Johan Cruyff y la maravillosa selección holandesa de los 70 tuvieron un singular encuentro con la dictadura militar
Por Rodrigo Uprimny*
Exactamente 40 años después del golpe militar argentino del 24 de marzo de 1976 muere Johan Cruyff, uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos. Y es una rara coincidencia porque Cruyff y la maravillosa selección holandesa de los 70 tuvieron un singular encuentro con la dictadura militar argentina.
En 1978 se celebró en Argentina el Mundial de Fútbol. Eran los años más duros del régimen militar de Videla y compañía, que desapareció y torturo a miles de opositores. Esas atrocidades ya eran conocidas internacionalmente, gracias a las valerosas denuncias de grupos como las Madres de Mayo, pero la FIFA nunca pensó en cambiar la sede del Mundial. La disculpa: que no había que mezclar la política con el fútbol. Pero en realidad esa indolencia de la FIFA hizo que el fútbol terminara mezclado con la política y, peor aún, con el terror, pues la realización del Mundial y el triunfo argentino le dieron una bocanada de legitimidad al régimen militar.
Y aquí es donde se juntan la historia de la junta militar y de Cruyff. En ese momento, Holanda tenía no sólo la mejor selección del mundo sino que su “fútbol total” había revolucionado el deporte. Además, muchos de sus integrantes tenían un espíritu rebelde y desafiante. Y el líder indiscutible era Cruyff. Por eso algunas veces esa selección holandesa (por su exquisita calidad, su capacidad de revolucionar el fútbol y su fresca rebeldía) fue comparada con los Beatles. Y Cruyff era visto como el Lennon de ese conjunto.
Llegó entonces el Mundial del 78 en Argentina. Algunos sectores en Holanda pidieron boicotearlo para no legitimar la dictadura, y unos pocos futbolistas rebeldes, como el alemán Breitner, se negaron a asistir. Pero estas propuestas de boicot fueron derrotadas y hubo Mundial y Holanda asistió. Sin embargo, Cruyff no concurrió y durante muchos años se especuló que sus razones eran semejantes a las de Breitner; que no quería avalar al atroz régimen argentino. Y quienes fuimos jóvenes en esa época lo admiramos aún más por esa conjetura. Hoy sabemos que la razón fue otra, menos heroica, pero profundamente humana.
Hace algunos años, Cruyff aclaró que no había ido al Mundial del 78 por motivos familiares. Algunos meses antes, él y su familia sufrieron un violento intento de secuestro. Esa terrible experiencia le cambió su visión de las cosas y decidió privilegiar su vida familiar sobre el fútbol. Y por ello abandonó la selección y no asistió al Mundial. Pero, en todo caso, algo quedó de su rebeldía en sus compañeros de la selección holandesa, que tuvo dos gestos de dignidad: antes de la final se reunieron con las madres de la plaza de Mayo, y luego del partido, en la ceremonia final, prefirieron irse al vestuario para evitar darles la mano a los dictadores. Y por esos gestos, el fútbol conservó algo de dignidad en ese controvertido Mundial.
* Investigador de Dejusticia y profesor Universidad Nacional. Texto tomado de El Espectador
lunes, 28 de marzo de 2016
jueves, 24 de marzo de 2016
Johan Cruyff, el gran maestro holandés
Tras una dura lucha contra el cáncer, el genio holandés fallece a los 68 años en Barcelona rodeado de su familia
Por Fifa.com
Cruyff se crió a la sombra del estadio y del campo de entrenamiento del Ajax de Amsterdam, donde trabajaba su madre, en el servicio de lavandería y limpieza. Su padre murió de un ataque al corazón cuando Johan tenía 12 años. Desde muy temprana edad, el joven Cruyff puso su mira en un solo objetivo: convertirse en futbolista profesional. Comenzó a entrenarse formalmente cuando tenía siete años y, para horror de su madre, dejó los estudios a los 13 para concentrarse exclusivamente en el deporte.
El legendario entrenador Rinus Michel le echó el ojo al flaco futbolista que tanto prometía y preparó un programa de ejercicio físico, concebido especialmente para desarrollar su endeble complexión, con el fin de que fuera capaz de soportar los rigores de una carrera profesional. Cruyff irrumpió en el primer equipo del Ajax a los 17 años y, dos años después, en 1966, consiguió el primero de los nueve títulos de la liga holandesa que acabarían pasando por sus manos.
Pronto adquirió fama internacional como futbolista elegante, de pies ligeros y bien dotado técnicamente, que nunca hacía entradas fuertes. Era creador de juego, lanzador y marcador, todo reunido en un mismo cuerpo, con una habilidad para sincronizar un centro que nunca se vio antes ni después.
También se hacía notar fuera del terreno de juego. Demostraba una gran confianza en sí mismo y una gran pasión por defender sus propias convicciones, hasta el punto de que no se mordía la lengua ni para evitar hacerse enemigos. Esta forma de ser no siempre le ha favorecido; por ejemplo, perdió el brazalete de capitán del Ajax en una votación de sus compañeros de equipo en 1973. Además, se han aireado acusaciones de arrogancia a partir de citas entresacadas de las entrevistas que concedía: "No creo que llegue el día en el que se mencione el nombre de Cruyff y la gente no sepa de lo que se está hablando"; o bien: "Antes de cometer un error, no cometo ese error".
La Naranja Mecánica se presenta al mundo
Para ser uno de los jugadores más grandes de todos los tiempos, la carrera internacional de Cruyff fue relativamente corta. Hizo su debut con la selección holandesa en septiembre de 1966, en un partido contra Hungría y, en total, vistió la camiseta del equipo 48 veces antes de retirarse en 1977. Su última hazaña como internacional fue contribuir a la clasificación de Holanda para la Copa Mundial de 1978 en Argentina, aunque ya entonces sólo jugaba los partidos más importantes.
Su mayor logro como internacional llegó en la Copa Mundial de la FIFA Alemania 1974. Holanda entró en el torneo con pocas expectativas, pues había pasado apuros para clasificarse. Además, el equipo daba pocas señales de compenetrarse con las tácticas del seleccionador Rinus Michels, que se había incorporado bastante tarde al banquillo como sustituto de Frantisek Fadrhonc. Para sorpresa de todos, las piezas del rompecabezas encajaron repentinamente y, después de la primera ronda, Holanda fue aclamada de manera unánime por la prensa internacional como favorita para alzarse con el título.
Los holandeses encandilaron al mundo con su fútbol total, un estilo de juego que el propio Cruyff encarnaba. Aunque en la alineación aparecía como delantero centro, merodeaba por todo el campo y surgía allí donde podía hacerle más daño al rival. Los demás jugadores se adaptaban con flexibilidad a su rotación, intercambiando posiciones con frecuencia, de modo que las funciones tácticas del equipo siempre se cumplían, pero no siempre por la misma persona. Se trataba de una concepción revolucionaria que cautivó al mundo entero.
