimos al sujeto que lo lanzaba. La voz era potente, ronca, una voz borrachosa o negroide. Pero el estadio estaba lleno de borrachosos y negroides. ¿Qué significaba además esa palabra? Nadie lo sabía. Todos a quienes preguntamos, en el estadio o fuera de él, decían haberla escuchado pero ignoraban su significado.

Una tarde al fin logramos ver al gritón y en circunstancias más bien sombrías. Fue durante un partido muy esperado en el cual el campeón nacional Universitario de Deportes -del cual mi hermano y yo éramos hinchas furiosos- recibía al campeón brasileño Sáo Paulo. Como el uniforme de ambos equipos era blanco, Universitario por cortesía con el visitante cambió el suyo por una camiseta verde. Ver salir a nuestro equipo con una camiseta de otro color nos dio mala espina. Había de por medio además un duelo entre centrodelanteros: Leonidas, llamado el Diamante Negro brasilero, y Lolo Fernández, el Cañonero peruano. Apenas sonó el silbato se escuchó un estruendoso "¡Atiguibas!" que puso a todos de buen humor. Y el buen humor aumentó cuando nuestro equipo abrió el marcador gracias a un tiro libre de Lolo Fernández. El primer tiempo terminó a nuestra ventaja, pero al comenzar el segundo el Diamante Negro se destapó. Era un negro de frente muy despejada, casi calvo y de físico esmirriado, pero diabólicamente técnico, inteligente y mañoso. En apenas veinte minutos sus jugadas sembraron la confusión en nuestra defensa y el Sáo Paulo anotó cinco goles seguidos. El último de éstos fue como un detonador: el público pasó por encima de las alambradas e invadió la cancha, no se sabía si para agredir a los brasileros o para linchar a los peruanos. El árbitro dio por terminado el partido y ambos equipos huyeron hacia los camerinos custodiados por la policía. Fue entonces cuando sonó un "¡Atiguibas!" lastimero en medio de las graderías que se despoblaban y pudimos ver en lo alto de la tribuna de segunda, nuestra tribuna, a un mulato bajo, regordete, de abundante pelo zambo, que hacía bocina con sus manos y lanzaba un postrero "¡Atiguibas!", justo cuando fanáticos de la mala entraña hacían fogatas con periódicos, las tribunas de madera empezaban a flamear y nosotros teníamos que abandonar el estadio a la carrera.

No sólo las fogatas nos impidieron esa tarde acercarnos al mulato gritón, sino el abatimiento. Quien no conoce las tristezas deportivas no conoce nada de la tristeza. Esa vez, como muchas otras veces, salimos del estadio con la muerte en el alma, desesperados de la vida, sin saber cómo podríamos consolarnos del fracaso de nuestro equipo. Éramos aún muy chicos para buscar olvido en las cantinas y por supuesto no lo bastante maduros para encajar filosóficamente una derrota. No nos quedaba otra cosa que sufrir durante días o semanas, hasta que el tiempo aplacara nuestro dolor o una victoria de nuestro equipo nos devolviera la alegría.

Una victoria, eso tardaría en venir, pero al fin la tuvimos e inolvidable, uno o dos años más tarde, cuando llegó a Lima precedido por inmensa fama el Racing Club de Buenos Aires. Acababa de ganar el campeonato argentino, habiéndose mantenido invicto en los últimos veinte partidos. En su plantel todos eran estrellas, pero sus figuras más descollantes eran el arquero Rodríguez, el defensa Salomón (un metro noventa y cinco por cien kilos de peso) y el alero ízquierdo Ezra Sued. Universitario de Deportes, en cambio, había terminado tercero del torneo nacional y su célebre Cañonero Lolo Fernández, nuestro ídolo, estaba lesionado y quedaría en el banco de los suplentes.

El partido comenzó a las cuatro de la tarde, precedido por un estruendoso "¡Atiguibas!" que resonó esta vez muy cerca de nosotros. El Racing era realmente una máquina de hacer goles. En apenas diez minutos su centro delantero Rubén Bravo, gracias a pases milimétricos de Ezra Sued, perforó dos veces la valla de nuestro equipo. La delantera de Universitario, conducida por el flaco Espinoza, se estrellaba sin remedio contra el gigante Salomón. En el estadio reinaba un silencio pavoroso y ni siquiera el zambo gritón, a quien ubicamos ahora pocas filas más arriba, se atrevía a lanzar su arenga.

