Cuando el cariño por un club vence al poder del dinero
“Para algunos, un sueño es ser millonario. Comprarse un Ferrari, un yate. Para mí, lo mejor de mi vida sería jugar en Livorno”, dijo Cristiano Lucerelli, un futbolista muy distinto a sus colegas de la actualidad.
Lucarelli, delantero italiano, exjugador de varios clubes de la Serie A y otras ligas europeas, siempre había querido jugar para el club de sus amores, el AS Livorno.
Al finalizar la temporada 2002-2003, en pleno auge de su carrera, Lucarelli estaba buscando un nuevo equipo. Llegaron ofertas de varios clubes de Primera. Algunas jugosas: mil millones de liras, casi un millón de euros anuales.
Pero en ese momento el Livorno, que militaba en la tercera división, logró el ascenso. Y Lucarelli le encargó a su agente, Carlo Pallavicino, que le consiguiera un lugar en su equipo del alma, donde no había jugado nunca.
El cronista Enric González cuenta lo que ocurrió entonces: “El Livorno no podía pagar más que unos cientos de miles. Lucarelli aceptó, renunciando a sueldos que ascendían a más del doble, a la fama televisiva de otros clubes y a la comodidad de un puesto secundario. El propio Carlo Pallavicino ha publicado un libro sobre esa decisión y sobre lo que ocurrió después. ‘Quedaos con los mil millones’, se titula”.
Lucarelli finalmente cumplió su sueño: vestir la camiseta del “amaranto”, y con ella, conseguir el ascenso y jugar en primera. A veces el amor es más fuerte que el dinero.
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