Era la hora de los naranjas y de Cruyff. En la segunda vuelta, el propio maestro materializó sus dos primeros goles en la vapuleada por 4-0 que Holanda infligió a Argentina, posiblemente el mejor partido del torneo. El enfrentamiento con Alemania Oriental fue un asunto más comedido, que los holandeses ganaron por 2-0. En el último de los partidos de la segunda ronda de grupos, Holanda se encontró con Brasil, en lo que prácticamente se consideró como una semifinal. Al final del turbulento choque, Holanda salió vencedora por 2-0. Cruyff marcó el segundo gol de una espectacular volea en el minuto 65. El maestro enganchó un centro de Krol, pilló a contrapié al guardameta Emerson Leao, y su remate entró por el primer palo.
Cruyff volvió a hacer una exhibición de su talento en la final. Desde el saque inicial, los holandeses hicieron circular el balón entre sus filas sin permitir que los alemanes lo tocaran ni una sola vez. De un jugador naranja a otro, el esférico regresó a Cruyff, que se lanzó en carrera, se zafó de Vogts y fue derribado por Hoeness dentro del área. Neeskens transformó la falta en gol desde el punto penal, sin que ningún jugador alemán hubiera tenido ocasión de tocar el balón. Sin embargo, los holandeses no supieron aprovechar su ventaja, y permitieron que los alemanes regresaran al partido. El equipo anfitrión empató a raíz de otro penal y, a dos minutos del descanso, se adelantó por medio de Gerd Muller. En la segunda mitad, los holandeses no pudieron superar la infranqueable barrera de Sepp Maier y dejaron escapar el trofeo. El título de mejor jugador del torneo, adjudicado a Cruyff, fue un pobre consuelo.
Durante el torneo de Alemania, Cruyff anunció que no jugaría en la siguiente Copa Mundial, que se iba a celebrar en Argentina, principalmente porque no quería estar alejado de su familia durante tanto tiempo. Eso y sus desavenencias con la asociación de fútbol de su país acarrearon el prematuro final de su carrera internacional.
Un éxito natural
Sin embargo, en el fútbol de clubes, Cruyff continuó sobresaliendo. Entre 1971 y 1973, ganó tres veces consecutivas la Copa de Europa con el Ajax de Amsterdam. En 1973, se fue a España a jugar en el FC Barcelona y conquistó el título de liga en su primera temporada con los azulgranas.
Anunció su retirada en 1978, pero volvió a pisar los terrenos de juego en mayo de 1979, concretamente en Estados Unidos, donde pasó un par de temporadas antes de regresar a España para una estancia muy breve en el Levante, un equipo de segunda división. En 1981 regresó al Ajax para poner el broche de oro a su carrera en su propio país y ganó la liga y la Copa de Holanda con el club en el que había debutado como profesional.
En 1983, se marchó al Feyenoord, el acérrimo rival del Ajax, con el que también consiguió el doblete. Con 30 años cumplidos, Cruyff sorprendió a todos desplegando lo que algunos estimaron como el mejor fútbol de su vida, y fue elegido el mejor futbolista de los Países Bajos en 1983 y 1984. El más grande jugador holandés de todos los tiempos colgó definitivamente las botas en 1984.
Su regreso a Barcelona
Aunque Cruyff no contaba con la preparación técnica propia de un entrenador, ocupó el puesto de director técnico del Ajax de Amsterdam al principio de la temporada 1985-86. Cruyff aportó más trofeos a las vitrinas del club (lo llevó al triunfo en la Recopa de Europa de 1987) y, antes de su marcha al año siguiente, había contribuido a la formación de jóvenes promesas como Dennis Bergkamp, Aaron Winter, Brian Roy, y los hermanos Rob y Richard Witschge.
Regresando al mismo camino que había seguido como futbolista, Cruyff pasó del Ajax al Barcelona, donde se instaló como director técnico. Allí se propuso reconstruir el equipo: dejó marchar a una docena de jugadores, el alemán Bernd Schuster entre ellos, y contrató a nuevas estrellas. Al cabo de poco tiempo había configurado uno de los equipos más espectaculares del fútbol de clubes europeo, el conocido como Dream Team, que ganó la Copa de Europa en 1992 y cuatro campeonatos de liga consecutivos.
Después de ocho años de colaboración, Johan Cruyff y el Barcelona se separaron por segunda vez en 1996. Cruyff, que tuvo que dejar de fumar tras una operación de bypass en 1991 y volvió a padecer problemas de corazón en 1997, juró que no volvería a entrenar. Cumplió su palabra pero su herencia ya era tan inmensa que quedará para la eternidad.
Como él mismo dijo en cierta ocasión acerca de la selección de Holanda: "Demostramos al mundo que puedes divertirte mucho como futbolista, que puedes reír y pasártelo en grande. Yo represento una época que dejó claro que el fútbol bonito es divertido y que, además, con él se conquistan triunfos".
En octubre de 2015 se hizo público que el mítico exjugador peleaba una dura batalla contra el cáncer de pulmón. Falleció en Barcelona a los 68 años, el 24 de marzo de 2016.
Por Fifa.com
Cruyff se crió a la sombra del estadio y del campo de entrenamiento del Ajax de Amsterdam, donde trabajaba su madre, en el servicio de lavandería y limpieza. Su padre murió de un ataque al corazón cuando Johan tenía 12 años. Desde muy temprana edad, el joven Cruyff puso su mira en un solo objetivo: convertirse en futbolista profesional. Comenzó a entrenarse formalmente cuando tenía siete años y, para horror de su madre, dejó los estudios a los 13 para concentrarse exclusivamente en el deporte.
El legendario entrenador Rinus Michel le echó el ojo al flaco futbolista que tanto prometía y preparó un programa de ejercicio físico, concebido especialmente para desarrollar su endeble complexión, con el fin de que fuera capaz de soportar los rigores de una carrera profesional. Cruyff irrumpió en el primer equipo del Ajax a los 17 años y, dos años después, en 1966, consiguió el primero de los nueve títulos de la liga holandesa que acabarían pasando por sus manos.
Pronto adquirió fama internacional como futbolista elegante, de pies ligeros y bien dotado técnicamente, que nunca hacía entradas fuertes. Era creador de juego, lanzador y marcador, todo reunido en un mismo cuerpo, con una habilidad para sincronizar un centro que nunca se vio antes ni después.
También se hacía notar fuera del terreno de juego. Demostraba una gran confianza en sí mismo y una gran pasión por defender sus propias convicciones, hasta el punto de que no se mordía la lengua ni para evitar hacerse enemigos. Esta forma de ser no siempre le ha favorecido; por ejemplo, perdió el brazalete de capitán del Ajax en una votación de sus compañeros de equipo en 1973. Además, se han aireado acusaciones de arrogancia a partir de citas entresacadas de las entrevistas que concedía: "No creo que llegue el día en el que se mencione el nombre de Cruyff y la gente no sepa de lo que se está hablando"; o bien: "Antes de cometer un error, no cometo ese error".