Al promediar el primer tiempo el entrenador de Universitario decidió hacer entrar a Lolo en reemplazo del flaco Espinoza. Su aparición en el campo, con su redecilla en la cabeza y un ancho vendaje en el muslo, despertó aplausos atronadores y un alentador "¡Atiguibas!". Y entonces se produjo el milagro. Lolo Fernández marcó cinco goles, pero cada uno de ellos fue una obra de arte, un modelo de fuerza, técnica, coraje y oportunismo. El primero fue un cañonazo de quince metros, al empalmar a la carrera un centro a media altura que le envió el alero izquierdo. El segundo una "palomita" entre las piernas de Salomón, impulsado con la cabeza, casi al ras del suelo, un centro-tiro de su hermano Lolín. El tercero fue simplemente un golpe de taco, de espalda al arco, aprovechando una bola que vacilaba en el área de castigo. En la segunda parte del encuentro, Racing de entrada marcó un gol, con lo que igualó tres a tres y sembró pánico en la hinchada. Los platenses se volcaron con ardor en el campo de Universitario, decididos a defender su prestigio de campeón argentino. Pero Lolo estaba en su tarde gloriosa: aprovechando un tiro de esquina se elevó por encima del gigante Salomón y envió un cabezazo que rebotó delante del arco y penetró en la valla. Minutos más tarde, durante un nuevo contraataque, recibió un pase en el centro del campo, avanzó velozmente con el esférico y sin detenerse envió desde fuera del área un violento tiro rasante que venció la valla argentina por quinta vez. El arquero Rodríguez, de pura rabia, se quitó la gorra y la arrojó al suelo. Fue un signo de claudicación: el Racing, desmoralizado, aceptaba su derrota. En los minutos finales se limitó a jugar a la chacra para evitar un nuevo gol. El match terminó en medio de hurras, cantos y chillidos de júbilo y entre éstos el infalible y sonoro "¡Atiguibas!". Como esta vez el mulatón estaba a nuestro alcance, mi hermano y yo tratamos de abordarlo para compartir nuestra emoción y sonsacarle de paso el sentido de su enigmático grito. Pero una turba de hinchas borrachos que blandían botellas de cerveza lo rodearon y en ruidosos tumultos se perdieron por una de las oscuras escaleras que descendían hacia las puertas de salida.

Seguimos yendo al viejo estadio durante años, más por costumbre que por pasión. Las derrotas nos hacían aún sufrir y los triunfos gozar, pero con menos intensidad que antes. Éramos ya mozos, descubríamos el amor, el arte, la bohemia, la ambición, otros ámbitos donde invertir nuestros sueños y cobrar otra calidad de recompensa. Öbamos a la segunda en grupo, tomábamos cerveza, llegábamos incluso a burlarnos piadosamente de nuestros ídolos, Lolo Fernández entre otros, que se acercaba a la cuarentena y fallaba lamentablemente hasta tiros de penal. Y el "¡Atiguibas!" seguía resonando, con menos frecuencia que antes, es verdad, pero seguía resonando, despertando siempre la risa del público y nuestra curiosidad. Una especie de fatalidad impedía sin embargo que abordásemos la fuente del grito, el zambo borrachoso, a pesar que lo tuvimos algunas veces tan cerca que pudimos ver su encrespada melena, su tosca nariz un poco torcida y su cutis más morado que negro, marcado por cráteres y protuberancias, como un racimo de uvas borgoña muy manoseado. Gresca, tranca o llegada de la "segundilla" (público al que se abría las puertas del estadio media hora antes que terminara el partido y que inundaba las tribunas de segunda) lo sacaron siempre de nuestra órbita. Es así que terminé por no ir ya más al estadio y luego por abandonar el país sin haber podido resolver el secreto de este grito.

Muchos años más tarde, en uno de mis esporádicos viajes al Perú, me aventuré por el Jirón de la Unión, convertido ya en calle peatonal atestada de ambulantes, cambistas, vagos y escaperos. Me abría paso difícilmente entre la muchedumbre cuando divisé en el atrio de La Merced a un pordiosero de pie al lado del pórtico con la mano extendida. Su rostro me dijo algo: esa nariz asimétrica, esa pelambre ensortijada ahora grisácea y sobre todo ese cutis morado, violáceo, como de carne un poco pútrida. ¡Acabáramos, era Atiguibas! ¡La ocasión al fin de abordarlo, de acosarlo y de averiguar el significado de esa palabra que durante años traté en vano de conocer! Me salí del río de peatones y me acerqué al mendigo que, según noté, tenía un pie envuelto con un espeso vendaje sucio. Al sentir mi presencia alargó más la mano cabizbajo:

-Alguito no más para este anciano enfermo. Su voz ronca era inconfundible.

Inclinándome le murmuré al oído:

-Atiguibas.

Fue como si lo hubiera hincado con un alfiler. Dio una especie de respingo y levantó la cabeza, mirándome con los ojos muy abiertos.

