Por José Alexander Bustamante-Molina
Los domingos durante todo el día en la Universidad Indígena de Venezuela en el caño Tauca del Estado Bolívar, a unos 200 kilómetros al oeste de Ciudad Bolívar, casi todos los estudiantes -poco más de ochenta hasta el momento- utilizan un gigante estanque de arena, que en otro momento fue concebido para la piscicultura y ahora es una cancha de arena llamada “la Cachamoto” (si existe Cachamay, puede existir Cachamoto), contigua a la cancha está otro estanque con más de 70 mil alevines de dicho pez.
Es el día de descanso y el fútbol se convierte en celebración y motivo de visita de los indígenas yekuanas que viven en la población de Maripa, a unos 25 kilómetros al oeste, en el paso del río Caura, el segundo en importancia en Venezuela después del Orinoco. Cada domingo un campeonato relámpago hace que hasta el momento nueve etnias indígenas que viven en Venezuela sigan fortaleciendo sus lazos culturales. El premio, es un refrescante baño en el caño Tauca; sereno y cristalino.
Desde hace casi diez años, el hermano jesuita José María Korta, quien ha vivido por más de 30 años con grupos indígenas, pensó en la organización de una universidad para indígenas, desde la cosmovisión y la dinámica de estos pueblos ancestrales que ven cómo cada día pierden espacio en todos los sentidos.
Hace cuatro años tuve la posibilidad de compartir por cuatro meses en el Tauca (como le decimos al lugar), en aquel momento eran casi treinta estudiantes de cuatro etnias con varios voluntarios criollos que acompañaban el proyecto de Universidad. Ahora todo está casi al triple, lo que da la impresión que está a punto de la “concreción” como lo diría el crítico literario Román Igarden.
Yekuanas, piaroas, waraos, yaruros, panares, carinñas, kuibas, pemones y sanemás hacen vida en un gigantesco espacio natural idéntico a sus lugares de origen: selva, sabanas, ríos, tranquilidad.
Desde lo humano, se siguen sumando aliados que apoyan el indigenismo y la resistencia indígena, procurando formar jóvenes indígenas con raíces culturales solidas y con las mejores herramientas de la modernidad. En este momento tres egresados ya forman parte de las coordinaciones administrativas y organizativas de la Universidad. Será una Universidad para los indígenas hecha desde los indígenas, donde las herramientas que se adquieren pasan desde la adquisición del español como segunda lengua, el conocimiento mitológico de cada cultura, uso de computadores e internet como herramienta de formación moderna, trabajo de micro proyectos agrícolas-pecuarios que sirvan de modelos de autogestión, así como la elaboración de textos bilingües con carácter didáctico, cultural y de preservación de la memoria ancestral. En esta última instancia fue donde (junto con un estudiante de la Escuela de Letras de la Universidad de los Andes) estuvimos apoyando el trabajo editorial, donde destacaría la traducción al yaruro del hermoso poema “Los yaruros” de Ernesto Cardenal, poema que se incluye en el célebre libro “Homenaje a los indios americanos”.
La maqueta del proyecto consta de una churuata central rodeada de doce pequeñas edificaciones hechas pensando en las condiciones climáticas, es decir, con paredes pequeñas para que entre la luz y el aire y donde los indígenas puedan sentirse cómodos (nunca se ha puesto a pensar que las edificaciones educativas se parecen más a un cárcel que a un lugar del saber).
Hasta el momento ya está construido el primer edificio, es poco pero ya es mucho. Sin embargo, siguen utilizando las primeras instalaciones, todas tienen luz y agua. La educación es una de las formas de la liberación del hombre, la conciencia crítica se produce desde el pensamiento universitario, la resistencia indígena merece un reconocimiento mayor, los pueblos originarios viven en esa Venezuela profunda que la mayoría no conoce. La Universidad Indígena de Venezuela es una posibilidad. Veremos qué pasa.
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