Por Víctor Gómez Muñiz
En un momento difícil de la historia reciente de España, hubo dos equipos que se opusieron a la represión franquista que todavía imperaba en los territorios españoles después de la muerte del dictador. Cuando el terrorismo de E.T.A., todavía considerado grupo paramilitar antifranquista, era el exponente de la lucha por la independencia del pueblo vasco, hay quien utilizó el fútbol como factor de presión social, fueron los dos equipos vascos por excelencia, el Athletic Club de Bilbao y la Real Sociedad de San Sebastián.
Las leyes franquistas prohibían la exhibición de la ikurriña, la bandera del País Vasco, así como el uso del euskera, la lengua propia del pueblo vasco. Con la muerte del dictador se intenta una apertura hacia la democracia, pidiendo la legalización de los símbolos vascos, así como un estatuto de autonomía.
Para comprender bien la situación quizás hay que aclarar que ambos equipos juegan en su mayoría con jugadores de la tierra, jugadores vascos que sienten como propia la lucha de su pueblo. Además, en los años 70, la imagen del futbolista era diferente a lo que entendemos por jugador de fútbol en la actualidad. Eran jugadores cercanos y con opiniones propias. En todo este clima de tensión, lucha y sobre todo inquietud por los cambios políticos y sociales que estaban ocurriendo en el país, hubo un momento en el que el fútbol escogió un bando.
Era el 5 de diciembre de 1976 y el derby vasco volvía al estadio de Atocha de San Sebastián. Nadie sabía que ese día iba a producirse un hecho histórico en la lucha del pueblo vasco por la autodeterminación. Josean de la Hoz Uranga, conocido como Trotsky, jugador de la Real fue quien urdió todo el plan y quien introdujo ilegalmente una bandera vasca en el estadio. Al estar prohibidas la ikurriña, seria la hermana del propio Uranga quien cosió los retales de colores rojo, verde y blanco para dar forma a una bandera que pasaría a la historia . Lo más fácil estaba ya hecho, la insignia estaba en Atocha, pero ahora quedaban las dos partes mas difíciles, hablar en secreto con los capitanes de ambos equipos para proponer la idea de saltar al césped con la bandera ilegal portada por los capitanes, y conseguir que la policía española no interceptara la bandera antes de que llegaran al campo, ya que el estadio disponía de un foso que ese día estaba rodeado de policía nacional.
Tras hablar con los capitanes en los vestuarios de Atocha, los dos equipos dijeron que si, ambos concienciados de lo que podría suponer a nivel nacional el ver a los dos mayores representantes del fútbol vasco exhibir la bandera vasca en un acto público. Escondida en las bolsas donde se transportaba el agua, la ikurriña llegó a los banquillos, saltando de este modo a la policía nacional.
Todo estaba preparado, los dos equipos en fila de uno, cara a cara en el túnel de vestuarios. Una vez que saltaron al césped Uranga dio la bandera a los capitanes, dos símbolos del fútbol español de la época como eran Iribar y Kortabarria, y fueron juntos mostrando el símbolo del pueblo vasco hasta el centro del campo entre el clamor popular y el ambiente festivo del antiguo estadio realista.
Muchas veces vale más una imagen que mil palabras, así lo demostraron tanto la Real como el Athletic. Fue un ataque directo a un régimen en vías de extinción y una petición pública en el escenario perfecto, un partido de fútbol, lugar de socialización y de reivindicación. Desde antes de la Guerra Civil española (1936-1939) no se había visto ninguna ikurriña en un acto público. Todas esas reivindicaciones se vieron refrendadas días después, ya que el 19 de enero de 1977 se aprobaría el Estatuto vasco y la bandera quedó legalizada. Pero ahí esta el fútbol para demostrar que la lucha de ese pueblo tuvo el apoyo de dos gigantes de la época, que se arriesgaron por su gente mostrando una bandera todavía ilegal.
Tomado de www.calcioromantico.com
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