-No me digas que no -continué-. Te conozco desde que iba al estadio de chiquito. La tribuna de segunda, allí arriba. ¡Cuántas veces te he oído gritar! Pero ahora me vas a decir lo que quiere decír Atiguibas. He esperado más de veinte años para saberlo.

El mulato me observó con atención y alargó más la mano.

-Sí, pero me sueltas unos verdes.

Tenía en el bolsillo un billete de cinco dólares y otro de cien.

Le mostré el de cinco. Hizo un gesto negativo con la cabeza.

-Veinte dólares.

Protesté, diciendo que eso era una estafa, que si no fuera porque estaba en Lima de paso no le hubiera ofrecido ni un solo dólar, pero el mulato no cejó.

-Bueno -dije al fin-. Voy a cambiar estos cien dólares. Espérame aquí.

El mulato me retuvo.

-Esos cambistas son de la mafia. Venga conmigo acá adentro. Yo conozco al sacristán. Él paga bien.

Entré a la iglesia guíado por él, que se desplazaba sin mucha dificultad a pesar de su pie vendado. El templo a esa hora estaba casi vacío, frecuentado sólo por algunos turistas y beatas e iluminado por los cirios que titilaban ante algunas imágenes. Pasamos delante de varios confesonarios desiertos hasta llegar a una puerta lateral que estaba entreabierta.

-¿Tiene el billete allí? Me espera un instante. Le entregué los cien dólares y di unos pasos hacia el sagrario para apreciar de más cerca las tallas barrocas del altar mayor, pero a los pocos metros me detuve atenazado por la sospecha y volví rápidamente hacia la sacristía. En esa pieza no había nadie, ni tampoco en la contígua, ni en la siguiente que, por una pequeña puerta, reconducía a la nave lateral. Ya ni valía la pena echarse a buscar al mulato, que no era ni cojo ni mendigo. De pura cólera lancé un estruendoso "¡Atiguibas!" que resonó en todo el templo alarmando a las viejas dobladas en sus reclinatorios. Y creí comprender el sentido de esa palabra cuando al salir de la iglesia me sorprendí diciéndome que ese mulato pendejo me había metido su atiguibas.

(Del libro Cuentos completos, Alfaguara, 1994)

domingo, 31 de mayo de 2020

El fútbol homenajea a George Floyd: los festejos que pidieron justicia

Achraf Hakimi, Weston McKennie, Jandon Sancho y Marcus Thuram son algunos de los deportistas que han exigido justicia por George Floyd.


Las protestas a raíz de la muerte de George Floyd, el ciudadano negro estadounidense de 46 años que fue asesinado esta semana por un policía de Minneapolis, están provocando grandes estallidos sociales en varias ciudades norteamericanas.

Pero muy lejos de estas movilizaciones que generan conmoción en Estados Unidos hay otro tipo de demostraciones de repudio y condena al asesinato, que se dan en el marco del deporte, como se observó durante el fin de semana en la Bundesliga alemana.

Este domingo, durante el partido en el que Borussia Monchengladbach goleó por 4 a 1 a Unión Berlín, el delantero francés Marcus Thuram protagonizó una escena que enseguida llamó la atención, tras anotar un gol: puso la rodilla izquierda sobre el césped y plantó el brazo derecho en su muslo derecho, bajando la cabeza reflexionando. Permaneció cinco segundos así antes de levantarse para seguir jugando.


En la celebración de primer gol de su cuenta personal, el hijo del legendario defensor Liliam Thuram, utilizó el mismo gesto que popularizó el jugador de fútbol americano de San Francisco 49ers, franquicia de la NFL, Colin Kaepernick, en 2016, para denunciar la violencia policial en Estados Unidos y en apoyo del movimiento 'Black Lives Matter' (las vidas de los negros importan).

Actitudes como la que tomó Thuram también se dieron el la Liga alemana de otras maneras. Uno de ellos fue Weston McKennie, el estadounidense jugador de Schalke 04, que el sábado llevó un brazalete en el que pedía justicia por su compatriota asesinado.

En el triunfo de Borussia Dortmund por 6 a 1 sobre Paderbornse dieron también dos situaciones alusivas al asesinato. El jugador inglés Jadon Sancho, autor de tres goles, festejó uno de sus tantos sacándose la camiseta y mostrando una remera con la leyenda "Justice for George Floyd" (Justicia por Geoge Floyd). Achraf Hakimi, su compañero de equipo, también celebró su gol con un pedido de justicia haciendo una cruz con sus brazos en alto.

La manifestaciones que se vieron por parte de otras figuras del deporte se pudieron ver en frases como la que dejó la ex estrella de la NBA, Kareem Abdul Jabbar, que escribió una estremecedora columna: "Se abrió la temporada de caza de negros", publicó en Los Angeles Times. También conmovió la publicación de Twitter que dejó la joven tenista negra Coco Gauff.

