Fundador del Frente Antifascista de Suba y parte de una generación redskin que entendió que la lucha contra el fascismo se libra en los barrios, en las canchas y en la organización popular.
Las calles de Bogotá están más frías hoy, el 6 de agosto de 2025, la música y el caos se mezclaron en el Movistar Arena de Bogotá. Lo que debía ser una noche de cumbia villera con Damas Gratis terminó en una batalla campal organizada por unos pocos. Sergio Blanco, compañero, militante antifascista y luchador incansable por la justicia social, fue arrebatado por la violencia que tanto combatió. Su nombre no es solo una línea en las noticias: es símbolo de resistencia, de coherencia y de entrega a la clase obrera.
Según testimonios de su hermana Mónica y sus compañeras, Sergio ni siquiera alcanzó a entrar al concierto. Grupos de barras bravas, armados con cuchillos y palos, iniciaron una cacería contra hinchas de equipos contrarios. En medio del pánico, Sergio y sus amigas intentaron defenderse con lo que tenían—piedras contra armas—pero la desproporción era brutal. En el intento por escapar de las brutales agresiones falleció Sergio, arrollado por un vehículo en las calles aledañas al recinto (hecho que no debe quedar impune por un conductor que huyó después de arrollarlo).
Militante de hechos, no de palabras, Sergio, conocido como Blanco o Blanquito, fue miembro fundador del Frente Antifascista Suba (FAS) y parte de una generación de redskins que entendió que la lucha contra el fascismo no se libra solo en consignas, sino en las aceras, en los barrios, en las canchas y en la organización popular. No era un idealista de escritorio: era un hombre de acción.
Desde la Localidad Z-11 en Bogotá, trabajó incansablemente para tejer redes de solidaridad, demostrando que su compromiso con los oprimidos iba más allá de lo discursivo. Creía en el pueblo organizado, y por eso dedicó su vida a construir poder desde abajo.
Fútbol, punk y resistencia
Para Sergio, el fútbol no era solo un juego: era un espacio de lucha de clases. Como hincha de Santa Fe, vivió la pasión del estadio como un territorio más donde el fascismo intenta avanzar, y donde la resistencia obrera debe plantarse firme. Sabía que en las gradas, como en las calles, la organización y la solidaridad son el único antídoto contra el odio.
Dentro de La Guardia Albi-Roja Sur y como integrante del Parche 10 siempre promovió el barrismo social y se caracterizó porque impulsaba actividades para hinchas en condición de discapacidad. Además también estuvo vinculado al programa Aguante Popular por la Vida del Ministerio de la Igualdad, donde trabajaba para transformar el fútbol en herramienta de inclusión. Promovía el diálogo entre barras, demostrando que el respeto y la organización popular son posibles incluso en las canchas.
Su militancia también estuvo ligada a la contracultura. Seguidor de la escena punk y skinhead antifascista, entendió que la música no es solo ruido: es un arma para despertar conciencias. La música no sonaba solo en sus audífonos, sino en su corazón combativo.
La mejor forma de frenar al enemigo es con el ejemplo
Blanco no predicaba lo que no practicaba. Era humilde, sencillo y leal, un hombre que jamás dio la espalda a sus compañeros ni a sus principios. Como padre, hijo, hermano y amigo, dejó una huella imborrable en quienes lo conocieron. Su coherencia era su escudo.
Hoy, mientras el poder intenta reducir su muerte a un “incidente”, los que lo conocen saben que Sergio Blanco cayó luchando. No fue una víctima pasiva: fue un militante que enfrentó al sistema hasta el final.
Memoria, dignidad y justicia
El mejor homenaje que podemos hacerle no es solo recordarlo, sino seguir su ejemplo:
– Organizándonos en nuestros territorios.
– Confrontando al fascismo en todas sus formas.
– Defendiendo los espacios populares, desde las canchas hasta los barrios.
La mejor forma de frenar a los enemigos de la clase obrera es con el ejemplo y la militancia activa.
¡Hasta la victoria siempre, compañero!
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