El próximo día 9 se cumplen veinte años de la caída del Muro de Berlín, un acontecimiento que cambió Alemania y la historia de Europa, y cuyos efectos se siguen notando hoy en los estadios
Por Iñaki Izquierdo
Diario Vasco
El día que cayó el Muro de Berlín, Michael Ballack tenía 13 años. Jugaba con sus amigos en las calles de su pueblo, Görtlitz, en la República Democrática Alemana. Su club era el Motor, de la cercana ciudad de Karl-Marx-Stadt. Hoy, Ballack es una de la máximas figuras del fútbol internacional, juega en el Chelsea de Londres, suele ser capitán de la selección alemana y Karl-Marx-Stadt no ha cambiado de sitio pero ahora se llama Chemnitz.
El deporte, como parte integrante de la sociedad, también sintió los efectos de la caída del Muro el 9 de noviembre de 1989 y la reunificación alemana. Ballack aún era un niño cuando sucedió todo y es un caso extraño porque, pese a la fuga de talentos hacia el Oeste, Ballack se mantuvo en el Chemnitzer, en el Este, hasta 1997, cuando el Kaiserslautern aprovechó la decadencia del club, hundido en tercera división, para ficharle.
Sin embargo, hubo muchos deportistas de élite a quienes el terremoto de 1989 les pilló en mitad de sus carreras. En el fútbol, el caso más conocido fue el de Matthias Sammer, centrocampista de enorme despliegue, personalidad tremenda y fuerza incontenible. La caída del Muro le cogió en el Dínamo de Dresde y en 1990 ya le había fichado el Stuttgart, de la parte occidental. En dos años pasó al Inter de Milán y de ahí al Borussia Dortmund, donde alcanzó el éxito y ganó la Copa de Europa.
Antes de la caída del Muro, Sammer había jugado 23 veces con la Alemania Democrática. La reunificación no le apartó de la selección. Disputó 51 partidos con la República Federal, la Alemania unificada. Es uno de los ocho futbolistas que fueron internacionales en los dos lados. Sólo él y Ulf Kirsten fueron figuras tras la reunificación.
Kirsten, compañero de Sammer en el Dínamo de Dresde, fue el primer germano oriental en pasarse a la Bundesliga. Delantero al que comparaban con Gerd Muller, fichó en 1990 por el Bayer Leverkusen, donde jugó 14 temporadas y sigue como técnico de la base. Fue cien veces internacional con Alemania, 49 con la del Este y 51 con la unificada.
La Bundesliga del Oeste
Si en el plano individual los futbolistas del Este tuvieron poco peso en la nueva Alemania, la caída del Muro significó el principio del fin para los clubes de la RDA. Ninguno ha ganado el título de Liga en estos 20 años y, tras el descenso del Energie Cottbus en mayo pasado, ahora no queda ningún equipo de la zona oriental en la Bundesliga.
El Cottbus es el equipo de la canciller Angela Merkel, también originaria de la Alemania del Este. Su máximo éxito fue llegar a la final de Copa de 1997 para perder ante el occidental Stuttgart.
El Muro cayó en 1989, pero la DDR Oberliga se disputó hasta 1991. Tras la reunificación, sólo dos equipos, el Hansa Rostock y el Dínamo de Dresde, se integraron en la competición de la RFA. La primera Bundesliga unificada fue la 1991/92.
La mayoría de los clubes de la antigua RDA deambulan perdidos por las categorías inferiores, como el Dinamo de Berlín, que fue el equipo de la Stasi y gran dominador de aquella Liga, milita hoy en la NOFV-Oberliga Nord, de la quinta división.
Antes de la caída del Muro, el fútbol germano oriental sólo logró un triunfo internacional, la Recopa de Europa en 1974 que ganó el Magdeburgo -hoy hundido en una liga regional- al derrotar al Milán. El Carl Zeiss Jena (hoy en Tercera) y el Lokomotiv Leipzig (en regional) fueron finalistas en esta misma competición en 1981 y 1987 ante Dinamo Tbilisi y Ajax de Amsterdam, respectivamente.