Otros deportistas reconocidos que se hicieron sentir en sus redes sociales fueron el basquetbolista LeBron James y el futbolista Kylian Mbappé, que también pidieron justicia y castigo para Derek Chauvin, el efectivo de la policía de Minneapolis que acabó con la vida de Floyd. El agente fue destituido de la fuerza y afronta una posible condena de hasta 30 años de prisión.

Tomado de lanacion.com.ar

domingo, 17 de mayo de 2020

"No hay fútbol sin hinchas": protestas en la Bundesliga tras su reanudación

Aficionados se resisten a convertirse en meros telespectadores.



Por Claudio Mauri
La Nación

Futbolistas y directores técnicos que reanudaron este fin de semana la competencia oficial en la Bundesliga coincidieron en señalar que sintieron nostalgia por los hinchas, que disputar los partidos a puertas cerradas no fue lo mismo, que el fútbol deja de ser un integrador social. El regreso a la actividad en Alemania, mientras en otros países europeos se pulen los protocolos para que la pelota empiece a rodar en junio, estuvo fuertemente condicionado por las necesidades de los clubes de seguir contando con los ingresos por derechos de televisación. En la Bundesliga, las entidades ya cobraron toda la temporada, pero si no completan las nueve fechas que restaban desde la cancelación por la pandemia del coronavirus debían devolver 300 millones de euros.

Grupos de hinchas de diversos clubes europeos, organizados para elaborar un manifiesto titulado "Paren el fútbol, no hay fútbol sin hinchas", se resisten a convertirse en meros telespectadores, se oponen a que la industria se vuelva a poner en marcha sin que se los tenga en cuenta como actores presenciales en los estadios. Y exponen que "el negocio del fútbol" los deja de lado.

Esos simpatizantes disconformes ocupan los sectores populares en los estadios y comparten tendencias políticas: son de izquierda y proclaman consignas anticapitalistas. En el estadio de Colonia, que este domingo recibió al Mainz, se dio una situación ambivalente. Por un lado, un grupo de hinchas protestó en las inmediaciones del Rhein Energie Stadion, donde exhibieron pancartas con las inscripciones "Nuestro dinero es más importante que tu salud" y "Bundesliga a cualquier precio". Incluso se registró algún incidente que motivó la intervención de la policía. Pero dentro del estadio, sobre los asientos de varias plateas reposaban las camisetas y bufandas de alrededor mil hinchas que se distancian de los más contestatarios.

St. Pauli, club que en sus estatutos consagra principios antifascistas, antirracistas y antisexistas, con hinchas que en 2017 hicieron un acampe en contra de la cumbre del G20 en Hamburgo, jugó este domingo por la segunda división con un cartel reivindicativo, según informa la agencia AP: "El fútbol vive de los hinchas. Reformas ya". El sábado, en la cancha de Augsburgo se podía leer: "El fútbol sobrevivirá. ¡Su negocio está enfermo!". En Berlín, donde Unión Berlín, un club de clase obrera que ascendió en la última temporada, recibió a Bayern Munich con hinchas en las adyacencias, pero sin manifestaciones.

En la semana, una encuesta del Instituto Demoscópico Infratest entre más de 1000 personas había dado por resultado que el 56 por ciento de los consultados prefería que la Bundesliga no se reanudase, mientras un 31 por ciento estuvo en favor, un 12 se mostró desinteresado por el fútbol y un 1% no respondió. La mayoría, más que reparar en la ausencia de simpatizantes, hacía hincapié en que el fútbol no debía contar con un trato preferente por sobre otras actividades económicas del país.

Manifiesto

En Italia, alrededor de 150 tifosi, que representan a la mayoría de los clubes, crearon un movimientos que día a día suma adherentes de España, Francia, Alemania, Portugal, Rumania, Bosnia, Austria, Bulgaria y Grecia. Todos ellos firmaron el documento público "Paren el fútbol, no hay fútbol sin hinchas", cuyos párrafos más salientes son los siguientes:

"Los Gobiernos declararon el bloqueo total, protegiendo así lo más valioso que tenemos: la salud pública. Consideramos que la paralización absoluta del fútbol europeo es más que razonable. En cambio, quienes lo manejan han expresado un solo objetivo: comenzar de nuevo. Creemos firmemente que solo los intereses económicos entran en juego. Esto se confirma por el hecho de que los campeonatos deberían comenzar de nuevo a puerta cerrada, sin el corazón de este deporte popular: los hinchas. Pedimos a los organismos competentes que mantengan suspendidas las competiciones, hasta que ir a un estadio vuelva a ser un hábito libre de riesgos para la salud colectiva. Hoy el fútbol se considera más como una industria que como un deporte. Las televisiones de pago mantienen a los clubes bajo control, en un sistema basado única y exclusivamente en los intereses comerciales y personales. Si no se reduce, provocará la muerte del fútbol. Todo esto tiene que cambiar. Estamos listos para tratar con los que están en funciones, para devolver el fútbol a sus orígenes, para volver a vivir nuestra mayor pasión en primera persona, para asegurarnos de que esto se convierta nuevamente en UN DEPORTE POPULAR".

