Por Jorge Barraza
En la medianoche del próximo 5 de septiembre Colombia tendrá una idea concreta de si sigue aspirando a ir al Mundial de Sudáfrica o si definitivamente debe cancelar su ilusión. Ese día chocará con el país de máxima evolución futbolística del continente: Ecuador. Hoy, más fuerte que la propia Colombia. Si pierde (y no es una opción descabellada), el equipo de Lara le dirá adiós a otro sueño Mundial, tercero consecutivo. En la antípoda, Ecuador comenzará a reservar pasajes para su tercera Copa en serie.
¿Por qué cuando se habla de un ordenamiento potencial en el fútbol suramericano se encolumna siempre a Brasil, Argentina, Uruguay o Paraguay, Colombia, Chile y nunca se nombra a Ecuador...? Sin duda, es un enunciado basado en la tradición, no en la realidad.
Ecuador puede someter a cualquiera de ellos sin que se considere una proeza. De hecho, derrotó a Argentina (que en Buenos Aires le empató angustiosamente en el minuto 93) y a Chile e igualó con los restantes. Pero acaso su demostración más impactante fue ante Brasil, al que arrasó física y futbolísticamente. Uno miraba y por momentos parecía no entender cuál era Brasil y cuál Ecuador (que además lucía camiseta amarilla...). La actuación histórica, milagrosa, del arquero Julio César impidió una goleada.
Se pensaba que el rival para alcanzar el repechaje era Uruguay. Pero, tras un comienzo estrepitoso (Luis Fernando Suárez batió un curioso récord: renunció en el campo de juego tras caer 5-1 en Paraguay), la selección tricolor ya está de quinta en la eliminatoria. Y la asombrosa personalidad de sus jugadores indica que no será fácil bajarla de allí. Parece más factible que desaloje a Argentina del cuarto lugar.
Este jueves último, Liga de Quito ganó la Recopa Suramericana goleando al Internacional de Porto Alegre, puntero absoluto del campeonato brasileño (y con sus titulares). Le ganó casi divirtiéndose. La superioridad no debe achacarse a la altura quiteña: una semana antes también le había ganado en Brasil.
Liga fue campeón de América el año pasado al superar en la final a otro aristocrático club brasileño: Fluminense. De modo que la palabra 'casual' no entra en el análisis. Es la misma Liga que perdió por un pelo ante el poderosísimo Manchester United la final del Mundial de Clubes en Japón. Un Manchester completo, con Cristiano Ronaldo, Rooney, Tévez...
Ahora Liga va por la Copa Suramericana. Y no es una simple expresión: va por la Copa. La solidez de su juego y su rico plantel lo ubican como candidato firme.
Liga es un modelo que debieran copiar todos los clubes de América. En 1998 inauguró su fantástico estadio "La Casa Blanca", un escenario tipo europeo para 50.000 espectadores. Desde entonces ha ganado cinco torneos locales y la Libertadores y ha peleado casi todos los certámenes que disputó. Acertadísimo en las contrataciones y muy medido en las ventas, nunca debilita su plantel. Solo transfiere una figura cuando ya resulta imposible retenerla. Y enseguida busca el mejor reemplazo posible.
Manchester United acaba de presentar a Luis Antonio Valencia como refuerzo estelar. Le pagó 24 millones de dólares al Wigan. No es una operación mediática ni basada en el 'marketing': lo fichó por los méritos del joven ecuatoriano. Alex Ferguson centra su política de incorporaciones en una cualidad esencial: el carácter. Es justamente la máxima virtud de Valencia: su tremenda agresividad en el campo. El día de su debut en la selección, con 18 años, le marcó dos goles a Paraguay en la eliminatoria y fue el mejor de la cancha.
Tony simboliza al resto de los jugadores compatriotas: biotipo físico perfecto, buena condición técnica, amplio soporte anímico.
En 1960, Alberto Spencer hizo una irrupción deslumbrante en Peñarol. Era un extraño espécimen para el público internacional: un ecuatoriano bueno, goleador y campeón. Pero apenas una golondrina. Medio siglo después hay un universo diferente: Ecuador tiene una selección fuerte, clubes importantes, jugadores calificados. Esta trinidad indica que no se trata de casos aislados, el medio entero ha crecido.
Solo faltan entrenadores. Virtualmente no hay técnicos ecuatorianos. La Federación (muy dinámica) creó el Instituto Tecnológico para formar conductores y ya salió la primera promoción. Mientras, contratan extranjeros. Nadie se escandaliza ni afloran nacionalismos baratos por ello. Se han nutrido de diferentes escuelas. Y todos han dejado algo. El chileno Manuel Pellegrini, hoy en el Real Madrid, comenzó su escalada internacional en 1999 en Liga de Quito. Fue campeón. El montenegrino Dusan Draskovic es considerado el padre de esta criatura evolutiva, que comenzó en 1989. Dusan se quedó a vivir en Guayaquil.
No hay una explicación sociopolítica para este ascenso. El Ecuador país se debate en una problemática similar a la de sus naciones vecinas. El fútbol, no obstante, suele reflejar la personalidad de un país.
En 1977, Perú venció a Ecuador 4 a 1 en la eliminatoria. Nadie dramatizó. Después de todo, el peruano era un fútbol muy superior, la derrota no resultaba tan humillante. Desde entonces volvieron a enfrentarse ocho veces en la carrera mundialista: fueron cinco triunfos ecuatorianos y tres empates. Así ha ido revirtiendo casi todos los historiales negativos. Es la síntesis más gráfica de su irresistible progreso.
Publicado originalmente el 12 de julio de 2009
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