La Naranja Mecánica se presenta al mundo
Para ser uno de los jugadores más grandes de todos los tiempos, la carrera internacional de Cruyff fue relativamente corta. Hizo su debut con la selección holandesa en septiembre de 1966, en un partido contra Hungría y, en total, vistió la camiseta del equipo 48 veces antes de retirarse en 1977. Su última hazaña como internacional fue contribuir a la clasificación de Holanda para la Copa Mundial de 1978 en Argentina, aunque ya entonces sólo jugaba los partidos más importantes.
Su mayor logro como internacional llegó en la Copa Mundial de la FIFA Alemania 1974. Holanda entró en el torneo con pocas expectativas, pues había pasado apuros para clasificarse. Además, el equipo daba pocas señales de compenetrarse con las tácticas del seleccionador Rinus Michels, que se había incorporado bastante tarde al banquillo como sustituto de Frantisek Fadrhonc. Para sorpresa de todos, las piezas del rompecabezas encajaron repentinamente y, después de la primera ronda, Holanda fue aclamada de manera unánime por la prensa internacional como favorita para alzarse con el título.
Los holandeses encandilaron al mundo con su fútbol total, un estilo de juego que el propio Cruyff encarnaba. Aunque en la alineación aparecía como delantero centro, merodeaba por todo el campo y surgía allí donde podía hacerle más daño al rival. Los demás jugadores se adaptaban con flexibilidad a su rotación, intercambiando posiciones con frecuencia, de modo que las funciones tácticas del equipo siempre se cumplían, pero no siempre por la misma persona. Se trataba de una concepción revolucionaria que cautivó al mundo entero.
Era la hora de los naranjas y de Cruyff. En la segunda vuelta, el propio maestro materializó sus dos primeros goles en la vapuleada por 4-0 que Holanda infligió a Argentina, posiblemente el mejor partido del torneo. El enfrentamiento con Alemania Oriental fue un asunto más comedido, que los holandeses ganaron por 2-0. En el último de los partidos de la segunda ronda de grupos, Holanda se encontró con Brasil, en lo que prácticamente se consideró como una semifinal. Al final del turbulento choque, Holanda salió vencedora por 2-0. Cruyff marcó el segundo gol de una espectacular volea en el minuto 65. El maestro enganchó un centro de Krol, pilló a contrapié al guardameta Emerson Leao, y su remate entró por el primer palo.
Cruyff volvió a hacer una exhibición de su talento en la final. Desde el saque inicial, los holandeses hicieron circular el balón entre sus filas sin permitir que los alemanes lo tocaran ni una sola vez. De un jugador naranja a otro, el esférico regresó a Cruyff, que se lanzó en carrera, se zafó de Vogts y fue derribado por Hoeness dentro del área. Neeskens transformó la falta en gol desde el punto penal, sin que ningún jugador alemán hubiera tenido ocasión de tocar el balón. Sin embargo, los holandeses no supieron aprovechar su ventaja, y permitieron que los alemanes regresaran al partido. El equipo anfitrión empató a raíz de otro penal y, a dos minutos del descanso, se adelantó por medio de Gerd Muller. En la segunda mitad, los holandeses no pudieron superar la infranqueable barrera de Sepp Maier y dejaron escapar el trofeo. El título de mejor jugador del torneo, adjudicado a Cruyff, fue un pobre consuelo.
Durante el torneo de Alemania, Cruyff anunció que no jugaría en la siguiente Copa Mundial, que se iba a celebrar en Argentina, principalmente porque no quería estar alejado de su familia durante tanto tiempo. Eso y sus desavenencias con la asociación de fútbol de su país acarrearon el prematuro final de su carrera internacional.
Un éxito natural
Sin embargo, en el fútbol de clubes, Cruyff continuó sobresaliendo. Entre 1971 y 1973, ganó tres veces consecutivas la Copa de Europa con el Ajax de Amsterdam. En 1973, se fue a España a jugar en el FC Barcelona y conquistó el título de liga en su primera temporada con los azulgranas.
Anunció su retirada en 1978, pero volvió a pisar los terrenos de juego en mayo de 1979, concretamente en Estados Unidos, donde pasó un par de temporadas antes de regresar a España para una estancia muy breve en el Levante, un equipo de segunda división. En 1981 regresó al Ajax para poner el broche de oro a su carrera en su propio país y ganó la liga y la Copa de Holanda con el club en el que había debutado como profesional.
En 1983, se marchó al Feyenoord, el acérrimo rival del Ajax, con el que también consiguió el doblete. Con 30 años cumplidos, Cruyff sorprendió a todos desplegando lo que algunos estimaron como el mejor fútbol de su vida, y fue elegido el mejor futbolista de los Países Bajos en 1983 y 1984. El más grande jugador holandés de todos los tiempos colgó definitivamente las botas en 1984.
Su regreso a Barcelona
Aunque Cruyff no contaba con la preparación técnica propia de un entrenador, ocupó el puesto de director técnico del Ajax de Amsterdam al principio de la temporada 1985-86. Cruyff aportó más trofeos a las vitrinas del club (lo llevó al triunfo en la Recopa de Europa de 1987) y, antes de su marcha al año siguiente, había contribuido a la formación de jóvenes promesas como Dennis Bergkamp, Aaron Winter, Brian Roy, y los hermanos Rob y Richard Witschge.
Regresando al mismo camino que había seguido como futbolista, Cruyff pasó del Ajax al Barcelona, donde se instaló como director técnico. Allí se propuso reconstruir el equipo: dejó marchar a una docena de jugadores, el alemán Bernd Schuster entre ellos, y contrató a nuevas estrellas. Al cabo de poco tiempo había configurado uno de los equipos más espectaculares del fútbol de clubes europeo, el conocido como Dream Team, que ganó la Copa de Europa en 1992 y cuatro campeonatos de liga consecutivos.
Después de ocho años de colaboración, Johan Cruyff y el Barcelona se separaron por segunda vez en 1996. Cruyff, que tuvo que dejar de fumar tras una operación de bypass en 1991 y volvió a padecer problemas de corazón en 1997, juró que no volvería a entrenar. Cumplió su palabra pero su herencia ya era tan inmensa que quedará para la eternidad.
Como él mismo dijo en cierta ocasión acerca de la selección de Holanda: "Demostramos al mundo que puedes divertirte mucho como futbolista, que puedes reír y pasártelo en grande. Yo represento una época que dejó claro que el fútbol bonito es divertido y que, además, con él se conquistan triunfos".
En octubre de 2015 se hizo público que el mítico exjugador peleaba una dura batalla contra el cáncer de pulmón. Falleció en Barcelona a los 68 años, el 24 de marzo de 2016.
miércoles, 23 de marzo de 2016
Chile-Argentina un 24 de marzo: La dirigencia del fútbol insulta a la memoria
Se juega la eliminatoria al Mundial de fútbol cuando Argentina conmemora el 40 aniversario del doloroso golpe militar que padeció
Por Gabriel Casas
Marcha
¿Era necesario que Chile-Argentina por las eliminatorias sudamericanas tuviera como fecha el 24 de marzo? ¿No se podría haber gestionado desde la AFA hacia la FIFA la modificación para que se jugara el 23 o el 25? ¿En qué cambiaría tanto un día más o menos en las fechas FIFA? Es bueno recordar que en la última doble fecha de las eliminatorias, Argentina-Brasil se jugó un día después por las malas condiciones climáticas en Buenos Aires y nada raro pasó por eso.