La semana pasada, tifosi de Torino, vinculados con la clase trabajadora de Turin, ciudad cuya burguesía está representada por Juventus, hicieron una pintada en contra de los dirigentes: "El verdadero virus que hay que erradicar es a ustedes, que quieren volver a jugar".

Mientras algunos hinchas están disgustados con la vuelta del fútbol a puertas cerradas, la televisión alemana tuvo récords de audiencia con los encuentros del sábado. Registró un 24,7 por ciento de share, que representa más de seis millones de televidentes, de los cuales 3,7 millones son de pago. En sistema abierto se transmite lo que se denomina como "carrusel", con imágenes en vivo de todos los partidos. Christian Seifert, CEO de la Bundesliga, respiró aliviado: "Sin partidos, no hay dinero de la televisión. Y sin esos ingresos, varios clubes van a ir a la bancarrota dentro de pocos meses".

lunes, 11 de mayo de 2020

Torcedores do Corinthians impedem manifestação de bolsonaristas

Grupo furou quarentena para ato em prol da democracia na mesma hora em que ocorreria protesto de apoiadores do presidente, os quais não apareceram.


Correio 

Um grupo de torcedores do Corinthians fez uma manifestação na Avenida Paulista, em São Paulo, no último sábado (9), em prol da democracia. O ato foi convocado para o mesmo lugar e horário onde haveria um protesto de bolsonaristas, com o objetivo de impedir que esta outra manifestação acontecesse. Deu certo: só os corinthianos marcaram presença.

Cerca de 70 torcedores apareceram e se aglomeraram, desobedecendo a orientação da Organização Mundial da Saúde e dos governos municipal e estadual de São Paulo, pelo isolamento social (ver mais abaixo). Segundo o site Meu Timão, o encontro ocorreu por volta de 13h30 e contou, em sua maioria, com moradores da zona norte da capital paulista, assim como integrantes da organizada Gaviões da Fiel.

"Estávamos lá enquanto cidadãos brasileiros que avaliam o momento e têm a história da Democracia Corinthiana como diretriz. É o mesmo grupo que tem se reunido para entregar marmitex e cestas básicas”, disse Danilo Pássaro, um dos líderes da manifestação, ao Meu Timão.

O protesto dos apoiadores do governo de Jair Bolsonaro tinha como alvos o governador e o prefeito de São Paulo, João Doria e Bruno Covas, respectivamente, os ministros do Supremo Tribunal Federal (STF) e pediria a volta ao AI-5, além do fim do isolamento social no Brasil.

"Já há dias estávamos revoltados com alguns acontecimentos, reivindicações pedindo ditadura, exaltação à tortura, agressão a profissionais da saúde, repórter e minimização das nossas mortes. Muitos são da região norte e aqui na Brasilândia é o bairro com maior registro de óbitos por coronavírus, pessoas próximas de nós estão morrendo e revolta ver isso se tornar piada", seguiu Danilo ao Meu Timão.

Segundo ele, um amigo teve a ideia de fazer uma contraposição e ir no mesmo local e horário marcado pelos bolsonaristas.

"Para mostrar que não aceitaremos calados que continuem praticando o acima mencionado", afirmou Danilo.

Ainda de acordo com ele, não houve embate com os militantes do outro ato. Só cerca de 10 pessoas apareceram e logo se dispersaram ao encontrarem os corinthianos.

Furo na quarentena

Sobre a quebra do isolamento social para realizar o ato, Danilo disse ao Meu Timão que todos sabem da importância da medida para combater a pandemia do novo coronavírus, mas consideraram que o momento político valia o risco de uma manifestação presencial.

"Hoje, impedir o avanço de uma nova ditadura faz parte dos serviços essenciais", concluiu.

viernes, 3 de abril de 2020

Eto’o y Drogba rechazan propuesta de probar vacuna contra covid-19 en África

Médicos franceses propusieron testear una vacuna para el coronavirus en territorio africano, fórmula que fue cuestionada por las figuras del fútbol continental. "África no es un laboratorio de pruebas", dijo Drogba.



Las leyendas del fútbol africano Samuel Eto'o y Didier Drogba criticaron a dos médicos franceses que propusieron testear en África una vacuna contra la enfermedad covid-19, que está causando estragos en el mundo.

