Los rasgos de identidad cultural que han hecho posible la fuerte reacción en torno a la defensa del centro social Rote Flora.
Por Lara Hernández
Rebelion.org
El pasado 21 de diciembre aproximadamente 8.000 personas salieron a la calle en una manifestación convocada bajo tres lemas: contra la inminente venta del inmueble que durante más de 24 años ha okupado el mítico Centro Social Rote Flora; contra el desalojo sin previo aviso de varias familias de las llamadas “Esso-Häuser”, viviendas pertenecientes a la empresa petrolera estadounidense Esso; y contra el trato que la Unión Europea está dando a los 5.700 refugiados expulsados de Italia en Marzo del 2013 ahora dispersos en varios países de centro Europa. En Hamburgo viven varios de ellos acogidos por las vecinas y vecinos en la parroquia del barrio de Sankt Pauli, agrupados bajo el nombre de Lampedusa-Gruppe.
Apenas comenzada la marcha, y según fuentes de la organización, la policía bloqueó su recorrido generando una situación de enfado generalizado ante la retención inmediata de una manifestación que había sido legalizada. A raíz de ahí surgieron los disturbios. El resultado: más de 500 manifestantes y 120 policías heridos.
El segundo hecho nos lleva al 28 de diciembre: la policía afirma que varias personas enmascaradas atacaron la comisaría situada en el famoso barrio de Sankt Pauli. La versión policial dice que entre 30 y 40 personas lanzaron piedras y botellas directamente contra las/os agentes que salían de la comisaría. Resultado: un policía herido de gravedad. El equipo de abogados del Rote Flora así como muchas voces de la izquierda mediática del país dudan sobre esta narración de los hechos. Varios indicios muestran que ni estaba previamente planeado ni necesariamente tiene conexión con la manifestación del 21 pues no es la primera vez que se produce un ataque a la famosa comisaria de David situada en pleno corazón de uno de los barrios rojos más famosos de Europa.
¿Pero qué es lo que está pasando en Hamburgo realmente? Hamburgo es la segunda ciudad más poblada de Alemania después de Berlín pero a diferencia de ésta – situada en el lado occidental del telón acero y con una escasa tradición de okupación– su hermana mayor Hamburgo cuenta con una elevada tradición de Casas proyecto (Hausprojekt ) y centros sociales.
La ciudad de Hamburgo es además uno de los 16 estados federados alemanes por lo que las funciones del alcalde de la ciudad se ajustan más a las de un ministro-presidente que a la de un alcalde convencional. En Hamburgo, el gobierno alemán, como un gobierno estatal, es responsable de la educación pública, de las instituciones penitenciarias y de la seguridad pública. Actualmente gobernada por el SPD, Hamburgo es una de las ciudades más sólidas económicamente de Alemania, es el segundo puerto europeo y tiene una de las rentas per capita más altas del país. Pero en la ciudad todavía se sienten con fuerza diferencias y desigualdades sociales entre una clase alta y una clase media desplazada que todavía hoy paga los platos rotos de una injusta “reunificación” oriente-occidente.
Hasta el momento, lo que más ha aparecido en prensa ha tenido que ver con el desalojo del CSO Rote Flora, del que ya mucho se ha escrito. Sin lugar a dudas el Rote Flora ocupa una pieza importante en todo este puzzle, en la medida en que desencadena todo lo ocurrido y además, lamentablemente, se cierra. El desalojo del Rote Flora lleva siendo desde hace años la crónica de una muerte anunciada: anunciada no sólo judicialmente sino también por las lógicas de mercantilización de espacios en los centros de las ciudades europeas, la conocida como gentrificación, tan acusada en las ciudades alemanas y que hace que espacios de encuentro ciudadano como éste no puedan darse.
Pero más allá de repetir las mismas cosas, vamos a poner por un momento el foco de atención sobre lo ocurrido el 28 de diciembre en Sankt Pauli.
Para comprender las dimensiones del Gefahrengebiet (literalmente, zona de peligro o excepción) tenemos que dejar sentado desde el principio que lo que pasó el 28 de diciembre ha sido instrumentalizado por la policía para legitimar el estado de excepción habilitado posteriormente en tres barrios de la ciudad.
El barrio de Sankt Pauli, en donde ocurrió el ataque a la comisaría, es conocido por su tradición reivindicativa íntimamente ligada al fútbol. Este barrio es conocido por su equipo de fútbol que juega actualmente en la segunda división alemana. Una de las peculiaridades del club, es que sus jugadores salen al terreno de juego mientras suena la canción Hells Bells de AC/DC. En los años 80, el St. Pauli se convirtió en el primer equipo en Alemania en prohibir oficialmente los símbolos fascistas y las actividades nacionalistas, en una época en que el fascismo estaba muy presente en las hinchadas ultras de fútbol.
