"El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes".
Arrigo Sacchi
Arrigo Sacchi
Por Diego Magín Mendoza Mendoza*
Si la memoria no me traiciona, creo que fue el sabio Jorge Valdano quien expresó en una ocasión que el fútbol es el primer productor de conversación del mundo. En el caso colombiano podría convertirse en el primer medio de desarrollo social, siempre y cuando se entienda que, con el fin de garantizar la elevación de los estándares de responsabilidad y transparencia de los clubes y su reorientación hacia la sociedad, se debe vincular a los aficionados.
En efecto, si bien es cierto que el fútbol es un espectáculo que despierta pasiones, sentimientos y emociones, no por ello deja de asistirle responsabilidad al llamado "hincha" frente a los aspectos de propiedad y gestión del mismo.
En contra de lo que se cree, son cada día más numerosos los "hinchas" que comprenden la necesidad de ejercer dicha responsabilidad. Pero el actual e inequitativo esquema de organización del fútbol colombiano ha impedido el ejercicio de sus derechos a través de la democratización.
"Democratizar" el fútbol colombiano implica darse a la tarea de popularizarlo, en el sentido de permitir la participación de otros actores en las directivas de los equipos a través de la creación de Federaciones de Accionistas y Socios que ayuden a parar la rueda suelta en que se han convertido. Para ello se podrían seguir ejemplos que han resultado funcionales en el mundo, tales como los del Reino Unido y España.
De esa manera se permitiría que los equipos colombianos pasen de ser "negocios de familia" (verdaderas cosa nostra en algunos casos) a focos de desarrollo económico. Con ello se garantizaría no sólo la seguridad jurídica y una transparencia atractiva para la inversión de capitales, sino también el cumplimiento de la tarea de inserción institucional de los aficionados.
No hay palabras para calificar el hecho de que los "hinchas" hayan sido considerados como un problema de orden público (según rezan la exposición de motivos de la Ley 1270 de 2009 y los acuerdos municipales que la reglamentaron). Un tratamiento como el que se propone los convertiría en responsables de sus clubes, por ser los primeros interesados en su saneamiento financiero y en su calidad deportiva.
El actual régimen jurídico del fútbol colombiano está señalado en la Ley 181 de 1995 o "Ley del Deporte" cuya viabilidad fue determinada en la sentencia C-713 de la Corte Constitucional en 1998. Las siguientes son las obligaciones de los clubes, que dan origen a sus fundamentos de derecho:
1. Organizarse en corporaciones o asociaciones sin ánimo de lucro o en sociedades anónimas.
2. Asumir una función y una dimensión empresarial que no desconozcan el espíritu de empresa ni la pureza del ideal deportivo, dado el marcado interés social y el hecho de que el deporte es un derecho social.
3. Garantizar que ninguna persona natural o jurídica posea más del 20 por ciento de los títulos de afiliación, acciones o aportes de un club o participe en la propiedad de más de un club por sí o por interpuesta persona.
4. No convertirse en un medio de concentración de riqueza y oportunidades.
5. Cuidar que el número de socios o accionistas determinado por el capital autorizado no sea inferior a dos mil.
6. Vigilar que la Superintendencia de Sociedades (hoy Superintendencia Financiera) revise la procedencia de los capitales de las personas naturales o jurídicas que tengan la calidad de socios.
7. Ser, junto con los jugadores, los únicos titulares de los derechos deportivos.
8. Registrar ante COLDEPORTES la totalidad de los derechos deportivos de los jugadores o deportistas inscritos en sus registros, así como las transferencias que se hagan de los mismos dentro de los 30 días siguientes a su realización.
9. No tener registrados como futbolistas aficionados a quienes hayan actuado en más de 25 partidos o hayan formado parte de su plantilla durante un año.
10. No coartar la libertad de trabajo de los futbolistas mediante la celebración de convenios de transferencia.
11. No desmejorar las condiciones laborales de los futbolistas.
Podemos colegir entonces que en las actuales circunstancias los equipos de fútbol colombiano no son ni pueden ser ajenos a la intervención estatal ni al clamor de los hinchas en pro de la democratización. Esta es una forma de fortalecimiento de su engranaje institucional.
La democratización es un tema actual pero no novedoso. Ha vuelto a ponerse sobre el tapete por lamentables episodios de la actualidad nacional. Sin embargo, la cruda realidad nos muestra que la falta de sentido de pertenencia de los hinchas y de control por parte del Estado, ha permitido
- La dirigencia dictatorial;
- La penetración de dineros producto del narcotráfico;
- La proliferación de problemas jurídicos, disciplinarios y financieros; y
- La fatiga del hincha, que debe conformarse con esperar que algún día llegue el centavo que complete el peso.
La cura para el marasmo en que se encuentra el fútbol nacional no es la expedición de una nueva ley. La 181 de 1995 es suficiente para hacer de los equipos de fútbol entidades más rentables y transparentes y dignificar el oficio de futbolista. Para completar, los fundamentos del ordenamiento que ahora se estudia constituyen una especie de perdón y olvido, que no reconoce el incumplimiento por parte del Estado de las competencias que le asisten frente al fútbol y sólo se limita a considerar la participación de los aficionados como un medio para atraer inversión y no para garantizar la consecución de los mecanismos que aseguren unas estructuras y manejos sólidos.
Lo anterior no es óbice (lo cortés no quita lo valiente) para reconocer que dadas la coyuntura política actual, el temor y desidia de los hinchas (de organizarse, conocer y ejercer los mecanismos jurídicos que les permitan asegurar la participación en sus clubes) y el fracaso de anteriores iniciativas legislativas más coherentes, la sola discusión del Proyecto de Ley presentado por el Ministro del Interior y de Justicia es una luz de esperanza.
La verdadera solución es el diálogo directo y franco entre hinchas y propietarios de clubes con el propósito de dar vía libre a la democratización, no como un fin en sí mismo, sino como un medio.
Ese objetivo se logrará a través del establecimiento de federaciones de accionistas y socios que en forma coherente cumplan el papel de los aficionados en la dirigencia de los clubes.
Primero pongamos la casa en orden y luego sí procuramos evolucionar de las vetustas corporaciones y asociaciones deportivas a las tan anheladas Sociedades Anónimas.
* Especialista en Seguridad Social- Universidad de Cartagena.
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