En su cuenta de la red social Twitter, Eto'o, exjugador de equipos como el FC Barcelona, el Real Madrid y el Inter de Milán, tildó a los doctores de "asesinos". El exdelantero camerunés fue aún más lejos en su cuenta de Instagram y llamó a los médicos "hijos de puta" y "mierda".

Por su parte, el legendario ariete marfileño Drogba, que alcanzó el estrellato en el Chelsea, subrayó en Twitter que "es inconcebible" tener que escuchar todavía declaraciones de ese tipo. "África no es un laboratorio de pruebas. Me gustaría denunciar vivamente esas palabras denigrantes, falsas y, sobre todo, profundamente racistas", aseveró el exfutbolista de Costa de Marfil.

El exinternacional de Senegal Demba Ba también se pronunció en la misma línea en Twitter: "Bienvenido a Occidente, donde los blancos se creen tan superiores que el racismo y la debilidad se convierten en una banalidad. Hora de levantarse".

Eto'o, Drogba y Ba se refirieron a los comentarios que hicieron en la televisión francesa LCI los doctores Jean-Paul Mira, del Hospital Cochin de París, y Camille Locht, del Instituto nacional Francés de sanidad e Investigación Médica (Inserm).

"Si puedo ser provocativo, ¿no deberíamos estar haciendo este estudio en África, donde no hay máscaras, ni tratamientos, ni reanimación? Un poco como se hace en otros lugares para algunos estudios sobre el sida. En las prostitutas, intentamos cosas porque sabemos que están muy expuestas y que no se protegen a sí mismas ", planteó Mira.

Locht se mostró de acuerdo con su colega y replicó: "tienes razón, estamos pensando en un estudio paralelo en África para utilizar este mismo enfoque con placebos".

La propagación del coronavirus se ha acelerado en las últimas semanas en África y ya afecta a 50 de los 54 países del continente con más de 7.100 casos y 291 muertes, después de que Malaui anunciara sus primeros tres contagios el jueves.

En el mundo, el virus ha provocado ya más de un millón de casos y más de 53.900 fallecimientos, de acuerdo con las últimas cifras recopiladas por la Universidad John Hopkins.

Con información de Efe

lunes, 30 de marzo de 2020

Sao Paulo convierte estadio Pacaembú en hospital por coronavirus

El Estadio Municipal "Paulo Machado de Carvalho" abre 200 cupos para pacientes contagiados con covid-19.


Las autoridades de Sao Paulo (Brasil) montaron un hospital de campaña en el estadio Pacaembú para tratar a las personas contagiadas por el coronavirus, que ya deja más de 4.000 casos en el país y 141 decesos.

Sobre el césped del Pacaembú, obreros instalaron estructuras metálicas para levantar una tienda de lona de 6.300 metros cuadrados, reportó la agencia Efe. En su interior albergará unas 200 camas para recibir a pacientes contagiados con covid-19 de baja complejidad, para liberar cupos de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) de la red pública.

El Pacaembú, sede del Mundial de fútbol de 1950, se encontraba cerrado por obras de remodelación. Los principales clubes de fútbol de la localidad, como Corinthians, Sao Paulo y Santos, han ofrecido sus instalaciones para ayudar a garantizar la atención médica ante esta pandemia.

El gobierno regional de Sao Paulo, uno de los estados más afectados por el coronavirus, decretó una cuarentena hasta el 7 de abril, una decisión duramente criticada por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

Bolsonaro llamó “lunático" al gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, por decretar el confinamiento en los más de 600 municipios del estado y le acusó de querer sacar rédito político con el coronavirus.

jueves, 5 de marzo de 2020

Rebelión en la Bundesliga por censura a protestas contra Hopp, el multimillonario que controla el Hoffenheim

Hinchadas del fútbol alemán repudian que la federación deje de aplicar la regla 50+1 y en cambio imponga sanciones a la afición.


La Bundesliga vive una oleada de protestas contra la Federación Alemana de Fútbol (DFB) y contra el dueño mayoritario del club Hoffenheim, Dietmar Hopp. Los hinchas cuestionan la omisión de la regla “50+1” de la liga alemana, que protege a los equipos de ser monopolizados por un accionista mayoritario.

Hopp, multimillonario fundador de la compañía de software SAP, obtuvo una excepción a la norma y se convirtió en “mecenas” del Hoffenheim, lo que ha desatado manifestaciones en los partidos de la Bundesliga. Los aficionados también rechazan las sanciones impuestas a raíz de las críticas contra Hopp.


La chispa que prendió la rebelión fue el veto de la federación a hinchas del Borussia Dortmund por lanzar cantos ofensivos contra Hopp. Un hecho que fue repudiado por las tribunas del Borussia Mönchengladbach en la fecha antepasada.