El fútbol tiene una especial importancia en Alemania: tras la segunda guerra mundial se convirtió en uno de los símbolos de la normalización de lo cotidiano y aquí, como en otros países, es usado estratégicamente para crear un sentimiento nacional fuerte (que incluso incita a la violencia: en alemán la pelota no se “roba”, se “conquista”). Tiene una relevancia tal que hasta Merkel no se quiso perder el partido de la Eurocopa de Alemania-Grecia, comentado por los medios alemanes no por su relevancia deportiva precisamente, sino anclado evidentemente en otros factores.
Pues bien, en 1981 el equipo de St. Pauli tenía una asistencia media de sólo 1.600 espectadores por partido: antes de finales de los años 90 ese promedio aumentó a 20.000 espectadores por partido. No es casualidad además, que las instalaciones del equipo estén situadas en el centro cultural y político de la ciudad, en la Reeperbahn conocida como die sündige Meile (la milla del pecado). Esta junto con la calle “Große Freiheit” (Gran Libertad) son conocidas por ser uno de los barrios rojos más importantes de Europa en el que el ejercicio de la prostitución es legal en determinadas franjas horarias. Merece la pena mencionar además que la calle “Gran Libertad” recibe su nombre porque era el único lugar en que se le permitía a los católicos practicar su fe, cuando este distrito aún no pertenecía a Hamburgo.
Probablemente no seré yo la única a la que le viene a la cabeza el ejemplo del barrio madrileño de Vallekas – entre otros - cuando releemos la historia de este barrio alemán. En lugares como estos, la izquierda se construye alrededor de un sentimiento de pertenencia a un lugar. La identidad política se construye en torno a una identidad cultural. Sankt Pauli es un ejemplo más. Lo que está pasando en Hamburgo ahora no es más que la punta del iceberg de un movimiento comandado desde arriba que sólo busca eliminar mediante la criminalización de la protesta social y un pánico generado artificialmente, los lugares de resistencia activa frente al Gobierno de Merkel. Lugares con larga tradición en Hamburgo pero totalmente invisibilizados por los grandes medios de comunicación. Se vende miedo a cambio de seguridad, supuesta “protección” a cambio de suprimir el debate político. Se vende una Alemania "motor de Europa” con paz social a cambio de una represión casi militarista. Y es que más allá de debates sobre qué lado debe asumir responsabilidades, lo que está en peligro aquí es la libertad de reunión y la libertad de expresión que se atreva a poner en cuestión el régimen.
En palabras de un portavoz de la Rote Flora:
"Nosotros vemos en el hecho de que hayan puesto este “área de peligro” una continuación del aumento exponencial de esta línea política que comenzó el día 21 de diciembre con la suspensión del derecho a la libertad de reunión. […] Para empezar tenemos que decir que la manifestación del 21 de diciembre estaba legalizada con un recorrido que podía dificultar la propia manifestación y que inmediatamente después de que la manifestación se pusiera en marcha fue parada por la policía. La policía aseguró que fue por el lanzamiento de botellas y piedras. Actualmente está suficientemente demostrado mediante grabaciones de vídeos que no fue así y que en ese sentido se puede demostrar que no hubo motivo para que la policía actuara de ese modo. Ya he dicho claramente que hubo un debate y una ira generalizada porque el derecho a reunión había sido suspendido. Acerca del ataque a la comisaría de David el día 28 de diciembre hay actualmente dudas considerables acerca de la versión policial sobre el hecho de que en algún momento haya habido un ataque organizado tal y como reza la versión oficial de la policía. Hamburgo ha establecido tres zonas de peligro en la ciudad. Esto es es una demostración de poder. Este delimitación de las zonas de peligro es intentar quitar el foco de atención del debate político. Yo creo que esto va de un conflicto político, que trata sobre cómo la policía debe resolver los conflictos mediante su poder y ley. [...] La gente de la Flora estamos y estábamos preparados para un debate de contenido pero tuvimos la experiencia de haber sido confrontados por la policía con gases lacrimógenos, lanzaderas de agua y porras".
Mientras, en la jornada de ayer varias personas salieron de nuevo a las calles desafiando la limitación del Gefahrengebiet, pero protegidos tras el nuevo “escudo de armas”: un cepillo de baño. El cepillo de baño se ha convertido en un personaje viral (#Klobürste), símbolo de la desobediencia civil en Hamburgo, después de que el noticiero de la noche del martes mostró un video en el que un agente de la policía de Hamburgo en uno de los controles, ahora habituales y cotidianos, confisca precisamente este utensilio a un manifestante.
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