Por Ladislao Javier Moñino
Público
Uno de los equipos del pueblo para el último gran jugador que el pueblo hizo suyo. El penúltimo fue Romario, otro hijo de la humildad. Ronaldo jugará en el Corinthians, el segundo club brasileño con más tirón popular. Sólo le supera el Flamengo, la entidad que silencia gran parte las favelas de Río de Janeiro cada vez que encaja un gol.
Ronaldo ha fichado por la otra gran pasión de Lula, el presidente de Brasil. Frente al Palmeiras, el equipo de la burguesía paulista, el Corinthians siempre fue la bandera de los desheredados. La misma que tomó Lula cuando lideraba el sindicalismo desde el Partido de los Trabajadores en tiempos de la dictadura militar. Habituales en sus mítines a principios de los 80 eran Sócrates y Casagrande, dos de los ideólogos de lo que se denominó la Democracia Corinthiana.
Los militares les tenían calificados como elementos subversivos e intentaron colar a un entrenador que ejerciera de espía. Sócrates, futbolista esplendoroso y estudiante de medicina, y Casagrande, estudioso del rock y amante del teatro, no se arrodillaron ante las presiones. Desde el Corinthians, Brasil vivió un fogonazo de aperturismo. La Democracia Corinthiana fue una revolución maravillosa y una de las aventuras más fabulosas que ha parido el fútbol. En aquel equipo que se coronó con los títulos nacionales de 1982 y 1983 (1) todo se votaba: las alineaciones, las contrataciones, las bajas, los lugares de concentración... El sufragio abarcaba desde el portero suplente hasta el presidente.
Las camisetas que lucieron también fueron un escozor para la dictadura. Fueron utilizadas como soporte para mensajes tales como "Democracia, ya" o "Quiero votar por un presidente". Un diario paulista llegó a titular: "Los jugadores llegan al poder". El gobierno de los militares amenazó a los jugadores con la prisión y al club con la intervención administrativa si seguían utilizando las camisetas para alentar el proceso democrático que acabaría con su poder. El fenómeno llegó hasta las universidades, en las que se han escrito varias tesis sobre aquel jaque al totalitarismo hecho desde el poder del balón.
Lula siente debilidad por Ronaldo, al que llegó a mandarle una carta personal de apoyo cuando en el Bernabéu empezaron a abroncarle por su exceso de peso y otra cuando sufrió su última grave lesión de rodilla en enero de 2008: "Da la impresión de que se trata de un examen a tu energía, tu capacidad de resistir" . A Ronaldo se ha abrazado ahora el Corinthians, que el pasado 24 de noviembre regresó a la élite del fútbol brasileño tras un año descendido. Las precarias cuentas que dejó MSI, la empresa de intermediación que hizo recalar allí a Tévez y Mascherano, necesitan un elemento corrector para sanearlas. Ronaldo ha sido el elegido como el motor de la reactivación económica del club.
El negocio del fenómenoEl impacto que causará Ronaldo en Corinthians ya se analiza desde todos los ángulos. A la palestra han salido economistas y psicólogos. Los primeros estiman entre un 25% y un 30% el incremento de la facturación del club. Camisetas, productos varios de merchandising, y bolos por la ruta de los petrodólares aseguran los expertos financieros que "sufragarán el fichaje", firmado a lo Florentino en una servilleta de papel. Los psicólogos, por su parte, prevén "un impacto positivo si se integra y su ruido no llega a impresionar a sus compañeros". La camiseta de las ideas se convierte en la del negocio.
Nota:
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