El 29 de febrero, la protesta fue retomada por los aficionados del Bayern, que desplegaron una pancarta crítica de la DFB y de Hopp. Ese día, también hubo protestas de las hinchadas de Borussia Dortmund y de Friburgo.

El domingo pasado, en las tribunas del Unión Berlín se alzaron pancartas contra las sanciones y contra Hopp. El árbitro detuvo el juego en dos ocasiones. Por altavoces se amenazó con suspender el partido.

*Con información de AP.

miércoles, 22 de enero de 2020

Los barristas le ponen pasión al paro

Se sumaron al 21N por tres razones: la desfinanciación de la educación superior y por las posibles reformas pensional y laboral.


Por LaSillaVacia.com

Las movilizaciones sociales que reiniciaron ayer tienen como motor un descontento múltiple y difuso, y se han movido gracias a diferentes grupos organizados, que van más allá de los sindicatos u organizaciones sociales que tradicionalmente impulsan la movilización. Uno de los más visibles, y también más sorprendentes, son los barristas de fútbol.

Es sorprendente porque la percepción usual es que las barras de fútbol tienen que ver con violencia e ilegalidad (luchando contra eso, sus líderes rechazan el apelativo "barras bravas"), y no con activismo político ni posturas ideológicas, una asociación que quizás pueden cambiar imágenes como las que se han visto estas semanas.

Por ejemplo, en Bogotá el 21N salieron unos 400 barristas de Santa Fe.



Y también hubo de Millonarios; en Medellín lo hicieron hinchas del Nacional y el DIM. Y en Santa Marta los del Unión. En Cali, incluso, las barras del América y el Cali, usualmente rivales, se sumaron para apoyar la marcha.

Eso, por no contar la de barristas de Millonarios evitando saqueos en un supermercado al sur de Bogotá durante la escalada de violencia del 22 de noviembre, que junto con las manifestaciones anteriores pueden ayudar a que ser barrista gane legitimidad, y que lo mismo ocurra con el poder que ya han mostrado esos grupos.

¿Por qué salen?

El principal motivo para que los barristas se hayan sumado al paro es uno muy sencillo: la edad.

“Nosotros siempre hemos apoyado los paros, aunque no en masa como lo hemos hecho desde el 21N. Eso se debe sobre todo a que tenemos estudiantes en la barra.” dice Jhon Solano, uno de los líderes de Comandos Azules, la principal barra de Millonarios.

Según explica Diego González, ‘Piojo’, uno de los siete coordinadores de la Guardia Albi Roja Sur, de Santa Fe, la decisión sí incluye la juventud, pero no solamente: dice que se sumaron al 21N “por tres razones: la desfinanciación de la educación superior, porque tenemos muchos estudiantes; y por las posibles reformas pensional y laboral, porque eso afecta a familias como las nuestras”.

Salieron por esos y muchos otros motivos, como nos dijeron varios al preguntarles durante las marchas, pero no salieron solo como jóvenes, sino como barristas. Eso porque ser miembro de una barra da un pegante social fuerte, una sensación de pertenecer a una comunidad, y cuando ella decide salir, algunos que podrían tener menos inclinación a hacerlos se suman.

Como dice un integrante de la barra Frente Radical del Cali (que pidió no citarlo con su nombre para hablar con libertad), “En las barras hay de todo desde droga hasta movimientos culturales, hay delincuencia, gente estudiada, de movimientos sociales, estudiantes, desempleados... hay un encuentro social de gente de estrato 0 hasta el 6. Esa diversidad es lo que le da la potencia, la fuerza y que hace que no se acabe, porque es mucha gente con un mismo ideal y pasión”.

Como tiene esa diversidad y la motivación de la pasión, una barra puede fomentar la inquietud política entre sus miembros.

Así lo explica Maicol Giraldo, miembro de Rexixtenxia Norte, barra del Independendiente Medellín, “las barras europeas han sido un ejemplo en la medida en que nos han hecho “cuestionar y repensar el rol del futbol en la sociedad (...) el fútbol es un lugar transformador de cultura”.

Esa idea de que el fútbol puede transformar la sociedad se concreta en el llamado barrismo social, que ha ido creciendo y las ha llevado a hacer trabajo social en sus ciudades, en los barrios. Por ejemplo, en Rexixtenxia hacen charlas en colegios y barrios marginales para hablar contra la violencia y Fortaleza Leoparda Sur, en Bucaramanga, tiene una fundación desde 2016 para canalizar donaciones para eventos como donar regalos o cuadernos a niños pobres.

Como dice Giraldo, la idea es “utilizar el fútbol como un medio y una excusa para que las personas reaccionen y nos unamos como grupo social organizado”. De hecho, las mismas barras se han organizado y la mayoría de ellas son parte de 'Barras colombianas por la convivencia', un colectivo que busca justamente incentivar esa forma de barrismo, que puede incentivar la sensibilidad social e incluso política.