(Ver también "Fútbol en Chile un 11 de septiembre: mucho más allá de las eliminatorias", sobre un episodio similar).
Ahora ya sería inútil presionar a la AFA para cambiar la fecha, pero el problema es que nadie en el máximo organismo del fútbol argentino haya saltado en el momento en que se conoció dicha fecha. Obvio que quizás los viejos carcamanes y Daniel Angelici no tengan muy en cuenta al 24 de marzo como un día muy especial para los argentinos. Resulta extraño en Hugo Moyano, ante tantos sindicalistas desaparecidos por la última siniestra dictadura cívico-militar. O en Matías Lammens, que es un joven dirigente que creció bajo la lucha por la memoria, verdad y justicia.
Ya que la FIFA no permite manifestaciones políticas en los partidos que organiza, estaría bueno que los futbolistas y el cuerpo técnico se manifestaran de diferentes maneras ante el 40 aniversario de un día de luto para los argentinos. No podrán salir a la cancha y portar una bandera que recuerde a los 30.000 compañeros desaparecidos. Entonces, al menos sería una buena señal que salieran con los brazaletes negros que usan en condición de luto.
También, que en esta semana previa, en el predio de la AFA en Ezeiza, Messi y compañía reciban a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. También a los integrantes de H.I.J.O.S. Sería una manera de que el fútbol se involucre a su manera. Y que ahí le cuenten, por si no lo saben, la historia del estadio Nacional de Santiago de Chile, donde irán a jugar. Allí, la dictadura asesina de Augusto Pinochet, lo utilizó en los años 70 como campo de concentración y de exterminio de los desaparecidos chilenos.
También contarles, por si no lo saben, que las dictaduras de Jorge Videla y Pinochet casi llevan a una guerra entre Argentina y Chile en 1980 por las islas del Atlántico sur. Que sólo se frenó en ese momento por la intervención del papa Juan Pablo II. Y recordarles que como los militares argentinos se quedaron con las ganas, y para tratar de mantener a la dictadura, dos años después iniciaron una guerra por las Islas Malvinas bajo el mando de Leopoldo Galtieri, en la que murieron cientos de soldados argentinos sin preparación adecuada para la batalla.
Recordarles que la Junta Militar de Videla, Massera y Agosti estuvo en los estadios durante el Mundial 1978 y celebraron el título en el estadio de River, mientras que muy cerca de ahí, en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) funcionaba un centro clandestino de detención donde se torturaba y mataba a compatriotas. Que la dictadura militar utilizó al Mundial para intentar limpiar su imagen en el exterior. Y que también en su momento, Galtieri fue a visitar a la Selección Argentina antes del Mundial de España 1982 (que nuestro equipo lo jugó mientras el país estaba en la guerra de Malvinas) y abrazó al entrenador César Luis Menotti.
O sea, hacerles sentir con la verdad de sus testimonios, que la dictadura también manchó a la pelota. Generarle la conciencia de lo que significa este 24 de marzo, como todos los años desde 1976. No hay que pedirles a los futbolistas o entrenadores que hablen u opinen sobre el tema si no se sienten capacitados. Pero sí que sepan que son parte de la historia del país. Y un mensaje de ellos, con un fútbol tan globalizado mundialmente, puede generar mucho en los que admiran a los jugadores acá y en cualquier parte del planeta. Y demostrar que los argentinos seguimos luchando después de 40 años por la memoria, la verdad y la justicia.
Por Gabriel Casas
Marcha
¿Era necesario que Chile-Argentina por las eliminatorias sudamericanas tuviera como fecha el 24 de marzo? ¿No se podría haber gestionado desde la AFA hacia la FIFA la modificación para que se jugara el 23 o el 25? ¿En qué cambiaría tanto un día más o menos en las fechas FIFA? Es bueno recordar que en la última doble fecha de las eliminatorias, Argentina-Brasil se jugó un día después por las malas condiciones climáticas en Buenos Aires y nada raro pasó por eso.
(Ver también "Fútbol en Chile un 11 de septiembre: mucho más allá de las eliminatorias", sobre un episodio similar).
Ahora ya sería inútil presionar a la AFA para cambiar la fecha, pero el problema es que nadie en el máximo organismo del fútbol argentino haya saltado en el momento en que se conoció dicha fecha. Obvio que quizás los viejos carcamanes y Daniel Angelici no tengan muy en cuenta al 24 de marzo como un día muy especial para los argentinos. Resulta extraño en Hugo Moyano, ante tantos sindicalistas desaparecidos por la última siniestra dictadura cívico-militar. O en Matías Lammens, que es un joven dirigente que creció bajo la lucha por la memoria, verdad y justicia.
Ya que la FIFA no permite manifestaciones políticas en los partidos que organiza, estaría bueno que los futbolistas y el cuerpo técnico se manifestaran de diferentes maneras ante el 40 aniversario de un día de luto para los argentinos. No podrán salir a la cancha y portar una bandera que recuerde a los 30.000 compañeros desaparecidos. Entonces, al menos sería una buena señal que salieran con los brazaletes negros que usan en condición de luto.
También, que en esta semana previa, en el predio de la AFA en Ezeiza, Messi y compañía reciban a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. También a los integrantes de H.I.J.O.S. Sería una manera de que el fútbol se involucre a su manera. Y que ahí le cuenten, por si no lo saben, la historia del estadio Nacional de Santiago de Chile, donde irán a jugar. Allí, la dictadura asesina de Augusto Pinochet, lo utilizó en los años 70 como campo de concentración y de exterminio de los desaparecidos chilenos.
También contarles, por si no lo saben, que las dictaduras de Jorge Videla y Pinochet casi llevan a una guerra entre Argentina y Chile en 1980 por las islas del Atlántico sur. Que sólo se frenó en ese momento por la intervención del papa Juan Pablo II. Y recordarles que como los militares argentinos se quedaron con las ganas, y para tratar de mantener a la dictadura, dos años después iniciaron una guerra por las Islas Malvinas bajo el mando de Leopoldo Galtieri, en la que murieron cientos de soldados argentinos sin preparación adecuada para la batalla.
Recordarles que la Junta Militar de Videla, Massera y Agosti estuvo en los estadios durante el Mundial 1978 y celebraron el título en el estadio de River, mientras que muy cerca de ahí, en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) funcionaba un centro clandestino de detención donde se torturaba y mataba a compatriotas. Que la dictadura militar utilizó al Mundial para intentar limpiar su imagen en el exterior. Y que también en su momento, Galtieri fue a visitar a la Selección Argentina antes del Mundial de España 1982 (que nuestro equipo lo jugó mientras el país estaba en la guerra de Malvinas) y abrazó al entrenador César Luis Menotti.
