Marcha
Eva está privada de su libertad desde el 16 de octubre pasado, en el destacamento de San Martín en el conurbano bonaerense, cuando se defendió de una agresión sexual perpetrada por un grupo de hombres violentos.
En el marco de la campaña que se lleva adelante por “Libertad para Higui” y que desea verla libre el próximo 7 de junio, cuando cumpla 43 años, conversamos con su amiga María y su hermana Azucena sobre dos de sus grandes pasiones: la pelota, y el arco.
El día en que la llamaron “Higui”
Si decimos que es el 7 de septiembre de 1995 y que el lugar en el que se desarrolla la acción es el estadio de Wembley. O que la selección colombiana jugaba un partido contra la de Inglaterra los datos resultan insuficientes.
Pero con sólo escribir dos palabras, el misterio se devela de inmediato: “El escorpión”; y cual un “abracadabra” de un mago, un cuerpo ondulante empieza a desplegarse en nuestras cabezas como proyección de pantalla de cine; el pelo largo y enrulado, manos con guantes y una pirueta imposible: es René Higuita, arquero de la selección colombiana, que desafía las leyes de gravedad y las de formalidad deportiva.
Si llevamos esa misma imagen a un partido de cancha chica de campeonato en San Miguel, en la provincia de Buenos Aires, en los años noventa, e intercambiamos a Higuita por una mujer de pelos largos y rulos llamada Eva, tendremos el origen de aquel apodo particular. Así lo cuenta María Vergara, su amiga del fútbol y de la vida: “Nos quedó muy grabada esa atajada porque era una final. Le tiraron una volea en el aire y todas dijimos: ‘Noooo, es gol’, pero ella hizo ‘el escorpión’ y todos empezaron a aplaudir y gritar”.
Imaginamos, entonces, esos ojos testigos de esa pirueta inolvidable, de la tribuna escasa gritando “Higuita, Higuita” a una Eva seguramente sonriente, a la sorpresa en su cara y a las manos enrojecidas de quienes aplauden con fuerza. Y entonces vuelve, también, ese día y la jugada clara en el estadio de Wembley: desde afuera del área le pega Jamie Redknapp; la pelota sigue su curso y desciende hacia el arco. Higuita espera, agazapado, bajo los tres palos. Embolsarla sería la opción más fácil, clásica. Pero El loco tiene tiempo para pensarla: se tira hacia delante, en palomita, pero no responde con la cabeza (lo que ya sería, de por sí, una osadía para un arquero): es el chicotazo de sus pies el que devuelve la pelota. La jugada sigue, la pelota se aleja del área, el relator se alborota y se emociona de incredulidad, las cámaras toman las caras que en las tribunas y el banco de suplentes desbordan sonrisas y asombro.
Polifuncional y arriesgada
Higui tiene siete hermanas y hermanos más. Ella es la tercera, y Azucena es un poco más chica. Tanto Azu, como Mariana y Luisa jugaron a la pelota desde que eran chicas. Con tanto club de barrio dando vuelta y tanto espacio para armar picaditos, el fútbol era un lugar para compartir, y una diversión asegurada.
Azucena recuerda a la Eva jugadora antes de ser Higui: “En ese tiempo jugábamos en la cancha de San Miguel, para un club. Fuimos a jugar a muchos lados, cuando éramos más chicas. El papá de mis hijas de ese tiempo, incluso, nos llevaba para todos lados, y a veces nos íbamos en micro”. Si bien ella es más chica, tiene nítido ese recuerdo de su hermana: “Desde que me acuerdo, siempre jugó a la pelota, andaban con Mariana para todos lados, que era defensora, jugaba de 2 o de 4, ¡y la defiende muy bien!”.
La polifuncionalidad surge como un rasgo de Higui: “Siempre atajó mayormente, pero si no jugaba de 7 o de 8”, cuenta Azucena. Y agrega, María: “Jugaba bien, a veces faltaba una y teníamos que poner otra en el arco para que juegue ella, era multifuncional, jugaba en todos lados, con ella no había problema”.
Otra vez regresa el arquero colombiano, el Higuita que se apellida así y al que apodan “El loco” –y ya no hace falta preguntarnos porqué–, y lo vemos saliendo a buscar la pelota dividida, pararla de pecho, tirarle un sombrerito al rival, gambetear al próximo, que se acerca presuroso esperando el error, que pasa de largo y se queda mirando. No hablamos de un delantero ni de un mediocampista habilidoso, pero nuestro jugador engancha hacia adentro, sale con la pelota pegada al pie, esquiva a uno, dos rivales, le cometen falta en la mitad de cancha. O patea un tiro libre de afuera del área y la pelota sale presta elevándose sobre la barrera y se clava en el ángulo izquierdo.
Y de esta Higui, la del conurbano, nos cuenta María: “Ella salía del arco jugando. Había veces que agarraba la pelota y por ahí pasaba a una y ya pasaba a la otra y a la otra, y capaz que ya llegaba hasta la mitad de la cancha, ¡siendo arquera! Y nosotras le decíamos: ‘¡Higui, volvé!’… ¡Es un personaje! Jugábamos a la pelota pero, a la vez, nos divertíamos”. Y profundiza: “Porque el arquero comanda todo el equipo, es el que te dice andá por allá y te tira la pelota. Ella era eso: repartía la pelota y a la vez te hacía divertir. A veces hacía cada payasada en el arco, o se ponía a bailar, que nosotras teníamos miedo de que le fueran a hacer un gol, pero no se lo hacían, porque era muy buena atajando, y además es una persona increíble”.
Con María jugaron en varios equipos, en cancha chica y fútbol 11 también. Para el club San Miguel, de Lomas de Mariló, donde Higui jugaba en el medio. Llegaron a participar de campeonatos donde competían hasta 25 equipos y ganaron unos cuántos; uno de ellos, aquel del famoso “escorpión” en el que le quedó el apodo para siempre: “A partir de ahí fue siempre, Higuita, Higui; es más, no se la llamaba después por el nombre tampoco, ya nos olvidamos de cómo se llamaba. Cuando alguien la llamaba por el nombre yo decía: ‘¿Quién es Eva? ¡Claro, era Higui!’. Así que es una marca que ya la tiene de por vida…”.
Otra marca, pero negativa, quedará en su vida por la injusticia cometida contra ella. Cuando las personas pierden la libertad, cuando no pueden poner la voz para defenderse, quienes están afuera, sus hermanas, su madre, sus amigas, intentan poner esas palabras para contar quién es de verdad Higui, la que se defendió.
Por eso, además del partido beneficio que hicieron hace unos meses para juntar fondos, ya piensan en ese partido-celebración que harán cuando Higui salga en libertad. María la conoce y dice: “Ella se muere por jugar a la pelota”. Y por eso sueña con ese partido para festejar la amistad y la libertad: “Vamos a hacer un lindo partido entre todas y pasarla bien”. Y cierra, con ganas de un poco de verdad, también: “Y ahí la van a conocer a Higuita como es realmente”.
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