Fue en Hamburgo, durante los festejos por el campeonato del mundo.
Roberto Parrottino
El Gráfico
En el bar Shebeen de Hamburgo, los hinchas alemanes festejaban el domingo por la noche entre una luz roja que cortaba la oscuridad y la cerveza tirada que alegraba la vida. Alemania había salido campeón del mundo en Brasil. De pronto, las ventanas estallaron y se desató una lluvia de piedras. “¡Son mierda, St. Pauli, mierda!”, les gritaron los tipos que manipulaban palos de madera y botellas partidas. “Fue aterrador. Muchos de nuestros clientes huyeron rápidamente por las escaleras hasta la parte trasera del pub –contó un empleado del Shebeen–. No hubo pelea. Habría sido inútil; estábamos claramente en minoría”. Tres personas terminaron en el hospital. Los testigos no dudaron: los agresores eran hinchas del Hamburgo SV, el rival de la ciudad. Era el grupo minoritario neonazi que en los clásicos cuelga banderas con la palabra “Hass” –odio– y con el lema “Zecke verrecke!”, que proclama la muerte para esas garrapatas. Fue un ataque directo al Shebeen, un reducto de los hinchas del St. Pauli, el club antifascista más importante del mundo.
“El FC St. Pauli empezó a ser conocido en la comunidad futbolera internacional por ser el primer club profesional que se consideró expresamente antifascista. Esto generó que empezara a ganar simpatizantes en varios países, primero en Europa, y luego en todo el mundo. Además, el club y su hinchada empezaron a abanderar causas como la lucha contra la homofobia y el racismo en el fútbol, la solidaridad con Cuba y los pueblos del tercer mundo, entre otras”, explica a El Gráfico Diario Camilo Rueda Navarro, el periodista colombiano que creó la página Fútbol Rebelde.
En 2002, de hecho, Corny Littmann asumió como presidente de la institución. Actor, empresario teatral y activista gay, Littmann reveló en la presentación que afrontaba el reto de conducir al club después de claudicar en el intento de dirigir una ópera. “Estoy en una edad donde busco cosas nuevas para mi vida”, dijo Littmann. Tenía 51 años y estaba, allí, vestido de mujer. Fue presidente hasta 2010.
La Selección alemana se entrenó en mayo en el Millerntor, el estadio del St. Pauli, como preparación para la Copa del Mundo. La frase de la tribuna “Kein fussball den faschisten” –“Fútbol sin fascistas”–, durante la práctica, fue tapada por una lona verde. El club emitió un comunicado en el que aclaraba que estaba “sorprendido” y “molesto” por la censura con la Federación Alemana de Fútbol.
“Por otra parte, el St. Pauli representa todo un ícono por su estrecha relación con la cultura punk y el movimiento social de Hamburgo. Es un equipo que ha llegado a jugar en la Bundesliga aunque ahora esté en la segunda división y que condensa todos estos valores. Se convirtió en símbolo y en vanguardia de los hinchas antifascistas y de izquierda –agrega Rueda Navarro–; por esta razón, en algunas ciudades han surgido agrupaciones de simpatizantes que difunden estos valores, organizan visitas a Hamburgo y difunden la actualidad del club. Una de las más activas es la de Barcelona, aunque también están Piratas del Sur, el primer grupo de hinchas del St. Pauli en toda Sudamérica”.
En las paredes del Millerntor hay una plaga de mensajes. Uno: “Ninguna persona es ilegal”. Hay un dibujo de dos chicos besándose: “Sólo el amor cuenta”; y en las calles se ven rostros del Che Guevara, eslóganes de los movimientos independentistas vasco y catalán, la bandera de Jamaica y los colores del movimiento LGBT. Fundado en el barrio portuario de St. Pauli en 1910, fue en la década del 80 cuando el club se convirtió en lo que es hoy a partir de los movimientos okupa y de la música punk. Cuando juega de local, el equipo entra con la canción “Hell’s Bells”, de AC/DC, y cuando mete un gol se escucha “Song 2”, de Blur. La banda de Die Toten Hosen adoptó la calavera que identifica al club, ya que la piratería era común en el río Elba. La revolución, incluso, alcanza a la dirigencia: los hinchas son representados en la comisión por dos miembros. No se toman decisiones sin preguntarles qué opinan a los fanáticos, que se aglutinan en peñas. Este año rechazaron la oferta de la empresa eléctrica alemana RWE para ser el patrocinador en la camiseta marrón, blanca y roja.
En la Argentina, el compañerismo con el club alemán lo encarna Platense, hoy en la B Metropolitana. Mauricio Benítez Draghi y Hernán García, hinchas del Marrón, son los creadores de Piratas del Sur, la peña argentina. De ahí que en Saavedra se vean camisetas del St. Pauli. “Investigamos la historia del club y conseguimos similitudes entre ambos –contaron a No, el suplemento joven de Página/12–; por lo que nos empezamos a entusiasmar, al punto de que cuando vemos los partidos por Internet en el barrio no entienden por qué gritamos los goles”.
Con el Celtic se enlazaron en Escocia: jugarán el 26 de julio un amistoso de pretemporada en el Millerntor, y los hinchas ya organizan festivales punk como previa. Livorno en Italia y Rayo Vallecano en España, también antifascistas, son amigos del St. Pauli. No resulta curioso, en definitiva, que los hechos de violencia que se registraron en los festejos por el Mundial en Alemania, que incluyeron un joven apuñalado en Bremen, hayan sido informados casi en soledad por Neues Deutschland, el histórico diario socialista que mantiene una línea contraria a los medios grandes, como el St. Pauli en el fútbol.
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