El gol del jugador del Magdeburgo Jurgen Sparwasser que dio la victoria a la RDA ante la RFA en el Mundial de Alemania 1974 fue una oportunidad que el régimen comunista no dejó pasar para su propaganda, pero el fútbol de la RDA nunca estuvo a la altura del de sus hermanos occidentales.
Excepción del balonmano
Magdeburgo, sin embargo, representa el éxito de otra disciplina deportiva en la Alemania del Este: el balonmano. El Magdeburgo fue el dominador de la Liga en la RDA y también ha ganado la Bundesliga unificada. Pero no sólo eso, desde 1989 ha logrado, entre otros éxitos, una Liga de Campeones, tres EHF, una Liga, una Copa y dos supercopas. Antes de la caída del Muro era uno de los mejores equipos del mundo (dos copas de Europa, entre otras cosas) y veinte años después sigue siéndolo.
Pero es una excepción a la regla. El Magdeburgo es el único equipo del Este en la Bundesliga. Los otros 17 son de la antigua RFA. Por sus filas han pasado todo tipo de figuras, entre ellos el jugador proveniente del Este más mediático, Stefan Kretzschmar. Nacido en Leipzig, en 1989 tenía 16 años y ya jugaba en el Dinamo de Berlín.
Su viaje a occidente le llevó al Gummersbach, pero regresó al Magdeburgo para finalizar su carrera, hace dos años. Además de por su extraordinaria calidad, Kretzschmar se hizo famoso por sus múltiples tatuajes y piercing. Se convirtió en una celebridad y en un habitual del papel couché.
En el Este, los deportistas de élite tenían ciertos privilegios, pero resultaban ridículos ante las posibilidades que tenían sus colegas occidentales. Kretzschmar vio claro el mundo que se abría ante él y no dejó pasar la oportunidad.
Tuvo un romance con Franziska Van Almsick, la deportista proveniente del Este más popular en Alemania. Además de magnífica nadadora, Franzi era una «famosa» en el más amplio sentido de la palabra, con apariciones en el mundo de la televisión, la moda y el cotilleo incluidos. Ambos se hicieron millonarios.
A Van Almsick, nacida en Berlín Este, la caída del Muro le cogió con 11 años, pero ya estaba en el omnipresente Dinamo, y en 1993, sólo cuatro años después, ya fue elegida nadadora del año por Swimming World magazine. Ganó diez medallas olímpicas para la nueva Alemania unificada -ninguna de oro-, fue doble campeona del Mundo y 18 veces campeona de Europa, entre 1993 y 2002.
Ullrich llegó del Este
La RDA aportó a la nueva Alemania atletas de muchas disciplinas, pero el paso del tiempo hizo languidecer al deporte oriental. El ciclismo fue la excepción gracias sobre todo a Jan Ullrich. El único vencedor alemán del Tour de Francia nació en Rostock en 1973, por lo que cuando cayó el Muro ya había completado su formación en la estructura del deporte oriental, en el Dínamo de Berlín, y sus brutales cargas de entrenamiento.
Ullrich se pudo beneficiar durante toda su carrera profesional del cambio de sistema. Ganó el Tour de 1997, con 23 años, una edad muy temprana para el ciclismo, y se abría ante él un futuro sin límites. No ganó ninguno más. Su adaptación rápida al estilo de vida occidental le pasó factura. Dotado de un talento descomunal, siempre pareció llegar falto de forma a las grandes citas. Lance Armstrong hizo el resto.
La caída del Muro también permitió a los aficionados ver en directo a campeones a los que sólo conocían por referencias de sus hazañas en la Carrera de la Paz, el Tour del Este: Uwe Ampler, Uwe Raab y, sobre todo, Olaf Ludwig. La caída del Muro les cogió ya más veteranos y trataron de prolongar sus carreras al máximo.
Fueron muchos más los deportistas que vieron sus carreras atravesadas por aquel acontecimiento histórico. Sin embargo, veinte años después, parece que el deporte alemán es una cuestión que se dirime en el Oeste, como tantas otras en la Alemania unificada.
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