La adhesión a un club de fútbol no puede convertirse en motivo para martirizar a toda una ciudad
Por Camilo Rueda Navarro
Desde hace un par de años, el 18 de junio se volvió una fecha temida para la comunidad bogotana. Con el pretexto de celebrar el aniversario de uno de los equipos de fútbol de la ciudad, parte de sus hinchas la han convertido en una jornada de vandalismo y violencia.
En este día, las barras populares del Club Millonarios “festejan” el cumpleaños de su institución con marchas y concentraciones que generalmente terminan desbordadas en desmanes.
Enfrentamientos entre ellos mismos y vandalismo contra el transporte público, son habituales en esta jornada. Este año, según cifras de las autoridades distritales, fueron al menos 27 heridos, 152 detenidos y ocho buses de Transmilenio con averías por cuenta de las “celebraciones” de los hinchas del equipo azul.
Para el resto de ciudadanos de la capital se ha convertido en un tormento salir a las calles en esta fecha. Si ya de por sí el transporte público representa un padecimiento para los usuarios, con las celebraciones masivas de la hinchada embajadora éste queda al borde del colapso. En ocasiones anteriores se ha llegado a reportar el “secuestro” de articulados de Transmilenio.
A esto se añade que la rivalidad entre las propias barras de Millonarios y sus facciones desembocan en episodios de violencia y enfrentamientos en plena calle. En esta ocasión, entre la treintena de lesionados se encuentra un patrullero que quedó al borde de la muerte.
Estas prácticas, además de convertirse en dolor de cabeza para la ciudadanía bogotana, están muy lejos de representar la deportividad que seguramente buscaba el empresario barranquillero Alfonso Senior, cuando fundó el equipo azul hace 70 años.
Ante estos hechos, la intervención de las autoridades ha sido inocua. Las medidas preventivas que se puedan haber tomado han resultado, una vez más, ineficaces.
La ñapa de la jornada de este 18 de junio fue el poco heroico ataque a la sede social de la barra de Independiente Santa Fe, su equipo rival de la ciudad. Las barras azules desconocen así los compromisos que han adquirido con sus pares del resto del país en el marco del Colectivo Futbolero Colombiano, que reúne a la mayoría de hinchadas populares y que busca promover medidas de convivencia.
Lejos de un barrismo popular, los desmanes en la celebración del equipo “embajador” alientan las salidas represivas que una parte de la opinión deportiva impulsa.
Legitiman más bien la “mano fuerte” que desde escritorios y micrófonos algunos piden para enfrentar la violencia en el fútbol. Y empañan los esfuerzos que desde las mismas hinchadas se vienen impulsando, como la campaña “Sí al visitante”, entre otras fórmulas para promover la convivencia y la paz en los estadios del país.
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