O sea, hacerles sentir con la verdad de sus testimonios, que la dictadura también manchó a la pelota. Generarle la conciencia de lo que significa este 24 de marzo, como todos los años desde 1976. No hay que pedirles a los futbolistas o entrenadores que hablen u opinen sobre el tema si no se sienten capacitados. Pero sí que sepan que son parte de la historia del país. Y un mensaje de ellos, con un fútbol tan globalizado mundialmente, puede generar mucho en los que admiran a los jugadores acá y en cualquier parte del planeta. Y demostrar que los argentinos seguimos luchando después de 40 años por la memoria, la verdad y la justicia.
El estadio del horror
La dictadura militar que castigó a Chile entre 1973 y 1990 utilizó al principal escenario del fútbol como centro clandestino de detención y tortura
Por Diego Borinsky
El Gráfico
Los que pasamos los 40 años hemos escuchado la historia más de una vez. Y, a quienes nos ha interesado particularmente el tema, le hemos entrado con atención leyendo libros y viendo documentales. Aun así, una cosa es haberse informado y sumergido en la historia, y otra es entrar en el túnel lúgubre del escenario real. Sentir los latidos de quienes caminaron por allí.
El Estadio Nacional de Chile es blanco por fuera. Los portones de ingreso se denominan “escotillas”. Al llegar a la N°8, resalta una especie de pasacalles que sintetiza el horror: “Estas graderías son un sitio de memoria. El 11 de septiembre de 1973, tras el golpe de Estado, las Fuerzas Armadas convirtieron al Estadio Nacional en el Campo de Concentración más grande del país. Más de 20.000 ciudadanos, mujeres, hombres y niños, chilenos y extranjeros, estuvieron prisioneros en las escotillas y camarines del Coliseo y la Piscina. El trabajo de la Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional ex Prisioneros Políticos tiene como objetivo preservar su valor histórico y conmemorar a las víctimas”. El Coliseo es el estadio propiamente dicho.
El portón de la escotilla 8 está levemente abierto, no hay gente, sí una cinta que dice “prohibido pasar”, pero está cortada en algún punto impreciso. Predomina una sensación de abandono a tres días de la fiesta inaugural en este mismo sitio, pero como al fin de cuenta somos argentinos, nos asomamos al interior para descubrir de qué se trata todo esto que anuncia la bandera. Salvo algún que otro trabajador que cruza el recinto esporádicamente para terminar de arreglar algo, no se ve a nadie. Frente a ese marco solitario, rodeado de polvillo, con tablas desordenadas y manteles de plástico en el piso, como si estuvieran por pintar y arreglar contra reloj, observar las fotos y leer los letreros que las acompañan produce escalofrío.
Hay imágenes de los prisioneros asesinados, pero también de manifestaciones populares del gobierno de Salvador Allende. Incluso hay una secuencia que estremece: una foto de Allende con su mujer, saludando desde el Palacio de La Moneda; y una pegadita, al lado, del mismo balcón, ya sin ellos, y arruinado por la balacera y los bombardeos.
“Prisioneros y prisioneras de guerra del Estadio Nacional”, se lee en uno de los carteles. Y sigue: “En los primeros días del Golpe Militar de 1973, miles de personas fueron trasladadas en calidad de prisioneros al improvisado centro de detención del Estadio Nacional. Sus rejas fueron punto fijo para los familiares que buscaban a sus seres queridos. Aferrados a las rejas, creían poder lograr un intercambio visual y, con suerte, verbal con los hacinados en las escotillas cercanas”. Y enseguida, una descripción brutal: “La arquitectura sui géneris del Estadio Nacional hace de él una edificación ideal para la represión: los pasillos que llevan a los camarines se encuentran bajo las graderías, totalmente ocultos de la vista exterior del complejo, los 28 camarines que tiene el Coliseo fueron utilizados como celdas, en cada camarín hacinaban a más de 100 ciudadanos. Los hombres y mujeres se encontraban en completo aislamiento del mundo exterior”.
Momento: no sólo se utilizó el estadio en sí mismo. “La piscina olímpica –explica el texto que acompaña las imágenes– fue el lugar de confinamiento de las mujeres que ingresaron al Estadio Nacional. Su muralla frontal también se utilizó como paredón de fusilamiento. En el camarín Norte estaban prisioneras las mujeres chilenas y en el camarín Sur tenían prisioneras a las extranjeras. Según testimonios de las propias prisioneras, la piscina alcanzó a albergar a mil mujeres”. Cuesta imaginarlo.
El recorrido por este auténtico laberinto del terror finaliza con otro testimonio adherido a una de las paredes de este pequeño museo, ubicado en las entrañas del Estadio Nacional, debajo de sus tribunas, detrás de uno de los arcos. Su título es “Recuerdo” y está firmado por Felipe Agüero, ex prisionero de guerra: “Las salas de tortura bajo la marquesina, las lúgubres formaciones de prisioneros regresando del velódromo, los túneles malolientes camino a las sesiones de electricidad, los ancianos tropezando a golpes de culata por las graderías, todo aquí aludía al Infierno del Dante. El descenso a cavidades cada vez más profundas de horror y maldad, que nunca tocaba fondo. Aquí Chile conectó por primera vez con su propio infierno”.
Aquí, Chile lo recuerda para que no ocurra nunca más.
*Artículo publicado originalmente en julio del 2015
Por Diego Borinsky
El Gráfico
Los que pasamos los 40 años hemos escuchado la historia más de una vez. Y, a quienes nos ha interesado particularmente el tema, le hemos entrado con atención leyendo libros y viendo documentales. Aun así, una cosa es haberse informado y sumergido en la historia, y otra es entrar en el túnel lúgubre del escenario real. Sentir los latidos de quienes caminaron por allí.
El Estadio Nacional de Chile es blanco por fuera. Los portones de ingreso se denominan “escotillas”. Al llegar a la N°8, resalta una especie de pasacalles que sintetiza el horror: “Estas graderías son un sitio de memoria. El 11 de septiembre de 1973, tras el golpe de Estado, las Fuerzas Armadas convirtieron al Estadio Nacional en el Campo de Concentración más grande del país. Más de 20.000 ciudadanos, mujeres, hombres y niños, chilenos y extranjeros, estuvieron prisioneros en las escotillas y camarines del Coliseo y la Piscina. El trabajo de la Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional ex Prisioneros Políticos tiene como objetivo preservar su valor histórico y conmemorar a las víctimas”. El Coliseo es el estadio propiamente dicho.
