Sobre la brillante reacción de Dani Alves ante una ofensa racista
Por Enrique Bethencourt
El racismo está muy presente, de forma lamentable, en muchos estadios de fútbol. Son demasiado numerosos los casos en que un grupo de aficionados/energúmenos insultan a los jugadores del equipo contrario por el color de su piel. Una de las fórmulas más frecuentes consiste en imitar a un mono, intentando establecer las distancias entre los presuntos civilizados blancos y los presuntos salvajes.
Lo he sufrido en mi estadio, el de Gran Canaria, en algún encuentro de la UD Las Palmas. Y tras increpar por ello a un aficionado sentado apenas a dos metros de distancia, este, que no paraba de mofarse e insultar a un jugador negro, me espetó. “Oiga, que yo no soy racista”. Lo disimulaba bien, desde luego.
Antes, mucho antes, me sucedió un suceso similar, pero más masivo, en la temporada 93/94. En un encuentro entre el CD Tenerife, entonces entrenado por Valdano y Cappa, y el CD Celta, correspondiente a semifinales de la Copa del Rey. El Tete había eliminado en cuartos al Real Madrid, al que venció en el Heliodoro y en el Bernabeu; en esa etapa también le hizo perder algunas ligas a los blancos.
Aquella tarde-noche un grupo bastante numeroso de aficionados tinerfeños se pasó buena parte del partido insultando al celtiña Vicente Engonga, nacido en Barcelona pero de familia guineana. Un jugador, buen centrocampista, que llegaría a defender en una decena de ocasiones los colores de la selección, que entonces no era todavía La Roja.
Aunque fui a disfrutar del partido y a apoyar al CD Tenerife, reconozco que, por la actitud de aquellos aficionados, me alegré de que no se lograra la remontada y fuera el Celta quien pasara la eliminatoria. Luego, los gallegos perderían la final con el Zaragoza en un partido muy competido.
Recordé esas circunstancias este domingo en el partido entre el Villarreal y el Barça. En esta ocasión fue Dani Alves la víctima de los improperios de un grupo de aficionados; el más imbécil tuvo la ocurrencia, además, de lanzarle un plátano. La reacción del lateral brasileño fue verdaderamente brillante: pelar el plátano y comerse parte de la fruta, muy utilizada por los tenistas por su aporte en hidratos de carbono, magnesio y potasio. Que luego dos centros suyos acabaran en gol, con la inestimable colaboración involuntaria de jugadores del Villa es otro asunto.
Solidaridad
El plátano lanzado por el racista aficionado (socio del que ya se sabe su identidad y que el club castellonense piensa expulsar a perpetuidad) y, sobre todo, la respuesta de Alves han despertado una corriente de solidaridad en todo el mundo, que ha incluido deportistas, artistas y hasta la presidenta brasileña Dilma Rousseff y el primer ministro italiano, Matteo Renzi. Hay que recordar que en Italia, Cécile Kyenge, ministra del anterior gabinete, el de Enrico Letta, sufrió todo tipo de insultos por la ultraderecha, que también llegó a tirarle plátanos por el color de su piel.
Ni la mejor campaña publicitaria hubiese logrado semejante impacto. Un hecho casual y una respuesta espontánea, pero tan sencilla como inteligente, han convertido ese plátano en el césped del Madrigal en un auténtico boomerang que ha dado la vuelta al mundo y se ha estampado simbólicamente en las narices del racismo y de los que lo alientan.
@EnriqueBeth
Futbolista africano del año
Hace 2 semanas
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