El envoltorio fatídico que ha pasado a rodear los Albania-Serbia, un enfrentamiento que va mucho más allá de lo futbolístico
Por Carlos Martín Rio y Marcel Beltran
Revista Panenka
¿Quién es Bekim Balaj? ¿Qué club lo tiene contratado? ¿Cuál es el rol que desempeña en la selección albana de Giovanni de Biasi? ¿Se trata de un delantero corpulento pulido para fijar a los centrales rivales o más bien es un ariete móvil con tendencia a caer en los carriles con la finalidad de generar más espacios en el centro? Todas estas cuestiones han pasado a ser secundarias en los últimos meses, por mucho que su apellido nunca hubiera salido tanto en los periódicos como ahora. Bekim Balaj es el ‘19’ de Albania que se llevó un sillazo el 14 de octubre de 2014 durante los altercados en el Stadion FK Partizan. Ése es Bekim Balaj para medio mundo.
¿Y Stefan Mitrovic? ¿Quién es Stefan Mitrovic? ¿Qué tal está rindiendo en el Gent belga? ¿Ha mejorado las sensaciones que dejó en Valladolid? ¿Cómo se está desenvolviendo como zaguero titular de la selección de Serbia? ¿Va bien por alto? ¿Sufre en carrera? Pocas referencias periodísticas hay al respecto. Aunque de fotos suyas estamos hasta la bandera. Sobre todo esa en concreto en la que se le ve bajando un dron a la tierra en un terreno de juego de Belgrado. Mitrovic es, sobre todo, ese tipo de la imagen, y ya nunca dejará de serlo.
Porque el último año ha supuesto un antes y un después en la historia de los Albania-Serbia. Todo ha cambiado a raíz de entonces. No nos detenemos a analizar sus duelos en la pizarra, la confrontación de sus estadísticas de posesión o incluso su lugar en las tablas clasificatorias. Ahora observamos sus enfrentamientos futbolísticos desde otro prisma, atendiendo a un contexto social y político determinado, y bajo un clima no tan lejano a lo bélico. Sí, bélico. El fútbol vuelve a ser la excusa. Aunque esta vez no por una buena causa.
El partido del 14 de octubre del 2014
Con la disputa del Albania-Serbia de clasificación para la Eurocopa 2016, se cerró otro capítulo más de la historia de tensión entre los dos países, esta vez con el fútbol como protagonista. Hace casi 12 meses, el 14 de octubre de 2014, un dron que portaba una bandera con la representación del territorio de la “gran Albania” –que incluye parte de las actuales Macedonia, Grecia y, claro, Serbia-, interrumpió el partido de clasificación que disputaban las dos selecciones en el estadio del Partizan, en Belgrado.
Además del mapa que resume las aspiraciones nacionalistas albanesas, el emblema también mostraba los rostros de dos héroes del país: Ismail Qemali, figura clave en la independencia de Albania respecto al Imperio Otomano (1912), e Isa Boletini. Este último, precisamente, fue un guerrillero que había combatido a los serbios, antes de morir, durante la Primera Guerra Mundial (1916). La representación de sus rostros iba acompañada de la palabra “Autochthonous”, una referencia a la reivindicación de los albaneses como el pueblo originario de los Balcanes.
El aparato volador se situó justo al lado del defensor serbio Stefan Mitrovic, que arrancó la bandera del águila negra con desmán. Algo que no gustó un pelo a los jugadores albaneses. Se inició así una trifulca entre jugadores que pronto se extendió a la grada. Los aficionados más radicales de Serbia saltaron al campo y los jugadores albaneses escaparon como pudieron hasta los vestuarios. Ante la situación de tensión y peligro, el colegiado inglés Martin Atkinson decidió suspender el partido. La UEFA tomó cartas en el asunto, dio por perdido el encuentro a Serbia y le castigó deduciéndole tres puntos de su casillero.
Aunque las disputas territoriales entre los dos países balcánicos han sido una constante histórica, la UEFA, que recomendó que los albaneses no viajaran hasta Belgrado para ver el partido de la discordia, no considera que deba prohibirles competir entre ellos, como sí hace, en cambio, con los equipos rusos y ucranianos o con las selecciones de Armenia y Azerbaiyán.
Alegando que nunca se ha producido un conflicto entre los dos países, el máximo organismo del fútbol continental parece ignorar que Kosovo, país que se declaró unilateralmente independiente de Serbia en 2008, tiene una mayoría étnica albanesa –aunque una importante concentración de población serbia al norte. Antes de esa proclamación, que contó con el apoyo de Estados Unidos y la mayoría de países de la Unión Europea, albaneses y serbios se enfrentaron en los últimos años del siglo XX en la llamada Guerra de Kosovo, iniciada tras la proclamación de la independencia de la antigua provincia yugoslava por parte de esa mayoría albanesa. El conflicto dejó, por un lado, una limpieza étnica de los serbios sobre los albaneses de Kosovo, y, por otro, los ataques de los rebeldes albaneses a la población serbia y los bombardeos de la OTAN sobre territorio serbio. La interpretación estricta de la UEFA –no ha habido conflicto directo entre ambos estados- se diluye dentro del heterogéneo mapa étnico balcánico.