El portón de la escotilla 8 está levemente abierto, no hay gente, sí una cinta que dice “prohibido pasar”, pero está cortada en algún punto impreciso. Predomina una sensación de abandono a tres días de la fiesta inaugural en este mismo sitio, pero como al fin de cuenta somos argentinos, nos asomamos al interior para descubrir de qué se trata todo esto que anuncia la bandera. Salvo algún que otro trabajador que cruza el recinto esporádicamente para terminar de arreglar algo, no se ve a nadie. Frente a ese marco solitario, rodeado de polvillo, con tablas desordenadas y manteles de plástico en el piso, como si estuvieran por pintar y arreglar contra reloj, observar las fotos y leer los letreros que las acompañan produce escalofrío.
Hay imágenes de los prisioneros asesinados, pero también de manifestaciones populares del gobierno de Salvador Allende. Incluso hay una secuencia que estremece: una foto de Allende con su mujer, saludando desde el Palacio de La Moneda; y una pegadita, al lado, del mismo balcón, ya sin ellos, y arruinado por la balacera y los bombardeos.
“Prisioneros y prisioneras de guerra del Estadio Nacional”, se lee en uno de los carteles. Y sigue: “En los primeros días del Golpe Militar de 1973, miles de personas fueron trasladadas en calidad de prisioneros al improvisado centro de detención del Estadio Nacional. Sus rejas fueron punto fijo para los familiares que buscaban a sus seres queridos. Aferrados a las rejas, creían poder lograr un intercambio visual y, con suerte, verbal con los hacinados en las escotillas cercanas”. Y enseguida, una descripción brutal: “La arquitectura sui géneris del Estadio Nacional hace de él una edificación ideal para la represión: los pasillos que llevan a los camarines se encuentran bajo las graderías, totalmente ocultos de la vista exterior del complejo, los 28 camarines que tiene el Coliseo fueron utilizados como celdas, en cada camarín hacinaban a más de 100 ciudadanos. Los hombres y mujeres se encontraban en completo aislamiento del mundo exterior”.
Momento: no sólo se utilizó el estadio en sí mismo. “La piscina olímpica –explica el texto que acompaña las imágenes– fue el lugar de confinamiento de las mujeres que ingresaron al Estadio Nacional. Su muralla frontal también se utilizó como paredón de fusilamiento. En el camarín Norte estaban prisioneras las mujeres chilenas y en el camarín Sur tenían prisioneras a las extranjeras. Según testimonios de las propias prisioneras, la piscina alcanzó a albergar a mil mujeres”. Cuesta imaginarlo.
El recorrido por este auténtico laberinto del terror finaliza con otro testimonio adherido a una de las paredes de este pequeño museo, ubicado en las entrañas del Estadio Nacional, debajo de sus tribunas, detrás de uno de los arcos. Su título es “Recuerdo” y está firmado por Felipe Agüero, ex prisionero de guerra: “Las salas de tortura bajo la marquesina, las lúgubres formaciones de prisioneros regresando del velódromo, los túneles malolientes camino a las sesiones de electricidad, los ancianos tropezando a golpes de culata por las graderías, todo aquí aludía al Infierno del Dante. El descenso a cavidades cada vez más profundas de horror y maldad, que nunca tocaba fondo. Aquí Chile conectó por primera vez con su propio infierno”.
Aquí, Chile lo recuerda para que no ocurra nunca más.
*Artículo publicado originalmente en julio del 2015
miércoles, 16 de marzo de 2016
No se juega con la salud de los futbolistas
El gremio de jugadores profesionales rechaza la decisión de programar los partidos del torneo colombiano entre las diez de la mañana y las cuatro de la tarde para ahorrar energía
Por Fifpro
El sindicato de futbolistas Acolfutpro, en nombre de todos los futbolistas profesionales de Colombia, advierte que la decisión de cancelar todos los partidos programados para la tarde podría representar un riesgo grave para la salud de los jugadores.
El pasado viernes 11 de marzo, y sin consultar a los futbolistas, los tres organismos que dirigen el fútbol profesional en Colombia (Dimayor, Dífutbol y la Federación de Fútbol) decidieron comenzar todos los partidos de fin de semana del próximo torneo, entre las 10:00 y las 16:00 horas.
Se negaron a programar partidos vespertinos, pues el Gobierno colombiano ha exigido medidas de ahorro energético, y las luces de los estadios consumen mucha energía.
Sin embargo, entre las 10 y las 16 horas, las temperaturas alcanzan su nivel máximo. En algunas zonas esto podría dar lugar a que los partidos se disputaran a temperaturas de 35 grados Celsius o superiores, poniendo en riesgo la salud de los futbolistas.
Los futbolistas colombianos, unidos bajo Acolfutpro, respetan el deseo del Gobierno de ahorrar energía, “pero no cuando ello afecta a nuestra integridad física o a nuestras condiciones laborales”, ha declarado el sindicato. “Nuestros miembros han expresado su inquietud por esta decisión unilateral, que va a afectar a sus resultados sobre el campo”.
Acolfutpro expresa su indignación por no haber participado en esta decisión. “¿Han consultado a los médicos o a los entrenadores, que son conscientes del riesgo que entraña realizar una actividad física a temperaturas elevadas? ¿Han consultado a los futbolistas acerca de estas medidas, que afectan a su rendimiento deportivo y a su salud?”
“Lamentamos que los dirigentes del fútbol colombiano tomen decisiones que sitúan los intereses comerciales, políticos y económicos por encima de la salud de los jugadores, quienes participan en este deporte”.
Acolfutpro hace referencia a lo ocurrido hace dos meses en Chile, donde el ministro de Trabajo, la Federación de fútbol y el sindicato de futbolistas del país (Sifup) acordaron de manera conjunta no programar partidos entre las 12:00 y las 15:30 horas.
“¿Por qué no podemos garantizar los derechos de los futbolistas en Colombia de un modo similar? Por ejemplo, una alternativa podría ser programar los partidos a las 16:00 horas, lo que todavía satisfaría el objetivo del ahorro de energía, y al mismo tiempo no sería perjudicial para los futbolistas”.
Algunas plazas en Colombia superan los 35 grados centígrados de temperatura.
Por Fifpro
El sindicato de futbolistas Acolfutpro, en nombre de todos los futbolistas profesionales de Colombia, advierte que la decisión de cancelar todos los partidos programados para la tarde podría representar un riesgo grave para la salud de los jugadores.
El pasado viernes 11 de marzo, y sin consultar a los futbolistas, los tres organismos que dirigen el fútbol profesional en Colombia (Dimayor, Dífutbol y la Federación de Fútbol) decidieron comenzar todos los partidos de fin de semana del próximo torneo, entre las 10:00 y las 16:00 horas.
Se negaron a programar partidos vespertinos, pues el Gobierno colombiano ha exigido medidas de ahorro energético, y las luces de los estadios consumen mucha energía.
Sin embargo, entre las 10 y las 16 horas, las temperaturas alcanzan su nivel máximo. En algunas zonas esto podría dar lugar a que los partidos se disputaran a temperaturas de 35 grados Celsius o superiores, poniendo en riesgo la salud de los futbolistas.
