James Rodríguez, futbolista colombiano al servicio del Real Madrid, pudo ser como Tommie Smith, John Carlos o Muhammad Alí, pero prefirió ser como Franco y no meterse en política
Por Nacio González
A mediados de mes se cumplen 48 años desde que Tommie Smith ganó la final olímpica de los 200 metros en México. Con récord del mundo y siendo la primera persona en correr la distancia en menos de veinte segundos. Pero esa final no pasó a la historia por la marca, lo que de verdad se recuerda es la entrega de medallas. Al sonar el himno de los Estados Unidos, Smith y John Carlos -que fue bronce- agacharon la cabeza y levantaron el puño con un guante negro en la mano en solidaridad con el movimiento Black Power.
El gesto no pasó desapercibido para el Comité Olímpico Internacional, que los amonestó públicamente. Según Avery Brundage, presidente del COI, lo que hicieron iba en contra de los principios fundamentales del espíritu olímpico. El mismo Brundage, que 32 años antes no tuvo problema en celebrar unas olimpiadas en la Alemania nazi de los saludos con el brazo en alto.
El caso de Smith, Carlos o el australiano Norman -plata en la carrera y que sufrió también represalias por apoyar a los estadounidenses- no fue la primera manifestación política de un deportista en copar los titulares en los medios de comunicación. Un año antes, el Gran Jurado Federal de los Estados Unidos declaraba desertor a Muhammad Ali por negarse a ir a la guerra del Vietnam. Por si no fuera suficiente, le quitaban el título mundial de los pesos pesados y lo condenaban a cinco años de cárcel que nunca cumplió.
A lo largo de la historia son muchos los casos y las disciplinas donde deportistas de elite defendieron públicamente causas políticas y sociales. Mientras tanto, los sectores más reaccionarios, disfrazados de apolíticos, quieren convencernos de que no hay que mezclar el deporte con la política, recordándonos mucho aquella frase tan famosa que se pone en boca de Franco: “haga como yo: no se meta en política”. Lo que nunca nos cuenta esa gente es que si hay un sitio ideal donde la política y los negocios se desenvuelven a la perfección son los palcos de los estadios de fútbol.
Este domingo en Colombia se habló mucho de política y algunos deportistas no quisieron ser la excepción. Después de 54 años de guerra se votaba el plebiscito para ratificar o rechazar los acuerdos acordados entre las FARC-EP y el gobierno colombiano tras cuatro años de negociación en La Habana. Un plebiscito que ganaron los enemigos de la paz por menos de 54.000 votos y con más de 60% de abstención.
Todavía tengo delante, cuando escribo estas líneas, el cartel con el que Nairo Quintana se retrató este verano en Asturias a favor de la paz. Una fotografía que revolucionó Colombia, pero que no fue suficiente para que la paz ganara. Nairo dio la cara por una causa justa, igual que hiciera Lucho Herrera hace 29 años al ganar la Vuelta a España. Como la dieron el Pibe Valderrama, René Higuita, Catherine Ibargüen, Esteban Chaves, Radamel Falcao García, Yuberjén Martínez, Mariana Pajón, Cecilia Baena o Miguel Lora, que pidieron el Sí de manera valiente en una campaña crucial para cerrar un conflicto político armado que lleva cientos de miles de muertos y millones de personas desplazadas.
Pero no todo el mundo tiene al pueblo entre sus prioridades, por mucho que éste lo adore hasta en los momentos más difíciles. El periodista inglés John Carlin, autor de “Playing the Enemy” y defensor de la paz en Colombia, le pidió al futbolista del Real Madrid James Rodríguez que se pronunciara por el Sí al igual que estaban haciendo otros deportistas colombianos. Carlin, que conoció de primera mano la dictadura argentina y el apartheid en Sudáfrica, sabía lo mucho que podía ayudar el futbolista cucuteño para traer la paz a su país. Una declaración pública es lo que le pedía Carlin a James en una votación tan igualada y con una abstención de más de la mitad de la población. James es el hombre que abre los informativos todos los fines de semana, sea titular o reserva, y por él se guían millones de personas de tolos estratos sociales. Pero James escogió mirar hacia otra parte. Seguramente esa sea la diferencia entre un campesino de familia humilde como Nairo, que conoce el sufrimiento de la gente, con un futbolista multimillonario al que nada le falta, acostumbrado a vivir y codearse con gente para quien la palabra “guerra” nada significa.
Tommie Smith, con once récords del mundo y una medalla de oro olímpica, tuvo que limpiar coches porque nadie le quería dar trabajo; pero 48 años después sigue estando en los corazones de millones de personas que lo tienen como ejemplo. James seguramente nunca va limpiar ningún coche, ni siquiera el suyo. James pudo ser como Tommie Smith, John Carlos o Muhammad Alí, pero prefirió ser como Franco y no meterse en política.
No seré yo quien diga a los colombianos quiénes han de ser sus ídolos, pero sí les puedo asegurar qué nombre nunca va a llevar mi hijo Xulián en la camiseta de la selección.
*Publicado originalmente en La Voz de Asturias
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2 comentarios:
muy buen articulo , la verda siento profunda lastima por james rodrigues mas todavia que viene de la clase trabajdora , saludos desde argentina a ver si escribis algo de luccarelli cristiano
muy buen articulos saludos desde jujuy argentina
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