Eso se nota en cómo terminó la Guardia Albi Roja en el paro, según ‘Piojo’:

“Cuando ya comenzaba a hablarse del paro del 21 de noviembre líderes de parches, por ejemplo de Bosa y Engativá,comenzaron a cuestionar que la barra no se involucrara. Así que dimos el debate y terminamos decidiendo salir, además porque sabíamos que otras barras en otras ciudades iban a salir”.

También se debe a que en otros lados las barras también han ganado liderazgo, como dice David Pombo, líder de la Garra Samaria Norte: “Las barras colombianas tomamos como referencia lo que hacen las barras chilenas, que participan activamente en los eventos sociales del país y fueron claves en las protestas de finales del año pasado”.

Aunque Gustavo Petro les pidió que se sumaran al paro, el liderazgo no viene de él.

“En la barra sí se nota una mayoría antiuribista, pero eso no quiere decir que seamos petristas. Yo, por ejemplo, trabajé en la Alcaldía de Petro como parte del programa Goles en paz, pero ese man me parece un ególatra al que nos tocó decirle en la Alcaldía que así estuviera acompañando nuestros procesos no íbamos a ser un brazo político de él.”, cuenta ‘Piojo’.

Con todo eso, los barristas son un poder nuevo y que puede estar en ascenso, sobre todo en la medida en que el barrismo social sume más miembros y revierta su mala imagen.

Un poder nuevo y creciente

Algunos barristas ya se sienten poderosos. No en el estadio amilanando a un rival, sino en la calle.

“Somos un nuevo poder social que estaba despierto: masas del deporte que estaban siendo mal utilizadas”. dice Giraldo, de Rexixtenxia. Otros barristas suman números.

“El 21N sacamos 1.500 personas oficiales de la barra en Medellín y 10.000 en todo el país, con camisetas, banderas y trapos (pancartas). Un grupo que solo superan los sindicatos y los estudiantes”, dice Felipe Muñoz, de Los del Sur.

Los de Fortaleza Leoparda Sur calculan que llegaron 2 mil personas al punto al que convocaron ellos solos, sin apoyo de otras organizaciones, el 21N; los Comandos Azules calculan haber sumado unas 800 personas en Bogotá; y Luis García, de Barón Rojo Sur del América, cuenta unas 100.

Ese poder ya ha tenido impacto político.

Por ejemplo, Fortaleza Leopardo Sur hizo pedagogía del Acuerdo de La Habana en 2016 y siempre participa en las marchas por el páramo de Santurbán y en 2019 incluso participó como movimiento en elecciones al concejo en cuatro municipios del área metropolitana y apoyaron al hoy alcalde Juan Carlos Cárdenas.

En Bogotá, la Guardia Albi Roja calcula que le puso unos 3 mil votos a Claudia López, tras haberse acercado a tres de las cuatro campañas a la alcaldía de Bogotá y haber logrado mayor conexión con ella (Hollman Morris no los recibió, Carlos Fernando Galán sí y no buscaron a Miguel Uribe porque tuvieron mala relación con Peñalosa).

Y no siempre se mueven hacia los alternativos: en Santa Marta, la Garra Samaria Norte apoyó a Luis Miguel ‘Mello’ Cotes a la Gobernación y no al ganador, el cuestionado Carlos Caicedo, después de que la exsecretaria de Seguridad de Santa Marta, Priscila Zuñiga, se cambió de bando (desde la Alcaldía de Santa Marta Zuñiga los acompañó en varios proyectos sociales e hizo una relación tan cercana que la nombraron “gestora institucional”).

Con esas relaciones más el poder de su activismo y sus números, ya han empezado a presionar cambios.

“A Luis Ernesto Gómez (secretario de Gobierno de Bogotá) lo conocemos desde que era viceministro. Le pedimos cita, dijo que nos recibía y los líderes de las seis barras que hay en Bogotá nos reunimos antes para definir qué propuesta le íbamos a presentar: un programa que quede en el Plan de Desarrollo y por lo tanto que le metan plata, con la idea de llevar a los barrios la paz que ya se vive en los estadios. Ya nos dijeron que sí lo meterán.“, cuenta ‘Piojo’.

Falta ver si eso ocurre y si también logran reivindicaciones como aterrizar el Plan Decenal del Fútbol que hizo el Gobierno Santos, y que pide Jhon Solano, de Comandos Azules, o evitar que los partidos salgan por el nuevo canal premuim Win+ (que cobrará 30 mil pesos mensuales), como pide Edson Rivaldo, líder del Frente Rojiblanco Sur, del Junior de Barranquilla.

Incluso si no lo logran, todo indica que su poder llegó para quedarse.