La incursión de 'petrodólares' en el fútbol internacional cada vez es mayor. Pero los resultados deportivos han sido dispares y el impacto a largo plazo aún está por verse.
Por Camilo Rueda Navarro
Cada vez es mayor la presencia de dineros de la economía petrolera en el fútbol. Desde simples patrocinios hasta la compra de clubes por jeques árabes o multimillonarios rusos, el oro negro se esparce cada vez más por el deporte rey. Los resultados deportivos han sido diversos, pero la influencia puede ser negativa a largo plazo.
El caso paradigmático es el del Chelsea inglés, que acaba de redondear una oleada de títulos con la Champions League, la esquiva copa que le faltaba. El club de Londres fue adquirido en el 2003 por Román Abramóvich, magnate petrolero ruso de origen judío. Su empresa Sibneft también era propietaria del CSKA Moscú, lo que le ha valido un cuestionamiento de la UEFA por conflicto de intereses, al ser él mismo propietario de dos equipos en contienda.
El Chelsea, aunque un equipo histórico y de élite, carecía de títulos. Tras la llegada de los petrodólares (unos 160 millones de euros), los blues ganaron tres ligas, cuatro copas FA y su primera Liga de Campeones de Europa, luego de vencer sorpresivamente a Barcelona y al Bayern de Múnich en las instancias finales. Sin embargo, han sido varios los entrenadores que han desfilado por el equipo, que no ha sido tan rico en su fútbol.
El París Saint Germain (PSG) fue el último en llegar al grupo de “nuevos ricos”, al ser adquirido por el Grupo de Inversiones de Catar. El PSG gastó 106 millones de euros para la temporada, 43 de ellos para traer al argentino Javier Pastore. Sin embargo, la liga francesa fue ganada por el Montpellier, que se hizo a su primer liga de la historia con una inversión de apenas dos millones de euros.
Pero la chequera más movida ha sido la de un grupo inversor de los Emiratos Árabes Unidos, que compró al Manchester City por 250 millones de euros, a los que habría que sumarle los 350 millones de libras que gastó en contrataciones, y los astronómicos salarios para pagar su larga nómina.
Son cifras desproporcionadas comparadas con los resultados deportivos: una copa FA y una liga, ganada en el tiempo de descuento de la última fecha, ante un equipo que peleaba descenso. El City se ha destacado más por sus conflictos extradeportivos que por su buen fútbol. Al final fue una heroica jugada de Sergio Agüero la que le dio la premier tras 44 años de sequía.
El capítulo español de los petroequipos lo protagoniza el Málaga, un modesto cuadro adquirido en el 2010 por el jeque Abdullah Al Thani, de la familia real Catarí. Málaga pasó de ocupar lugares de zona de descenso al cuarto lugar en la última temporada, lo que le dio cupo a la Champions League. Aunque los resultados de la gestión catarí en el Málaga aún están por verse, no difiere del modelo de los demás: en dos años ya hizo el fichaje más caro en la historia del club: pagó 20 millones de euros por Santi Cazorla. También contrató al holandés Ruud van Nistelrooy, quien jugó su último año en el equipo de la Rosaleda.
Pero el modelo petrolero puede resultar insostenible: si bien a corto plazo puede redundar en títulos y alegrías deportivas, no es autosuficiente por los altos costos de las nóminas y la "inflación" que genera en los precios de las fichas de los jugadores. De hecho, se conoce que el Manchester City ha dado pérdidas y sólo la terquedad de los jeques es la que ha sostenido al club. A largo plazo puede convertirse en una burbuja económica que al explotar dejaría más de una institución en bancarrota.
¿Petrodólares en Colombia?
En Colombia la influencia del petróleo en el fútbol ya empieza a despuntar: Pacific Rubiales, una de las mayores empresas del sector en los últimos años, patrocina al Real Cartagena. Y, según se rumora, fue el artífice para que el Academia se mudara de Bogotá a Villavicencio para representar al departamento del Meta en la primera B.
Y el pasado 16 de mayo ocurrió un episodio cómico-macondiano que involucró petróleo y fútbol. Se supo que Noemí Sanín, exministra conservadora que ahora oficia como dirigente de Millonarios, se había reunido con un jeque árabe interesado en comprar al club. Pronto avivó la emoción en los hinchas azules y las especulaciones con posibles contrataciones afloraron con facilidad.
Pero el castillo se derrumbó: Sanín aclaró que solo había coincidido en una comida con el anónimo empresario, pero que no había ninguna negociación en curso. El éxtasis petrodeportivo de los azules se convirtió pronto en burla. En las redes sociales la etiqueta #LaBandaDelJeque pasó de ser un precoz furor millonario al chiste del día. (Ver: #LaBandaDelJeque, ¿un árabe quiere comprar Millonarios?)
Ese mismo día, sin menos trascendencia mediática, se conoció que los petrodólares no llegarán al azul (por el momento, al menos), pero sí al rival, Independiente Santa Fe, pues la Flamingo Oil, una empresa de servicios petroleros, y que se presenta como “cien por ciento colombiana”, se convirtió en patrocinador secundario del club.
En conclusión, la presencia de los petrodólares en el fútbol apenas empieza. De hecho, a nivel de selecciones tendrá mayor preponderancia, pues luego de Brasil 2014 la Copa Mundial tendrá como sede a dos de los baluartes del oro negro: en el 2018 irá a Rusia, la tierra del precursor Abramóvich, mientras que en el 2022 será Catar.
Las dos sedes, asignadas simultáneamente por la FIFA, parecen ser un visto bueno de los dirigentes del fútbol a las generosas chequeras petroleras.
Publicado originalmente en Semana.com
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