“No queremos a los estadounidenses en nuestra nación, queremos que se vayan".
Salih Sadir, futbolista iraquí.
La selección de fútbol de Irak acaba de proclamarse campeona de la Copa de Asia, al vencer 1-0 a Arabia Saudita en Indonesia. Fue el equipo revelación del torneo, venciendo a rivales de trayectoria como Australia y Corea del Sur, e imponiendose en la final ante la favorita del torneo y tres veces campeona asiática. El inesperado triunfo futbolístico ha causado una oleada de festejos en el ocupado país árabe. A pesar del toque de queda, los tradicionales carros-bomba y los maltratos de los soldados gringos, los iraquíes se han volcado sobre las calles a celebrar, ondeando la bandera nacional y lanzando tiros al aire.
El equipo de fútbol es uno de los símbolos de unidad nacional que se ha mantenido después de la ocupación. Está integrado por chiíes, suníes y kurdos, y con él se identifican todas las vertientes religiosas y étnicas del país. “Que los ocupantes se vayan” gritan los jóvenes que han salido a las calles de Bagdad. Incluso en la región norte del país, que integra el Kurdistán, los kurdos se han unido a las celebraciones.
El fútbol, momentáneamente, ha logrado la unidad de un país dividido y semidestruido por la invasión estadounidense. Tras cuatro años de ocupación, se registran más de 3 mil muertos y unos 25 mil heridos entre las tropas gringas, mientras que entre las víctimas locales se contabilizan 6 mil militares caídos, alrededor de medio millón de civiles asesinados y tres millones y medio de refugiados. Un saldo muy sangriento para los pocos resultados políticos y militares capitalizados por los invasores. Los Estados Unidos se encuentran empantanados en Irak y ya han reconocido que no hay salida militar para doblegar a la insurgencia.
Para dispersar la lucha antiimperialista de los iraquíes, los Estados Unidos han promovido la confrontación entre las comunidades étnicas del país: chiíes, suníes y kurdos, propagandizando una guerra civil como forma de aniquilar la resistencia patriótica. También han denunciado la presencia de mercenarios islámicos, hecho que es marginal y que no ha contado con buen recibimiento entre los propios iraquíes.
La realidad es que la guerra de guerrillas ha desgastado a los ocupantes y al régimen títere que han promovido. También ha deteriorado la imagen del gobierno estadounidense, quien a pesar del repudio de la opinión internacional, se empeñó en llevar a cabo la invasión. Las armas de destrucción masiva por las que iban nunca aparecieron. El mandatario estadounidense se empeñó entonces en recolonizar a Irak, imponer un régimen servil y asegurar la producción petrolera para sus fines. Era la “restauración de la democracia y la libertad” en oriente medio, bajo la tutela de Estados Unidos.
En su obstinación, Bush tuvo la osadía de señalar que el buen desempeño de la selección de fútbol iraquí en los juegos olímpicos Atenas 2004 era una prueba de que la ocupación militar estaba beneficiando al país, intentando capitalizar políticamente los triunfos del equipo árabe. Pero la figura de la selección, Salih Sadir, declaró a la prensa que "no queremos que Bush nos utilice en la campaña electoral. No queremos a los estadounidenses en nuestra nación, queremos que se vayan". A su vez, el director técnico que dirigió en los olímpicos, Adnan Hamad Majeed, afirmó entonces que "lo que yo cuestiono es lo que Estados Unidos ha hecho en nuestro país: destruir todo. Su ejército ha matado a mucha gente en Irak", mientras que el futbolista Ahmed Manajid declaró: "Quiero defender a mi país de los americanos que lo han invadido".
En este nuevo triunfo se ha reafirmado el pueblo iraquí unido, y se ha reivindicado la integridad y unidad nacional, lo que sólo se conseguiría plenamente con el fin de la ocupación y la reconstrucción del país con base en su autodeterminación.
Publicado originalmente el 29 de julio de 2007
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