Los futbolistas colombianos, unidos bajo Acolfutpro, respetan el deseo del Gobierno de ahorrar energía, “pero no cuando ello afecta a nuestra integridad física o a nuestras condiciones laborales”, ha declarado el sindicato. “Nuestros miembros han expresado su inquietud por esta decisión unilateral, que va a afectar a sus resultados sobre el campo”.
Acolfutpro expresa su indignación por no haber participado en esta decisión. “¿Han consultado a los médicos o a los entrenadores, que son conscientes del riesgo que entraña realizar una actividad física a temperaturas elevadas? ¿Han consultado a los futbolistas acerca de estas medidas, que afectan a su rendimiento deportivo y a su salud?”
“Lamentamos que los dirigentes del fútbol colombiano tomen decisiones que sitúan los intereses comerciales, políticos y económicos por encima de la salud de los jugadores, quienes participan en este deporte”.
Acolfutpro hace referencia a lo ocurrido hace dos meses en Chile, donde el ministro de Trabajo, la Federación de fútbol y el sindicato de futbolistas del país (Sifup) acordaron de manera conjunta no programar partidos entre las 12:00 y las 15:30 horas.
“¿Por qué no podemos garantizar los derechos de los futbolistas en Colombia de un modo similar? Por ejemplo, una alternativa podría ser programar los partidos a las 16:00 horas, lo que todavía satisfaría el objetivo del ahorro de energía, y al mismo tiempo no sería perjudicial para los futbolistas”.
viernes, 11 de marzo de 2016
La increíble epopeya de Brian Clough
Llevó al Nottingham Forest de segunda división a ganar dos Copas de Europa
Por Ignacio Pato
Que te guste o no el fútbol puede ser lo de menos cuando hablamos de historias como la de Brian Clough y su Nottingham Forest de finales de los 70.
Llovizna, bloques grises, greñas y chándals Adidas rojos. Suya es la epopeya de un hombre que daban por acabado, con supuestas tendencias autodestructivas, consiguiendo la mayor gesta del fútbol europeo. Como reza el documental que el Offside Fest de Barcelona estrena este viernes, I believe in miracles. Creo en los milagros.
1. No hay césped en las putas nubes
Hacia 1975, nadie quería trabajar con Clough. Había durado 44 esperpénticos días en el Leeds United, donde los jugadores habían acabado por ni siquiera dirigirle la palabra. Millonarios prematuros que le habían "hecho la cama".
A Brian Clough, al bocazas, al laborista. Aquel hombre que a excepción de Leeds, donde aquellos endiosados seguramente no lo merecían, siempre supo tratar a sus jugadores como hijos. Trataba de empatizar con ellos mirando más allá del dinero. Por ejemplo, buscando comodidades. Como cuando a Larry Lloyd le ofreció comprar una lavadora nueva para el club si este renovaba su contrato.
Resulta que la que había, había desaparecido. Así se dio cuenta Clough a qué decadente Nottingham Forest en Segunda había llegado aquel 1975. Venía con cariño y, por supuesto, donde hay de esto, también hay exigencia. Clough lo dijo, "vengo para ganar".
Su lema era más bien un aforismo: si trabajáis duro, podréis jugar bien, y si jugáis bien, ganaremos. La ética del trabajo socialista aplicada al fútbol en un equipo sin destacados talentos individuales.
De entrenar en parques públicos pasaron a jugar un fútbol eléctrico. Rápido delante, seguro detrás, el Forest fue estilizando su fútbol en la agria Inglaterra de la época. "Si Dios hubiera querido que jugásemos al fútbol con patadones hacia arriba, habría puesto césped en las putas nubes", decía el entrenador. Rasear, triangular, pensar y buscar al compañero mejor posicionado era lo que pedía.
El equipo subió a Primera en su segunda temporada, en 1977. Cloughie sabía que eso no era nada.
2. ¡Buen trabajo!
John Robertson era uno de los pilares del equipo. Un par de anécdotas ilustran bien la relación de Clough con sus jugadores. "John Robertson no era muy guapo. Si alguna vez estoy de bajón, me sentaré a su lado y me daré cuenta de que soy el puto Errol Flynn comparado con él. Eso sí, dale un balón y verás a nuestro Picasso".
Décadas más tarde, Robertson, preguntado por las virtudes de Clough como entrenador, diría: "Simple. Te gritaba '¡buen trabajo!'. Y eso te hacía de repente aumentar un 20% tu nivel. No podías esperar a que te llegase el siguiente balón".
Kenny Burns recuerda cómo le llegaba un bramido desde la banda: "¡Kenneth!". "Solo me llamaba así mi madre", recuerda hoy Burns, que esperaba una bronca. Entonces llegaba, de nuevo, ese well done.
A la vez que su equipo crecía, él iba absorbiendo, a través de guiños y declaraciones firmes a la prensa, toda la presión mediática. El Forest ganó la liga del 78 con solo tres derrotas y nada más haber subido a Primera.
3. Robin de Locksley conquista Europa
En verano, Trevor Francis se unía a los Peter Shilton, Viv Anderson, Tony Woodcock o Martin O'Neill. Clough tenía un plan. Algo comenzaron a intuir en Nottingham cuando el equipo eliminó en primera ronda de la Copa de Europa nada más y nada menos que al vigente campeón, el Liverpool de Dalglish.
Después cayeron AEK de Atenas, el Grasshopper suizo y el Colonia. El Forest estaba en la final de Múnich contra el Malmö sueco. "Sabía que esas libras por Francis darían resultado", debió pensar Clough cuando un cabezazo del delantero decidió que el Nottingham Forest era el campeón de Europa de 1979.
En casi ninguna imagen de la celebración se ve a Clough. Dejó que sus chicos fueran las únicas estrellas. "No sabía que vivía tanta gente aquí en Nottingham", dijo Larry Lloyd al volver a casa y ver la que se había montado.
Pero Clough seguía a lo suyo. 1980 comenzó ganándole la Supercopa al Barcelona. En la liga, eso sí, se acabó notando el esfuerzo europeo. El que le llevó a la segunda final consecutiva, en el Bernabeu ante el Hamburgo.
1-0 con gol de Robertson y el Nottingham Forest estableciendo un récord que aún dura: el único club con más Copas de Europa que ligas de su país.
No era poco haberle ganado al Hamburgo de Kevin Keegan, un jugador que había hecho la gracia de posar sonriendo y plantándole un beso a Margaret Thatcher. Imperdonable. Alegría doble para el Cloughie socialista.
Aquel tipo de chándal rojo y mejillas de 6 pintas de cerveza era más feliz que nunca. Robin de Locksley era ahora el sheriff de Nottingham.
4. Milagro ateo
Clough el rojo. Como los otros dos mejores entrenadores de la historia del fútbol inglés. Bill Shankly y Alex Ferguson. Rojos como las camisetas de sus Liverpool, Forest y ManU, pero rojos también de socialismo laborista.
No nos extrañemos. En la isla hasta hace poco ocurrían milagros como el de Nottingham. Milagros ateos. Con tipos como Clough, que creía en sus chicos y en él mismo.
