Por Fundación Juan Manuel Bermúdez NietoEn el mundo actual, no es fácil, encajar, sobrevivir, comprender y ser comprendido, valorar o sostener una vigorosa esperanza de un futuro mejor, aún más cuando las relaciones interpersonales asisten a las implicaciones del auge de las nuevas tecnologías o de dinámicas impuestas por el modelo de la globalización y su proyecto indiferente a la diversidad social y cultural.
Ante este panorama, es la educación en una perspectiva crítica, el escenario privilegiado para el fortalecimiento y la transformación de iniciativas de organización social que de alguna manera constituyen una respuesta -no siempre la deseable- a múltiples formas de exclusión y marginalización social, cultural y política, y contienen formas de resistencia de las nuevas generaciones ante la imposibilidad de constituir subjetividades democráticas y para la vivencia de la democracia, y con ello de la constitución de ciudadanías activas.
Es así, como a principios de la década de los años 90s, las ciudades se percatan de la emergencia de un nuevo actor social las “Barras Bravas” de fútbol, quienes siguiendo la tradición de las barras populares argentinas, privilegian las relaciones “cara a cara, y demuestran alegría y fanatismo por su equipo; al principio de forma pacífica y con el transcurso de los años, transformando su pasión en muchos de los casos en ataques a los integrantes de barras de otros equipos y a la fuerza pública (1) . Establecen además territorios barriales de influencia y reorganizan sentidos y explicaciones propias para actuar ante un mundo que a diario niega su existencia.
En términos cuantitativos, cada barra popular de fútbol en Colombia está conformada por grupos que oscilan entre 500 y 6000 barristas y “parches” entre 50 y 200 integrantes, en relación directa con la antigüedad y trayectoria del equipo de fútbol; la mayoría de estas hinchadas están conformadas por seguidores permanentes, incondicionales y provenientes principalmente de cinturones urbanos periféricos densamente poblados, los cuales tienden a organizarse tanto en la ciudad sede del equipo como en otras ciudades del país. Otros miembros son simpatizantes asiduos, vinculados cotidianamente a los partidos y siguiendo el desempeño del equipo.
En el territorio de la ciudad de Bogotá D.C., hacen presencia la mayoría de las barras futboleras (sino todas), siendo las más numerosas aquellas que acompañan a los equipos capitalinos, estas son Comando Azules del Club Deportivo los Millonarios y la Guardia Albi-Roja del Independiente Santa Fe; mientras equipos de otras ciudades cuentan con la barra Disturbio Rojo Bogotá hincha de la Corporación Deportiva América de Cali y Los de Sur, La Nación verdolaga, afiliadas al Atlético Nacional. Estas organizaciones de la hinchada han mostrado en años recientes un crecimiento descontrolado y de las prácticas violentas de abordaje de los conflictos, las cuales desbordaron los estadios y se trasladaron a las calles, los barrios y también la escuela.
Según estudios recientes y la percepción de las comunidades educativas, las barras de fútbol han incidido de manera decisiva en el clima de las instituciones educativas. Entre los elementos más relevantes de la relación escuela-barras bravas, se señalan la demarcación del territorio aledaño a las instituciones educativas y en algunas ocasiones la alianza con pandillas a modo de estrategia de fuerza para la confrontación.
En concordancia con lo anterior, surge el interés de parte de algunos maestros y maestras cercanos a los lineamientos de la política sectorial para la inclusión e integración de poblaciones y de una organización no gubernamental, la Fundación Juan Manuel Bermúdez Nieto, de avanzar en el diseño y realización de propuestas pedagógicas preocupadas por la disminución de hechos violentos y el fortalecimiento de las prácticas de convivencia en ambientes capaces de reconocer la diversidad y la diferencia, en el marco de un proyecto social y político gestado entre líderes de barras de fútbol durante el año 2004, que ha sido llamado “Barrismo Social”.
Relacionado con este, se quiere redimensionar las formas de expresión violentas de los y las integrantes de las barras de fútbol, potenciar aspectos positivos y reposicionar al barrista en cuanto sujeto histórico consciente de vinculación con las lógicas del mercado y la globalización; de esta manera fundamenta sus acciones en la posibilidad de vivir la pasión por el fútbol y la pertenencia a la barra como forma de existencia y resistencia cuando han sido negados otros escenarios de representación social.
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Nota: La relación de los integrantes de barras futboleras y con la fuerza pública resulta bastante problemática por cuanto está enmarcada en la respuesta institucional a la contravención de la norma y la resistencia juvenil a formas de exclusión y represión.
Publicado originalmente en Formación y Democracia, Revista Pedagógica Quincenal. No. 1, del 15 al 30 de septiembre de 2010.
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