Un astro del balón homenajeado por un astro de la canción
Por Luisa Fernanda Morales Futbolete
“Maradona no es una persona cualquiera”, lo dice Andrés Calamaro en el inicio de su canción dedicada al Diego. En ella le declara su admiración y amor incondicional, perdonándole por encima de todo, sus manías, vicios, altercados y errores. Una composición magistral que resume todo el sentimiento que genera el 10.
Cantante, compositor y productor, Calamaro se ha convertido en uno de los máximos exponentes del rock latinoamericano. Su afinidad y pasión por la música inició justo al cumplir 8 años de edad al pedir como regalo un acordeón y más tarde un tambor. Pero a medida que transcurrió el tiempo sus amigos incondicionales serían el piano y la guitarra eléctrica, una dupla con la que ha deleitado a millones de seguidores en el mundo.
Un día de pesca en Uruguay, Andrés escucha su primera oferta de trabajo en un grupo musical en el que empieza a recorrer las carreteras por primera vez. Tiempo después empezaría a tejer su propio futuro y acude a una audición para hacer parte del grupo Raíces. Era la época del 78, entre plenos gritos del Mundial de fútbol, tambores y notas rítmicas, da sus primeros pasos en el latin jazz, en plena época de dictadura militar.
Siguió rodando y rodando para buscar su identidad musical. En invierno, inicios de la década de los ochentas, recibe una llamada que cambiaría su destino. Del otro lado del teléfono escuchó la voz de Miguel Abuelo, quien había regresado de Ibiza. Junto a él, Calamaro encuentra su lugar, Los Abuelos de la Nada, agrupación con combinación de funky, poesía y armonía, formado por seis músicos de curtido talento y gran personalidad, entre los que se estaban el productor y bajista Cachorro López, el cantante de tangos Daniel Melingo y el Abuelo, ya mencionado.
La confianza de Miguel hace que Calamaro empiece a componer sus propias letras. Es así como empieza a adquirir prestigio como compositor. En 1982 sale a la venta el primer disco del grupo, despertando toda la atención en la escena rockera del momento, con canciones como “Sin gamulán” (de su puño y letra). Un año más tarde el éxito seguiría con el segundo álbum “Vasos y Besos” y la canción “Mil Horas”, también de su autoría. Ya para 1984 decide lanzar su primer disco en solitario (Hotel Calamaro) de la mano de Charly García. En este mismo año saldría el último disco que grabaría con Los Abuelos de la Nada, “El Himno de mi corazón” con un éxito rotundo, igual a los anteriores.
Su historia con este grupo llegaría al final en 1985. Luego de esto inicia un programa musical en radio que le permitiría conocer a Ariel Rot con quien deciden partir para España en la primavera de 1990. Allí lanzan en firme el proyecto Los Rodriguez con un álbum magnífico llamado “Sin documentos”, con una canción del mismo título y “Dulce condena”. El ritmo acelerado que llevaba el grupo empezó a generar varios problemas y luego de haber lanzado al mercado “Buena suerte”, “Disco pirata”, “Palabras más y palabras menos” deciden separarse en 1995 haciendo una recopilación de sus mejores éxitos en “Hasta luego”.
A partir de ese momento la carrera musical de este argentino, nacido el 22 de agosto de 1961 en Buenos Aires, tendría un ascenso vertiginoso con más de 15 discos grabados y canciones como “Flaca”, “Crímenes Perfectos”, “Loco”, El salmón, entre muchas tantas con las que ha sido ovacionado en miles de lugares en el mundo .
Pero sin lugar a dudas la conexión entre el fútbol y rock que siempre ha mantenido, hizo que este gran músico elogiara con sus letras a quien es visto como todo un Dios del fútbol argentino. Calamaro se enorgullece en haberle cantando al ex futbolista y haber compartido tarima junto a él (haciendo dúo en la canción “Hacer el tonto”), donde le expresó todo su respeto y admiración, algo evidente y claro porque él es su gran amigo y en su alma guarda la camiseta de Boca que le regaló alguna vez.
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