Confiaba en el poder del colectivo. Ese que le hacía unirse a las manifestaciones en solidaridad con los mineros. Donde nadie era más importante que nadie, donde sin apoyo mutuo no había alegría. Como en su Forest.
"Vengo de abajo. Ahora tengo un buen coche y una buena casa y no veo ninguna razón por la que el resto de la gente no pueda tener eso también. De ese deseo de mi corazón surge el socialismo", dijo.
Clough no era Jesucristo, pero cuando se despidió de Nottingham pareció andar sobre agua de lágrimas de quien sabe que todo tiene un final.
Hoy un socialista de bronce vigila el centro de aquella ciudad trabajadora. Un simple privilegio por haberla puesto en el mapa.
Por Ignacio Pato
Que te guste o no el fútbol puede ser lo de menos cuando hablamos de historias como la de Brian Clough y su Nottingham Forest de finales de los 70.
Llovizna, bloques grises, greñas y chándals Adidas rojos. Suya es la epopeya de un hombre que daban por acabado, con supuestas tendencias autodestructivas, consiguiendo la mayor gesta del fútbol europeo. Como reza el documental que el Offside Fest de Barcelona estrena este viernes, I believe in miracles. Creo en los milagros.
1. No hay césped en las putas nubes
Hacia 1975, nadie quería trabajar con Clough. Había durado 44 esperpénticos días en el Leeds United, donde los jugadores habían acabado por ni siquiera dirigirle la palabra. Millonarios prematuros que le habían "hecho la cama".
A Brian Clough, al bocazas, al laborista. Aquel hombre que a excepción de Leeds, donde aquellos endiosados seguramente no lo merecían, siempre supo tratar a sus jugadores como hijos. Trataba de empatizar con ellos mirando más allá del dinero. Por ejemplo, buscando comodidades. Como cuando a Larry Lloyd le ofreció comprar una lavadora nueva para el club si este renovaba su contrato.
Resulta que la que había, había desaparecido. Así se dio cuenta Clough a qué decadente Nottingham Forest en Segunda había llegado aquel 1975. Venía con cariño y, por supuesto, donde hay de esto, también hay exigencia. Clough lo dijo, "vengo para ganar".
Su lema era más bien un aforismo: si trabajáis duro, podréis jugar bien, y si jugáis bien, ganaremos. La ética del trabajo socialista aplicada al fútbol en un equipo sin destacados talentos individuales.
De entrenar en parques públicos pasaron a jugar un fútbol eléctrico. Rápido delante, seguro detrás, el Forest fue estilizando su fútbol en la agria Inglaterra de la época. "Si Dios hubiera querido que jugásemos al fútbol con patadones hacia arriba, habría puesto césped en las putas nubes", decía el entrenador. Rasear, triangular, pensar y buscar al compañero mejor posicionado era lo que pedía.
El equipo subió a Primera en su segunda temporada, en 1977. Cloughie sabía que eso no era nada.
2. ¡Buen trabajo!
John Robertson era uno de los pilares del equipo. Un par de anécdotas ilustran bien la relación de Clough con sus jugadores. "John Robertson no era muy guapo. Si alguna vez estoy de bajón, me sentaré a su lado y me daré cuenta de que soy el puto Errol Flynn comparado con él. Eso sí, dale un balón y verás a nuestro Picasso".
Décadas más tarde, Robertson, preguntado por las virtudes de Clough como entrenador, diría: "Simple. Te gritaba '¡buen trabajo!'. Y eso te hacía de repente aumentar un 20% tu nivel. No podías esperar a que te llegase el siguiente balón".
Kenny Burns recuerda cómo le llegaba un bramido desde la banda: "¡Kenneth!". "Solo me llamaba así mi madre", recuerda hoy Burns, que esperaba una bronca. Entonces llegaba, de nuevo, ese well done.
A la vez que su equipo crecía, él iba absorbiendo, a través de guiños y declaraciones firmes a la prensa, toda la presión mediática. El Forest ganó la liga del 78 con solo tres derrotas y nada más haber subido a Primera.
3. Robin de Locksley conquista Europa
En verano, Trevor Francis se unía a los Peter Shilton, Viv Anderson, Tony Woodcock o Martin O'Neill. Clough tenía un plan. Algo comenzaron a intuir en Nottingham cuando el equipo eliminó en primera ronda de la Copa de Europa nada más y nada menos que al vigente campeón, el Liverpool de Dalglish.
Después cayeron AEK de Atenas, el Grasshopper suizo y el Colonia. El Forest estaba en la final de Múnich contra el Malmö sueco. "Sabía que esas libras por Francis darían resultado", debió pensar Clough cuando un cabezazo del delantero decidió que el Nottingham Forest era el campeón de Europa de 1979.
En casi ninguna imagen de la celebración se ve a Clough. Dejó que sus chicos fueran las únicas estrellas. "No sabía que vivía tanta gente aquí en Nottingham", dijo Larry Lloyd al volver a casa y ver la que se había montado.
Pero Clough seguía a lo suyo. 1980 comenzó ganándole la Supercopa al Barcelona. En la liga, eso sí, se acabó notando el esfuerzo europeo. El que le llevó a la segunda final consecutiva, en el Bernabeu ante el Hamburgo.
1-0 con gol de Robertson y el Nottingham Forest estableciendo un récord que aún dura: el único club con más Copas de Europa que ligas de su país.
No era poco haberle ganado al Hamburgo de Kevin Keegan, un jugador que había hecho la gracia de posar sonriendo y plantándole un beso a Margaret Thatcher. Imperdonable. Alegría doble para el Cloughie socialista.
Aquel tipo de chándal rojo y mejillas de 6 pintas de cerveza era más feliz que nunca. Robin de Locksley era ahora el sheriff de Nottingham.
4. Milagro ateo
Clough el rojo. Como los otros dos mejores entrenadores de la historia del fútbol inglés. Bill Shankly y Alex Ferguson. Rojos como las camisetas de sus Liverpool, Forest y ManU, pero rojos también de socialismo laborista.
No nos extrañemos. En la isla hasta hace poco ocurrían milagros como el de Nottingham. Milagros ateos. Con tipos como Clough, que creía en sus chicos y en él mismo.
Confiaba en el poder del colectivo. Ese que le hacía unirse a las manifestaciones en solidaridad con los mineros. Donde nadie era más importante que nadie, donde sin apoyo mutuo no había alegría. Como en su Forest.
"Vengo de abajo. Ahora tengo un buen coche y una buena casa y no veo ninguna razón por la que el resto de la gente no pueda tener eso también. De ese deseo de mi corazón surge el socialismo", dijo.
Clough no era Jesucristo, pero cuando se despidió de Nottingham pareció andar sobre agua de lágrimas de quien sabe que todo tiene un final.
Hoy un socialista de bronce vigila el centro de aquella ciudad trabajadora. Un simple privilegio por haberla puesto en el mapa.
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