¿Pero quién pilotaba ese dron? Para responder a esta pregunta recomendamos este artículo publicado en el New York Times por el periodista James Montague, colaborador de Panenka. En él, Montague habla con Ismail Morina, un albanés de 33 años que vio la escena de la discordia desde una torre de una iglesia de Belgrado. Él dirigió el dron. En su charla con el periodista británico, Morina relata que su plan respondía a una venganza: en 2010, cuando vivía en Milán con su familia, vio por la televisión como varios aficionados serbios quemaban una bandera albanesa. Al quedar emparejados los dos países en la fase de clasificación para Francia 16, Morina vio su oportunidad. En Albania, Morina se convirtió en un héroe nacional, aunque las amenazas que recibe por parte de grupos radicales serbios le han llevado a tomar la decisión de comprar una pistola. La cosa, quizás, se le ha ido de las manos: la policía lo detuvo el miércoles; además del arma, tenía 30 entradas para el partido que se iba a disputar ayer en Albania.
El partido del 8 de octubre del 2015
Desde la distancia a veces nos da la impresión de que los conflictos con el tiempo se apaciguan, como si el mero paso de los meses fuera una herramienta lo suficientemente eficiente para deshilvanar todas las tensiones y dramas construidos en el origen del problema. Nada más lejos de la realidad. El fuego más corajudo siempre se mantiene encendido, aunque quede apartado de nuestra vista.
Quizás por eso algunos se llevaran una sorpresa cuando, a pocos días del partido de vuelta entre Albania y Serbia, todas las alarmas volvieran a encenderse. Desde nuestra periferia europea es difícil percatarnos de cómo siguen palpitando las catástrofes ajenas. No así en los países que viven el choque diariamente, y que acumulan motivos para pensar que todo puede ir a peor. Temerosas como estaban las autoridades albanesas por que pudieran volver a vivirse escenas parecidas a las del partido de ida, el nuevo cruce, previsto en la ciudad de Elbesan, fue declarado de inmediato como ‘Partido de Alto Riesgo’.
No hicieron falta muchos avisos oficiales para caer en la cuenta de que aquel era un ambiente impropio para la realización de un evento deportivo. Las medidas de seguridad impuestas por Albania, focalizadas básicamente en las urbanizaciones de Tirana y Elbasan, que están separadas por 33 kilómetros, destacaron por ser de lo más extremas. En el estadio y sus entornos estuvieron destinados más de 1.500 policías, con el único objetivo de proteger la integridad de los asistentes al encuentro. Todos los negocios y bares situados en las cercanías del campo fueron obligados a bajar sus persianas. Dos helicópteros policiales sobrevolaron la zona con tal de no perderse el mínimo desajuste del plan organizado. E incluso algunos pisos contiguos, que no tenían permitido facilitar el acceso a sus balcones a ningún desconocido, tuvieron que ceder sus tejados a las autoridades para que se colocaran en ellos varios francotiradores.
Tal despliegue policial vino todavía más alentado por los dos precedentes que calentaron la víspera del partido. Por un lado la detención del conductor del dron, como ya hemos comentado anteriormente en el artículo, y por otro por el ambiente hostil que acompaño la llegada del autocar de los serbios al acontecimiento, perdiendo el mismo uno de sus cristales después de recibir el impacto de una piedra.
El partido, si es que todavía puede catalogarse como tal, se desarrolló por suerte sin ningún accidente remarcable (más allá de los pitos al himno). El combinado nacional de Serbia, que se había tomado la cita como una especie de revancha después de ser sancionada con la derrota tras los altercados de Belgrado, se impuso con autoridad ante los locales. Los jugadores de Radovan Ćurčić fueron superiores de principio a fin, aunque se reservaron el placer de decantar el marcador para los últimos instantes: los tantos de Kolarov (90+1) y Ljajic (90+4) sellaron el triunfo.
Matemáticamente hablando, los albaneses han quedado un poco tocados tras el tropiezo. Conviene recordar que, en medio de todo este seguido de capítulos desagradables que han sido capaces de ensombrecer hasta la mejor de las noticias, sus jugadores habían completado hasta el momento una gran fase de clasificación, obteniendo buenos resultados y teniendo muy cerca el billete para la primera Eurocopa de su historia. Ahora, Albania, que suma once puntos en el grupo I, deberá jugarse el todo o nada a una carta. Culminar la proeza y estar en Francia el verano que viene pasa por derrotar a Armenia en el último duelo del calendario. Serbia, por su parte, ya hace tiempo que no tiene opciones de clasificarse.
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