Andrew Jennings fue el pionero en investigar las irregularidades en la máxima autoridad del fútbol mundial. Sus denuncias sirvieron de base para la indagatoria del FBI
Por Luis Prats
El País (Uruguay)
Una gran historia puede empezar con una buena pregunta: "Herr Blatter, ¿usted alguna vez aceptó un soborno?"
Ocurrió en Zúrich en 2001, casi tres lustros antes de la renuncia de Joseph Blatter a la presidencia de la FIFA. El periodista británico Andrew Jennings, que ya había destapado los malos olores del Comité Olímpico Internacional (COI), trataba de obtener información sobre los manejos oscuros del fútbol y decidió presentarse en una conferencia de prensa del presidente de la FIFA.
Cuando soltó su pregunta a boca de jarro, los otros periodistas lo miraron con asombro. Y Blatter, visiblemente fastidiado, respondió: "Nunca recibí un soborno".
Poco tiempo después, Jennings recibió un llamado desde Zúrich. Viajó hasta esa ciudad suiza y se reunió a medianoche con funcionarios de la FIFA, que le entregaron algunos documentos confidenciales del organismo.
Así comenzó la larga investigación de Jennings sobre Blatter y sus compinches, que parecía la embestida de un Quijote a los molinos de viento hasta la semana pasada, cuando se anunció el procedimiento del FBI y la Fiscalía General de Estados Unidos contra altos dirigentes de la FIFA. Y se conoció que el propio Jennings había colaborado con la tarea.
Jennings, nacido en Escocia hace 65 años, comenzó su carrera periodística indagando sobre empresarios tramposos para un modesto programa de radio dirigido a consumidores. Luego estuvo atrás de las conexiones de policías de Londres con los delincuentes. En 1987 saltó a los temas internacionales con el caso Irán-contras. Después buscó información sobre los cargamentos de droga de la mafia siciliana hacia Gran Bretaña. Hasta que pasó a meter sus narices en los chanchullos del COI.
El siguiente tema fue la FIFA. En 2006 publicó "Tarjeta roja", sobre la corrupción de la era Blatter. Su publicación llegó a ser prohibida judicialmente en Suiza. También realizó un documental de televisión sobre el asunto. La FIFA amenazó demandarlo, pero él tenía demasiada información como para que el organismo se arriesgara a su difusión ante un tribunal. De cualquier manera, la FIFA lo vetó para sus actividades y le negó la entrada a sus conferencias de prensa.
La represalia, asegura Jennings, atemorizó a otros periodistas, pero a él lo benefició: "Cada semana o cada 10 días recibo un mail de un funcionario honesto que, desde algún lugar, me quiere contar una historia. Luego me mandan documentos y ahí salgo yo de nuevo", relató hace algunos años durante una conferencia sobre "La calidad en el periodismo deportivo".
En 2014 publicó otro libro, cuyo título adelanta el contenido: "Omertá, la FIFA de Sepp Blatter, familia del crimen organizado".
Allí desfilan como en una profecía los mismos nombres que hoy están presos en Suiza o aparecen en la investigación estadounidense. También relata uno de sus mayores descubrimientos, tal vez el origen de la bola de nieve que ayer se llevó a Blatter. El 3 de marzo de 1997, un funcionario de la empresa ISL, que tenía los derechos comerciales de la Copa del Mundo, envió un cheque de casi un millón de dólares a una cuenta de la FIFA en el banco UBS de Zúrich, con una nota que decía: "Garantie JH". Blatter, entonces secretario general de la FIFA, escondió el tema durante años, pero finalmente tuvo que admitir ante la Justicia suiza que se trataba de un soborno a João Havelange, todopoderoso jefe de la FIFA hasta 1998.
La revelación forzó al nonagenario dirigente brasileño a renunciar en 2013 a sus cargos en la FIFA y el COI, pero no hubo sanciones. De cualquier manera, desde los Alpes suizos ya comenzaba a rodar la gran bola de nieve, con un tenue rumor que ayer finalmente se volvió estrépito.
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