El fútbol es más que un simple juego. Ha sido durante mucho tiempo un faro de unidad, paz y esperanza para miles de personas en Gaza.
Por Amy Goodman y Denis Moynihan
Democracy Now!
Israel atacó el martes (9 de julio) las instalaciones de una escuela en Gaza. El ataque produjo la muerte de al menos a 29 personas que se refugiaban allí y dejó heridas a decenas más. El momento en que estalló la bomba fue capturado en video por una persona que filmaba un partido de fútbol juvenil que se estaba disputando en el patio de la escuela Al-Awda. La pelota de fútbol estaba en el aire cuando la bomba explotó. El periódico The New York Times, mediante imágenes de la agencia de noticias Reuters, identificó que la munición utilizada para el ataque fue una bomba guiada GBU-39 de unos 115 kilos, fabricada por la empresa Boeing y suministrada a Israel por Estados Unidos. El video, difundido por la cadena Al Jazeera, capta el caos que se desató tras la explosión y la masacre que ésta produjo en el exterior de la escuela: cadáveres por todas partes y personas heridas desangrándose entre los escombros, sin recibir ninguna atención.
Asmaa Qudeih, una mujer que sobrevivió al ataque, relató el horror que se vivió:
“Estábamos sentados, pasando una tarde relativamente tranquila. De repente, cayó un misil. […] Las escuelas estaban abarrotadas de gente y la calle también. De pronto, un misil impactó y destruyó todo el lugar. Había cadáveres y cuerpos desmembrados. Se veían cuerpos y partes de cuerpos volando por los aires. No sé cómo describirlo. No puedo describirlo”.
Según se informa, además de quienes estaban participando del partido de fútbol, muchas otras personas estaban agrupadas alrededor de un punto de acceso a una señal de wifi, intentando acceder a internet. Estas personas, que buscaban conectarse con el mundo exterior desde el asediado gueto de Gaza, fueron aniquiladas.
La masacre de la escuela Al-Awda, como ha sido nombrado el hecho, ocurrió justo cuando la guerra de Israel contra Gaza entra en su décimo mes y casi diez años después del día en que cuatro niños palestinos perdieron la vida a causa de una bomba israelí que estalló mientras jugaban al fútbol en la playa, el 16 de julio de 2014.
Tyler Hicks, un reportero gráfico del periódico The New York Times, ganador de un premio Pulitzer, fue testigo de aquel ataque. Durante una entrevista que mantuvo en ese momento con Democracy Now!, Hicks describía así detalles de lo sucedido:
“Mi habitación del hotel tiene vista a la playa. […] Escuché una explosión muy fuerte, un gran sonido de impacto del otro lado de la ventana. Inmediatamente miré hacia afuera […] y pude ver a un niño que corría en la arena huyendo de la explosión. Yo sabía que era alta la posibilidad de que hubiera heridos o muertes tras el hecho, por lo que rápidamente tomé mi cámara y mi chaleco antibalas. Ahí fue cuando se produjo la segunda explosión, 30 segundos después de la primera. Cuando volví a mirar hacia fuera, ese mismo niño que había visto correr yacía sin vida: había muerto en la playa, al aire libre, junto con otros tres chicos que estaban jugando con él”.
Ayman Mohyeldin, actualmente presentador del canal de noticias MSNBC, también fue testigo de la muerte de esos niños. El periodista dijo en aquel entonces que había estado jugando a la pelota con los niños apenas unos minutos antes. Tras sus impactantes informes sobre el ataque, la cadena NBC News decidió sacar de Gaza a Ayman.
En mayo de este año, en el sitio web de la Plataforma Internacional sobre Deporte y Desarrollo, Badr Alzaharna, oriundo de Gaza, publicó un ensayo sobre la importancia que tiene el fútbol en Gaza. En un fragmento del ensayo, Alzaharna, expresa:
“Para los jóvenes y mayores de Gaza, el fútbol es más que un simple juego. Ha sido durante mucho tiempo un faro de unidad, paz y esperanza para miles de personas en Gaza, trascendiendo las luchas prolongadas que enfrentamos. Al igual que los fanáticos de todo el mundo, somos seguidores dedicados del 'jogo bonito' y alentamos a nuestros equipos y jugadores favoritos”.
La expresión “jogo bonito” (juego bonito, en español) fue popularizada por la fallecida gran leyenda del fútbol brasileño Pelé. En su ensayo, Alzaharna agregó:
“Jugar al fútbol no era simplemente un pasatiempo, sino también un salvavidas para miles de jóvenes. Un salvavidas que brindaba consuelo en medio del caos, amistades en la soledad, alivio ante la ansiedad y siempre un objetivo que ansiar. […]. El fútbol era un interludio del dolor, una breve distracción de los sonidos de los bombardeos de guerras anteriores que quedaron grabados en nuestras cabezas”.
La mitad de la población de la Franja de Gaza, un territorio con 2,3 millones de habitantes, tiene menos de 18 años de edad. Los jóvenes y niños que nacieron en 2006 o en años posteriores han vivido toda su vida bajo el brutal bloqueo israelí de Gaza, territorio que ha sido descrito como “la cárcel a cielo abierto más grande del mundo”.
Mientras la Corte Internacional de Justicia delibera acerca de la demanda por genocidio que Sudáfrica presentó contra Israel, ese millón de niños y niñas atrapados bajo los constantes bombardeos israelíes necesitan alimentos, agua y educación. Pero también necesitan disfrutar de actividades recreativas y comunitarias, como el fútbol. La mayoría de esos niños y niñas solo han conocido la escasez, la ocupación y la guerra a lo largo de sus cortas vidas.
Esta semana, mientras en Doha, la capital catarí, continúan las interminables negociaciones para alcanzar un acuerdo de alto el fuego en el enclave ocupado, Israel ordenó la evacuación total de la ciudad de Gaza. La organización israelí para los derechos humanos B’Tselem calificó la orden de “locura absoluta” y agregó: “De acuerdo a las acciones que está llevando a cabo Israel, parece que tiene la intención de continuar luchando de manera indefinida, sembrando destrucción y matando a miles de personas en el futuro próximo”.
Cuando la antorcha olímpica llegue a París a finales de este mes para inaugurar los Juegos Olímpicos, no olvidemos las llamas que ardieron en el campo de fútbol de la escuela Al-Awda, en Jan Yunis, y a esos jóvenes que estaban jugando al “jogo bonito” en Gaza, en medio de la fealdad de la guerra.